sábado, enero 30, 2016

La guerra franco-prusiana y el fin del sitio de París



En marzo se cumplen 145 años del surgimiento de la Comuna de París. En este artículo nos vamos a referir a los hechos que la antecedieron, especialmente al sitio de París, que finalizó el 28 de enero de 1871, en el marco de la guerra franco-prusiana. En la segunda parte, desarrollaremos la posición de Marx y Engels sobre la guerra.

A diferencia de las décadas anteriores, el anteúltimo cuarto del siglo XIX registró una mayor conflictividad interestatal en Europa, de la que surgieron nuevos perdedores y nuevos ganadores. En el caso de Francia, la peor derrota desde la batalla de Waterloo (1815) tuvo lugar en la guerra con Prusia: primero en Sedán, en 1870, con la capitulación de Luis Napoleón Bonaparte (Napoleón III), y finalmente en París, donde los prusianos cercaron la ciudad hasta conseguir su rendición, en enero de 1871 (1). Entre estos dos momentos, Francia fue escenario de acontecimientos políticos decisivos, relacionados con el fracaso militar de sus fuerzas imperiales. La rendición de Napoleón III, luego de la derrota de Sedán, desató un levantamiento popular en París que finalizó con la proclamación de la República, el 4 de septiembre de 1870. El segundo Imperio francés llegaba, de ese modo, a fin. De manera inmediata, los antiguos diputados antibonapartistas, tanto orleanistas (partidarios de la monarquía liberal) como republicanos, se pusieron al frente del Gobierno de Defensa Nacional con el compromiso de vencer a las tropas enemigas. Los prusianos, por su parte, iniciarían el sitio de París cortando las comunicaciones con el interior.
Sin embargo, como constató la correspondencia personal de sus funcionarios –dada a conocer posteriormente por la Comuna-, el nuevo gobierno pretendía generar las condiciones apropiadas para la rendición definitiva. Los motivos respondían a cuestiones internas, especialmente al temor de la burguesía urbana y los terratenientes al pueblo en armas, situación que había alentado la propia dinámica de la guerra y, en especial, la resistencia al bloqueo, con la incorporación de una gran cantidad de obreros a la Guardia Nacional. El recuerdo de los acontecimientos revolucionarios de 1848, pese a los vaivenes posteriores, se mantenía vivo en la memoria. En el tercer manifiesto de la Asociación Internacional de Trabajadores sobre los acontecimientos franceses, Karl Marx se refería a esta situación en los siguientes términos: “(…) París –señala- no podía ser defendido sin armar a su clase obrera, organizándola como una fuerza efectiva y adiestrando a sus hombres en la guerra misma. Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano habría sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del Estado. En este conflicto entre el deber nacional y el interés de clase, el Gobierno de Defensa Nacional no vaciló un instante en convertirse en un gobierno de traición nacional” (La Guerra Civil en Francia).
Finalmente, la capitulación tuvo lugar el 28 de enero de 1871. Luego de cuatro meses de continuos bombardeos, en circunstancias calamitosas (escasez de comida, enfermedades, ola de frío) se llevaba a cabo la firma del armisticio. A partir de ese momento, unos 200 mil soldados franceses permanecieron en la ciudad como prisioneros de guerra. La Guardia Nacional, por el contrario, conservó su organización y sus armas. Los alemanes se adueñaron del perímetro de defensa, pero tenían prohibido el ingreso a la ciudad (no entraron hasta marzo). Con estas medidas, los firmantes del armisticio buscaban evitar el estallido de un conflicto interno. Motivos no faltaban, el gobierno había perdido apoyo dentro de la ciudad. A esto se sumaba el descontento por la situación angustiosa que atravesaba París.
Luego de la tregua y de conseguir el voto de las provincias, el gobierno francés dio la orden de desarmar a la Guardia Nacional. El desarme de los obreros –como señala Engels- era “el primer mandamiento” de la burguesía (La Guerra Civil en Francia, Introducción). No obstante, los obreros se negaron a aceptar las órdenes de Thiers (2) e insurreccionaron París poniendo en pie el gobierno de la Comuna.

La posición de Marx y Engels frente a la guerra

En 1868, cuando la tensión entre Francia y Prusia comenzó a incrementarse, el Congreso de Bruselas de la Primera Internacional trató la cuestión de la guerra. El estallido de un conflicto bélico representaba una perspectiva poco alentadora; la guerra significaría un duro golpe para los trabajadores franceses y alemanes. La clase obrera tenía planteado impedir el estallido de una guerra dinástica en ambas orillas del Rin.
Al cabo de unos años, el peor de los pronósticos se cumplía; la guerra finalmente estalló y el bando alemán quedó en una posición defensiva frente a las aspiraciones expansionistas de Francia. ¿En qué consistían esas aspiraciones? Por aquellos años, Napoleón III tenía una agenda cargada de actividades diplomáticas y militares en el exterior. Siguiendo el ejemplo de las demás potencias europeas, había puesto en marcha su propia empresa colonialista, desembarcando en Siria, China, Indonchina y México. Pero al mismo tiempo, la recreación del esplendor del primer Imperio napoleónico (1804-1815) –que Luis Bonaparte pretendía utilizar para fortalecer su autoridad interna- no podía tener éxito sin la recuperación de las fronteras perdidas en 1815. De ese modo, bajo la parodia de la restauración imperial, Francia participó en la guerra de Crimea contra el ejército zarista; posteriormente, como aliada del Piamonte-Cerdeña contra Austria, y finalmente enfrentó a Prusia. El detonante de este último conflicto fue la sucesión de la corona española. El Imperio francés declaró la guerra a Prusia en julio de 1870, aunque más adelante se supo que Bismarck, el canciller prusiano, había aprovechado el asunto de la Corona para obligar a Napoleón III a declarar la guerra. El conflicto se desataba en momentos en que los Estados alemanes avanzaban hacia la unificación, fenómeno clave para el surgimiento de una poderosa clase obrera. El triunfo del Imperio francés, en caso de concretarse, lo haría retroceder.
El reconocimiento de la ubicación defensiva del bando alemán iba acompañado, al mismo tiempo, de una fuerte denuncia sobre el papel de Prusia, que por distintos medios buscaba fortalecer su rol hegemónico en la unificación alemana. Desde el inicio de la guerra, Karl Marx la señaló como responsable: “¿Quién colocó a Alemania en el trance de tener que defenderse? ¿Quién permitió a Luis Bonaparte guerrear contra ella? ¡Prusia! Fue Bismarck quien conspiró con el mismísimo Luis Bonaparte, con el propósito de aplastar la oposición popular dentro de su país y anexionar Alemania a la dinastía de los Hohenzollern. (…) Después de su triunfo, ¿pensó Prusia un solo momento en oponer una Alemania libre a una Francia esclavizada? Todo lo contrario. (…) Al régimen bonapartista, que hasta ahora sólo se había florecido en una orilla del Rin, le salió un émulo al otro lado. Así las cosas, ¿qué podía salir de aquí que no fuera la guerra?” (Primer manifiesto) (3).
Bajo estas circunstancias, la clase obrera alemana tenía planteado impedir la transformación del conflicto bélico en guerra de conquista. Finalmente, Alemania no tardó en poner de manifiesto sus intereses anexionistas y este hecho marcó un giro en la guerra y en la posición de los socialistas. Con la caída de Napoleón III y el avance prusiano sobre París como trasfondo, los obreros tenían por delante la lucha contra las anexiones territoriales, la exigencia de una paz honrosa y del reconocimiento de la nueva República. Esta posición tomó fuerza con la organización de asambleas obreras y el rechazo de los diputados socialistas del empréstito que Bismarck necesitaba para continuar la guerra (4).
En el caso francés, la instauración del Gobierno de Defensa Nacional alejaba la perspectiva de una insurrección en el corto plazo. En tales circunstancias –y con el objetivo de evitar una derrota prematura-, los obreros tenían planteado participar en la defensa de París, cumplir “con su deber de ciudadanos” y aprovechar las nuevas condiciones para desarrollar sus propias organizaciones de clase. “Cualquier intento de derribar el nuevo gobierno en el trance actual –señalaba Marx-, cuando el enemigo está llamando casi a las puertas de París, sería una locura desesperada” (Segundo manifiesto). En este aspecto político-estratégico, Marx y Engels diferían de la posición tomada por Louis-Auguste Blanqui (5). Durante la guerra, los blanquistas llevaron a cabo distintas acciones insurreccionales sin ningún éxito, dos de ellas durante el sitio de París.

¿Un ejemplo válido para el siglo XX?

Al inicio de la Primera Guerra Mundial, el ala chovinista de la socialdemocracia alemana retomó la idea de la guerra defensiva para justificar su apoyo a la burguesía de su país. A diferencia de 1870, el agresor era el despotismo ruso. No obstante, como demostraron Trotsky y Lenin, detrás de estas comparaciones había una serie de consideraciones falsas (6). En primer lugar, omitían que en el transcurso de la guerra, Marx y Engels habían condenado la ofensiva alemana. Reconocerlo hubiese invalidado la analogía desde un comienzo (el 4 de agosto de 1914 Alemania invadió el territorio belga). En segundo lugar, había un problema de época. Lenin señala sobre este punto: “Los socialistas entienden siempre por guerra ‘defensiva’ una guerra ‘justa’ (…) Pero imagínese que un propietario de cien esclavos hace la guerra con otro que posee doscientos para llegar a una distribución más equitativa de los esclavos. Es evidente que emplear en este caso el concepto de guerra ‘defensiva’ o de ‘defensa de la patria’ sería falsificar la historia (…)” (El socialismo y la guerra). La guerra iniciada en 1914 era un conflicto armado entre países imperialistas; la “guerra justa” era la guerra de los pueblos oprimidos contra esos mismos países. Con estas tergiversaciones como fundamento se llevaría a cabo la primera gran traición en la historia del movimiento socialista revolucionario.

Adela García

NOTAS

1. Breve cronología:
07/1870: estalla la guerra franco-prusiana.
09/1870: rendición de Napoleón III - levantamiento de París y declaración de la Tercera República - la guerra continúa - inicio del sitio de París (cercamiento de las tropas alemanas).
01/1871: Se firma el armisticio (cesa el fuego).
02/1871: Primer acuerdo de Paz.
El acuerdo definitivo se concretó a principios de mayo de 1871 en Frankfurt. Se trataba de una paz con anexiones; entre otros puntos, reafirmaba la cesión de los territorios de Alsacia y Lorena, sobre los cuales la burguesía alemana tenía un particular interés por la abundante cantidad de carbón y hierro que poseía la región. Los soldados franceses fueron liberados por Alemania para que participasen en la matanza de los comuneros.
2. Adolphe Thiers fue diputado orleanista durante el gobierno de Luis Bonaparte y en 1871, tras el armisticio, fue elegido jefe de Estado por la Asamblea Nacional. Estando al frente del gobierno burgués, dio la orden de masacrar a los comuneros.
3. Sobre la situación francesa, la AIT sacó tres manifiestos que fueron redactados por Marx: el primero fue publicado al comienzo de la guerra; el segundo, luego de los hechos de septiembre; el último se difundió en junio de 1871. Los tres manifiestos fueron publicados bajo el título La Guerra Civil en Francia, a fines de ese año. Engels, por su parte, analizó la guerra desde el punto de vista de la teoría militar.
4. Entre los diputados que votaron en contra del empréstito se encontraban Wilhelm Liebknecht –padre de Karl Liebknecht– y August Bebel, miembros fundadores de la socialdemocracia alemana. Al estallar la guerra franco-prusiana se abstuvieron de votar los créditos de guerra. En 1872, fueron acusados de “traición a la patria” y condenados a dos años de cárcel.
5. Figura política destacada de Francia entre 1830 y 1871. Encabezó distintas sociedades y clubes radicales; pasó la mitad de su vida en la cárcel. Sostenía la tesis de la insurrección como acción conspirativa de un grupo minoritario de revolucionarios, con independencia de la acción y las organizaciones de masas.
6. Estas discusiones se encuentran desarrolladas en La guerra y la Internacional de León Trotsky (1914) y El socialismo y la guerra de Vladimir I. Lenin (1915). Ambos textos se encuentran en Marxistas en la Primera Guerra Mundial, publicado en 2015 por ediciones IPS-CEIP León Trotsky.

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