sábado, junio 13, 2015

Romero, una película para un forum



Sin tratarse ni mucho menos de una película inolvidable, Romero (EUA, 1989), es una importante producción realizada en México por un director australiano John Duigan, y que supone una honesta tentativa de contar la historia de monseñor Romero producida por su actor protagonista, Raúl Julia. Julia (1940-1994) fue un notable actor de origen portorriqueño muy comprometido con la causa de los pobres en Centroamérica a través de una entidad solidaria, la Paulist Pictures, una productora eclesiástica que la financió. Aquí se entreno aquí en video y que resulta perfectamente asequible. Julia había sido nominado al Oscar por su papel en El beso de la mujer araña (EUA, 1985), una magnífica adaptación de la novela de Manuel Puig.
Recordemos sucintamente los hechos que estos días han sido ampliamente difundidos por la prensa gracias a la noticia de la ardua beatificación de Romero, Este fue ordenado sacerdote en 1942, cuando tenía 25 años, y obispo en 1970. Vivía en El Salvador, su patria, donde ejercía su ministerio, en principio de una manera convencional. Tenía fama de intelectual y era más dado a las letras que a los problemas sociales. Su amistad y su trato frecuente con el jesuíta P. Rutilio Grande le permitieron visualizar la tremenda realidad de injusticia y pobreza en que vivían las clases trabajadoras de un país que tenía la desdicha de formar parte del patrio trasero del Imperio. Nombrado arzobispo de la capital en 1974, y ya en contacto con la situación política y social, acaba por entregarse totalmente a la causa de los más necesitados, a denunciar los atropellos perpetrados por las bandas paramilitares, cuando su amigo Rutilio fue asesinado en un tiempo en el que una de las consignas de las bandas fascistas jaleadas por la embajada estadounidense invitaban: ”Haz patria, mata un cura”. Por entonces ocupa el poder el general Carlos Humberto, de triste memoria. Los enfrentamientos entre el arzobispo y las autoridades son cínicos y violentos, la película no tiene duda sobre quienes son los buenos y quienes los malos, la realidad era así de profunda. El 24 de marzo de 1980, en el momento de ofrecer el pan y el vino de la Eucaristía, una bala le atravesó el corazón. Su muerte se achacó a los “comandos de la muerte” del coronel D’Abuisson.
En este esmerado telefilme se estudia el hombre y su evolución, en un ambiente tenso y por unas ideas que acabarían exigiéndole el heroísmo y el martirio. Es, pues, una película histórica, religiosa y humana, contada en un guión riguroso, de proceso cronológico y de descripciones -conductas y caracteres- un tanto simplistas, pero muy eficaces para el relato que quiere ser. La historia del arzobispo encontró en Raúl Julia la interpretación ajustada de la evolución psicológica y pastoral que necesitaba, deja en evidencia la conexión entre lo personal y lo colectivo. Este valor interpretativo se un clima humano y social centroamericano que se crea en la trama.
John Duigan pone en escena esa conversión, por ejemplo, con el recurso del vestuario. Romero al principio: blanco como una paloma. Inocente a costa de ser voluntariamente ciego frente a la situación social de El Salvador y a las tendencias radicalizadas (de derecha e izquierda) en el seno de la iglesia. Luego, en hábito negro en medio de la parafernalia arzobispal. La actuación de Raúl Juliá, sin embargo, destaca en contrapunto la humildad del Arzobispo, quien se alegra por recibir unos zapatos de regalo. A lo largo del film, poco a poco sus distintivos de autoridad se pierden en el trato con la dura realidad salvadoreña descrita entre nosotros por autores como Manu Leguineche en Sobre el volcán (Plaza&Janés, Barcelona, 1985), en el que evoca los “Auschwitz de los Estados Unidos”, refiriéndose obviamente al martirologio de estos pueblos, cuyos movimientos emancipatorios han sido invariablemente acusados de “comunismo” y de poner en peligro la “seguridad” del Imperio, tal como expresa un bodrio tan infumable como Amanecer rojo (Red Dawn, EUA, 1985), del fascista John Milius . En una intencionada escenificación de la pasión bíblica, los soldados le arrancan las ropas. La conversión es completa. Romero se ha liberado de las ataduras exteriores de una indecisa cúpula eclesial solamente preocupada de sus prebendas y se entrega en su desnudez a su misión evangélica o sea, a luchar por los oprimidos. Un ejemplo mole4sto para las jerarquías obstinada en acabar con la Teología de la Liberación.
Existen otros títulos testimoniales de idéntico valor como es el caso Salvador (EUA, 1986), la segunda película de Oliver Stone y la primer de contenido político. El argumento seguía los pasos en del fotógrafo Rick Boyle en el país centroamericano. John Woods recibiría una nominación al premio Oscar, al igual que Oliver Stone, que fue candidato al mejor guión original junto al propio Boyle. Esta película fue la primera en la cual Stone coincidiría con su habitual director de fotografía, Robert Richardson. Aunque el filme se estrenó sin pena ni gloria, no es se trata de una producción desdeñable ni mucho menos. Se ofrece un homenaje a los fotógrafos de guerra que siguen la huella de Roberto Capa (que fotografió el momento y el porqué de la resistencia popular al fascismo en España), al tiempo que describe el genocidio del pueblo, la matanza de religiosos y subraya sus conexiones con la presidencia de Ronald Reagan.
En resumen, dos buenas películas para rescatar una página de la historia trágica, una memoria inexcusable para entender mejor el presente. En otros tiempos, habría servido de encuentro y debates en los cines de las parroquias populares.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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