jueves, febrero 23, 2017

Ecuador, ante el fin de una etapa



El candidato de la oficialista Alianza País, Lenin Moreno, superó el 39 por ciento de los votos mientras que el banquero Guillermo Lasso, de Creo, rondaba el 29 por ciento de los sufragios. Este último ya recibió el apoyo de Cyntia Viteri, candidata del Partido Social Cristiano, que terminó tercera con el 16 por ciento, de cara a una eventual segunda vuelta. Así las cosas, el balotaje parecía irreversible en los comicios ecuatorianos.
Aunque puede retener el poder, el oficialismo ha perdido casi diecisiete puntos con respecto a la última reelección de Correa y perdería también la mayoría de dos tercios que tenía en la Asamblea Nacional. Esta declinación fue anticipada por los últimos comicios regionales, donde el gobierno perdió las alcaldías de Quito y Guayaquil.

“Tormenta perfecta”

La elección ecuatoriana estuvo marcada por lo que el saliente presidente Rafael Correa calificó como una “tormenta perfecta”: la caída de los precios del petróleo en una economía extremadamente dependiente de su renta y la devaluación monetaria de los países vecinos, con su consiguiente impacto en la competitividad de los productos de una economía que se encuentra dolarizada. A esto se añade, como elemento coyuntural, el impacto del terremoto del año pasado.
El régimen de Correa supo aprovechar la bonanza petrolera (y minera) para sostener un endeudamiento creciente y financiar una importante malla de contención social y megaobras de infraestructura. Desde 2008, China se transformó en el principal prestamista del país (con el saldo exportable de petróleo como garantía) y las compañías chinas son las principales contratistas, junto a las brasileñas (las esquirlas del Lava Jato han sido también motivo de debate en la campaña).
Desde un punto de vista político, Correa complementó el manejo social de la renta petrolera con la regimentación de las organizaciones sindicales y populares (límites al derecho a huelga y quita de la personería al gremio de maestros) y una férrea oposición a la legalización del aborto y el matrimonio igualitario.
Este “ciclo” está cuestionado: la caída de los precios del petróleo muestra la extrema precariedad de la “revolución ciudadana”, que no procedió a ningún cambio de fondo en las relaciones sociales.
El endeudamiento de la economía ecuatoriana está encontrando un techo: en 2016, Ecuador vivió un proceso de endeudamiento interno y externo por 13 mil millones de dólares (El País, 2/1), lo que llevó la deuda cerca del 40% del PBI. Como el kirchnerismo con Anses, el gobierno apela al endeudamiento con el Instituto de la Seguridad Social para financiarse. En diciembre, se endeudó por 750 millones a una tasa de interés del 10% a 10 años de plazo, y debió proceder a un aumento de los encajes bancarios.
Algunos creen que este cóctel explosivo llevó a Correa a dar un paso al costado.

Ajuste en los dos lados del mostrador

El oficialismo presentó la contienda como la pelea entre el ‘proyecto’ y un regreso al pasado neoliberal, pero omite decir que el propio Correa empezó las políticas de ajuste y llevó adelante una acentuación del endeudamiento. Resolvió un aumento “provisorio” del IVA y no frenó el comienzo de los despidos en el sector privado.
De cara a un futuro económico sombrío, tanto Lenin Moreno como Guillermo Lasso se presentan como los comandantes del ajuste. Moreno ha llamado a un “acuerdo por la inversión, la producción y el empleo” y ponderó el fin de la “confrontación” entre los ecuatorianos. Como ha advertido el economista Alberto Acosta-Burneo, “sea quien sea el que gane las elecciones (…) será el sepulturero del socialismo del siglo XXI. Ya no hay beneficios para redistribuir, lo único que queda para repartir son cuentas a pagar” (La Nación, 17/2). En otro diario, este mismo economista caracteriza que la diferencia consiste en que a dicho ajuste “el delfín de Correa lo haría paulatinamente o intentaría postergarlo. Un gobierno de la oposición lo haría más rápido, pero trataría de conseguir fondos del FMI” (El País, 19/2).
A diferencia del planteo “gradualista” de Lenin Moreno, el banquero Lasso supone también un giro en la política exterior: renegociación de la deuda con China, abandono del Alba, endurecimiento con Venezuela, expulsión de Assange de la embajada en Londres, acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, integración a la Alianza del Pacífico. Y reclama plena libertad para contratar y despedir en beneficio de las patronales.

Izquierda

La izquierda y centroizquierda ecuatoriana son el soporte de la candidatura de Francisco “Paco” Moncayo, que obtuvo un 7 por ciento de los votos. Este general canalizó el apoyo de movimientos sociales y de la Unión Nacional de Educadores, cuya secretaria general Rosana Palacios fue candidata a la Asamblea Nacional. La UNE sufrió la quita de la personería gremial por parte del gobierno y enfrentó la reforma educativa reaccionaria de Correa, un engendro que destruye la estabilidad laboral de los maestros y es mirado con admiración por el ministro argentino Esteban Bullrich y el PRO.
Pero el planteo de Moncayo, disfrazado con refritos centroizquierdistas como la “participación ciudadana” y algunos reclamos del movimiento popular (descriminalización de la protesta, devolución de la personería a los maestros), es enteramente patronal: renegociación (convalidación) de la deuda externa, cré- ditos a la pequeña y mediana empresa, “administrar los recursos responsablemente” (sic), “fortalecer la dolarización” (sic), etcétera. El estalinista Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador (PCMLE) llamó a un “voto castigo” contra Correa y a un voto acrítico por este personaje (En Marcha 1760, 15/2).

Perspectivas

Ecuador no es ajeno a una transición en América latina caracterizada por el ocaso de las experiencias nacionalistas y las dificultades de los relevos derechistas para abrirse paso. La peculiaridad del caso ecuatoriano es que este desenlace podría estar comandado por un hombre del riñón de la “revolución ciudadana”.
Correa logró abrir un largo paréntesis frente a un período prolongado de inestabilidad política y social. El salto en las políticas de ajuste replanteará la capacidad de contención de un régimen en un país donde aún está fresca en la conciencia de las masas la memoria de varios levantamientos populares.
El desarrollo de un planteo político independiente del nacionalismo burgués y la derecha, entre los cuales ha oscilado la izquierda ecuatoriana en este período, es clave para abrir un rumbo a los explotados ecuatorianos en esta nueva etapa.

Gustavo Montenegro

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