domingo, febrero 11, 2018

Vuelve la obra de escritores fascistas franceses



Céline (arriba izq.), Maurras (arriba der.), Brasillach (abajo izq.) y Rebatet (abajo der.), los nombres del auge de la literatura fascista en Francia.

El gobierno francés exigió a los editores “garantías” y un acompañamiento crítico de los textos

Céline, Maurras, Brasillach o Rebatet pertenecen al círculo de lo que en Francia se llaman “los collabos”, es decir, hombres y mujeres que “colaboraron” con el ocupante nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sus ideas están en pleno auge.

Los escritores fascistas regresan con una legitimidad insospechada. Sacar del placard de la proscripción a autores que se han codeado íntimamente con el antisemitismo más feroz y la barbarie del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en Francia en un tema mayor que sobrepasa el mundo de las letras. El proyecto de reedición de los textos antisemitas de Louis Ferdinand Céline , el aniversario y los homenajes a otro fascista notorio, Charles Maurras, teórico del concepto de “nacionalismo integral” que está tan de moda en las retóricas políticas actuales, las ya reeditadas obras de otro fascista ilustrado, Lucien Rebatet (Los Escombros), y las futuras reediciones de Robert Brasillach, un facho fusilado al final de la Segunda Guerra Mundial, han cavado trincheras desde donde partidarios y adversarios de estas iniciativas defienden o impugnan la circulación de libros que remiten a los tiempos más lúgubres de Francia y de Europa.
La crisis de las reediciones empezó en 2017 cuando la editorial Gallimard comunicó su proyecto de volver a editar, bajo el título “Escritos polémicos”, tres libros de Céline escritos entre 1930 y 1940 y atravesados por un antisemitismo de espanto: Bagatelles pour un massacre, Les Beaux draps y L’Ecole des cadavres. La iniciativa no tardó el encender una hoguera. La pertinencia de sacar a la venta en momentos en donde esas ideas tienen en un peso electoral funesto fue puesta en tela de juicio, incluso por el gobierno. El editor, Antoine Gallimard, y el experto que debía escribir el prólogo, Pierre Assouline, fueron convocados por Frédéric Potier, delegado interministerial encargado de la lucha contra el racismo, el antisemitismo y el odio anti LGBT, quien les exigió “garantías” y un acompañamiento crítico respaldado científicamente.
La publicación de estos panfletos no está prohibida en Francia pero no se editan desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Se los puede conseguir clandestinamente en las librerías que están junto al Sena y consultarlos libremente por internet. Tanto Céline , autor de esa obra suprema que es Viaje al fin de la noche, como su viuda, Lucette Destouches, se opusieron siempre a que estos tres libros fueran reeditados. Sin embargo, en 2017, la viuda, que hoy tiene 105 años, cambió de parecer. El abogado y presidente de la Asociación de Hijos e Hijas de deportados de Francia, Serge Klarsfeld, atacó con vehemencia un proyecto al que juzgó como un “insoportable llamado al odio” y una “agresión contra los judíos de Francia”. La lluvia de impugnaciones a la editorial fue tan densa que, en 2018, Gallimard decidió abandonar su objetivo. Según explicó Antoine Gallimard, “las condiciones metodológicas y de memoria no están reunidas”. Pese a todo, el editor aclaró que “los panfletos de Céline pertenecen a la historia más infame del antisemitismo francés. Condenarlos a la censura es obstaculizar el conocimiento pleno de sus raíces y de sus alcances ideológicos”. La controversia no se cerró con ese gesto. Volvió a estimularse cuando se descubrió que en el libro de “Las Conmemoraciones Nacionales” previstas para el año en curso figuraba el nombre de Charles Maurras. Este autor, a diferencia de Céline , ha tenido en Francia y en la Argentina una influencia penetrante. Maurras, de cuyo nacimiento se cumple un siglo, fue uno de los cabecillas del grupo monárquico y nacionalista Acción Francesa que empezó desarrollarse en Francia a principios del Siglo XX. Era, como muchos fascistas radicales, un aguerrido adversario de la República, un furibundo anti parlamentarista y un antisemita extremo que solía calificar a los judíos como “detritus humanos”. Los responsables del libro de las “Conmemoraciones Nacionales” también dieron marcha atrás y lo retiraron de los homenajes oficiales.
Con todo, Maurras está y seguirá presente. Hoy, su retórica nacionalista envuelve las narrativas de los líderes de la extrema derecha francesa del Frente Nacional y supo atravesar la frontera y alimentar el discurso del partido conservador Los Republicanos, fundado por el ex presidente Nicolas Sarkozy y dirigido actualmente por un hombre que no retrocede ante las evocaciones de Maurras, Laurent Wauquiez. Sus ideas circulan también abundantemente a través de periodistas que han hecho del nacionalismo más grosero su pan ideológico cotidiano. Como lo supo hacer en su tiempo el fundador de la extrema derecha Francesa, Jean-Marie Le Pen, Maurras, ante la presencia de extranjeros en Francia, solía preguntarse “si los franceses sienten todavía que están en su casa”. La frase es ya un tópico de la ultraderecha y la derecha sarkozista. Además, sus obras volverán las librerías. En abril aparecerá un volumen en la colección Bouquins con buena parte de su obra. Jean-Luc Barré, director de la colección Bouquins, alega que “su obra marcó el Siglo XX. Nosotros apostamos por la inteligencia del autor”. Las ideas nacionalistas de Maurras atravesaron las fronteras y, en la Argentina, funcionaron como un arco fundacional de los nacionalistas argentinos oriundos de diversos sectores ideológicos. En 1972, 20 años después de su muerte, La “Comisión Argentina de Homenaje a Charles Maurras” lo celebró con todos los honores.
Céline, Maurras, Brasillach o Rebatet pertenecen al círculo de lo que en Francia se llaman “los collabos”, es decir, los hombres y mujeres que “colaboraron” con el ocupante nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sus ideas están en pleno auge. En 2015, la reedición de la novela Les Décombres (Los Escombros) de Lucien Rebatet fue todo un best-seller. Los 5.000 ejemplares editados por Robert Lafont se vendieron en un solo día. El historiador André Loez explica: “vemos muy bien el resurgimiento de un pensamiento reaccionario y tradicionalista cuya fuente son todos estos textos. Esas ideas se han desinhibido en los últimos años”. Rebatet era amigo de Charles Maurras y fue un difusor incansable del fascismo extremo. Publicó muchos artículos en el diario Je suis Partout, la flor más visible de la prensa colaboracionista cuyo administrador era el franco argentino Charles Lesca. Nacido en Buenos Aires en 1887, Lesca, a quien Jorge Asis le consagró una novela, Lesca, el fascista irreductible, fue un fanático de los más singulares.
Las obras de Robert Brasillach, otro colaboracionista y asiduo colaborador de Je Suis Partout, están en el dominio público desde 2015 y ya se prevé la reedición de varios de sus libros. ¿ Se deben o no publicar estos libros? No hay respuesta absoluta, tanto más cuanto que las obras circulan, y mucho. Apenas Gallimard anunció que suspendía la nueva publicación de los panfletos de Céline , su libro Bagatelles pour un massacre, del que existen ediciones piratas y una oficial en Canadá, ocupó el segundo lugar en las mejores ventas de Amazon. Los opositores argumentan que reanudar las ediciones equivale a promover sus ideas. Sus partidarios, al contrario, refutan la censura. Sostienen que no se debe únicamente conservar lo bello y que, de todas formas -y esto es muy cierto–, sus ideas inundaron todo el espacio político y social de Francia en los últimos 30 años. Esos “collabos” están presentes. Sus herederos ideológicos han reeditado sus ideas con un éxito apabullante, tanto electoral como ideológico. Sus obras, proscriptas por consenso, hace mucho tiempo que son la espina dorsal de la reconquista de la opinión por parte de esos populismos grises que, poco a poco, han ido seduciendo a las sociedades europeas. Allí está su más luminosa victoria póstuma.

Eduardo Febbro
efebbro@pagina12.com.ar

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