viernes, abril 17, 2015

Franco, la herencia recibida. Una asignatura desde el cine



En uno de los momentos de mayor apogeo del olvido (el nuestro), se hizo popular la anécdota del muchacho que a ser preguntado por Franco, respondió que aún no le habían dado en clase, como sí se tratara de uno de aquellos reyes visigodos que convertía en “cultos” a los que lo citaban de memoria. Sin embargo, tamaño espejismo no podía sostenerse, sobre todo porque el franquismo seguía oliendo, sobre todo entre los que más lo compartieron.

1. Franco no ha muerto del todo, ni mucho menos…
Ante esta realidad, el olvido deliberado no solamente no es posible, es cómplice. Nos lo impide, entre otros muchos aspectos, la infame voluntad del partido gubernamental en rechazar un régimen que hasta la mismísima Margaret Thatcher considerable abominable. Nos lo recuerda la muy Real Academia de la Historia cuando los “historiadores” (¿se puede llamar historiadores a los negacionistas, a los que niegan la historia?) militares o los de la Benemérita. Su sombra se proyecta en leyes represivas, pero sobre en un modelo de impunidad que acabó siendo común del bipartidismo. El asunto no es broma, el franquismo está mucho más vivo que cualquiera de las tradiciones obreras que dieron luz y vida a la República.
Lo está, obviamente por su propio peso social y por su fortuna histórica (después de conseguir los apoyos del Eje, logró los de Gran Bretaña y los Estados Unidos), pero también por la dejación de las izquierdas no practicantes que acabaron adaptando hasta el extremo de medir la democracia con “lo que había antes” y no con lo que era posible y necesario. Pero, dicho esto, no se trata tanto de lamentar por la herencia recibida, se trata de trabajar por cambiar el orden de cosa y hay que hacerlo desde todos los terrenos, sobre todo desde la guerra cultural, esa que el franquismo nunca llegó a ganar del todo.
Esto es una batalla que hay que llevar a las escuelas, a los barrios y pueblos. Para ello no se me ocurre otro medio más idóneo que el cine, persistiendo en un terreno en el que no hay dudas ni comparaciones posibles. Es una tarea necesaria que debería de estar en las agendas de la gente que quiera cambiar odiosos parámetros culturales que han corroído esta país hasta el extremo de convertir en pan nuestro de cada día la corrupción y el cinismo más extremos.

2. Películas para debatir…Existen medios y están a nuestro alcance. Una bibliografía y una filmografía suficiente para trabajar. En el caso del cine se puede hablar de una extensa producción documental, por ejemplo del imprescindible Caudillo, de Basilio Martín Patino realizado en 1974; también cabe hablar del documental de Gonzalo Herralde sobre Raza: un espíritu de Franco (1977) e incluso de muy oficialista, Franco, Ecce homo que permitiría explicar cómo el franquismo llegó a maltratar la historia con ocasión de los “25 años de paz”, una efeméride que nuestra actual monarca a tenido a bien en celebrar nuevamente en unas monedas agradecidas al “antiguo régimen”. Entre las más reciente conviene no olvidar una miniserie televisiva de primer orden como Carta a Eva, obra de Agustí Villaronga (es verdad, emitida en TV1 en hora punta, un punto sobre el que reflexionar) que evoca la historia paralela de tres mujeres: Eva Perón, Carmen Franco y la militante comunista Juana Doña., tres mundos que hablan por sí solos sobre quién era quién en aquella tenebrosa posguerra cuyas víctimas tenían que olvidar porque no se puede vivir con dolor.
Desde el antifranquismo son varios los nombres, pero el más prolífico e interesante quizás sea (al menos en lo que se refiere la formación del régimen) el de Jaime Camino que inició su andadura con España otra vez (1969) y que trabajó por igual el documental y la ficción sobre la temática de la guerra civil abriendo muchas puertas como La vieja memoria (1978). En parte olvidado, Camino merece una revalorización de una de sus mejores contribuciones, Dragon Rapide, un trabajo necesario y notable a pesar de sus limitaciones, sobre todo presupuestarias, un detalle que –seguramente de manera involuntaria- resulta un reflejo del empeño gubernamental felipista por lograr en 1986 que España fuese el país en el que menos se discutiera del 50 aniversario del golpe militar que –dada la respuesta obrera- dio lugar a una guerra civil que se adelantó a la II Guerra Mundial. Sin resultar nada del otro jueves, se trata de una contribución de la mayor importancia que cuenta con bastante fidelidad una microhistoria dentro de una macrohistioria y que cuenta con importantes bazas como las magníficas interpretaciones de Juan Diego y Vicky Peña que quedaran entre las más notables de dos de nuestros mejores actores.

3. Dragon Rapide describe como se fabrica un Caudillo. Aborda uno de los “momentos estelares” de la crisis española de los años treinta y tiene a la pareja formada por Franco y a Carmen Polo como protagonistas en el momento en el que él está punto de su irresistible ascenso a la jefatura del nuevo Estado. Transcurre desde 15 días antes del 18 de julio para continuar hasta el momento en que Franco se decide a abandonar Canarias, a bordo del avión que da título al filme, para ir a Marruecos y, una vez allí, ponerse al frente del Ejército de África. Ambos conforman un matrimonio burgués convencional o sea, sórdido y mezquino. Impregnado de temores y ambiciones, sí la conspiración fracasa pueden verse como los antiguos jerarcas zaristas, de taxistas o de limpiabotas; ella sin servicio, sin poder presumir entre su clase. Ella se entretiene en detalles como por exigirles a los sastres que tallen los uniformes del señor de tal forma que disimulen que es un poco culón. Nada más lejos que de la mítica fachosa que todavía se destila en las misas de la basílica del Valle de los Caídos.
Nos encontramos ante un tipo (Franco) camuflado de civil, que rehúsa pronunciarse claramente, indiferente a la muerte de los demás, sobre todo de la plebe (los datos que se dan por su elección son rotundos, los cita un derechista que cuenta como Franco obligó a una legionario a comer en el suelo las lentejas del cuartel que había rechazado para fusilarlo a continuación), que no subirá al De Havilland DH-89Dragon Rapide hasta que le garanticen que Juan March ha puesto a su disposición una bien alimentada cuenta corriente londinense. Esto funcionó a así, sin embargo Juan Marcha da el nombre a una Fundación de las grandes (de las más caras), y apenas sí es citado en los estudios sobre la guerra civil; por cierto, también existen documentales que dicen la verdad sobre sus fechorías y manejos de “emprendedor”)
La historia del mítico avión desde que sale de un aeródromo inglés hasta que llega a Las Palmas es larga (donde deja un reguero de muerte molesto porque sus subordinados no han actuado ya), salpicada de escalas, y tiene, como función dramática evidente de representar el símbolo de una tragedia descomunal en cierne, de pájaro de la muerte que planea sobre la piel del toro. Como contrapunto de semejante barbarie aparece la orquesta de Pau Casals, réplica del idealismo republicano que desmiente las evocaciones a los “desórdenes que hacía el país ingobernable”, repetidas hasta la sociedad por los implicados y todos los golpistas más o menos clásicos hasta Suharto o Pinochet. Todo esta se traba como un docudrama en el que se combina información y ficción, un terreno en el que el filme no consigue el equilibrio deseado.
Camino (con la ayuda de Román Gubern como guionista y de Ian Gibson como asesor histórico), va enlazando estos contrapuntos didácticos con los que se trata de componer la crónica de los hechos. De los pasos dados por los golpistas (Mola, Yagüe, Cabanellas que por cierto era masón, Sanjurjo o Franco). Al tiempo no se olvidan de trabajar una voz propia lograda mediante dos periodistas (encarnados por Miguel Molina y Rafael Alonso) desde los que van hilvanando una serie de datos sueltos que permiten conectar todo la trama conspiratoria. Sus puntos de vistas son claros, otra cosa es que no entran en los análisis más de fondo, por lo que tendrá que ser otro cineasta el que se plantee preguntas sobre cómo pudo ser que, aunque perfectamente informado, el gobierno moderado del Frente Popular no moviera un dedo por detener a los responsables. Este es un dato inquietante que indica que no todo radica en el dilema fascismo-república.

4. Lo más interesante de Dragon Rapide es que la historia se ha metido en el dormitorio del personaje. Lo describe sin necesidad de exagerar ni inventar nada. Así era, un tipo carente de las cualidades humanas más elementales, con una pareja que convierten en irrisorios los “monstruos” del cine de terror, alguien que deja en pañales a Nerón o Atila. Su trascendencia radica empero en su representatividad. Es el tipo necesario para la oligarquía liderada por el aventurero Juan March), como para la “España profunda” que sostiene todavía el sueño imperial, para los representes de las antiguas castas, para el fascismo internacional porque les servía para sus proyectos. También lo era en no poca medida para las democracias liberales que temían ante todo al pueblo trabajador organizado que sostenía la República.
Se nos presenta al “hombre providencial” en la bañera mientras lanza una proclama o dudando si afeitarse o no el bigote; una intromisión veraz y documentada que nos permite conocer mejo en qué y en quién pensaba. De que madera estaba hecho el hombre que nos gobernó durante 40 años, pensando resolver los problemas de alimentación del país a base de bocadillos de carne de delfín o que creía solventar la disminución de las reservas de oro simplemente callando la cuestión, un hombre que lo dejó todo atado y bien atado, algo que sí lo entendemos en sentido estrecho no pudo ser, pero que resultó en sentido más amplio.
Estamos hablando de una película pequeña, modesta, malograda en parte, pero también de un documento inexcusable desde todos los puntos miras. Comenzando por el de su propia trayectoria comercial, normalizada desde la discreción, quizás por miedo a las agresiones que sufrieron otras tentativas- pienso en Siete días de enero, de accidentada distribución- de desvelar desde las cámaras el lado más oscuro del país. Al mismo que ahora nos está gobernando.
Nos encontramos en un nuevo tramo de la historia, ya no vivimos bajo el gran terror que todavía pesaba sobre la mayor parte de la población, incluyendo la que había dado la cara contra los cuerpos represivos de la dictadura, aunque todavía, de tanto en tanto, escuchamos algún que otro ruido de sables. Le toca a las nuevas generaciones enterrar de una vez por toda al personaje más siniestro de la historia del país, a un tipo que representó la condensación de los males sociales de su tiempo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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