domingo, octubre 13, 2013

Un siglo y medio de internacionalismo proletario



Hace 149 años, sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas franceses y emigrados de distintos países de Europa fundaban el 28 de septiembre la Asociación Internacional de los Trabajadores, popularizada como Primera Internacional. La vigencia del internacionalismo hoy como entonces.

Llamando a los trabajadores de todo el mundo a la unidad en la lucha contra el capital, Karl Marx y Friedrich Engels aportaron un programa revolucionario en el Manifiesto Comunista de 1848. Sin embargo, en ese momento de alta agitación por las revoluciones democráticas burguesas se encontraron con una masa trabajadora en formación, dispersa, heterogénea y fragmentada respecto a la capacidad de intervenir en pos de sus intereses como clase.
Quince años después, la realidad había cambiado. Los trabajadores habían hecho un proceso de maduración organizativa a través de la formación de los sindicatos, sobre todo en Inglaterra y Francia, luego de ser traicionados por las burguesías en las revoluciones de 1848 y a partir de la explotación a la que eran sometidos cotidianamente para paliar los riesgos de la especulación del capitalismo en pleno desarrollo. Así construyeron un nuevo derrotero basado en la certeza de que la lucha contra el capitalismo debía ser clasista e internacional.

“Arriba los pobres del mundo”

El 28 de septiembre de 1864, en un acto en el St. Martin´s Hall de Londres, se funda la Asociación Internacional de los Trabajadores, posteriormente conocida como Primera Internacional. Así surge esta experiencia impulsada por trabajadores ingleses y franceses, pero que desde su primera reunión contó con la participación activa de emigrados de otros países (entre ellos Marx) que sufrían la persecución política en sus lugares de origen.
Desde su inicio, la Internacional conformó un comité central, en el cual Marx tiene una participación decisiva. El desafío era agrupar en una sola organización a los trabajadores de todo el mundo, compuesta por seccionales nacionales que, con sus diferentes grados de desarrollo político, permitiera generar las condiciones de avance de la conciencia de clase como resultado del intercambio y la acción unificada.
En 1868 en su Congreso anual realizado en Bruselas, la Internacional se pronuncia por la legitimidad y la necesidad de la huelga, reafirma la importancia de la cooperación obrera y proclama las asociaciones cooperativas como base de la futura sociedad socialista emancipada. Asimismo, el Congreso se declara partidario de la apropiación colectiva de la tierra, de las minas, canteras, bosques y medios de transporte, lo que genera fuertes debates con el sector de delegados franceses que reivindicaban las ideas de Pierre Joseph Proudhon acerca de la compatibilidad de la persistencia de la pequeña propiedad en una sociedad justa y armónica.
El Congreso de 1869 en Basilea ya lograría una composición auténticamente internacional contando con la participación de 72 delegados en total provenientes de Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Austria, Italia, España y Estados Unidos, afirmando la necesidad de una organización sindical internacional: “El Congreso estima que todos los trabajadores deben afanarse en crear sociedades de resistencia en los diferentes cuerpos de oficios”.

Los debates entre Marx y Bakunin y la experiencia de la Comuna de París

El debate político más importante fue el que tuvo lugar entre Marx y el anarquista ruso Mijaíl Bakunin. En septiembre de 1868 la Alianza Internacional de la Democracia Socialista (creada por Bakunin) solicita adherirse a la Internacional. Tras largas vacilaciones, se acepta su adhesión en 1869. Las ideas libertarias ganan popularidad rápidamente en el seno de la Internacional, sobre todo en los países de desarrollo industrial incipiente (Italia, España, Suiza).
Las principales diferencias entre marxistas y anarquistas se centraban en que los primeros defendían la lucha contra el estado burgués y la imposición del poder estatal de la clase obrera a través de la Dictadura del Proletariado, como transición necesaria para abolir toda autoridad del estado y forma de coerción. Esto implicaba también la participación política de los trabajadores en dicho marco. Los anarquistas no sólo se oponían a esto último sino que estaban en contra de toda autoridad y todo tipo de estado, independientemente de su carácter de clase.
En 1871 estos debates se agudizan, cuando ante la derrota de Francia contra Prusia los obreros parisienses organizados en la Guardia Republicana resolvieron asumir la defensa de la ciudad y tomaron la dirección de París. La Comuna de París fue la primera experiencia de asalto de la clase obrera al poder político y de construcción de un gobierno obrero que se apoyaba en la movilización revolucionaria del proletariado en armas. De hecho Vladimir Ilich Lenin, años más tarde, se inspiraría en este proceso para escribir su libro El Estado y la Revolución. Sin embargo La Comuna de Paris terminó siendo masacrada por las fuerzas de la burguesía francesa aliada con sus antiguos enemigos de la guerra, las tropas prusianas. Con la derrota de esta experiencia en 1871, se dispersan las secciones francesas. La represión de las actividades de la Internacional se extiende a los otros países.
Los debates en cuanto a qué hacer ante esta derrota refuerzan las luchas internas entre las dos tendencias existentes en el seno de la Internacional hasta volverlas irreconciliables.
En 1872 se consuma la división en el Congreso de La Haya. Si bien ambas tendencias continúan reuniéndose y atribuyéndose el carácter legítimo de herramienta proletaria internacional luego de una larga agonía en 1876 se diluye la Asociación internacional de los Trabajadores.

“Agrupémonos todos en la lucha final”

Más allá de su final, la Asociación Internacional de los Trabajadores escribió el “internacionalismo” en la historia de lucha de la clase trabajadora, aportando un principio que unía a los trabajadores como clase más allá de las diferencias de religión, nacionalidad u ocupación.
Este espíritu es retomado posteriormente en 1889 en la Segunda Internacional, signada por el debate de reforma y revolución y partida por la traición del ala reformista al aprobar la participación en la Primera Guerra Mundial que dejó un saldo de 25 millones de muertos.
En 1917 tendría lugar otro intento con la Tercera Internacional o Internacional Comunista que también se vería vaciado de su carácter revolucionario luego de que Stalin expulsara a Trotsky por su defensa de la “revolución permanente”. Este último fundaría la Cuarta Internacional, la cual aún hoy continúan reivindicando como herramienta algunos partidos de izquierda.
Actualmente, el internacionalismo continúa siendo un desafío impostergable para la emancipación de las clases trabajadoras y los oprimidos del mundo. El capitalismo consolidado como sistema global ha creado nuevas formas de imperialismo que continúan sometiendo a los pueblos del mundo a sus lógicas depredadoras. El desafío de una tierra sin amos que hace 149 años impulsaron los trabajadores de la Internacional sigue más vigente que nunca, queda en nosotros retomar el legado de todas estas experiencias para no repetir sus errores y darle vida al fin a esa consigna que lanzaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848 y resume el objetivo máximo de la lucha contra el capitalismo ayer y hoy: “Trabajadores del mundo, UNÍOS”.

Ana Beatriz Villar.

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