domingo, octubre 12, 2014

Más allá de la contienda de Romain Rolland, tolstoniano y prosoviético



Con la dinámica que ya le caracteriza, la editorial Capitán Swing acaba de pulicar la célebre obra de Romain Rolland, Más allá de la contienda (*), a no dudarlo una de las obras más señaladas del pacifismo en el curso d la “Gran Guerra” y, a la postre, la más duradera de esta olvidado Premio Nobel. Probablemente no haya habido un intelectual de categoría que, corno Romain Rolland, haya sufrido conflictos internos tan torturadores como los que le cayeron encima como “traidor a la patria” primero y después, por su compromiso con la URSS, con los procesos y las purgas. En la década del treinta fue, verdaderamente, el más festejado de los compañeros de viaje.
Apenas editado en las últimas décadas, pero muy conocido entre nosotros en los años veinte-treinta, Romain Rolland (Clamecy,Nièvre, 1858-30 de diciembre de 1944). Hombre de sólida formación universitaria, sus valores fueron muy propios de la Universidad de París y en la Es­cuela Normal Superior. Estos valores, confirmados por el II Imperio, insistían en separar el arte y el intelecto del en­lodado remolino de las turbulencias burguesas formando parte de la élite europea que en esa época iniciaba su famoso retiro a la torre de marfil. A! igual que Anatole France, Rolland había aprendido a desdeñar la “plebe”, de manera que cuando en 1900 visitó el Congreso Socialista, lo hizo en calidad de artista, de observador sin compromiso, para "estu­diar una muchedumbre revolucionaria" y allí sólo encontró l'eternel peuple de Shakespeare, braillard, irrefléchi, sam aucune suite dans les idees.'' A diferencia de France, Rolland no se mojó en la defensa de Dreyfus, tampoco estuvo al tanto en 1905 para comprender la primera revolución rusa; más tarde, menospreció la revolución de Octubre. Admirador de Tolstói, pocos autores utilizaron con más regulari­dad que Rolland la palabra ésprit. Desde este Olimpo, se mostró desdeñoso ante la política y los políticos tal como dejó constancia en Céspril.
Sin embargo, no se dejó arrastrar por la ola patriotera de 1914 como sí haría Anatole France, otro Nobel que yace en el olvido. Durante la Gran Guerra, este texto instó a los beligerantes a comprender la magnitud de la catástrofe, y provocó enseguida numerosas reacciones violentas y rencorosas hacia su autor, tanto entre los franceses como entre los alemanes. La lucidez de sus pensamientos de paz y libertad, el ideal de acción no violenta y de comunión entre los pueblos fueron una motivación para recibir el Premio Nobel. Esta célebre obra fue publicada por Rolland el 24 de septiembre de 1914 en el Journal de Genèvemientras colaboraba como voluntario en la Cruz Roja, Mas allá de la contienda es el manifiesto pacifista más célebre de la Gran Guerra, de manera que en realidad se trataba de un Nobel a favor de la paz. Desde esta intensa obra, de hecho, un soberbio panfleto, instaba a los beligerantes a ganar altura moral y comprender la magnitud de la catástrofe, provocó enseguida numerosas reacciones violentas y rencorosas hacia su autor, tanto entre los franceses como entre los alemanes. La gran lucidez de sus pensamientos de paz y libertad, el ideal de acción no violenta y de comunión entre los pueblos fueron recompensados, sin embargo, al año siguiente con la obtención del premio Nobel de Literatura.
Este fue el mejor Rolland, en ningún momento se acomodó. Se tuvo que trasladar a Suiza para no correr la suerte de Jaurés. Aunque vivió en las cercanías del hotelito en el que vivía Lenin, pero no supo de éste hasta el mes de abril de 1917. Su posición no seria revolucionaria sino más bien "re­ligiosa" y pacifista. Defendió una propuesta que encajaba en la de su admirado Tolstói y que posteriormente sería la de Ghandi, a cuya difusión contribuyó. El autor de la novela Jean Cristopher veía Europa como bastión de la civilización ca­mino de la locura y presa de un frenesí de destrucción ante e! cual, líderes políticos y espirituales, habían abdicado su confianza y su deber. Aunque consideraba a los tres imperios (Rusia, Ale­mania. Austro-Hungría) como principales villanos de la pieza, a cada potencia. Denunció la lógica militarista por separado y con su sello impe­rialista específico: militar, financiero, republicano o feudal. Por su parte, estaba decidido a situarse au-dessus de la melée, un concepto que desde entonces, fue asociado a su nombre. En1915fue galardonado con elpremio Nobel de Literatura , aunque sin duda lo habría sido más merecidamente de la Paz, y en1922fundó la revistaEurope que se mantendría durante décadas bajo los auspicios del PCF.
Obviamente, no era único. Heinrich Mann, Gorky y Bertrand Russell pensa­ban lo mismo, que llegaron a oponer este idealismo a la revolución. En 1916 reconoció en Gorky, cuyos escritos no le eran muy conocidos, un cher et bien estimé camarade. Y aunque Ana­tole France y el primer André Gide lo tildaron de traidor, y de que los fanáticos de la "Unión Sagrada" de su país le cubrían de improperios, su columna de partidarios creció a medida que la guerra se extendía y se evidenciaban los desastres. Era sumamente respetado e incluso querido. Stetan Zweig que lo conoció en Ginebra descubrió en él un hombre frágil y delicado de salud quebrantada. Un señor que sólo podía hablar en voz baja y siempre se debatía con una leve tos; alguien que necesitaba cubrirse con un chai si entraba en un pasillo y debía descansar en cada peldaño si subía una escalera. Y sin embargo, trabajaba noche y día, siempre solo, sin secre­tarios. Inagotable, mantenía en contacto con todos los movimientos que se levaban a cabo; tenía una vasta correspondencia con gente que le pedía consejo en cuestiones de conciencia y escribía copiosamente en su diario todos los días.
Años después, otra celebrada pacifista, Jane Addams, presidenta del Comité Ejecutivo de la Liga Internacional Femenina por la Paz y la Libertad, fundadora de la famosa Hull House, una misión filantrópica para los pobres de Chicago, escribió a Rolland rindiéndole tri­buto: "Es difícil expresarle el sentimiento de recuperación de uno mismo que su reto a la guerra ha despertado en muchos de nosotros aquí, en los Estados Unidos, en los años sombríos de, tía violencia y de la negación".
Muchos de los jóvenes admiradores de Rolland fueron inte­lectuales destinados a fundar el PC Francés (como Louis-Olivier Frossard, cuya deriva católica le llevará a ser un “colaboracionista”). Rolland saludó calurosamente la revolución de febrero, y tardó más en reconocer Octubre. A principios de 1919 lanzó una serie de artículos de­nunciando la no-sagrada alianza de la mayoría socialista alemana con los Freikorps y la Entente de las potencias para aplastar la revolución alemana. En realidad, su posición política, en lo que tenía susceptible de instituirse en analogía, estaba más cerca de la socialdemocracia alemana de izquierdas (Eisner, Haase, Toller) y de los "minoritarios" de Jean Longuet en Francia que de la Internacional Comunista a la que sí apoyaba el singular Anatole France. Su proximidad con los comunistas se limitaba allí donde éstos eran aplastados, pero se mantenía a distancia durante la guerra civil rusa, alimentada desde el Imperio. Cierto que no quiso tolerar la intervención aliada, pero tampoco entró en mayores detalles. Cuando en 1920 se formó en Tours el PCF Rolland ignoró el hecho.
Más que ningún otro intelectual de su tiempo, Rolland simbolizó la efímera alianza de ilusiones entre los idealistas pacifistas y los leninistas —una alianza que iba a reconstituirse con cemento armado en la era de los Planes Quinquenales—. Se negó, incluso, a colaborar con Henri Barbusse en la revista Clarte cuando se hizo evidente la proverbial prudencia de su orientación política. Quisquilloso y retraído, Rol­land siempre se lavó las manos de la mugre de la naturaleza humana; retornó a la internationale de l'ésprit. Fue una Inter­nacional sin número; sublime e intemporal, alguien que se sentía grande como autor.
En 1920 publicó Clérambaut o Uno contra todos: historia de una conciencia libre durante la guerra. En esta obra se pre­ocupó menos de justificar su posición au-dessus de la melée vis a vis de la guerra, que ante la subsiguiente revolución bolche­vique. Desde las páginas de Clarte rochain al PCF, replicaron con sus batería. Rolland replicó con una "Declaración de Independencia Inte­lectual" que firmarían después Croce, Jane Addams, Russell, Israel Zangwill, Stefan Zweig y otros. Entre otras cosas, decía: "La mente no admite amo… Somos nosotros los servidores de la mente…nos erguimos por encima ciegas batallas del Arca de la Alianza... la mente sin cadenas, una y múltiple, eterna" El legado de la Escuela Normal Superior había reimpuesto su soberanía y la Ilustración del siglo dieciocho, la de los filó­sofos, seguía retando el socialismo limitante, al movimiento que aspiraba rehacer la sociedad a la medida humana.
Cuando Gorki se marcho a la URSS, extrajo sus propias deducciones. En diciembre de 1921 Barbusse lanzó las primeras salvas de lo que iba a ser una campaña de movilizaciones unitarias. Aun reconociendo el talento artístico y el valor moral de Rolland, el autor de Fuego cali­ficó el papel del moralista puro como algo puramente negativo y siempre prudente y avisado después del acontecimiento. En cuanto a la violencia sobre la cual hablaban tanto los rollandistas, dijo que habría que dejarla de lado como "detalle pro­visional”, a lo que respondió Rolland quejándose de que en la Rusia bolchevique la humanidad y la libertad hubiesen sido sa­crificadas a la cruda razón de Estado. "Yo no santifico el mili­tarismo, el terror policíaco y la tuerza brutal porque sean ins­trumento de una dictadura comunista en vez de serlo de, una plutocracia" Insistió en que los medios cuentan más que los fines. Tal vez de todos los bolcheviques, sólo Lenin fue capaz de captar esto, aun estando rodeado de paniaguados y de "legu­leyos".
El debate se fue haciendo cada vez más áspero. Barbusse lo de egoísmo, exceso de autosatisfacción y de jugar un papel puramente decorativo. Por su lado, Rolland replicó: "El pensamiento del partido; el casto pensamiento, instrumentos de toda opresión". Su referente era la estrategia de Ghandi de la resis­tencia pasiva como única táctica revolucionaría viable, la única filosofía de acción social que no conducía apresuradamente a la perversión o a la negación de sí mismo. Evolucionista por la razón y el instinto, Rolland aconsejó tener paciencia. El tiempo, según él, era "el maestro de obras" y el espíritu de sacrificio avanzaría por la fuerza de las cosas, formando, gradualmente, un mundo mejor, un sueño entre dos guerras.
La ulterior aproximación de Rolland con el comunismo soviético no modificó en absoluto su filosofía básica, aunque no es menos cierto que matizó muchas de sus consideraciones, sobre todo reafirmó su repudio al capitalismo. Convertido ya en un compañero viaje, la prensa comunista lo exaltó. Este es un Rolland que proclama: "Sea cual sea la ideología que sustentan los rusos, cada vez es más evidente que, por fin, ponen en práctica lo que nosotros, progresistas, hemos predicado siempre".
Hacia 1928, Rolland estaba convencido de que la Sociedad de Naciones había trai­cionado su propia misión al convertirse en servidora de dos de las tres grandes potencias. Al mismo tiempo, la incesante hosti­lidad de Francia y de la Gran Bretaña hacia la URSS, colo­caban la dictadura bolchevique a nivel de necesidad defensiva. Rolland temía una nueva guerra. Por un lado instaba a los rusos a que abrieran sus prisiones políticas y por otro, aún sin ocultar bajo el tapiz los "crímenes y los errores" del régimen, estaba al menos preparado para calificar a la revolución rusa del más fructífero y esperanzador esfuerzo de regeneración social reali­zado en la Europa moderna.
Estas reflexiones no las haría hasta febrero de 1927. Un ya reciclado, amén de amigo suyo el exilio suizo, Lunacharski le abrió la puerta de su casa, invitándole a contribuir, sin censura, en el periódico con sede en Moscú Revolución y Cultura. En realidad, su obra comenzó a ser difundida por las ediciones del Estado con todo lo que esto significaba. Rolland entonces anotó: La barriere, des lors, était rompue, Y aunque nunca fue marxista descubrió que la crítica que Marx hizo de la "ideología burguesa'' contenía una despiadada lucidez que incluso podía aplicársele a él mismo. o que daba como resultado una "auto­crítica" dirigida, en gran parte, hacia alguien más: el filósofo cartesiano Julien Benda que acababa de La Trahison des Cleros. Rolland lo utilizó entonces como trampolín desde el cual arrojarse al fondo de sus propios errores pasados, particularmente, la elevación de l'esprit a una categoría meramente abstracta, de valor nulo para los estómagos vacíos. Pero, naturalmente, las autocríticas son menos dolorosas cuando uno puede colocar la palabra "sofista" sobre los fieles discípulos y no sobre sí mismo.
Su primera y única visita a Rusia tuvo lugar en 1935, visita durante la cual intercedió a favor de Victor Serge a estancias de Gide y de Malraux. De­bido a su delicado estado de salud el viaje duró seis días y se realizó en varias etapas preparadas de antemano. Naturalmente, fue recibido por Stalin y visitó a un Gorki integrado en la creciente “nomenklatura”. Entonces declaró públicamente que aquella era una de las grandes horas de la Historia en las cuales todo un pueblo estaba en plena ascensión hacia la cumbre de su destino y abriendo camino a una nueva época mundial. Y al salir le escribió al "querido camarada Stalin" asegurándole que el progreso del mundo estaba ligado al destino de la URSS vista desde los lugares señalados por la GPU para los “turistas revolucionarios”.
Pero los verdaderos pensamientos de Rolland eran de índole diferente. Cuando se reunió con Stalin, al que ingenuamente expresó sus temores, en general, respecto a los intelectuales soviéticos. Cuando pidió permiso para publicar el acta de su entrevista con Stalin le fue denegado. La lealtad le indujo a respetar esa prohibición. Pero llevó un diario del cual publicaría un día algunos fragmentos cuidadosamente se­leccionados. En 1937 escribió en privado: C'est le re gime de l'arbitraire incontrólé le plus absolu", un régimen que no permitía el menor atisbo de libertad elemental, un régimen que violaba los derechos más sagrados de la justicia humana. Sin­tiendo en su propio ánimo el retumbar de la pena, la ira y la revuelta, se lo quitó de encima: "Me asfixia la necesidad de decirlo y de escribirlo". ¿Por qué? Porque —razonó— los enfu­recidos enemigos de la Unión Soviética se apoderarían y capita­lizarían sus palabras con una mala fe criminal, una reflexión en la que sin duda tea mucho que ver la hostilidad con que fue recibido el Retours de l´URSS, de André Gide. El propio Rolland llegó a tratarlo de "mediocre, pobre, superficial, pueril y contradictorio lo que parecía reflejar una divergencia de opiniones, pero lo que entre ellos se planteaba realmente era la decisión de hablar o de permanecer callado. Él siguió callado, proclamando su lealtad a la URSS: j'aime son invincible essor.
Durante la II Guerra Mundial, su nombre ya no sonaba. Se mantuvo en silencio hasta 1945, reapareciendo intacto en sus criterios. Saliendo al paso de las suposiciones malévolas de que Stalin había eliminado a todos los viejos bolcheviques, Rolland siguió hablando como un intelectual prosoviético, si bien confesó mu­chos años más tarde haberse "escandalizado y decepcionado" cuando conoció en 1956, las ''graves irregularidades" que se ha­bían perpretado en la URSS. De forma que en su autobiografía de tres tomos, Rolland sólo dedicó una página a la reconsideración de los crímenes gargantuanos de los cuales, durante muchos años, se había hecho incansable apologista.
Se estima que su u obra maestra es Juan Cristóbal(10 vols.) ciclo novelístico en que describe la vida de un genial músico alemán y donde se muestra el universalismo y amor a la humanidad del autor. Otras obras narrativas suyas son Por encima de la contienda,Colas BreugnonyEl alma encantada(7 vols.). Para el teatro escribióTragedias de la fe,Tragedias de la Revolución,14 de julio y Robespierre. Entre sus ensayos destacanLas grandes épocas creadoras,La ópera en Europa,El teatro de la Revolución. De sus biografías, destacan Beethoven,Miguel Ángel,Tolstói,Gandhi,San LuisyPéguy. SusCarnets, comenzados en 1906, son su diario íntimo, de singular valor autobiográfico. Su vida y su obra fueron una constante aspiración hacia la luz y trató de expresar una concepción de la vida y de los valores individuales superiores dentro de la realidad histórica y de la convivencia social y del más decidido pacifismo e internacionalismo, por lo que fue desterrado a Suiza. Colaborador de Péguy, mantuvo contacto con las figuras más importantes de la literatura europea de su tiempo, desde Tolstóiy Gorkia Rilkey Stefan Zweig con los que tuve tantas afinidades sin llegar a la altura de cualquiera de ellos.
Yo conocí a Rolland a través de Zweig que escribió una biografía suya:El hombre y sus obras; Zweig admiraba profundamente a Rolland, de quien una vez aseveró que era "la conciencia moral de Europa", durante los años de agitación y guerra en elViejo Continente.

(*) Romain rolland, Más allá de la contiendaPrólogo deStefan Zweig, Traducción deCarlos Primo ISBN:978-84-16112-35-7 PVP: 16,5 €

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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