domingo, abril 06, 2014

75 años después, ¿fue inevitable la guerra?



Contra lo que algunos pretenden, el tiempo no ha hecho que la memoria popular se pierda. Se siguen publicando libros y libros, los nietos quieren saber donde están sus abuelos y personajes como Rouco Varela, un cristiano al revés, nos la siguen recordando. Por cierto, al hacerlo no está hablando de “las dos Españas” y cosas así. Está diciendo que están dispuestos a dar un nuevo escarmiento. Están amenazando con la “guerra” porque esta todavía les sirve para amedrentar a la gente de a pie, para salvaguardar su impunidad y sus prerrogativas.
Porque personaje como Rouco –que tanto recuerda al cardenal Segura- no representa otra cosa. Lo describía muy bien “El Roto” en una de sus viñetas con su catadura Chicago años 30 y diciendo, Porqué vamos a pedir perdón por el franquismo sí estaríamos encantado en apoyarlo de nuevo…
Después de varias décadas de dictadura contra los enemigos de fuera, pero sobre todo contra los dentro, de la desmemoriada que siguió el 23-F. De una Transición cuyo mensaje primordial podía resumirse en la frase, podemos olvidar la guerra pero no la Victoria, dicha por su ideólogo, Torcuato Fernández Miranda. Han tenido que transcurrir un tiempo para dejar evidencia de la desfachatez y la impunidad de la oligarquía. La misma oligarquía que en los años treinta admiró sin recato al nazismo y que ahora, ha hecho lo propio con el neoliberalismo…
En la fase anterior, en la lucha contra la dictadura, la memoria popular de la República, la guerra y la revolución, de la resistencia, formaba parte de una historia viva a la que ser accedía como una medida fundamental en oposición a la historia oficial. Luego el régimen del 678 erigió una nueva narración oficial, obviamente diferente, pero que nunca olvidaba quienes habían ganado quien había ganado la guerra. La diferencia radicaba en que ahora se empleaba más la integración, el mito de que la Europa del “espíritu del 45” nos permitiría pasar página.
Pero no ha sido así, no podía serlo.
Habían ganado la batalla de la interpretación, pero también la memoria popular había podido recuperar terreno, crear sus propios espacios. Estos espacios fueron nuevamente enriquecidos por los republicanos que no claudicaron en sus exigencias básicas –enterrar sus muertos, el reconocimiento de de su lucha-, por una hornada de historiadores alejados de los centros del poder que fueron reconstruyendo la verdad sobre el holocausto franquista, pero sobre todo por la emergencia de una nueva generación que rechazaba el cretinismo consumista imperante. Que daba la espalda a la creencia de que al olvidar los problemas, los problemas se iban a olvidar de ti.
Tenemos pues que tomar el hilo de la narración de los de abajo e insistir en unos criterios básicos que, resumidamente, pueden darse en los siguientes términos…
¿Fue inevitable la guerra? La sociedad española había permanecido al margen y en contra de la Reforma, de la Ilustración, de la revolución liberal, en tanto que la mayoría social trabajadora carecía de los derechos más elementales. En muy poco tiempo, la República liberal fue sobrepasada por las exigencias de un movimiento obrero cada vez mejor organizado y también más radicalizado. Las ideas ilustradoras en las que, en un principio, todos coincidían desde liberales de avanzada hasta anarquistas, fue desbordada por una agitación social enrarecida por la brutalidad de los cuerpos represivos. A la derecha le entró un profundo “pánico social”, sintió que todos sus privilegios estaban en cuestión. Cuando evocan una situación de “caos”, se refieren a huelgas y manifestaciones a las que no estaba acostumbrada a ver, para las que carecía de márgenes como los que tuvo la patronal francesa ante las jornadas de junio del 36, que comprendió ocupaciones de empresa.
Lo que hizo inevitable la guerra fue la impunidad de la trama golpista, la semicomplicidad de algunos gobiernos civiles, pero sobre todo, la falta de conciencia por parte de las organizaciones obreras cada una orientada hacia su propio proyecto. Un PSOE dividido entre los que querían regresar al esquema republicano-socialista de 1931-1933, y una izquierda que amenazaba a la reacción con una revolución para la que, en realidad no estaban preparados. De una CNT que se reúne a principios de mayo en Zaragoza para debatir sobre sus matizaciones en el proyecto de comunismo libertario como sí se tratara ante de tener un buen modelo de sociedad.
Y es que nuestro movimiento obrero creado en base a dos variaciones de la Primera Internacional, hizo la proeza de conseguir una extraordinaria presencia social, cultural y organizativa, pero careció de una capacidad de análisis para abordar el paso siguiente: la alternativa de una República democrática y social capaz de asumir las tareas del momento histórico…
La República representó un encuentro entre reformadores y revolucionarios en un marco de libertad y de promesas en la educación, la reforma agraria, el derecho de los pueblos que no se sentían “españoles”. Por parte de la oligarquía y la Iglesia, la guerra comenzó el primer día, no dieron cuartel. En 1932 ya tuvo lugar el primer pronunciamiento militar, a principios de 1933 se crea la CEDA animada por una patronal que hasta entonces había confiado sus intereses a la dictadura y a las fuerzas represivas, su conexión con el fascismo europeo es clara…La CEDA quiere hacer la contrarrevolución desde dentro, encontrar un August Thiers (el republicano que aplastó la Comuna de Paris) en la misma República. Su fracaso anima a la creación de otro instrumento. Ese papel lo jugará el sector más reaccionario del Ejército, la fracción colonialista cuyo objetivo es acabar con la agitación social y con las libertades que la permiten. Su modelo ya es el de Primo de Rivera sino el de Hitler, celebrado entonces por haber acabado en un plis plas con el movimiento obrero (enfrentado por una guerra sectaria entre socialistas y comunistas estalinistas) más importante fuera de la URSS.
Los golpistas son vigilados y controlados, el gobierno liberal auspiciada por las política de del Frente Popular está perfectamente al corriente de su desarrollo, pero no interviene.
Cuando estalla la sublevación militar-falangista, las autoridades republicanas se niegan a armar al pueblo, algunos líderes obreros son engañados (Oviedo, Zaragoza), esto hará que el fracaso del golpe sea relativo y que el país quede dividido en dos zonas. Los golpistas cuentan a su favor con un ejército profesional apoyado en tropas coloniales, con un plan de aniquilación despiadada de toda oposición y asimilación de la juventud que será forzada a hacer la guerra con ellos, pero sobre todo con un contexto internacional enteramente favorable.
Este contexto internacional tiene dos caras, por un lado, las potencias fascistas reanimadas por el creciente expansionismo nazi, por el otro, por la política llamada de no intervención liderada por los conservadores británicos en la que coincide el gobierno del Frente Popular francés, que se lavan las manos y se olvidan de sus compromisos. También lo hará el gobierno del New Deal norteamericano y la URSS de Stalin que lo apoya en un primer momento. Las clases dominantes de los países capitalistas no tienen dudas y apoyan la sublevación en su propio beneficio.
León Blum incluso prohíbe a Largo Caballero negociar un acuerdo con los nacionalistas árabes porque su política colonial está por encima de sus declaraciones…socialistas.
La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.
Seguiremos...

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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