jueves, mayo 25, 2017

La crisis de Brasil y el fin de ciclo económico latinoamericano



Los desequilibrios preexistentes. El fracaso de las burguesías regionales. El dominio imperialista y las encrucijadas.

El terremoto político en Brasil no cae como un rayo en noche serena. Por el contrario, viene a agitar una situación económica regional atravesada por profundas contradicciones acumuladas en los años previos.
En noviembre Latinoamérica había sufrido el sacudón por el “cisne negro” que significó el triunfo de Donald Trump: México, la segunda economía regional detrás de Brasil, entró en zona de peligro.
La “integración” vía maquilas con Estados Unidos, su principal socio comercial, a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), está sujeta a una compleja revisión. El secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, advirtió que la renegociación “Será una montaña rusa”.
Pero el ascenso de Trump a presidente de la principal potencia traía otros interrogantes: ¿Habrá un abandono de capitales de la región? ¿Se fortalece el dólar? ¿Se moverán hacia la baja las cotizaciones de las materias primas? Las respuestas a estas preguntas son nodales para el futuro de la región (para no decir del mundo entero).
Las idas y vueltas de Trump, producto de sus propias crisis políticas, mantienen en suspenso las respuestas. Antes que las “trumpeconomics” llegaran a hablar, un nuevo cimbronazo sacudió a la región por la crisis en Brasil.

El aterrizaje

Hay que ir hacia atrás para ver que muchos de los problemas económicos que quedan expuestos por la actual situación son preexistentes. Incluso antes del triunfo de Trump y al nuevo escándalo de corrupción en Brasil la región atravesaba un lento fin de ciclo
Con la excepción de 2009, cuando por el efecto de la quiebra de Lehman Brothers se derrumbó la economía con una caída de 1,7 %, América Latina y el Caribe experimentó desde principios de siglo tasas de crecimiento positivas alcanzando un máximo de 6,2 % en 2010.
En los años posteriores al episodio Lehman la región usufructuó los efectos de los rescates financieros y los estímulos monetarios operados en los países centrales para intentar contener la crisis mundial. A lo que se le sumó el crecimiento de China e India.
De este modo se sostuvo una incrementada demanda de materias primas que robusteció sus precios. Con este empuje, en una economía mundial que marchaba a dos velocidades, Latinoamérica se desacopló del bajo crecimiento imperante en el centro del capitalismo mundial.
Aún así no logró preservar la dinámica que venía experimentando desde principios del nuevo siglo. Esa situación se fue agotando en los años recientes.
Durante 2015 y 2016 la economía de Latinoamérica directamente cayó en recesión. Dos años consecutivos de retracción constituyen un fenómeno que no se observa desde la década de 1980. ¿Habrá que sumar en 2017 un tercer año negativo para la economía?
El último pronóstico de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), publicado el 24 de abril, preveía un crecimiento módico de 1,1 % para 2017. No sólo eso. Además, incluía una revisión a la baja en relación al 1,3 % previsto en diciembre de 2016.
Hace un mes el FMI mejoró el pronóstico de crecimiento de Brasil fundamentando "una menor incertidumbre política, la distensión de la política monetaria y el avance del programa de reforma". ¡Un gran acierto! Será momento de recalcular.

Desequilibrios económicos

La recesión económica de la región sintetiza otros desequilibrios, como el alto déficit fiscal: equivale al 3 % del Producto Interno Bruto (PIB). La inflación también se aceleró, aunque se ubica debajo del 10 % en el promedio regional.
Pero luego de una década de condiciones excepcionales, el dato más significativo parece ser el fin del denominado súperciclo de los precios de las commodities, que cambió decididamente su tendencia a partir de 2014 con el retiro del programa de expansión cuantitativa de la FED de los Estados Unidos.
Según Cepal “Los términos de intercambio de la región evidenciaron en 2016 una disminución del 1%, en comparación con una caída del 9% observada en 2015.” . El impacto es mayor en los países que exportan hidrocarburos (ahí está Venezuela para dar testimonio) y minerales.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el primer trimestre de 2017, las exportaciones se recuperaron por el efecto precio, mayormente gracias a las compras de China. Aun así afirma que “Los precios de los productos básicos consolidaron la recuperación en 2017, pero aún se encuentran muy por debajo de los máximos previos”. El superciclo parece liquidado. Y las cantidades exportadas están estancadas.
Esto impactó en las exportaciones latinoamericanas que cayeron 14 % en 2015. En 2016, el retroceso de las ventas externas se moderó hasta un 5 % negativo. Es así que el fenómeno de disminución del comercio se expresa de manera más aguda en la región que en el promedio del mundo, donde continúa un crecimiento, aunque con tasas módicas, de alrededor de 3 % promedio desde 2012, según el FMI.
En 2016, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos alcanzó al 2,2 % del PIB regional.
Los datos también muestran una tendencia descendente en la inversión extranjera directa que alcanzó un máximo de U$S 147 mil millones en 2012 bajando a U$S 129 mil millones en 2015. En 2016 la inversión extranjera directa se mantuvo estable, no obstante los flujos financieros netos totales retrocedieron 17 % por salida de inversiones de cartera, de carácter más volátil. El principal afectado por la salida de fondos especulativos fue, obviamente, Brasil.
En simultáneo a la desaceleración del flujo financiero hacia la región se observa una nueva suba de la deuda externa, que se elevó 47 % entre 2009 y 2014 (último dato disponible). No sólo eso. En muchos casos, como ocurre con Argentina, la deuda termina financiando una fenomenal fuga de capitales.
La región todavía cuenta con parámetros favorables debido al relativo desendeudamiento que tuvo lugar en el nuevo siglo, pero el problema de la deuda está nominado a instalarse nuevamente en la agenda: a pesar de que los gobiernos están ejecutando ajustes fiscales las colocaciones de bonos de deuda tuvieron un crecimiento vertiginoso de 55 % en los primeros diez meses de 2016.
Los desequilibrios económicos también tienen expresión en el panorama social. El crecimiento de la desocupación en 2016 fue el más alto en dos décadas. Mientras que en 2015 el desempleo urbano alcanzaba 7,4 % en 2017 podría llegar al 9,2 %. El encadenamiento de efectos llevó a un aumento en los niveles de pobreza, indigencia, del cuentapropismo y de la informalidad laboral.

Encrucijadas

La dinámica económica recesiva actual afecta de forma más profunda a América del Sur: aunque algunos países crecen, las principales economías –Brasil y Argentina- están en recesión. En Centroamérica y México sigue el crecimiento, pero es bajo y se desacelera. La cercanía con las tierras donde gobierna Trump incrementa las incertidumbres. No obstante, como ya se mencionó, el conjunto de América Latina y el Caribe lleva dos años de recesión.
Pero el destino común latinoamericano no está determinado ritmos de crecimiento ni desequilibrios económicos, sino por las históricas condiciones del atraso estructural y dependencia. La crisis de la deuda externa condujo a la década pérdida de los ’80. En los ’90, bajo el Consenso de Washington, las economías de la región se zambulleron en la ola neoliberal.
En el nuevo siglo, la caída en desgracia de muchos de los gobiernos abrió el camino, en particular en América del Sur, a varias experiencias posneoliberales que proclamaron cierta autonomía aunque sin romper lazos con el imperialismo.
Luego de casi una década y media de condiciones extraordinarias, queda al desnudo el fracaso, una vez más en la historia, de los proyectos que hablando de “neodesarrollismo” terminaron reprimarizando las economías de Argentina y Brasil, respetando las herencias neoliberales y el dominio imperialista, incluso de las versiones más “extremas” del “Socialismo del Siglo XXI” en Venezuela y el “capitalismo andino” en Bolivia.
El recambio por derecha transita por arenas movedizas con la crisis en Brasil. Es altamente sintomático que el fin de ciclo económico se da en simultáneo con la quiebra del principal proyecto burgués de la región: la proyección de las translatinas brasileñas al mundo. Odebrecht, Petrobras, JBS dan testimonio de ello. Resta ver cómo absorbe el golpe el Gobierno de Mauricio Macri en Argentina.
La agenda de las potencias imperialistas para la región, con fuerte empuje del capital financiero y la cooperación del empresariado regional, comprende reformas antiobreras, como el proyecto que busca ampliar la edad jubilatoria en Brasil, el ajuste del gasto público que atraviesa toda la región y una nueva ola privatizadora en carpeta.
El camino no lo tienen despejado. Los centros del poder mundial transitan entre el desprestigio de sus formaciones políticas tradicionales, de sus "elites económicas" y las penumbras de la crisis mundial.
Para los trabajadores se trata de avanzar con otra agenda: la unidad socialista de América Latina, que encuentre en la acción solidaria común de la clase obrera las fuerzas para atacar los intereses del capital y el imperialismo en favor de las mayorías explotadas.

Pablo Anino
@PabloAnino

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