jueves, julio 09, 2015

Para no leer religiosamente a Trotsky



Alejandro Ariel González tradujo directamente del ruso el volumen de 873 páginas, publicado por ediciones ryr, que incluye notas, cartas y escritos. El libro se presentará hoy a las 19 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional.

“El ruiseñor de la poesía, al igual que la lechuza, ave de la sabiduría, da señales de vida sólo después del crepúsculo.” Aunque podría sorprender a más de uno, esta frase pertenece a León Trotsky (1879-1940). El sentimiento y la razón celebran un gran acontecimiento: la edición original completa por primera vez en castellano de Literatura y revolución, traducida directamente del ruso por Alejandro Ariel González y con prólogo a cargo de Eduardo Sartelli y Rosana López Rodríguez, historiador y licenciada en Letras que integran el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (Ceics). El volumen de 873 páginas, publicado por ediciones ryr, incluye notas, cartas y escritos que nunca habían sido traducidos del ruso. El libro –publicado para “combatir una lectura religiosa de la producción trotskista y en defensa de un análisis científico de los problemas que exige la transformación social”– se presentará hoy a las 19 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) junto con el traductor, los prologuistas, el escritor y el sociólogo Horacio González y Miguel Vedda, especialista en teoría literaria marxista.
“En relación con personajes como Trotsky, que han protagonizado una historia que ellos mismos cuentan, hay que tener cuidado con el ‘efecto Sócrates’ –advierten Sartelli y López Rodríguez en el prólogo–. Recuérdese que el maestro ateniense no escribió nada sino que es Platón quien lo presenta discutiendo con sus enemigos circunstanciales. El lector ingenuo toma a los sofistas como los presenta Sócrates, olvidando que la construcción del diálogo está hecha por su discípulo, que era ‘socrático’, aunque con diferencias sustantivas con su ilustre padre intelectual. Hay una doble mediación entre nosotros y los sofistas: ese Sócrates es el Sócrates de Platón y esos sofistas son los sofistas del Sócrates de Platón. Trotsky ocupa los dos lugares, el de Trotsky/Platón (el que cuenta) y el de Trotsky/Sócrates (el protagonista). Lo que Trotsky dice acerca de sus oponentes debe, entonces, ponerse entre paréntesis hasta leer directamente a los implicados. Este ‘efecto socrático’ fomenta la ignorancia sobre el conjunto del debate, agiganta la figura de nuestro personaje y subestima la talla de sus antagonistas. Por sobre todo, lleva a una lectura religiosa. Este libro fue editado con la intención seria de combatir dicha lectura.”
González, el traductor, revela que las numerosas ediciones castellanas de esta obra de Trotsky, publicada originalmente en 1923, a menudo no indican el idioma del que se ha realizado la traducción, no aclaran si se trata de una nueva traducción o si han tomada una ya publicada anteriormente. “Los diferentes Literatura y revolución que circulan en nuestro medio presentan una primera parte relativamente coherente, ‘orgánica’, que aborda la problemática de la literatura en la incipiente República Soviética. Allí aparecen los conceptos y reflexiones de Trotsky más conocidos en este terreno: los ‘compañeros de ruta’ de la revolución, el futuro de la literatura proletaria, de las vanguardias, de los nuevos movimientos artísticos, el papel del partido en el arte, etc. A continuación, encontramos una segunda parte compuesta por artículos sobre arte, literatura, cultura y ciencia; esta segunda parte es la que más difiere entre las distintas ediciones, tanto por la selección como por la cantidad de los artículos publicados”, plantea González (Buenos Aires, 1973), egresado de la carrera de Sociología (UBA) que ha realizado estudios de especialización en Rusia, donde residió entre 2005 y 2014.
La primera publicación de la obra en lengua castellana, en Madrid en 1923 por la editorial Aguilar, fue traducida del alemán y reproduce menos de la mitad del original ruso: omite por completo la segunda parte, y en la primera tampoco incluye todos los capítulos del original, además altera su orden. Esta primera edición volvió a ser publicada por la misma casa editora en 1930. La editorial Jorge Alvarez lanzó lo que sería la tercera edición del libro y su segunda traducción en 1964 –González conjetura que no está hecha del ruso–, con prólogo de Jorge Abelardo Ramos. En 1969 Ruedo Ibérico publicaba en París la cuarta edición y la tercera traducción. La primera versión completa en castellano de ediciones ryr se compone de dos secciones. La sección I es la traducción completa del original ruso de Literatura i revoliutsia. González tradujo el texto desde la edición tercera del libro (1991), publicada en Moscú por la Editorial de Literatura Política, preparada y prologada por Iuri Bóriev. La sección II, “Escritos sobre literatura, arte y cultura”, reúne prácticamente todos los artículos, cartas y notas de Trotsky dedicados a estos temas, ordenados cronológicamente. Esta segunda sección aparece organizada en cuatro partes. La primera parte recoge la crítica literaria de Trotsky anterior a 1905, los artículos que publicó en el periódico Vostóchnoie obozrenie entre 1900 y 1902. Excepto el texto de N.V. Gógol, el resto se publica por primera vez en lengua castellana. La segunda parte de la sección II comprende artículos escritos entre 1908 y 1916; la tercera parte contiene los textos que va de 1917 a 1929, año en que Trotsky fue desterrado de la Unión Soviética, y la cuarta parte abarca los artículos escritos entre 1930 y 1940, año de su asesinato en México.
“La prosa de Trotsky es punzante, enérgica, cargada de ironía y sarcasmo; sin embargo, estas características fueron conformándose paulatinamente, es decir, tuvieron su proceso de maduración”, explica González. “Trotsky menciona que a veces le reprochaban el empleo de términos extranjeros, extraños a la lengua rusa. Esto debe ser puesto en contexto. Trotsky, evidentemente, se valía de palabras provenientes de la tradición política e intelectual de Occidente. Eso podía producir suspicacias en sus lectores u oyentes, en el sentido de presunción o afectación innecesarias. Pero a la par de estos pequeños ‘pecados’, y quizá justificándolos, se despliega un manejo extraordinario de la lengua rusa, en todos sus matices y modulaciones. Trotsky conocía bien la cultura popular de su país, de ahí que en sus escritos abunden expresiones coloquiales, refranes, dichos y juegos de palabras que a veces son difíciles de volcar a la lengua castellana.”
En uno de los textos inéditos de la sección II, “La casa vieja”, Trotsky afirma: “La literatura, cualquiera sea el realismo que la distinga, siempre ha sido y sigue siendo simbólica. Esto no es una paradoja. La tarea del arte en general y del literario en particular no es fotografiar la realidad con todos sus detalles empíricos, sino hacer inteligible el complejo contenido de la vida distinguiendo los rasgos comunes típicos, depurándolos de los detalles casuales que los acompañan y representándolos en personajes literarios íntegros; por tanto, la tarea del arte es en esencia simbólica”.

Silvina Friera

No hay comentarios.: