miércoles, febrero 15, 2017

Rumania: las movilizaciones continúan, pero ¿quién saca provecho?



Las movilizaciones masivas en Rumania llamaron la atención de toda la prensa internacional. ¿Qué actores están actuando?

Son las manifestaciones más importantes desde la caída del régimen de Nicolae Ceausescu en 1989. El gobierno tuvo que retroceder ante los cientos de miles que tomaron las calles. Sin embargo, las protestas continúan y este fin de semana cerca de 80.000 personas manifestaron nuevamente para exigir la renuncia del gobierno. Paralelamente sectores de las clases dominantes tratan de sacar provecho. ¿Se dirige Rumania hacia un “escenario de tipo brasileño"?
En efecto, frente a un intento de la coalición gobernante de despenalizar crímenes leves de corrupción y de abuso de poder, que iban a beneficiar directamente a políticos del gobierno, especialmente al jefe de los socialdemócratas en el parlamento, Liviu Dragnea, la reacción fue espontanea e inmediata. Miles de personas tomaron las calles y el domingo 5 de febrero fue el punto culmine con cerca de 600.000 manifestantes en todo el país.
Sin embargo, desde el principio diferentes fracciones de las clases dominantes intentaron utilizar las movilizaciones contra sus fracciones rivales. Es el caso especialmente del presidente rumano, Klaus Iohannis del Partido Nacional Liberal (PNL), socio del PSD en el poder hasta 2014. Éste participó en algunas manifestaciones y expresó su apoyo al movimiento. No se puede descartar la posibilidad que el PNL esté tratando de reforzarse luego de su derrota electoral en las legislativas de diciembre pasado en donde obtuvo 20% de los sufragios contra 45% para el PSD.
Pero nada puede garantizar que el presidente Iohannis y el PNL, así como los otros partidos de oposición, puedan sacar plenamente provecho de esta situación. La tasa de abstencionismo de 60% en las elecciones de diciembre expresa un rechazo profundo del conjunto de los partidos políticos.
Sin embargo, hay otro actor que podría salir reforzado de esta crisis, especialmente debido a su apariencia “apolítica”: la Dirección Nacional Anticorrupción (DNA), órgano encargado de llevar a cabo la “lucha contra la corrupción”, cuya directora Laura Kovesi se transformó en una figura muy popular en el país. Así, no es raro ver en las protestas pancartas y eslóganes exigiendo “sacar las manos de encima de la DNA”, que se continúe con la “campaña anticorrupción”, etc. Es en ese sentido que se pronunciaron varios dirigentes de la UE que utilizan de forma hipócrita la “lucha sin fin” contra la corrupción para reforzar su dominación sobre el país.
Pero, como explica el filósofo marxista de la minoría húngara de Rumania, Gaspar Miklos Tamas en una entrevista reciente: “la corrupción [en Rumania] es, evidentemente, endémica e inmensa, pero la campaña anticorrupción dirigida por una parte de la burocracia que nadie eligió, desde los fiscales hasta los servicios secretos, actúa arbitrariamente”. Otros opositores a la acción de la DNA denuncian un accionar arbitrario (apuntando solo a ciertos partido e individuos y no a otros también corruptos) y arreglos con ciertos jueces y miembros de los servicios secretos.
Es efectivamente esta institución “anticorrupción” (DNA) la que parece con más posibilidades de salir reforzada. De hecho, el parlamento acaba de apoyar, unánimemente, la iniciativa del presidente Iohannis de someter a referéndum la “continuación de la lucha contra la corrupción”. Tal referéndum no podría más que darle un “apoyo popular” masivo a esta institución que no es menos corrupta. Sin embargo, esto puede estar expresando igualmente un acuerdo entre el PNL y el gobierno de poner fin a las protestas, que podrían escapar de su control, y al mismo tiempo relegitimar un régimen descreditado à través de la “lucha contra la corrupción”.
En ese sentido, no se puede evitar de hacer algunos paralelos con la situación brasileña en donde el “partido judiciario”, completamente corrupto y ligado a intereses imperialistas, fue el actor central del golpe de Estado institucional contra el gobierno de Dilma Rousseff. Y esto independientemente del hecho que sea el propio gobierno del PT, a través de sus métodos corruptos y sus políticas antiobreras, el que haya creado las bases del descontento popular, lo que reforzaba al poder judicial. En Brasil las manifestaciones “contra la corrupción” estaban compuestas esencialmente por las clases medias altas y por sectores de la burguesía. En Rumania parecen ser estos mismos sectores los que le dan el tono político a las manifestaciones. Esto podría explicar el rol que se le da al DNA y a la justicia y que no haya prácticamente ninguna reivindicación social en las protestas.
Sin embargo, no está de ningún modo dicho que la situación en Rumania irá hasta la destitución del gobierno por parte de la burocracia judiciaria, ni que ésta gane el rol político que obtuvo el poder judicial en Brasil. Pero una cosa está clara: como en Brasil, mientras que los trabajadores no intervengan de forma independiente en esta crisis, será muy difícil que puedan escapar a tener que elegir alinearse con una u otra fracción de las clases dominantes.
La “lucha contra la corrupción” es el fruto de una lógica hipócrita y cínica de la parte especialmente del imperialismo y sus socios locales. En efecto, la corrupción fue necesaria al principio de los años 1990 para que el proceso de restauración capitalista sea rápido en Rumania y en el conjunto de los países de la región. Los imperialistas no tenían otros agentes, más que los miembros de la burocracia política, los cuadros y directores de empresas nacionalizadas que buscaban aprovechar de su posición en el seno del aparato estatal para enriquecerse con el proceso de privatización de las riquezas nacionales.
Así, la corrupción es una “marca de fábrica” de estos regímenes “post socialistas”. Los imperialistas son cómplices, pero utilizan la lucha contra la corrupción como una forma de chantaje contra los gobiernos de la región. Es por eso que para los trabajadores y los oprimidos no se trata de luchar contra la corrupción de forma abstracta sino de atacarse a este sistema basado en la corrupción de los dominantes en detrimento de los dominados. Pero esto exige precisamente una total independencia de las diferentes fracciones capitalistas, del imperialismo y de las instituciones y órganos del Estado.

Philippe Alcoy
París

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