domingo, enero 11, 2015

¿Qué es Charlie Hebdo?



El director de "Charlie Hebdo", Charb, quien murió en el atentado del miércoles 7 en París, sosteniendo una portada del semanario. Imagen de archivo: EFE/Yoan Valat

El debate es anterior a la creación del “Frente republicano” y a la instrumentalización cínica por parte del gobierno de Hollande así como por Sarkozy y sus consortes del asesinato de diez periodistas, dibujantes y empleados de redacción. Estos últimos días, luego del atentado en la calle Nicolas-Appert, donde se situaban los locales de Charlie Hebdo, una especie de línea de fractura separa a dos generaciones militantes.

¿Es Charlie Hebdo, verdaderamente una revista satírica post-sesentaiocho, radicalmente irreverente y una referencia en todo un sector de la izquierda, con todos los límites que la izquierda “realmente existente” pueda tener? ¿O, por el contrario, se trata de un periódico que derivó con los años, en las aguas oscuras de la “izquierda” republicano-laicista e islamofóbica?
En las concentraciones que han tenido lugar desde la noche de la masacre, se podían reconocer a dos bandos. Aquellos para quienes Charlie era un sucesor de Hara Kiri, el periódico satírico violentamente anti-gaullista incluso tras la muerte del General, un periódico que, tras su regreso a los quioscos, en 1992, despotrica tanto contra Mitterrand y la falsa izquierda como contra el círculo del ex presidente Chirac y sus amigos, con Pasqua (histórico ministro del Interior de Chirac) y los CRS (policía antimotines) a la cabeza ; un Charlie sin piedad por el Partido Comunista francés cuando éste se lanza en la aventura (desastrosa) de la Izquierda Plural junto con el ex primer ministro Lionel Jospin en 1997; un Charlie que denuncia las aventuras militares francesas en el extranjero, disparando balas rojas sobre la extrema derecha y sus engendros, los mojigatos y los reaccionarios de todos los colores; un Charlie que, sin esconder ciertas críticas, apoyó también parcialmente la campaña LO-LCR (“Lutte Ouvrière y la Ligue communiste révolutionnaire, dos de los principales partidos de la izquierda trotskista francesa en aquel entonces”) en las elecciones europeas de 1999.
Por otro lado, estábamos los que a partir de 2002 dejamos de comprar el periódico, y los más jóvenes, para quienes la revista ya estaba asimilada a las tribunas.

Post-11/09

Charlie se compone de una redacción heterogénea, soldada por un pasado de izquierda. Pero los compromisos pasados no son siempre una garantía que permite conservar una línea editorial punzante, subversiva y libertaria, eternamente. Y Charlie fue evolucionando, al contacto con las coyunturas políticas y a la imagen de las organizaciones de izquierda y de extrema izquierda a las que los periodistas estaban ligados. Una izquierda violentamente afectada por las mutaciones geopolíticas internacionales post-11S, cuando Jospin-Buffet-Voynet, el gobierno del Partido Socialista, Partido Comunista y los Ecologistas, decide seguirle los pasos a George Bush en Afganistán. Frente a las repercusiones hexagonales, Charlie no quedó exento.
Entre los militantes más jóvenes, o entre quienes dejaron de comprar el periódico en aquella época, fuimos muchos los que recordamos las tribunas del 2002, la de junio, por ejemplo, firmada por Philippe Val, quien en la época era el Jefe de redacción, atacando violentamente a Chomsky por ser “uno de los estadounidenses que más detestan a los Estados Unidos, y uno de los judíos que ejercen una crítica contra Israel tanto más aguda en la medida en la que al ser judío piensa escapar a la acusación de antisemitismo”; o incluso, aquella de noviembre del 2002, de Robert Misrahi, que rendía homenaje a Orianna Fallaci. Pero no a la periodista autora de la biografía del gran poeta griego Alekos Panagoulis, sino a la que escribió “La Rabia y el Orgullo”, en la que escoge el bando de los Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo.

El apoyo a Israel y sus caricaturas

Val no se queda ahí y agrega en el 2006, durante la ofensiva de Israel contra Líbano que “si uno mira un mapa del mundo, cuando uno se dirige hacia el este, más allá de las fronteras de Europa, es decir Grecia, el mundo democrático se detiene. Sólo existe un pequeño confeti avanzado en el Medio Oriente: el Estado de Israel. Y luego, nada hasta Japón (…) Entre Tel-Aviv y Tokio reinan poderes arbitrarios cuya única manera de mantenerse en el poder es alimentando entre las poblaciones iletradas al 80% un odio acérrimo contra el Occidente, en tanto sector democrático”.
Algunos meses antes, justo después de que Charlie hubiese retomado las caricaturas de Mahoma dibujadas originalmente para el diario conservador danés Jyllands-Posten, Val, uno de los artesanos del “Manifiesto de los 12”, firma al lado de, entre otros, Bernard-Henri Lévy y Ayaan Irsi Ali, escenógrafa de Submission -corto-metraje anti-islámico de Theo van Gogh-. Podemos leer en el “Manifiesto”, publicado en Charlie, que después de “haber vencido al fascismo, al nazismo y al estalinismo, el mundo tenía que hacer frente a una nueva amenaza global y de tipo totalitaria: el islamismo”. Los firmantes reivindican las virtudes del pacifismo. “Esta lucha, afirman, no se ganará por las armas, sino en el terreno de las ideas. No se trata de un choque de civilizaciones o de un antagonismo Occidente-Oriente, sino de una lucha global que opone a los demócratas a los teócratas”. Este texto, publicado en el momento en el que prosigue la ocupación imperialista en Afganistán y en Irak, no engaña a nadie.

Entre la complacencia y la complicidad

No es la publicación de las caricaturas del Mahoma en el 2006 la que hace de Charlie Hebdo un semanal poco recomendable por los antirracistas, ni incluso sus publicaciones en el preciso contexto de “cruzada imperialista” post-11S. El problema no es la burla sistemática de los islamistas, dibujados como seres barbudos, ni las mujeres en niqab, que encontramos en cada número. Tampoco lo son los judíos y los judíos ortodoxos, o los católicos tradicionales. Un diario satírico de izquierda que nunca ha escondido su más anclado anticlericalismo no tiene porqué censurarse. Y es mucho menos el rol de la extrema izquierda de abogar por la auto-censura.
El problema se sitúa en el hecho de que, a imagen de una fracción de la izquierda radical y de la extrema izquierda francesa, Charlie había hecho, de la defensa de la laicidad, una nueva religión, y en ese camino había renunciado incluso a toda delimitación política. El problema se sitúa a partir del momento en el que la sátira, que se quiere irreverente en toda la línea, se transformó, precisamente, en una línea política porosa al sionismo, en el nombre de la lucha contra “el oscurantismo musulmán” y aún más compatible, con el pasar del tiempo, con la idea del frente “de civilización” contra “la barbarie”.

Caso cerrado

Hoy, en las circunstancias más trágicas y abominables, se cerró el caso. Los periodistas no están más presentes para defender su periódico, cuya trayectoria no puede reducirse a la deriva post-2001 y cuya historia no puede leerse a la luz del viraje completo de su redactor, Philipe Val, al sarkozismo. Sería, en ese sentido, caricaturizar, no sólo lo que fue el periódico durante largos años, sino también lo que fueron sus lectores.
Pero la historia de la prensa satírica de izquierda francesa está cargada de ejemplos de periódicos que no pudieron resistir a la tentación. Es el caso de Guerra Social, de Gustave Hervé, prensa antimilitarista transformada en social-patriota en 1914 y en reacción al cual nace Le canard enchaîné.
Francia, hoy en día, “está en guerra”, según el primer ministro Valls; está en guerra “contra el terrorismo” y “por nuestros valores”. Para la burguesía, las primeras batallas han sido ganadas, con gran ventaja. 88.000 policías, con todos los televisores y todos los medios de comunicación hexagonales detrás suyo para perseguir a tres asesinos y matarlos. Es suficiente como para olvidar el asesinato de Rémi Fraisse.
El otro terreno de combate es el mismo Charlie Hebdo. Hoy en día, en efecto, todo el mundo es “Charlie”: de Nasdaq hasta Nueva York, pasando por Google, que hizo un don de 250.000 euros para reactivarlo, hasta el gobierno, prometiendo financiarlo a la altura de un millón de euros. Disponer de un periódico sesentaiochista para expandir la política del gobierno, siempre es mejor que el Boletín Oficial.

Jean-Patrick Clech
París
Traducción del francés: Malena Vrell.

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