lunes, octubre 26, 2015

Palmiro Togliatti: una herencia arruinada



Uno de los mayores acontecimientos de finales del siglo pasado fue el desplome del Partido Comunista Italiano (PCI), sin duda el más importante fuera de los países del “socialismo real”, contra los que el PCI a tomar distancia desde la teoría del “policentrismo”, una autonomía relativa que se acentúa con la entrada de las tropas del Pacto de Varsovia en la Checoslovaquia en plena “primavera” reformista, la últimas. Desde entonces la decadencia no hace más que acentuarse, sobre todo cuando el “mayo rampante” italiano deja en evidencia que el PCI era…la izquierda del sistema, su último baluarte. Contemplado como el “modelo” de los partidos llamados “eurocomunistas”. Entonces, el viejo PCI de raigambre estaliniana comienza a ser ocupado por una nueva generación cuya aspiración fundamenta es…tocar poder.
Esto se fue haciendo evidente en los años sesenta y setenta, pero a principios de los setenta, el prestigio de Palmiro Togliatti, era todavía impresionante. Se le consideraba a justo título como uno de los “padres” fundadores del eurocomunismo, el compañero de Gramsci (al que censuró y finalmente acalló), pero el creciente desprestigio del estalinismo no pudo por menos que afectar dicho prestigio.
Togliatti (Génova, 26 de marzo de 1893-Yalta, 21 de agosto de 1964)), en una familia de empleados de origen campesino. Siendo estudiante universita­rio entró en contacto con les juventudes socialistas, y en 1914 ingresó en las filas del Partido Socialista Italiano. Un año más tarde concluyó sus estudios en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Turín, pero ya se encontraba, junto con Gramsci, inmerso en las luchas políticas y sociales que en 1917 tomaron forma de una auténtica insurrección obrera. Este mismo año fue elegido se­cretario de, la sección turínesa de los socialistas. Atraído por la revolución soviética, participó activamente en el nacimiento y desarrollo de la revista Ordine Nuovo, cuyo primer número apareció en 1919 y cuya influencia fue determinante en la formación del comunismo italiano.
Cofundador del PCI, miembro del CC desde 1921, del CE en 1923, Togliatti compartió fervientemente durante estos años las posiciones izquierdistas de la Internacional Comunista (IC), aunque tuvo diferencias con Amadeo Bordiga/, el representante de esta corriente en Italia hasta su muerte. En 1924 hace su entrada en el movimiento comunista internacional, donde siempre se identificó con las posiciones de la dirección de la IC, aunque a finales de los años veinte, sus simpatías por los bujarinistas no le impidieron abrazar la línea estaliniana.
Tras la detención de Gramsci fue Togliatti el nuevo y definitivo secretario general hasta su muerte: descontando las actitudes críticas de los primeros años, Togliatti dirigirá el PCI dentro de un cauce totalmente fiel con las diferentes maniobras estratégicas del estalinismo: así el PCI llamará “socialfascistas” a sus compañeros socialistas durante la clandestinidad entre 1929 y 1935, ex­pulsará y perseguirá a los llamados “trotskistas” Leonetti, Ravazzoli y el escritor Ignacio Silone, el autor de Fontamara), desde entonces, Togliatti defenderá todos los giros estalinistas, aunque aún y así tuvo serios problemas para salvar su vida en la segunda mitad de los años treinta
Aunque todo estos capítulos suelen ser olvidados o justificados por los historiadores afines. Todos estos giros y posicionamientos los hará Togliatti desde la cúspide del aparato del Komintern, primero -desde 1924- como miembro de su CE; desde 1928, como parte de su Presidium y, finalmente, desde 1935 hasta su disolución como secretario general y, posteriormente, como el hombre de confianza de Stalin fuera de la URSS.
Así por ejemplo, será uno de los dirigentes del PCI en la sombra y vivirá de cerca la guerra civil española, preocupándose del enlace entre el Komintern y el PCE, de que en este no se contradiga la línea general de pacto con la burguesía democrática y en su defecto –ya que él mismo reconocía que carecía de fuerza en sustituirla, de oposición sin fisuras a la tentativa revolucionaria, presionando para que la lucha contra el trotskismo sea más dura. Dentro de este cuadro, redoblará los esfuerzos para ganar una guerra que sabe decisiva para su país. Con la derrota, se traslada a Paris donde pasará seis meses de cárcel y desde allí a Moscú.
Regresó a su país natal en 1944 y bajo su dirección, el PCI desarrolló el llamado Giro de Salerno (Svolta di Salerno), basado en el apoyo a las medidas de reconstrucción “nacional” dejando la bandera de las libertades democráticas a la Democracia Cristiana como la alternativa más “realista”. Pretextando el peligro de una intervención norteamericana –si los bolcheviques hubieran actuado igual es evidente que la revolución de Octubre jamás hubiera tenido lugar–, Togliatti concentra sus esfuerzos en devolver a la burguesía la hegemonía social y política, en restablecer una Constitución democrática y que, según su propia valoración, permite la evolución gradual y pacífica hacia el socialismo.
Su prestigio revoluciona­rio sirvió para impedir la revolución. Durante un tiempo formará parte del nuevo Estado burgués entre 1945-46, como ministro sin cartera, viceministro y minis­tro de justicia. Después es elegido diputado a la Asamblea Constituyente y, desde 1948, ocupa un escaño en el parlamento y actúa además como jefe de la minoría comunista. Este mismo año sufre un atentado que pone en peligro su vida: las masas penen en marcha la huelga general, pero Togliatti advierte contra cualquier “aventura”. Su prestigio es inmenso, pero no suficiente para contrarrestar el desplazamiento del poder de los comunistas, cuando sobre todo este deja de contar con gran parte del apoyo de masas que había contado tras constituirse en el alma de la resistencia. La película “Novecento” ofrece una buena aproximación a esta situación, a cuando el partido creado para la revolución se convierte en la última garantía del orden burgués reconstruido
Su apoyo a Bradoglio no fue admitida por la Resistencia de la dirección interior, paradójicamente fue el joven Giogio Napolitano el que se opuso (en los últimos tiempos su categoría moral no es superior a la de un Bettino Craxi) . Este giro a la derecha, en contraste con las demandas de un amplio sector de su base significó además el desarme de los miles de los partisanos; igualmente se opuso a la depuración de los responsables fascistas de manera que estas se dieron en contra del partido. Luego fue vice-primer ministro en el gabinete demócrata-cristiano de de Gaspari, haciendo lo posible por apuntar el sistema “realmente existente”, hasta que, una vez terminada la faena se vio obligado a dimitir. . Como en Italia, el partido comunista era muy fuerte y participaba en la alianza de gobierno con socialistas y democristianos (el llamado Tripartisme) y había obtenido el 28,6% en las elecciones generales de noviembre de 1946.
En el 48, Togliatti lideró al PCI en las primeras elecciones tras la instauración de la República en la alianza Frente Democrático Popular, junto al PSI, que obtuvo el 31% de los votos, la idea era ofrecer una nueva opción socialdemócrata reformista al tiempo que se mantenían las referencias la revolución socialista, al octubre del 17 sin que esto tuviera consecuencias políticas prácticas. En el mismo año 48 sufrió un atentado de puso en evidencia el mito del mito del líder antifascista de un partido que se había convertido en una finalidad en sí mismo. Los propios llamamientos a la calma de Togliatti impidieron una extensión de la movilización comunista mayor, que podría haber iniciado un proceso de transformación en el país.
En 1949 escribió un hermoso apólogo al Tratado sobre la tolerancia de Voltaire (editado en castellano por Crítica), sin embargo por la misma época permaneció en la primera fila de la campaña contra “titotrotskismo” o el “titofascismo”. En 1956 trató, junto con Maurice Thorez, que niñita Kruschev diera a conocer su informa al XX Congreso del PCUS, que denunciara los crímenes de Stalin, pero como no pudo evitar se subió al carro “revisionista” creando las bases de lo que luego sería el “eurocomunismo”.
En este tiempo, las referencias Gramsci era muy limitadas y no fue hasta los años sesenta que se empezó a conocer su obra integra, sin censura partidaria. En los años sesenta el PCI se mostró como un partido “abierto” que permitía la expresión de diversas sensibilidades, algo que entonces parecía muy “liberal” aunque sus límites eran los de siempre. Incluso permitía la presencia de un corriente de la Cuarta Internacional a través de la reconciliación con Alfonso Leonetti que había sido uno de los fundadores, se atrevió a publicar “Literatura y revolución” de León Trotsky, sí bien –según me contaba Livio Maitán- de vez en cuando se permitía bromear sobre los voluntarios que se había presentado para matar a algunos de ellos, a los más atrevidos. Comentarios similares escuchó López Raimundo en el PSUC por la misma época.
Bajo su dirección, el PCI se convirtió en el segundo partido político de manera estable, sin posibilidad ni voluntad de ir más allá, nunca se les reconocería como socialdemócrata, sobre todo después de que el partido se opusiera a la entrada de Italia a la OTAN. En las elecciones de noviembre de ese año el PCI obtuvo el 22,6% de los votos. A pesar de su estrecha relación con la URSS donde existía una ciudad llamada Togliattigrado, el liderazgo de Togliatti no fue cuestionado tras su compromiso con el Kremlin en el curso de la revolución de los “consejos obreros” en Hungría en 1956. Su policentrismo (unidad en la diversidad de los partidos comunistas), le permitió ir creciendo electoralmente.
Su historial se mantuvo a salvaguarda hasta finales de los años ochenta. Con la caída del Muro de Berlín su desprestigio llegó a tal extremo que ni tan siquiera sus defensores asumieron su defensa. En los noventa, la mayoría del PCI se reconocía…anticomunista. Entonces se recordó su actuación en el exilio, las medidas drástica contra los disidentes, su fidelidad soviética en los momentos claves. Se le ha englobado en el mismo saco de. Stalin: tras la muerte del líder soviético en 1953, afirmó “Iosif Stalin es un titán del pensamiento. Su nombre debe dársele al conjunto del siglo…”. Más tarde, en 1956, tras la desestalinización a medias de Kruschev, declaró: “Stalin ha diseminado tesis falsas y exageradas, y fue víctima de una perspectiva desesperada de la persecución sin fin”. Al siguiente año, Togliatti insistió repetidamente que había desconocido los crímenes de Stalin. La Vía Italiana al Socialismo que propuso giró al PCI hacia posiciones más independientes, no era tal vía por lo que, al final de cuentas, el “aparato” del partido aprovechó la primera ocasión histórica para ingresar en los pasillos del poder y olvidar todo lo que se había proclamado en el congreso de Livorno en 1921,
En 1956 asiste al XX Congreso del PCUS, tras la declaración de Kruschev que sitúa al “Sol Stalin” como el responsable de toda una serie de bar­baridades y desastres, Togliatti se apunta al giro y pasa a encabezar dentro de los PC europeos la lucha por la desestalinización, cuyos límites son el marco fundamental de la historia del PCUS y del Komintern y, por supuesto, la historia del PCI y del propio Togliatti que permanece al margen, si­no como un aventajado de la oposición a Stalin.
Empero, en una entrevista a Nuovi Argomenti dice: “…Mientras que nos limitemos en sustancia a denunciar los defectos personales de Stalin como causa de todo permanecemos en el ámbito del culto a la personalidad. Antes, todo lo bueno se debía a las sobrehuma­nas cualidades positivas de un hombre. Ahora, todo el mal de atribuye a sus defectos igualmente excepcionales e incluso asombrosos. Tanto en un caso como en otro estamos fuera del criterio de juicio propio del marxismo. Desa­parecen los problemas verdaderos, que consisten en el modo y en el porqué la sociedad soviética pudo alcanzar y alcanzó ciertas formas de alejamiento de la vida democrática y de la legalidad que se había trazado, alcanzando incluso formas de degeneración”. Tras el cisma chino-soviético, Togliatti modifica su actitud de apoyo incondicional a los segundos y adelanta la fórmula organizativa del “policentrismo”, o sea de varios centros comunistas autónomos y no regidos por el monolitismo como hasta entonces. Estas ideas y otras reconsideraciones forman parte de su legado, de la llamada Declaración de Yalta de 1964, año en el que morirá en el campamento de pioneros de Artek, en la URSS cuyo go­bierno le dedicará una ciudad, Togliattigrado.
Hace mucho tiempo que no se publica nada sobre Togliatti. En su día Grijalbo, publicó su biografía oficial escrita por Giorgio Bocca, aunque en realidad no fue éste el que la escribió sino una “negra” historiadora cuyos trabajos de investigación no eran ni de lejos, tan populares como el de este periodista, muy respetado en la Italia de su tiempo. Sus obras publicadas en castellano r son: Escritos políticos, una antología precedida por una introducción de Adolfo Sánchez Vázquez (Ed. Era México), La guerra de España (Ed. Critica), Comunistas, socialistas y católicos (Ed. Laia), Una controversia con Mao (Icaria), y también con otros autores, La actualidad del pensamiento de Gramsci (Ed. Grijalbo), esto aparte de su inserción en alguna antología, por ejemplo en Los marxistas, de C. Wrigth Mills (Era. 1966). Todas ellas son obras ya descatalogadas. como a un amplio sector del movimiento obrero. Al contrario que la aristocracia, estaba dispuesta a morir matando, y mientras que los poderosos siempre tenían claro lo que podían perder, los de abajo tenían dificultades para comprender lo que podían ganar.
La edición de la obra de Elena Aga-Rossi&Victor Zaslavsky, Togliatti e Stalin- Il PCI e la politica estera staliniana negli archivi di Mosca (Il Mulinom 1997), actuó como un fulminante. Ya no eran las nuevas generaciones del 68 la que le había dado la espalda por la izquierda, ahora era su propio partido el que lo hacía, pero por la derecha. Por la derecha más vulgar.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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