sábado, febrero 07, 2015

Yankee Horror Show



Sobre “Francotirador”, de Clint Eastwood

Se estrenó en Argentina "Francotirador", la 38° película de Clint Eastwood. El film narra la historia real de Chris Kyle, el francotirador más letal en la historia del ejército norteamericano que mató, por lo menos, 160 iraquíes, incluso niños.
Lo que más llama la atención es el recibimiento exultante de la película por la crítica argentina. De haber sido filmada por otro realizador y no por Eastwood (uno de los mejores directores de la actualidad), seguramente se la habría repudiado por lo que es: un alegato sobre la "superioridad moral y humana" -que se manifiesta siempre militarmente- de Estados Unidos. El film lo señala literalmente desde un comienzo: bajo una fraseología religiosa, Estados Unidos (y en particular, su ejército) sería el "perro guardián" que cuidaría al "rebaño" (el resto de la humanidad) de los "lobos" (rusos ayer, árabes hoy).
La crítica quiso ver en la película toda una serie de matices sobre la construcción de las leyendas o la soledad y los traumas de ser héroe. Pero el hecho es que se nos presenta aquí una oda, casi sin fisuras, a un "héroe" que dice, hacia el final de su carrera, no sentir ningún remordimiento por sus víctimas sino por no haber salvado a suficientes marines; es decir, por no haber matado más iraquíes. Kyle puede estar algo traumatizado por su accionar (después de todo, matar gente no es tarea saludable), pero Eastwood sigue mostrando su acción como justa y necesaria.
Uno de los aspectos más lamentables de Francotirador es que los iraquíes son referidos, de boca de Kyle, permanentemente, como "salvajes". Todos son terroristas, todos si agarran un arma merecen la muerte. La crítica sostiene que la película está filmada desde el punto de vista del protagonista. ¿Pero no sería la tarea del artista poner en crisis ese punto de vista, más que glorificarlo? La idea del enemigo como salvaje parece provenir del western (género preferido del director), pero los "salvajes" en el cine del viejo oeste, es decir los indios, solían estar en un segundo o tercer plano, mientras el verdadero conflicto y contradicción atravesaba a la civilización "blanca". En Francotirador hay una oposición absoluta entre yanquis y "salvajes", entre bien y mal. Nunca nos acercamos al salvaje. Hay un aspecto, sin embargo, en que el binarismo reaccionario del film es honesto: cuando muestra el odio monolítico de los iraquíes hacia sus ocupantes.
Hay más observaciones que se pueden hacer sobre Francotirador. Una situación se repite dos veces: la del niño que toma un arma y Kyle tiene que decidir si lo mata o no. Cualquier similitud con la propaganda sionista en sus últimas invasiones a la Franja de Gaza ("podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos, pero nunca les vamos a perdonar el hacernos matar a los suyos", decía hace 40 años la ex primera ministra israelí Golda Meir) no es ninguna coincidencia.
El film es un éxito de público en Estados Unidos, pero no dejó de generar polémica. "Mi tío fue asesinado por francotiradores en la Segunda Guerra Mundial. Nos enseñaron que los francotiradores eran cobardes. Disparan por la espalda. Y los invasores son peores", tuiteó Michael Moore. Lo cierto es que la película nos indica dos cosas: Estados Unidos es, cultural, política e ideológicamente, un país dominado por fanáticos, de un fanatismo que recubre intereses económicos y geopolíticos; y que si Eastwood, como se dice, se opuso a la invasión de Irak, no nos queremos imaginar el film que habría hecho alguien que estuviera a favor.

Nicolás Rijman

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