jueves, mayo 12, 2016

Brasil: Abajo el golpe, por un Congreso de trabajadores



Los trabajadores deben condenar resueltamente el golpe y oponerse al gobierno de Temer, pero desde una postura independiente, desembarazándose de cualquier atadura del PT.

Con 55 votos a favor y 22 en contra, el Senado aprobó el inicio del impeachment contra Dilma. Esta mayoría calificada superior a los dos tercios aseguraría el número de senadores necesarios para apartar definitivamente a la presidente de su cargo, una vez concluidos los 180 días en que se consustanciaría el juicio.
Las esperanzas de lograr una salida providencial salvadora que abrigaban los círculos oficialistas se desvanecieron velozmente. La sorpresiva maniobra del nuevo presidente de la Cámara de Diputados Maranhão, anulando el impeachment, duró menos que un suspiro. La pronunciada caída de la bolsa, una vez conocida la noticia, fue un aviso de que la clase capitalista estaba empeñada a fondo en favor del juicio político. La burguesía brasileña, aliada y beneficiaria durante más de una década del gobierno del PT, le ha dado definitivamente la espalda y viene siendo una de las animadoras del golpe parlamentario. Bastó esa señal del “mercado” para que Maranhao metiera violín en bolsa y revocara la medida que él dictó apenas un día antes. La burguesía ha mandatado a Temer a avanzar en el trabajo sucio de un ajuste a fondo.
Junto con el distanciamiento de la clase capitalista, el PT viene sufriendo un deterioro acelerado de su propia base de apoyo popular. Las concentraciones convocadas por el PT vienen retrocediendo en cantidad de concurrentes .La jornada de movilizaciones y paros que convocó la CUT, coincidentes con la sesión del Senado que debía decidir la suerte de Dilma, pasó sin pena ni gloria. La medida de fuerza fue acatada a cuentagotas en la clase obrera fabril y entre los trabajadores. La presencia en las calles se limitó a cortes sostenidos por apenas por centenares de militantes. La central obrera ni siquiera tomó la iniciativa de convocar a movilizaciones generales en las principales ciudades.
Este triste desenlace no proviene de la fortaleza del golpismo sino de las ilimitaciones insalvables del PT. Dilma, Lula y sus seguidores no tienen para ofrecer un programa alternativo al que plantea la derecha. Hasta último momento, se empeñaron ellos en protagonizar el giro neoliberal y el ajuste que ahora tardíamente denuncian que pretenden llevar adelante sus contendientes. En estas condiciones, la suerte de Dilma ya estaba echada. Ello explica que Dilma se abrazara desesperadamente a un recurso palaciego que se reveló inservible. Confió en que el máximo tribunal del país (STF) oficiara de árbitro, cuando el poder judicial se ha constituido en uno de los vehículos de la conspiración golpista. Dilma amagó incluso con renunciar y desafiar a Temer a que haga lo mismo, en un tentativa por enfrentar el golpe. Pero abandonó ese intento porque planteaba una enorme movilización popular, que hoy está fuera de la capacidad y el interés del PT.
Temer arranca, de todos modos, en medio de un tembladeral. En primer lugar, carga con la hipoteca de encabezar un gobierno sospechado por los mismos cargos de corrupción que se le imputan a Dilma. El 60 por ciento de los senadores encargados de decidir la suerte de Dilma están procesados por la justicia. Los medios de prensa coinciden en señalar que el desplazamiento de Cunha fue alentado por el propio vicepresidente, que intenta despegarse de sus aliados más impresentables y quiere levantar una imagen que está seriamente cuestionada por la abrumadora mayoría de la población.
Temer ya ha adelantado un paquete que supone un ataque muy severo a los jubilados y asalariados, a lo que se agregaría un recorte importante de los planes sociales. “El problema que enfrentaría Temer en este ámbito es que esas acciones tendrán un costo político alto, y él, con un capital político limitado por el proceso de impeachment, debería ser muy criterioso para no desgastarse rápido.” (La Nación 12-5) Algunos analistas sostienen que “Temer evitaría los temas económicos más espinosos, como la reforma de las jubilaciones o la alteración del sistema de indexación de los salarios.En este primer momento tampoco debería haber recortes a los programas sociales, como tanto se teme.”(La Nación, ídem).Pero un debut demasiado “tímido” podría provocar tempranamente un desencanto en la clase capitalista y la pérdida de apoyo de grupos empresarios claves que fogonearon su asunción.
El nuevo gobierno, resumiendo, deberá demostrar si cuenta con la capacidad y los recursos económicos y políticos para pilotear la crisis. Ingresamos, a una nueva transición política de carácter convulsiva. El desenlace actual no cierra la crisis sino que es un episodio de la misma. El fracaso de Temer podría precipitar la convocatoria a elecciones adelantadas.
Temer debe mirarse en el espejo de los Macri, y en la impasse que atraviesan los ajustadores argentinos. Dicho sea de paso, el silencio completo de Macri delata la complicidad de su gobierno con el golpe brasileño.
Los trabajadores deben condenar resueltamente el golpe y oponerse al gobierno de Temer, pero desde una postura independiente, desembarazándose de cualquier atadura del PT. Los dirigentes del PT prometen una resistencia que no llevaron adelante cuando fueron gobierno. Se trata de una impostura: Dilma no cayó resistiendo al capital sino pactando con él. La clase obrera debe emerger con factor independiente en la crisis. En estas circunstancias cobra mayor relevancia la convocatoria a un congreso de delegados de base de las centrales obreras, organizaciones y tendencias del movimiento obrero para enfrentar al ajuste y discutir un salida obrera frente a la crisis nacional. Los sindicatos combativos - empezando por Conlutas- y la izquierda deben ponerse a la cabeza de esta iniciativa.

Pablo Heller

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