sábado, agosto 05, 2017

Fiesta y cargas durante la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente en Caracas

La Asamblea Nacional Constituyente venezolana ya está en marcha. El nuevo órgano se constituyó arropado por miles de personas, que marcharon en el oeste de Caracas. En el este, por el contrario, se registraron choques con la Guardia Nacional Bolivariana, que impidió que los opositores se acercasen al lugar donde se celebraba el acto institucional.
Se repite la liturgia de las últimas semanas. Caracas sigue dividida entre el oeste, donde miles de personas acompañaron a los 545 asambleístas a tomar posesión de su cargo, y el este, epicentro de las protestas opositoras y de los enfrentamientos con la Guardia Nacional Bolivariana. Se trata de una dinámica previsible, que se había aplazado veinticuatro horas, pero que marca el día a día de la crisis política venezolana. En medio de la vorágine informativa, lo verdaderamente tangible es que el órgano encargado de modificar la Carta Magna venezolana, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), ya está en marcha, a pesar de las protestas de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y las presiones internacionales. Hoy a las 10.00 horas (las 18.00 en Euskal Herria), celebrará su primera sesión.
La excanciller Delcy Rodríguez será la presidenta del nuevo órgano. Se trata de un gesto en clave de diálogo, ya que ella ha sido una de las encargadas de negociar con la oposición, en la mesa auspiciada por el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero. De este modo, el chavismo apuesta por un rostro amable frente a otra opción como la de Diosdado Cabello, quien tradicionalmente ha tenido el rol de azote de la oposición. «No crean que vamos a esperar semanas, desde mañana comenzamos a actuar desde esta Asamblea Nacional Constituyente, y a los violentos y fascistas a los que le hacen la guerra económica al pueblo les llegará la justicia. No se sorprendan porque llegó el poder constituyente en Venezuela» afirmó la presidenta, nada más tomar posesión de su cargo.
La jornada, llena de simbolismo, suponía la escenificación del regreso del chavismo al Palacio Federal Legislativo, que desde 2015 estaba en manos de la oposición. La Constituyente, sin embargo, no va a suspender por el momento los trabajos del Parlamento. No lo necesita. Por un lado, el Legislativo se encuentra en desacato por desobedecer mandatos del Tribunal Supremo de Justicia. Por el otro, la nueva cámara es plenipotenciaria y el resto de poderes están supeditados a ella, con lo que el margen de maniobra de los opositores es mínimo. Puestos a analizar los gestos, el más destacado fue el regreso de dos cuadros, el de Hugo Chávez y el de Simón Bolívar, que habían sido retirados de la sede parlamentaria tras la victoria de la MUD.
«Esto es histórico. Es dar el poder absoluto al pueblo venezolano. Debemos consolidar y blindar las misiones en la Constitución, y profundizar en la soberanía. No queremos que ningún pueblo extranjero inter- fiera». William Romero, empleado del Ministerio de Transporte, sintetizaba buena parte de las demandas que las bases del chavismo tienen hacia la Asamblea.
Como en las grandes ocasiones, ayer era jornada festiva en el oeste de Caracas, con miles de personas marchando entre camiones con música. Ahora falta que se determine el calendario y los asuntos prioritarios. Mario Silva, asambleísta y uno de los periodistas más conocidos del chavismo, señalaba a GARA que, en su opinión, es urgente abordar asuntos de justicia (en relación con las guarimbas) y economía.

Replanteamiento

El ambiente de «rumba» del oeste nada tenía que ver con la tensión y las cargas del este. A las 12.00 estaba convocada una protesta antigubernamental que, como manda la tradición, no comenzó hasta dos horas después. Para entonces, los asambleístas ya habían cumplido con el acto institucional, así que si la idea era impedirlo, llegaban tarde. Los ánimos vienen revueltos en este campo. El hecho de que la Asamblea se haya aprobado les obliga a replantear su estrategia.
Mientras que algunos, como Henry Ramos Allup, ya se han mostrado dispuestos a concurrir a las elecciones a gobernadores, que tendrán lugar en diciembre, otros sectores se niegan por completo. En Altamira, antes de que comenzase la protesta, era palpable este descontento. «No hay liderazgo ni diputados que guíen la marcha», protestaba un joven encapuchado que, para variar, no quería dar su nombre. «Parece que la MUD se haya disuelto después de la aprobación de la constituyente», lamentaba, confiando en que en los próximos días «se radicalice el conflicto».
Cierto es que ayer había más manifestantes opositores que en anteriores jornadas. Como siempre, los jóvenes encapuchados se mezclaban con la tradicional base social de la derecha. El objetivo era plantarse ante la Constituyente, donde miles de partidarios de Nicolás Maduro se movilizaban en apoyo al nuevo órgano. Sin embargo, la Guardia Nacional Bolivariana se lo impidió. Desde las 15.00 horas se registraron cargas en la avenida Francisco Miranda, que une el este con el oeste y donde los agentes habían instalado su barrera.
Aquí la dinámica tampoco varía mucho desde hace días. En cuanto los uniformados arremeten, la manifestación se disuelve y comienza el caos. Pequeños grupos buscan la confrontación directa pero la mayoría trata de escapar de los gases lacrimógenos lanzados por los agentes. Para las 16.30, la mayoría de manifestantes ya se había dispersado y lo que quedaba en el este era el olor a gas lacrimógeno y las calles desiertas. Según informaban algunas agencias, al menos siete personas resultaron heridas.
Tras la jornada de celebración y de protestas, y tras constatar nuevamente que existe una importante fractura política en el país, Venezuela entra en una nueva fase. Por una parte, el bloque que apoya al presidente, Nicolás Maduro, tiene el reto de modificar la Constitución y mantener el proceso sometido a una creciente presión por parte de Estados Unidos y la Unión Europea.
Por la otra, la oposición se enfrenta a su enésima crisis interna. Su estrategia no ha logrado paralizar la Constituyente y sus partidos han perdido espacio en el juego político. Además, sus partidarios comienzan a estar cansados del plan de encerrarse en sus propios barrios.

Alberto Pradila
Naiz

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