lunes, febrero 05, 2018

Podemos en 2017: de la ilusión reformista a ser la pata izquierda del régimen



El año 2017 estuvo marcado por una mayor adaptación de Podemos a las instituciones y “reglas del juego” del Régimen del 78. Estas son las claves del acelerado proceso de domesticación de Podemos que plantean, ahora más que nunca, la necesidad de construir otra izquierda, que sea anticapitalista y revolucionaria.

La falsa “equidistancia” en Catalunya que favoreció al régimen español

Las elecciones catalanas han sido un duro golpe para la estrategia electoral de Podemos. Catalunya En Comu-Podem, integrado por los Comunes de Ada Colau y el partido catalán de Pablo Iglesias, ha retrocedido de 11 a 8 diputados en el Parlament, atenazado entre el ascenso de la nueva derecha de Ciudadanos y la persistencia del bloque soberanista. La falsa “equidistancia” que esta corriente ha querido mantener ante el ataque conservador del régimen (vía 155) contra el movimiento democrático catalán que reclamaba su derecho a decidir en un referéndum y a proclamar una República independiente, sin dudas le ha pasado factura.
Este resultado, a todas luces decepcionante para Iglesias y el resto de la dirección de Podemos, se dio además en el marco de una coalición montada entre gallos y medianoche, nada menos que después de la purga interna del que fuera secretario general de Podem, Albano Dante Fachin y la instauración de una “gestora” (que ya en su momento, y muy atinadamente, denominamos el “155” de Iglesias en Podem).
Durante la campaña, el discurso de Xavier Domenech y Pablo Iglesias ha sido oponerse a “ambos” nacionalismos (equiparando el nacionalismo opresor del Estado español con el nacionalismo oprimido del pueblo catalán), con el argumento de que el debate sobre la independencia era solo una “cortina de humo” para no hablar de las cuestiones que “realmente importan” como un programa social. El problema es que esta falsa equidistancia, a pesar de cuestionar con fundamento a la dirección burguesa y pequeña burguesa del procés, los ha colocado del lado del nacionalismo opresor y del bloque “constitucionalista monárquico”, que impuso un golpe institucional vía el 155, la ocupación de Cataluña con destacamentos policiales y de la guardia civil, y el encarcelamiento o persecución del Govern.
En la cuestión catalana, Podemos no ha pasado la prueba. Al negarse a adoptar una posición democrática consecuente, aún manteniendo una posición no independentista, la formación morada puso al descubierto su subordinación al bloque constitucionalista. Su propuesta del “referéndum pactado” con el régimen actual solo fue una forma ambigua de encubrir su respeto por la legalidad del 78 que niega el derecho de autodeterminación. La única posición democrática consecuente, por el contrario, era defender hasta el final el derecho a la autodeterminación, y por lo tanto, incluso de separación, del pueblo catalán. Es decir, lo que millones de catalanes y catalanas votaron en el referéndum del 1-0 a pesar de los palos de la policía… y que esos mismos millones volvieron a refrendar el 21D.
Intentando “explicar” su retroceso electoral en Catalunya, Podemos dice que subproducto de la “unilateralidad” de las posiciones del bloque monárquico y del bloque soberanista (otra vez equiparando a ambos), creció la derecha. Ya antes Pablo Iglesias había afirmado que los independentistas han “contribuido a despertar al fantasma del fascismo”. Una infamia que ha llegado al colmo de que uno de los referentes ideológicos de Podemos, Juan Carlos Monedero, justifique en televisión el golpe institucional del 155, culpando al proceso catalán de que haya presos políticos, el PP haya “recuperado oxígeno” y que “los fascistas estén crecidos”. Unas declaraciones ante las que Podemos y los “comunes” callan.
La negación de Podemos a defender el referéndum del 1-0 y su resultado, algo que les hubiera permitido disputar la hegemonía del movimiento democrático en curso a direcciones como el partido de Puigdemont o ERC, ha desnudado al neorreformismo (y esto incluye a sus socios de Izquierda Unida y líderes “comunistas” como el españolista Paco Frutos) como la última trinchera ·de izquierda” en la defensa del orden legal y constitucional vigente.

El gobierno ajustador de Podemos y Ahora Madrid

La aprobación del Plan Económico Financiero (PEF) de Madrid, que incluye un recorte de más de 580 millones, junto con el cese de Sánchez Mato (IU) como concejal de Hacienda, para cumplir con la “regla del gasto” impuesta por Montoro, ha marcado un punto de inflexión en el gobierno de Ahora Madrid. El “ayuntamiento del cambio”, ha mostrado para quien quiera verlo que no pretende ir más allá de una gestión “eficiente” y “decente” de los planes neoliberales dictados por el PP o desde Bruselas. Y para eso, la exjueza Manuela Carmena está dispuesta también a recortar inversiones sociales con tal de cumplir con la “legalidad” establecida.
Unidos-Podemos siempre ha presentado a los gobiernos de Madrid, Barcelona y otras ciudades como el “ejemplo” que seguirían si gobernaran el Estado. Pero, ¿cuáles han sido las mejoras en la vida real de millones de trabajadores y trabajadoras, parados, precarios, jóvenes, inmigrantes o movimiento sociales, desde que la izquierda reformista española ha llegado al poder municipal? Ninguna.
Desde que han llegado al poder, los llamados “ayuntamientos del cambio” no han intentado revertir las privatizaciones del ciclo anterior, ni anular las adjudicaciones de servicios públicos a grandes constructoras. Han aceptado sin cuestionar la dictadura de los bancos que ha dejado sin casa a miles de familias, y mucho menos se han propuesto terminar con la precariedad laboral y el paro juvenil.
Respecto a la política de gasto y pago de la deuda, el gobierno de Ahora Madrid ha transformado en virtud lo que desde una perspectiva de izquierda hasta hace unos años solo podía verse como una capitulación: el pago puntual y “eficiente”, incluso por adelantado, de deuda pública. Para construir este discurso se ha dejado de lado que el endeudamiento descomunal de los Estados, en diferentes niveles, fue funcional a la banca privada y las grandes empresas, a las políticas de la UE y los organismos financieros internacionales. Ahora Madrid no solo abandonó el programa de "no pago", sino también el programa -más moderado- de una "auditoria" para separar "deuda legítima" de ilegítima". Se muestra como un triunfo la reducción de la deuda en Madrid sin decir que esto es a costa de pagar y pagar sin cuestionar, subordinando cualquier tipo de inversión y planificación económico social a estas coordenadas, tal como dictamina el gobierno central y el neoliberalismo “austericida” de los últimos años.
Nada de lo que ha hecho el Ayuntamiento de Ahora Madrid, incluido el paquete de ajuste, ha sido cuestionado por Podemos. Al contrario, Pablo Iglesias, ha salido inmediatamente a alinearse con Carmena: “Es razonable que los equipos de gobierno se reconfiguren. Creo que el Ayuntamiento de Madrid está siendo un ejemplo de gestión y va a seguir siéndolo para toda España”. Pero incluso desde Izquierda Unida, la corriente de Anticapitalistas en Podemos y sectores afines a Ganemos, que han salido a defender el papel del cesado Sánchez Mato en el Ayuntamiento y han cuestionado la aprobación del plan económico bajo el signo de Montoro, siguen reiterando su apoyo al gobierno municipal del que forman parte.
Ahora Madrid y Podemos reproducen así, a su escala, el mismo curso que siguió Syriza en Grecia, cuando el gobierno de Alexis Tsipras capituló ante los dictados de la Troika, a costa de reducir pensiones y privatizar media Grecia.
Al subordinarse a las políticas neoliberales impuestas por Montoro y el PP, Ahora Madrid se ha liquidado definitivamente como “proyecto de cambio”. Porque, como decíamos en otro artículo recientemente, no puede haber ningún proyecto de cambio al servicio de los trabajadores y los sectores populares si no parte del principio elemental de que es mejor quebrar la ley, que hundir al pueblo. Por el contrario, para Carmena, Pablo Iglesias y Unidos Podemos, pareciera que el leit motiv es: “Mejor cumplir con la ley, que cumplir con el pueblo”. El municipalismo reformista, como era de esperarse, culmina así un itinerario.

Pacto con el PSOE en Castilla-La Mancha

Por si faltaban elementos para demostrar el nivel de domesticación al que ha llegado Podemos, el pasado mes de julio se concretó el ingreso de Podemos al gobierno del PSOE en Castilla La Mancha, un nuevo salto en la adaptación al régimen de la formación morada, integrándose al gobierno del ala más “derechista” del PSOE.
La dirección de Podemos intentó mostrar este movimiento como un paso para lograr un “gobierno del cambio” con el PSOE a nivel estatal, llamando a Pedro Sánchez a concretarlo. Como decíamos en su momento, el “compromiso histórico” de Podemos con el PSOE, pata clave del régimen político, se asemeja -como farsa- al acuerdo del PCI con la Democracia Cristiana en 1977, para conjurar el peligro del “autoritarismo”. En su versión descafeinada, ahora el fundamento del pacto es echar al PP, que representaría el “polo de la restauración” frente al “polo del cambio”, con un PSOE que bascula hacia la izquierda, según lo interpretaron Pablo Iglesias e Iñigo Errejón en un artículo publicado en 20 Minutos a fines de julio, el primero que escribían juntos después de mucho tiempo de guerra interna.
Pero no solo que esto último no sucedió, sino que desde entonces el PSOE se transformó, como era de esperarse, en un pilar clave de la ofensiva restauradora del régimen, dando apoyo incondicional a la aprobación del artículo 155 contra la autonomía catalana, avalando la represión y el encarcelamiento de políticos independentistas. Aun así, Podemos no rompió su pacto de gobierno en Castilla-La mancha. Al contrario, esta semana volvió a ratificar su andadura, votando a favor de los presupuestos del 2018.
Los pactos con el PSOE revelan una vez más cuál es el proyecto de regeneración del régimen político “desde la izquierda” que promueve Podemos, una operación opuesta al cuestionamiento a este mismo régimen bipartidista que emergió desde el 15M en adelante, con el sucinto pero clarísimo lema: “PSOE y PP la misma mierda es”.

Del fin de ciclo de la izquierda neorreformista a una nueva hipótesis anticapitalista

Negación del derecho de autodeterminación y contra la monarquía, justificación de los ajustes, pactos con el PSOE, abandono de la idea de impulsar procesos constituyentes independientes del régimen, moderación programática y política. Todos y cada uno de esos posicionamientos políticos son expresión no sólo de la adaptación estratégica de Podemos al régimen político y los mecanismos básicos de la democracia liberal, sino de su propio fin de ciclo como alternativa política de “izquierda”.
El relato de la política para "ilusionar", de las "sonrisas", de la "gente común", la "gente decente" o la "patria", se mostró en cada momento crítico como un discurso vacío detrás del cual se reproducían prácticas políticas funcionales al régimen y al estatus quo.
Podemos ha reducido así la estrategia política a cero. Su escepticismo de la lucha de clases y de cualquier posibilidad de enfrentar de forma revolucionaria al régimen capitalista es el fundamento de una estrategia que no va más allá de un tímido intento de reforma. Pero que, sin embargo, por su domesticación y adaptación a los mecanismos políticos, jurídicos y constitucionales del régimen del 78, se torna imposible. Un mal negocio.
¿Cuánto tardará esta deriva en dar lugar a un amplio proceso de reflexión y crítica de muchos sectores de trabajadores, jóvenes y activistas que depositaron ilusiones en Unidos Podemos y los llamados “ayuntamientos del cambio”? No lo sabemos. Pero lo seguro es que ese proceso se desarrollará más temprano que tarde. Y esa dinámica justamente es la que plantea una necesidad: abrir el debate sobre una nueva hipótesis política tras el fracaso del neorreformismo.
La izquierda que se reivindica anticapitalista y revolucionaria, así como los sectores más conscientes del sindicalismo de izquierda y de la juventud combativa, aún débil en el Estado español, tienen (tenemos) una disyuntiva ante la que bien vale la famosa interrogación de Lenin: “¿Qué hacer?”. La liquidación política dentro del neorreformismo, como lamentablemente sucedió con muchos grupos en el Estado español (y en Europa) que hasta no hace mucho se reivindicaban “anticapitalistas”, o la subordinación frentepopulista a algún sector burgués “democrático”, resultan un destino trágico. Pero la autocomplacencia sectaria y la irrelevancia no son un destino mucho más alentador para la izquierda revolucionaria.
Entre la “escila” del oportunismo y la “caribdis” del sectarismo, sin embargo, hay una alternativa. Comenzar a construir otro tipo de izquierda, una que sea verdaderamente anticapitalista y de la clase trabajadora, que haga suya la bandera de la defensa de los derechos democráticos desde la independencia de clase y sin subordinarse a ningún “campo” burgués; que tome en sus manos la tarea de organizar a los sectores más explotados y precarizados de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud; que se proponga en definitiva luchar contra el Régimen del 78 y la agenda conservadora y recentralizadora del Gobierno, no reformarlos.
Una izquierda así es la que está construyendo en Argentina el Frente de Izquierda y nuestra organización hermana, el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas). Un ejemplo “olvidado” en el viejo continente por los reformistas y negado por la prensa capitalista. Y no es para menos. Porque justamente demuestra que es posible ganar influencia en sectores masivos de la clase obrera y la juventud, e incluso conquistar fuertes posiciones electorales, sin relegar un programa de transformación revolucionaria de la sociedad.
En Argentina se está construyendo una gran izquierda de los trabajadores, que defiende abiertamente su programa anticapitalista en el parlamento como una tribuna para desarrollar a lucha de clases, como ahora lo hacen compañeros como Nicolás del Caño y Myriam Bregman, junto a decenas de miles que enfrentan en las calles el ajuste antiobrero y la represión del Gobierno de Macri contra los pensionistas y la clase trabajadora.
Quienes hacemos Izquierda Diario, las y los militantes de la CRT en el Estado español, creemos que ese es el tipo de izquierda que tenemos que construir en el Estado español y en el conjunto de Europa, y a ese objetivo dedicamos nuestros esfuerzos. Por ello, para desarrollar este debate, queremos abrir las páginas de nuestro diario. No hay tiempo que perder.

Diego Lotito
Madrid | @diegolotito

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