sábado, abril 05, 2014

Ernesto Guevara: Las largas vacaciones en Mar del Plata



La familia Guevara en Mar del Plata

La enfermedad respiratoria de Ernestito o “Tete” como le llamaban en familia, marcará profundamente la vida de los Guevara.
Su asma crónica fue el motivo principal, para los continuos desplazamientos de residencia. Siempre el objetivo era encontrar el lugar más saludable, para que Ernestito sufriera lo menos posible, sus ataques de asma.
Después de consultar muchos especialistas y personas que recomendaban cual podía ser el lugar ideal, para que el niño pudiera tener una vida más saludable, los Guevara se deciden por Alta Gracia, en las sierras de Córdoba. Aunque el lugar era en sí mismo, un sitio turístico, especializado en enfermedades respiratorias, la familia todos los años, durante el verano, se trasladaba para cambiar de aires. El lugar elegido siempre estaba condicionado a que fuera propenso para Ernesto.
Don Guevara Linch padre del Che, nos cuenta en su libro de memorias: “Todos los veranos solíamos partir hacia el sur, para tomarnos un descansito en alguna parte tranquila, generalmente Mar del Plata o Portela. …Según anduviera nuestro bolsillo, íbamos a un lado o al otro. Cuando lo hacíamos a Mar del Plata, que es el más importante balneario argentino, no podíamos estar allí más de un mes, pues como éramos bastantes de familia y los hoteles muy caros, nos salía por un dineral….Cuando salíamos de Alta Gracia con rumbo a alguno de los puntos referidos lo hacíamos en nuestra “Catramina”…. Era una voiturete, fuerte como una locomotora…”.
La ciudad de Mar del Plata fue fundada por Patricio Peralta Ramos el 10 de febrero de 1874. Con la llegada del ferrocarril en 1886 y la construcción del hotel Bristol en 1888 comienza el inicio de la actividad turística, destinada especialmente para la oligarquía rural y las clases altas de la argentina. La construcción de palacetes por parte de las familias adineradas, la fue dotando de un estilo propio, aunque muy europeo.
“El balneario, - nos sigue narrando don Guevara- situado a cuatrocientos kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires, durante la época de verano se convertía en una populosa ciudad. Allí se concentraba gente de todas las capas sociales de la ciudad de Buenos Aires. Sus salas de juego y especialmente sus mesas de ruleta se habían hecho famosas en todo el mundo. En verano cientos de miles de personas salían diariamente de la ciudad de Buenos Aires rumbo a Mar del Plata en automóviles, ómnibus, trenes y aviones. Las playas durante la temporada de baño se convertían en un verdadero hormiguero humano y en sus casinos se jugaban todos los días astronómicas cantidades de dinero. Este balneario no me interesaba. Me mareaban las grandes muchedumbres y los juegos de azar no me atraían absolutamente nada.
No recuerdo que medico nos alentó para que lleváramos a Ernestito a pasar una temporada junto al mar. Indudablemente, el mejor sitio era Mar del Plata.
Un día nos decidimos y toda la familia partimos rumbo al gran balneario. Llegamos a la estación terminal de ferrocarril una mañana muy temprano. Toda la familia trepo en un “mateo” tirado por dos caballitos y nos pusimos en marcha hacia la playa. Los chicos estaban locos de contento. Nunca olvidare aquel cielo tan azul lleno de sol, ni aquel aire marino saturado de sal, ni aquel mar verde que se asomaba entre las grandes arboledas por dónde íbamos pasando. Todo aquello era distinto de Buenos Aires y de todas las ciudades que habíamos conocido. Se confundía las grandes mansiones hechas a todo costo con infinidad de chalets y pequeñas casa de abigarrado colorido. Aquello era una demostración de arquitectura internacional. Se abrían grandes avenidas arboladas y hermosas calles bien trazadas. Yo no perdía detalle constructivo y comenzaba a interesarme esta ciudad balnearia digna, en verdad, de conocerse.
Los chicos seguían con curiosidad infantil todo el recorrido del pequeño coche tirado por los dos caballitos. Ernestito, el mayor de mis hijos, era el que más aprovechaba aquel viaje. El aun no había cumplido los años. Después de dar una vuelta por las playas nos dedicamos a buscar alojamiento en algún hotel y lo hallamos en uno llamado Regina. En la azotea de ese hotel alquilamos un pequeño apartamento de cuatro piezas que tenia además a nuestra disposición toda la azotea de la casa. Allí vivimos un par de meses y lo pasamos muy bien”.
El Hotel Regina era un lujoso hotel de estilo francés con cúpula en la ochava y mansarda. Tanto el Hotel Bristol como el Regina eran frecuentados por la aristocracia. En ellos se hospedaban figuras como el Teniente General Bartolomé Mitre o Mariano Unzué. A partir de los años 20 con la irrupción de la clase media argentina otro tipo de turistas frecuentaban este balneario y para ellos se construyeron otra clase de hoteles más accesibles.
“Por supuesto que el interés principal para nosotros consistía en los baños del mar. A pesar del agua generalmente muy fría, para nosotros el programa preferido era ir a bañarnos y aguantar la “Cachetada” de la ola mientras brincábamos en el agua salada. Para los niños se completaba la diversión revolcándose en la arena y haciendo castillitos con ella. Aun recuerdo la impresión que les causo el mar a nuestros niños, quienes no estaban acostumbrados a un agua tan fría. Al principio, ateridos, brincaban y saltaban mojándose apenas hasta las rodillas, pero se fueron acostumbrando y al poco rato no había manera de hacerlos salir del agua.” Continúa don Guevara.
Mar del Plata era un balneario, con una infraestructura completa para el entretenimiento de los turistas que disponían de todo el tiempo libre. En las inmediaciones de la playa, en una franja angosta, estaba la Rambla y había teatros, salas de juegos, salones de baile y restaurantes. A principios de la década de 1940, las características sociales de los veraneantes cambiaron notablemente y la infraestructura turística creció y se expandió a otras zonas de la ciudad. El turismo de masas, había reemplazado a las minorías de la elite porteña.
Don Guevara define muy claramente las características de Mar del Plata: “Difícil hubiera sido para nosotros imaginar lo mucho que nos habría de gustar ese balneario que fuera con el tiempo algo tan atractivo para toda la familia que se convirtió en una verdadera necesidad de ir hasta allí todos los años. En el mes de diciembre o enero partíamos hacia Mar del Plata donde nos quedábamos todo el tiempo que el bolsillo nos permitía. Veranear en Mar del Plata significaba gastar mucho dinero.
No solamente los niños se divertían en el mar; para ellos se ofrecían infinidad de diversiones: cinematógrafos, teatros de títeres, circos, pistas de patinaje, calesitas, tiro al blanco, petisos de montar…teniendo dinero en el bolsillo (nosotros no teníamos muchos), Mar del Plata sin duda alguna era el sitio ideal para veranear con los chicos. (…) Pero lo más importante para nuestras familia no fue precisamente las diversiones que encontraban nuestros hijos en ese gran balneario; lo que tu trascendental importancia fue que Ernesto apenas llegado y probado unos baños de mar ya se había sentido muchos mejor de su asma. Evidentemente el cambio de aire le había sentado muy bien. Es cierto que el asma no se le fue del todo, pero lo molestaba tan poco que podía correr, saltar, jugar y pelear con los otros chicos. Fue tal nuestra ilusión que con mi mujer comenzamos a hacer castillos en el aire sobre la posibilidad de instalarnos a vivir en Mar del Plata. Pero aquello había que tomarlo con toda cautela. La mejoría de Ernesto podía ser solo el producto de un cambio brusco de clima. Para decidirnos a cambiar Alta Gracias por Mar del Plata teníamos que estar en esa ciudad durante mucho más tiempo. El aire de mar no suelo ser muy bueno para todos los asmáticos, pero en el caso de Ernesto los resultados fueron indudables. No fue solo aquel viaje la única prueba que hicimos. Posteriormente volvimos muchas veces a Mar del Plata y pudimos constatar que siempre mejoraba su asma, y que su mejoría se acentuaba cuando regresábamos a Alta Gracia.”.
Si bien Mar del Plata era famosa por su belleza natural y por su arquitectura, los casinos de la ciudad, especialmente sus ruletas, la harían famosa en toda la Argentina e incluso en América latina. El Casino Central ubicado en la rambla homónima fue construido durante el gobierno de Manuel Fresco en la década del 30, convirtiéndose el edificio en un icono de la ciudad.
Esta ruleta era una de las pocas permitidas en la Argentina, por lo tanto los fanáticos del juego viajaban los fines de semana exclusivamente para dar el soñado “batacazo”.
El conjunto de la Rambla está formado por dos grandes edificios gemelos, de un estilo eclético, aunque con reminiscencias neoclásicas francesas. Los frentes de los edificios están recubiertos con piedra de Mar del Plata, ladrillo visto y pizarra francesa.
Entre ambos se desarrolla una plaza seca, la plaza Guillermo Brown que ostenta una estatua del almirante. La plaza se abre al mar en una amplia escalinata de piedra, flanqueada por dos famosas esculturas de dos lobos marinos, tallados por José Fioravanti transformados con los años en símbolos de la ciudad.
La curiosidad de Ernestito, no tenia limites. Le gustaba descubrir los gustos y actividades que realizaban los mayores. Una de las tantas anécdotas juveniles las cuenta su propio padre: “Desde los cinco años hasta que Ernesto se fue de su patria, periódicamente viajaban a Mar del Plata y pasaba allí varios días. Allá por el año 1945 estaba toda nuestra familia en Mar del Plata. Una noche con algunos amigos decidimos ir a la ruleta. Ernesto entonces tenía diecisiete años y se le había antojado ir con nosotros. Se consiguió un carnet prestado para que lo dejasen entrar. La dirección del Casino exigía tener veinte años cumplidos para permitir la entrada al salón a los jóvenes. Ernesto con sus diecisiete años apenas si representaba quince. Como insistía en ir, entre chanzas y risas al grupo que le rodeaba lo maquillo un poco, le arreglaron el cuello, y le pusieron una gran corbata para que aparentara mas edad. Con estos recaudos Ernesto se lanzo hacia la puerta de entrada. Todos estábamos pendientes de lo que iba a suceder. Los porteros, acostumbrados a la “colada”, apenas lo vieron, encontrándole cara de pibe, le cerraron el paso. Ernesto volvió hecho una furia lanzando toda clase de improperios. Nosotros nos divertíamos en grande con el episodio y lamentando que Ernesto no pudiera divertirse esa noche nos dirigimos hacia el salón principal. Pero cual no seria nuestra sorpresa cuando ya dentro, a quien primero encontramos fue a Ernesto frente a una mesa de ruleta, ¿Como hizo para entrar? No lo supimos nunca.”
Mar del Plata también tenía una singularidad política que la hacía distinta a otras ciudades que era su tradición socialista. En 1920 Teodoro Bronzini es elegido el primer intendente socialista de esta ciudad aristocrática, luego le siguieron otros jefes comunales del mismo partido como: Rufino Inda, Juan A. Fava y Luis N. Fabrizio. Con este ultimo me entreviste en 1973 en mi carácter de presidente de la Confederación Argentina de Estudiantes Secundarios (CAES). Pero continuemos con la historia de Ernesto en la “ciudad feliz”.
Don Guevara era junto a su mujer, simpatizantes del Partido Socialista y de Alfredo Palacios. Más de una vez, tanto en el balneario, como en reuniones de amigos señala esta curiosidad política, jactándose de que era una ciudad socialista. Esta condición la convertía en más atrayente para esta familia.
Cuando asumió por primera vez Teodoro Bronzini generó alarma y pocos turistas llegaron ese año a la ciudad. Un matutino local recuerda que"...En la Capital Federal ha producido muy mala impresión el triunfo de los socialistas en la última elección comunal. Como consecuencia de ello muchas familias han resuelto no venir este año a Mar del Plata". (Fuente: Diario La Capital, año 1920). Pero, Mar del Plata comenzó a convertirse en una ciudad turística más amplia.
Cuando los hijos de los Guevara fueron creciendo dejaron de ir en familia a Mar del Plata. Luego estos viajes al balneario los harían por su cuenta, con otros jóvenes amigos.
“Siguió siempre Ernesto – nos cuenta don Guevara- teniendo un gran interés en aquel balneario y siendo ya un hombre continuamente volvía a Mar del Plata, y lo hizo hasta que partió del país. Cuando Ernesto viajaba con Alberto Granado en el año 1950 rumbo a Venezuela, volvió a pasar por aquel balneario y escribió en su diarios lo siguiente: “Alberto conoció esa noche a un viejo amigo mío, el mar.” “a mi viejo amigo mío” así llamaba Ernesto al mar y ese amigo que conoció en su niñez cuando llegamos a Mar del Palta en aquel cochecito tirado por caballos, lo acompaño muchas veces en su vida a través de tantos viajes que, ya habiendo encontrado su destino, tuvo que hacer por todo el mundo”
Ernesto en uno de los últimos viaje que realizo como veraneante a Mar del Plata, jugo una partida simultánea de ajedrez con el gran maestro Miguel Najdorf, quien había sido campeón argentino en varias oportunidades. Años después cuando la revolución cubana había triunfado Najdorf visita Cuba y realiza otras partidas simultaneas en el Club de Ajedrez y es invitado el Comandante Ernesto Guevara para que participara de la simultánea. El propio maestro Najdorf nos cuenta en Cuba, aquel encuentro en Mar del Plata: “En 1962 gané el torneo magistral en La Habana. En aquellos tiempos, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara acudieron todos los días a la sala de juego para seguir las partidas. Una vez me preguntó Che Guevara, si me apetecería dar una exhibición de simultáneas a la ciega para el Gobierno de Cuba. Me quedé un poco perplejo ante semejante solicitud, pero por supuesto asentí. En el primer tablero jugaba Fidel Castro, en el segundo su hermano Raúl y en el tercero el entonces Presidente de Cuba, Oswaldo Dorticos. Seguían unos cuantos ministros y en el octavo tablero estaba Che Guevara. Después de una hora firmé tablas con Fidel Castro. En todos los demás tableros iba con ventaja, salvo en el octavo. Por lo tanto le ofrecí tablas también a Che Guevara. Como respuesta me echó una parrafada: "¿Cómo qué tablas? ¡Ni hablar! ¿Ud. se ha olvidado de que ya nos habíamos enfrentado anteriormente? Fue en 1947, en Mar del Plata. Entonces yo era estudiante de Medicina y en unas simultáneas Ud. me dio mate de manera terrible y en pocos movimientos. He soñado tantos años con la revancha, que o pierdo o gano aquí. ¡Pero tablas desde luego no van a ser!" La partida siguió y finalmente la gané. Mi oponente se sonrió y me felicitó cordialmente".

Su última visita a Mar del Plata.

A fines de diciembre de 1951, junto a su amigo Alberto Granado decidió hacer un viaje en moto por "la Mayúscula América", como le llamó a nuestro continente. Salieron desde Córdoba y se trasladaron hasta Buenos Aires donde pasaron las fiestas. El 4 de enero partieron para la costa Atlántica al sur de la provincia de Buenos Aires. Quería despedirse de su novia Chichina Ferreira, que veraneaba en las playas de Miramar, muy cerca de Mar del Plata. Para tener una atención que siempre lo recordara le regalo un perrito que nombró Comeback, para significarle REGRESARÉ. El 6 de enero de 1952 inicia su cuaderno de Viaje: “Los primeros 1.200 kilómetros. Cuarenta de tierra, nos han enseñado al menos a respetar las distancias. No sé si llegaremos o no a la meta nominal de nuestro viaje, pero sé que lleguemos o no a la meta nominal de nuestro viaje, pero sé que, lleguemos o no, va a ser una empresa dura. (…) La luna llena se recorta sobre el mar y cubre de reflejos plateados las olas. Sentados sobre una duna, miramos el continuo vaivén con distintos ánimos: para mí fue siempre el mar un confidente, un amigo que absorbe todo lo que le cuentan sin revelar jamás el secreto confiado y que da el mejor de los consejos: Un ruido cuyo significado cada uno interpreta como puede; para Alberto es un espectáculo nuevo que le causa una turbación extraña cuyos reflejos se perciben en la mirada atenta con que sigue el desarrollo de cada una de las olas que van a morir a la playa. Frisando los treinta años Alberto descubre el Océano Atlántico y siente en ese momento la trascendencia del descubrimiento que le abre infinitas vías hacia todos los puntos del globo. El viento fresco llena los sentidos del ambiente marino, todo se transforma ante su contacto, hasta el mismo Comeback mira, con su extraño hociquito estirado, la cinta plateada que se desenrosca ante su vista varias veces por minuto. Comeback es un símbolo y un sobreviviente; símbolo de los lazos que exigen mi retorno, sobreviviente a su propia desdicha, a dos caídas en la moto en que voló encerrado en su bolsa, al pisotón de un caballo que lo "descangalló" y a una diarrea pertinaz."
En otra parte del diario señala: “Marchábamos rumbo a Mar del Plata por el camino de tierra de la costa. Yo veía venir el tortazo y Comeback estaba asegurado contra golpes en mi mano cuando sucedió lo inevitable y volé con su augusta presencia adherida a mi persona. El topetazo no tuvo consecuencias y nos levantamos con la moral alta. En la mitad del camino paramos a cargar nafta y Comeback se curó de golpe de su inapetencia al cambiar la leche por la carne. Un poco más lejos paramos a comer y hubo que sostener la moto que casi se nos cae; al mirar la bolsa Alberto se encontró con que el perro no estaba. En amargas discusiones sobre las culpas que cada uno tenía sobre la desaparición del Pichicho, en un arranque furibundo puse la primera para buscar el protagonista numero uno o sus restos, y en ese momento, al oír el ruido de la moto salió corriendo de una sombrita en la que se había refugiado de incognito. Allí probamos el asado de oveja, de una dulzura empalagosa que impide comerlo al que no está acostumbrado y que hizo las delicias de Come Back porque nosotros anduvimos con remilgos. Mar del Plata sigue siendo la misma ciudad sin fisonomía propia que tiene esa costa de dos cuadras de magnifica edificación como cebo estirado sobre las playas.”
Desde Mar del Plata se trasladaron por la costa hasta Miramar donde estaba su novia Chichina veraneando con sus padres. Desde esta ciudad se trasladan hasta Necochea otro importante balneario más al sur, donde vivía su tío Saravia. Así comienza el primer viaje por América Latina con su amigo Alberto Granado. Ernesto Guevara al poco tiempo se convertirá en el Che.

Lois Pérez Leira

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