viernes, marzo 25, 2016

Yonquis del dinero.La gran apuesta.



Conviene no olvidar las contribuciones norteamericanas a la crítica –feroz muchas veces- del triunfalcapitalismo, no solamente en la sociología y la economía, sino también en la literatura. Baste mencionar los nombres de Upton Sinclair (La jungla), Jack London (El talón de hierro), Frank Norris (en el que se basó Stroheim en su obra “maldita” Avaricia), Theodor Dreiser (Una tragedia americana), Arthur Miller (Todos eran mis ojos), y un etcétera casi interminable. Aunque bien sujeto por los magnates de la industria que, entre otras cosas, se negaban a dejar de distribuir sus películas en la Alemania nazi y por el “Código Hays”, el cine, incluso desde el mismo Hollywood, nunca dejó de producir sus propios alegatos (¿qué es si no la trilogía de El Padrino?). Estas denuncias estaban enfocadas hacia la dinámica depredadora de los trust (Citizen Kane), a la deshumanización que conlleva la lógica del beneficio y la competitividad, y raramente tomaba partido por las luchas de masas. Esto sigue ausente, ahora quizás por más motivo porque las luchas obreras y sindicales ya no tienen el peso que llegaron a tener, por ejemplo en los años treinta, los de la radicalización de la CIO, que finalmente acabó integrándose en los engranajes de un sistema que ha mostrado su capacidad de reproducción.
El personal activista que trabaja en el cine-forum no tiene mucho problema en encontrar títulos que van al grano como Tratamiento de shock (Michael Wintterbotton&Naomi Klein), en el tenebroso documental Inside job, sin olvidar la lúcida Margin call, que nos habla de las raíces de la hecatombe, de la metodología delincuente de los potentados que jugaron con el dinero ajeno, de su complicidad descarada con el poder político y los poderes fácticos, de todo ese engranaje que caracteriza nuestra época.
Una época en la que los “tiburones de las finanzas” andan sueltos y se alimentan de viejas derrotas, de la incapacidad del pueblo trabajador en establecer sus propias reglas. Unas reglas que, como todos sabemos, comportan una defensa incondicional de la naturaleza y, por supuesto, de las víctimas extremas de esta actuación. El problema en estos casos es que, más que un monitor que sepa de cine lo que se requiere, es alguien que sepa traducir el endiablado léxico de la economía.
Este desconocimiento es el que hace que el espectador, digamos normal, tenga problemas al ver una obra tan importante como La gran apuesta (The Big short, EEUU, 2015), de la que el comentarista acaba de comprender lo esencial, aunque esto causa más bien mucho miedo. Su lenguaje visual tiene vocación de estilo, los actores son muy convincentes, te los crees, lo que dicen algunos de ellos son divinas palabras, o sea que suena al latín con el que según Valle-Inclán imponía sus magisterio. Sin embargo, es una película que, además de funcionar, de entretener, resulta necesaria por cuanto significa un notable esfuerzo de producción que revela la existencia de una “toma de conciencia” (no hay más que ver la participación de actores célebres), y porque resulta un testimonio valioso de una realidad terrible.
¿De qué va? Pues cuenta cómo tres años antes de la crisis mundial de 2008 originada por las hipotecas subprime que hundió prácticamente el sistema financiero global, cuatro “chalados” fuera del sistema fueron los únicos que vislumbraron que todo el mercado hipotecario iba a quebrar. Los mismos que decidieron realizar algo insólito: apostar contra el mercado de la vivienda a la baja, en contra de cualquier criterio lógico en aquella época… El guión está basado en el libro La gran apuesta de Michael Lewis, que reflexiona sobre la quiebra del sector inmobiliario norteamericano que originó la crisis económica mundial en 2008…Varios de los personajes de este cuadro sobre la desintegración del sistema económico, aquel que estalló en el 2007 que ya venía de lejos y que amenaza el futuro de la propia humanidad, se afirma en algo tan obvio y elemental que podría entender hasta un bebé: “Esta crisis solo la pagarán los pobres y la clase media. Como siempre”.
¿Cuál es el problema? Pues que dado el atraso de la conciencia, se está luchando por los derechos más elementales, como el derecho de los refugiados, una de esas conquistas que algunos creían ya irreversibles, y que se están mostrando -también- como utópicas. Al parecer, el libro también destaca el papel de algunas personas involucradas en las mayores pérdidas originadas por la caída del mercado: los 300 millones de dólares USA que Merrill perdió debido a la CDO del gerente Wing Chau; Howie Hubler, infamemente conocida como la persona que perdió nueve mil millones de dólares en un comercio, la mayor pérdida en la historia; y AIG Financial Products de Joseph Cassano, que sufrió más de noventa y nueve mil millones de dólares en pérdidas.
Especialmente recomendada para los que saben el ABC de la economía, La gran apuesta, dirigida por Adam McKay, ha gozado de una buena acogida crítica y puede resultar un producto muy útil para toda clase de escuelas, sobre todo si se le despoja de sus aspectos más discutibles. Tal como puede la servidumbre que significa trabajar con grandes estrellas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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