jueves, septiembre 17, 2015

¿Resucita el viejo laborismo reformista enérgico?



Uno de los trazos más desalentados del paisaje político de nuestro es que tipos de la calaña moral de Bettino Craxi, Felipe González y no digamos ya Tony Blair aparecieran como líderes de la izquierda sin que sus bases sociales se agitaran de repulsa e indignación. Pero todo indicaba que eso era lo que había, que la vieja clase trabajadora que había sustentado luchas tan importantes como la da equiparación salarial de las mujeres con los hombres, se había ido corrompiendo hasta creerse ahora “clase medias”. Era cierto que había tenido lugar una importante resistencia sobre la cual el cine ha ofrecido espléndidos retratos –en películas como Tocando el viento, Billy Elliot, en las de Frears, Leigh y por supuesto, de Loach-, pero todo indicaba que esta resistencia ya no existía. Que el blairismo se había apoderado del partido obrero como una enfermedad incurable.
Algo de eso ha habido, y quizás haya explicación. La contrarrevolución neoliberal supuso una derrota de proporciones históricas abracadantes, sobre todo porque había conseguido hacer creer a los de abajo que lo fundamental lo tenía garantizado y que por lo tanto, lo mejor era pasarlo bien. Pero no era así, más bien al contrario. El neoliberalismo significaba la destrucción de los logros sociales de 1945, además “pasar de todo” era la mejor manera de acabar siendo un imbécil integral. Nos encontramos pues con un viaje de vuelta, después del espejismo consumista aparece una nueva generación –la indignada- que se reconoce en los viejos valores del laborismo, mejor dicho del laborismo independiente que fue el que creó el Labour Part más amplio a finales del siglo XIX. En los años treinta, el Independent Labour Party (ILP) rompió con la socialdemocracia e incluso con el estalinismo, aunque acabó difuminado por sus incomprensibles errores ante la Segunda Guerra Mundial.
Creo que no estará de más recordar aquí que el ILP fue el partido de George Orwell, y que en algunas enciclopedias figura exageradamente como “trotsklista” sin duda por el apoyo que le ofreció al POUM. Sin la cobertura de sus parlamentarios, el destino de los y las camaradas de nin habría sido mucho más trágico.
El ILP representaba una tradición que se remontaba a la Liga Socialista que escribió una página muy hermosa de la historia social porque en ella colaboraron tanto marxistas como anarquistas como socialistas varios, algunos tan impresionantes como William Morris, la mayor figura moral e intelectual del movimiento obrero de su país. Morris y sus colegas, además de amantes de las tradiciones artesanales y obreras más avanzadas, eran convencidos internacionalistas. Un apartado crucial en el que el laborismo cuenta con su cara más oscura. Un pecado que no se le puede achacar a Corbyn, al que separaba de Blair no unas siglas sino una apestosa guerra que ahora las oligarquías mediáticas no quieren oler.
El debate está abierto, según nos indica Tariq Ali, Corbyn es garantía de democracia interna o sea que su victoria lo es también de la base horizontal en oposición al “aparato”, a los “barones” del partido, todos ellos colocados. Es imposible que este giro no influya en lo que queda de auténtico en los restos del naufragio moral y cultural de la antigua socialdemocracia. El dilema de renovarse o morir se plantea abiertamente. Esto implica la exigencia de un repensamiento entre los que, como Ken Loach, consideraban que el Labour no era la solución sino parte del problema. En esa discusión importa mucho debatir sobre la recuperación de las tradiciones, que existen en todas partes y que en el Labour podrían centrase en un nombre: el de Keir Hardie sobre el que quisiera rememorar los siguientes trazos….
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Se vuelve a hablar del Pablo Iglesias británico, de Keir Hardie (1856-1915), al que no había enterrado en el sepulcro de una Fundación para proclamar que sus ideas fueron todas muy buenas, pero impracticables por no decir “totalitarias”.
Recordemos que Hardie fue la personalidad más sobresaliente del socialismo británico de antes de 1914; principal fundador del Independent Labour Party (ILP) y el más respetado representante inglés en los congresos de la II Internacional. Hijo ilegitimo de una criada y de un carpintero escocés, comenzó a trabajar a los siete años como recadero. Al cumplir los diez se hizo minero; era muy joven cuando empezó su militancia como sindicalista y a ser considerado como un “peligroso agitador”. Hombre austero y sencillo, poseedor de una impresionante integridad moral, fue siempre un cristiano revolucionario, primero como liberal radical y más tarde como laborista influenciado por el marxismo. En 1888, siendo jefe sindical de los mineros de Ayrshire y de un movimiento para unir a los mineros escoceses en una sola federación, Hardie llevó una lucha a fondo para imponer su candidatura al Parlamento en contra de los intereses y criterios de los liberales de la zona. Aquel fue el principio de la ruptura entre liberales y obreristas siendo después Keir Hardie un decidido opositor a cualquier forma de colabora­ción de clases. En aquella época era todavía un liberal, pero el problema con esto y su estancia en Londres como diputado y tras conocer a Engels y Eleonor Marx, se convirtió al socialismo y a pronunciarse entonces por la formación de un “partido laborista”. Mantuvo relaciones aunque no pude ingresar, con la Federación Socialdemócrata y siguió siendo un independiente, famoso por ser “el representante de los desempleados”. En 1893 Keir funda el ILP.
Del que surgirá la alianza laborista y más tarde el Labour Party. En 1906 fue elegido el candidato natural a la jefatura del partido, pero este no era su terreno. El suyo era el de la lucha sindical y el de la agitación socialista. Fue uno de los renovadores de la Trade-Unions, y durante mucho tiempo, el más importante líder de su ala izquierda. También destacó pro ser el único dirigente laborista que apoyó incondicionalmente el movimiento sufragista desde el Parlamento, y también desde la calle. Keir Hardie trabajó como periodista, un oficio que le sirvió cuando sufrió la represión patronal. A diferencia de los fabianos, era un socialista que sentía un odio profundo hacia la crueldad y a la opresión, y poseía una mentalidad que consideraba todas las cuestiones sociales desde el punto de vista ético.
Su socialismo, “como o el de Blathford, era un evangelio de fraternidad y de justicia, de compasión por las injusticias y los sufrimientos de que era víctima el pueblo llano. Era portador de una fe sencilla en que la mayor parte de los hombres y de las mujeres eran buenos y honestos en el fondo, y que podrían vivir siempre felices en una sociedad en que se permitiese que nadie fuera opresor ni oprimido” (Cole). Ecléctico en sus ideas, está de acuerdo en el espíritu de los grandes planteamientos marxistas, aunque los reviste en ocasiones de un lenguaje religioso, así llega a decir en el Parlamento, “se trata de responder a la pregunta formulada por el Sermón de la Montaña, ¿a quién vamos a adorar, a Dios o a Mamón?”. Internacionalista convencido, propuso a la Internacional una declaración en la que se oponía la Huelga General contra la declaración de guerra.
El espectáculo socialpatriótico que desencadenó el inicio de la contienda, aceleró su muerte. Keir Hardie fue también un ferviente anticolonialista y su libro La India (1907), “es principalmente una exposición de cómo los oficios de la india eran destruidos por la competencia capitalista y del daño hecho al campesino por el cobrador de impuestos y por el prestamista. Sentían instintivamente las injusticias cometidas por los pueblos sometidos y despreciaba a los que estaban dispuesto a sostener el imperio como medio de ganancia a base del trabajo colonial barato” (Cole)
Ya no los decía Manuel Sacristán cuando nos llamaba a refrescar el pensamiento socialista contemporáneo, solicitado por problemas tan nuevos que reclaman una vuelta a las fuentes

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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