domingo, septiembre 14, 2014

El Papa anda preocupado



El gobierno festeja la aprobación de una ley de “pago soberano” que, además de ser una contradicción en sus términos, nace muerta. Los representantes de los bonistas ya han hecho saber que no piensan acogerse ni al cambio de agente de pago, sea en Buenos Aires o en París, ni mucho menos entrar a nuevo un canje voluntario. Nación-fideicomiso, el nuevo agente de pago, no tiene los medios para identificar a los acreedores.
Ocurre que el defol del país no se encuentra acotado a los bonos afectados por el fallo Griesa. Sólo de acá a 2015, los vencimientos que tiene que afrontar el gobierno son superiores a los 15.000 millones de dólares, esto sin incluir la deuda de las provincias ni la deuda privada -Mastellone y Pescarmona pidieron “recursos preventivos de crisis”. La caída abrupta del precio de la soja no hace más que profundizar esta tendencia. Si la solvencia de Argentina fuera tan clara, no se entiende por qué los funcionarios viajan tanto para activar canjes de moneda con otros países -como Brasil, Francia o China.
Estamos ante la posibilidad cierta de una reestructuración de la totalidad de la deuda, no ya de un bono en particular. Los K usan el pretexto de Griesa para inducir a un nuevo canje general, el cual bajo el pretexto de cambiar el lugar de pago o la legislación implica inevitablemente un cambio en los términos de plazos y de interés de los bonos actuales. Sea como fuere, los ‘buitres’ K -como Fintech de David Martínez, que ofrece comprar Telecom- han hecho un gran negocio al comprar los bonos que desvaloriza la crisis para canjearlos luego a un precio mayor.
Lo que distingue la trayectoria de la crisis actual de la de 2001 es que los K decidieron acogerse a la variante uruguaya de aquel año: reestructurar la deuda sin una previa declaración de defol a cambio de un rescate financiero internacional. Muchos economistas del ‘establishment’ fantasean con que, en poco tiempo, van a sobrar los dólares, que entrarán para comprar deuda pública y la que emitan las petroleras e YPF. Antes, sin embargo, el país deberá atravesar por una nueva devaluación y por los tarifazos que se encuentran en fila de espera.
Ahora mismo, de todos modos, la situación económica se encuentra en un impasse insostenible. La retención de autos y de soja trae al recuerdo la crisis de febrero de 1976, cuando las ventas se paralizaron a la espera de la devaluación que luego haría Martínez de Hoz. La falta de financiación ha parado las importaciones e incluso ha acumulado deudas forzosas con las casas matrices o bancos.
Los economistas K caracterizan que la economía sufre una insuficiencia de demanda y descartan la situación de bancarrota. Pero la crisis de demanda la ha creado el propio gobierno con la devaluación de enero pasado, con el aumento de las tasas de interés, con las paritarias a la baja y con las suspensiones y despidos. Pretender activar la demanda con mayor déficit fiscal, al mismo tiempo que se reivindica el ‘pago soberano’ de la usura, es un desatino.
Es aquí donde vuelve a entrar el Papa con la consigna “cuiden a Cristina”; desde la cúpula del Vaticano se ve más lejos. Es curioso de que el mismo que pide que “hagan lío” se preocupe por reclamar prudencia. Se trata de una contradicción que afligiría a Santo Tomás. Al Papa le preocupa otro dato: que una derrota de Dilma, en Brasil, y un derrape de Maduro, en Venezuela, aceleren el ritmo cardíaco de Argentina. Así lo interpreta aproximadamente el especialista apostólico de Clarín. No sería criterioso que Francisco le transmita esta preocupación a CFK sin ofrecerle, al mismo tiempo, una salida. Esta salida podría ir desde un cambio de gabinete hasta la formación de una coalición con personal ‘técnico’; Capitanich, por lo menos, no ve la hora de tomarse el raje. En Chaco dicen que el que se fue a Sevilla perdió la silla.
El movimiento obrero y la izquierda deben prepararse para intervenir en una crisis política mayúscula. El Partido Obrero convoca, para eso, a organizar en común el Congreso que se realizará en noviembre en el Luna Park, sobre la base de un programa.
Lo otro que distingue a la situación actual de la de 2001 es el temor de los grandes intereses a que la crisis desemboque en una caída del gobierno. En ese caso, el defol consensuado o pactado, ‘a la uruguaya’, se iría al diablo y los K dejarían paso a un gobierno sin autoridad. El adelantamiento desordenado de las elecciones en numerosas provincias, a lo que el gobierno se opone, es una señal clara de desbande.

Jorge Altamira

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