jueves, marzo 30, 2017

La movilización que marcó el fin de la dictadura militar



El 30 de marzo de 1982 se realizó una enorme marcha desde la 9 de Julio hacia la Plaza de Mayo al grito de “¡Se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar!, ¡luche y se van!”.

Resistencia obrera a la dictadura

No era la primera demostración de oposición obrera a la dictadura. Sí fue la más masiva, combativa y apoyada por el conjunto de la población que había sido pasiva hasta el momento o directamente apoyaba la dictadura militar en su época de la “plata dulce”.
Ya en 1977 hubo una oleada de luchas en el último semestre. El 1 de marzo de ese año fue fundada la Comisión de los 25, formada por varios sindicatos entre el que se encontraba Cerveceros dirigido por Saúl Ubaldini y otros que se oponían a la CGT oficial, adicta a la dictadura. La conflictividad obrera volvería a aumentar particularmente a partir de 1979, cuando el proyecto económico de la dictadura comenzaba a entrar en crisis. En enero del 79 se produjo la primera toma de fábrica y el 27 de abril se produce la Jornada Nacional de Protesta. En 1980 se desarrollan varios conflictos incluso con tomas de fábrica. En noviembre “los 25” se convierten en la CGT Brasil.
Los pequeños conflictos y reivindicaciones, y sobre todo el mantener viva la llama de la organización de los trabajadores fueron las características de la época por lo que se pagó un alto costo: el 30% de los desaparecidos eran trabajadores y que el 7% fue secuestrado en su lugar de trabajo, sin contar con la cantidad de delegados, miembros de comisiones internas, activistas y militantes obreros que fueron perseguidos y encarcelados para acallar las protestas y doblegar al movimiento obrero.

La crisis económica acecha

A comienzos de los 80, la abundancia de dólares baratos se transformó en sequía, ya que la Reserva Federal de EEUU combatía la inflación con una suba de tasas de interés, atrayendo capitales de todo el mundo. La política de peso fuerte de la dictadura se derrumbó, y sobrevino una fuerte devaluación. Pero no todos sufrieron por igual. El Banco Central comandado por Cavallo otorgó “seguros de cambio” a las deudas privadas. El Estado solventó los costos de la devaluación para los empresarios, entre ellos Franco Macri. Se estatizaron u$s 8.600 millones, es decir, el 55% de la deuda privada. La deuda pública, que en 1976 era de 8 mil millones, para 1982 rondaba los u$s 45 mil millones.
Del 29 de marzo al 11 de diciembre de 81 asume el mando Roberto Viola como primer reemplazo de Videla ante la crisis económica. Viola dio una apertura parcial a los partidos patronales para que canalizaran el descontento. Su ministro de economía Sigaut, puso de moda la frase “el que apuesta al dólar, pierde”. Ese año la inflación llegaría al 131%.
Las luchas se extendieron. En junio de 1981 los metalmecánicos lucharon contra el cierre de automotrices. El 21 de julio la CGT Brasil convoca una nueva huelga general. Comienzan a quebrar los bancos y se devalúa el dólar. El 7 de noviembre la marcha por “Paz, Pan y trabajo” a San Cayetano, organizada por la CGT Brasil y apoyada por algunos partidos políticos, reunió más de 50.000 personas. En la columna que iba a ingresar a la iglesia los manifestantes comenzaron a gritar: “se va a acabar la dictadura militar”, “que aparezcan los que no están”, “asesinos”, “libertad”. Hubo enfrentamientos entre la infantería y los manifestantes.
Ante el fracaso de Viola, lo sucede en el mando Fortunato Galtieri. Al final del régimen militar, Jorge Triaca (padre) fue elegido Secretario General del sindicato de trabajadores plásticos. En 1982 formó la Comisión de Gestión y Trabajo, que agrupaba a todos los sindicatos adictos a la dictadura junto a sindicalistas de la “talla” de Armando Cavalieri, Oscar Lezcano, Luis Barrionuevo y Juan José Zanola.
Según el historiador Pablo Pozzi “a principios de 1982 (…) Jorge Triaca, se apersonó en la seccional del gremio plástico de la zona norte del Gran Buenos Aires, y de allí fue expulsado a puñetazos por los obreros entre gritos de ‘traidor’ y ‘colaboracionista’. [...] El 5 de marzo más de dos mil personas se movilizaron a la Casa de gobierno para reclamar por los desaparecidos. El 17, durante un homenaje a Carlos Andrés Perez, ex presidente de Venezuela, el público comenzó a corear ‘¡La sangre derramada no será negociada!’ en oposición a la propuesta de establecer un acuerdo entre civiles y militares”.

Se convoca la marcha

El 30 de marzo de 1982 la movilización fue brutalmente reprimida con más de mil trabajadores detenidos, enfrentamientos callejeros con la policía, barricadas y 50 mil personas movilizadas en las calles de todo el país. La convocatoria fue realizada por la CGT Brasil. Su consigna era “¡Pan, paz y trabajo!”. La columna avanzaba al grito de “¡Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar!” y “¡El pueblo unido jamás será vencido!”.
Hubo tres horas de violentos enfrentamientos entre los manifestantes, que intentaban llegar hasta la Plaza de Mayo y centenares de policías desplegados. Los focos en la zona de Tribunales, Paseo Colón, el Centro se extendieron hasta tarde. Desde algunos balcones les tiraban cosas a la cana. Algunos se refugiaban en bares que cerraban sus puertas a los policías.
El saldo en todo el país: un sindicalista textil asesinado en Mendoza (José Benedicto Ortiz), más de 2.500 heridos y unos 4.000 detenidos. Entre ellos el Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini y cinco integrantes de la Comisión directiva; el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel y un grupo de Madres de Plaza de Mayo.

El manotazo del ahogado

Luego vendría la ocupación militar de las Malvinas, la guerra y la crisis definitiva del régimen. Es indudable que la derrota militar explica su desbande, pero sostener que le debemos a Margaret Thatcher y al imperialismo británico la caída del régimen militar implica desviar los ojos de las reales luchas que en las condiciones más difíciles protagonizó persistentemente la clase obrera, luchas que pese al terror fueron progresivamente socavando las bases del proyecto dictatorial. Lo contrario de lo que hicieron los dirigentes políticos burgueses, que pese a la ilegalización de sus actividades brindaron numerosos funcionarios al régimen militar.

Gabriela Liszt

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