lunes, octubre 27, 2014

Señales de alarma en la economía global



Las luces rojas que se encendieron en la perspectiva de la economía mundial hundieron los mercados de bonos y acciones a mediados de la semana pasada. El catalizador fue la difusión de indicadores contractivos de la economía alemana, pero el trasfondo es mucho mayor.

Sucede que Alemania, la locomotora europea, está dando señales de tener poca energía. Los datos de agosto pasado, dados a conocer en estos días, muestran que han caído la producción, los pedidos industriales y las exportaciones. El resultado es una retracción que, ubicada provisoriamente como el último eslabón de la serie iniciada en 2008, cuando se desatara la crisis, muestra un crecimiento sumamente débil. Si a esto le sumamos que EEUU pondría fin a su política de estímulos monetarios (llamadas de alivio cuantitativo) este mes y que la Reserva Federal estaría pensando en subir las tasas de interés a mediados del próximo año y que Japón no logra salir de su letargo, entendemos el porqué del “ataque de pánico” que atravesó a los mercados europeos, asiáticos y estadounidenses (Wall Street sufrió la peor baja en meses) y que llegó hasta la bolsa de nuestro país.

Administrando ilusiones

Atrás quedaron las afirmaciones de Jefes de Estado y especialistas varios acerca de que lo peor de la crisis ya había pasado. Se trataba solo de ilusiones basadas en que las políticas de austeridad junto con los estímulos monetarios habían dado cierta tranquilidad a los mercados y que las economías nacionales ya comenzaban a crecer, lentamente, pero crecían. También que la desocupación bajaba algún punto según los países. Datos reales pero que no dan cuenta que esa débil recuperación es en realidad una recuperación malsana, no está basada en el dinamismo de una demanda genuina, menos aún en un proceso sostenido de inversiones. La volatividad de los mercados que se ve en estos días no es más que expresión de la crisis.
Para Martín Woolf, economista del Financial Times lo que sucede es “…que las políticas monetarias agresivas resultaron suficientes para detener la aceleración de un proceso deflacionario, pero insuficientes como para producir una expansión fuerte”. Estaríamos entonces frente a lo que llama “una depresión administrada”.
A pesar de esto Alemania, y el Banco Central Europeo (BCE), siguen insistiendo con los planes de austeridad. Francia reduce el gasto público mientras baja impuestos a las grandes corporaciones para estimular la inversión, en tanto que a Italia se la acicatea para que acelere su proceso privatizador. Todas recetas ensayadas ya en América latina, con los resultados conocidos, como en Grecia y España.

El precio del barril

Como siempre el petróleo está presente en las coyunturas de crisis. En las últimas semanas el valor del barril se derrumbó a unos 80 dólares, no hay argumentos sólidos que expliquen esta abrupta caída, pero no hay dudas que a las cuestiones económicas se le adicionan las geopolíticas.
La demanda de EEUU se ha reducido fuertemente por la producción de no convencionales, lo que disminuye sus necesidades de importación. Pero también circulan rumores de un acuerdo secreto con Arabia Saudita para mantener el precio del petróleo entre los 80 y 90 dólares el barril, sin recortar producción, lo que provocaría un fuerte impacto en la economía de Rusia, que necesita un precio por arriba de los 100 dólares para equilibrar su situación fiscal. Sea por una u otra razón, o por ambas, el petróleo y su precio agregan nuevas incertidumbres a la marcha de la economía.

Malos presagios

El problema es que, por el peso y el carácter rector que tienen el gobierno alemán y su economía sobre el BCE y la Comunidad Europea (CE), terminen arrastrando a toda la zona euro a una tercera recesión, con el impacto desestabilizador que puede tener sobre la economía global.
El economista e investigador francés Gérard Duménil, que recientemente visitara Argentina para participar de las VII Jornadas de Economía Crítica en la Ciudad de La Plata, caracteriza a la actual como “La cuarta crisis estructural en la historia del capitalismo, que estamos atravesando desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. A diferencia de crisis como la de los años ’70, caracterizadas por una caída de la rentabilidad, esta es una crisis de hegemonía financiera”.
Para Dúmenil estaríamos entrando ahora en un nuevo periodo “…no sabemos si será un problema de dos o tres años o será un problema de 10 o 20 años. No se puede hablar enteramente de una crisis internacional, porque depende mucho de las zonas del mundo. Claramente es una crisis de los viejos centros, que son EEUU, Europa y Japón, que son los países donde más avanzó el neoliberalismo”.

Recalculando

Es en base a la constatación de que han disminuido las perspectivas para una recuperación sostenible de la crisis, que el FMI recortó por tercera vez en el año las proyecciones del crecimiento mundial para este año y el próximo. Según sus estimaciones la economía global crecerá en 2014 un 3.3 por ciento (1.8 las economías avanzadas y 4.4 las emergentes) y 3.8 (2.3 y 5.0 respectivamente) en 2015. Para el FMI las economías emergentes ya no tienen la capacidad de traccionar a la economía global como lo hicieran desde la crisis 2008. China, que ya sería la primera economía mundial, crecerá menos mientras que Brasil e India son de los más afectados.
“Las exportaciones han descendido, el ciclo de gran demanda de materias primas ha finalizado. La nueva tendencia será un crecimiento más lento, ya no más tasas del 4 ó 5 por ciento como hemos visto en los años recientes”, tal lo señalado por Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo.
Dada esta caracterización general, agudizada por la caída de los precios de las materias primas, el FMI pronostica para América latina un crecimiento para este año de 2.7 por ciento, uno de los más bajos de la última década. Sin embargo si se desagregan las economías de Brasil, Argentina y Venezuela, las de mayor contracción económica, el crecimiento del resto de la región rondaría el 4 por ciento.
El epicentro de la crisis está en Europa, pero lo que preocupa es el posible efecto sinérgico de la debilidad europea, el lento crecimiento estadounidense y la impotencia del Japón para salir del estancamiento.
Así la recuperación de la economía global no parece sustentable. Por el contrario es cada día más compleja e incierta. En paralelo crecen las certezas de que el mundo ya no volvería a crecer como en la primera década de este siglo. Las proyecciones, siempre relativas, del FMI hasta el 2019 parecen confirmarlas.

Eduardo Lucita.

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