domingo, julio 14, 2013

Ni aldeanos, ni avestruces



Hoy comienza el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Como ha escrito el profesor Raúl Garcés, un modelo de prensa se halla en la encrucijada.

Las deficiencias de nuestros medios de comunicación y la necesidad de su transformación es un tema que aflora hoy en cualquier conversación sobre Cuba. En un diálogo con Félix Povedano, de Tercera Información, me interrogaron sobre el tema y expliqué: “es difícil que tú te encuentres un revolucionario cubano que esté feliz con el comportamiento de nuestros medios (…) porque nuestros medios de comunicación todavía no expresan toda la pluralidad de nuestra sociedad, no están acordes con el nivel de formación, cultural y educativo que ha alcanzado nuestra población y, desde luego, la percepción que hay es que tienen que reflejar los distintos puntos de vista de la población, deben ser más cercanos y críticos con nuestra realidad”.
Se acude también a los paradigmas históricos. María del Carmen Ramón, de CubaAhora, me preguntó “¿Cuánto cree que tienen la Cuba de hoy y el periodismo que se hace en nuestro país de Rubén?, y ¿cuánto nos falta?”, le respondí: “Su honestidad, su compromiso con los humildes, su antiimperialismo. Creo que nos falta su creatividad, su originalidad, en eso tenemos un camino por recorrer. Cuando vemos a Rubén y al propio Pablo de la Torriente Brau, nos damos cuenta de que son herejes, son iconoclastas. Yo creo que esa herejía tiene que estar en nuestro periodismo, la herejía de Fidel, de la Revolución cubana; nosotros tenemos que hacer compatible esa herejía revolucionaria con nuestro periodismo. Es muy difícil por las circunstancias en la que se desenvuelve, pero creo que no hay otro camino si queremos que perdure, sin hacer concesiones a los que nos piden concesiones. Sin embargo, yo sí creo que tenemos que representar mejor los intereses de nuestra gente, esos por los que vivió, se sacrificó y murió Rubén Martínez Villena. No podemos dar lugar a que tengan que buscar información fuera de nuestro periodismo”.
Tracey Eaton, periodista norteamericano, también ha incluido el tema en sus encuestas a blogueros cubanos y esta fue mi respuesta: “Los revolucionarios, y es a lo que nos ha llamado nuestro Presidente en los últimos tiempos con mucha insistencia, tenemos el deber y el derecho de ser muy críticos con nuestra obra, es la única manera de hacer que sea mejor. Y es un error concederle el monopolio de la crítica al gobierno norteamericano. Yo creo que también mientras más críticos seamos, más profundos en esa crítica con nuestro proyecto, también lo defenderemos mejor.”
No creo haber aportado nada nuevo, son aspectos reiterados por muchos desde hace bastante tiempo. Lo nuevo aquí es la circunstancia. Por un lado la transformación del modelo económico en curso en la sociedad cubana; por otro, el minucioso inventario de problemas de raíz ética que acaba de realizar el Presidente Raúl Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular colocan al periodismo cubano ante un gran desafío profesional que es también una oportunidad. Se trata, creo, de abordar a profundidad las causas de esas problemáticas y hacerlo de modo tal que contribuya a movilizar las enormes reservas morales del pueblo cubano con un lenguaje y una factura que comuniquen desde los datos y los hechos la urgencia de la participación popular en su enfrentamiento y reflejen, sin retórica ni triunfalismo, los métodos empleados para solucionarlos allí donde haya una victoria que mostrar.
No será posible donde haya un jefe que no vea en la prensa un instrumento para rendir cuentas al pueblo al que se debe y una vía para lograr que éste actúe con más conciencia, al estar mejor informado, ante los derroteros que enfrentamos. Ver al compañero Raúl y al Jefe de la Comisión de implementación de los Lineamientos Económicos y Sociales abordar en la Asamblea Nacional los más complejos problemas con transparencia y realismo debería convertirse en una guía de actuación de nuestros cuadros a todos los niveles.
Hoy, con la circulación de la información multiplicada por las nuevas tecnologías el argumento de no analizar nuestros problemas para no dar armas al enemigo se vuelve en contra nuestra. En los errores y vacíos de nuestra prensa viene a pescar el enemigo y mientras más profesionales, más efectivos. Como escribió Fernando Martínez Heredia sobre The New York Times:
“puede ser un vehículo mucho más eficaz que los medios de comunicación que hacen el trabajo sucio, si se trata de confundirnos, dividirnos, ponernos a pelear alrededor de nuestros males y deficiencias, y de sembrar desconfianza y cizaña entre nuestros amigos de la América Latina, el Caribe y los propios EE.UU.”
“Por eso me preocupa que en la ampliación de los contratos en unas relaciones que crecen, ellos lleguen a incluir el tratamiento de nuestras cuestiones sociales en los medios del imperialismo. Estamos viviendo en Cuba un tiempo crucial de enfrentamiento cultural entre el socialismo y el capitalismo. Los que bregamos a favor de la victoria del socialismo estamos obligados a actuar acertadamente y a mostrar con claridad las cuestiones principales, porque, en tiempos como estos, esas cuestiones exigen claridad y determinación.”
En esas condiciones nuestra torpeza -que tiende a tratar con métodos administrativos procesos que son en primer lugar ideológicos- puede alimentar heroísmos fatuos. Una joven periodista ha escrito que “lo que falta en nuestra prensa no es coraje para decir la verdad. Lo que nos falta es ética periodística, consciencia social, compromiso con la historia. Porque hoy cualquiera hace una catarsis, escribe par de líneas agresivas y se convierte en héroe o heroína. La censura se ha vuelto una distinción. Ser marginado, contrariado, excluido, incomprendido. Cualquiera puede hacerse de un nombre a golpe, o a mimos, de la censura.”
Se puede escribir muy bien sin jamás haber dedicado una letra a la libertad de nuestros cinco hermanos injustamente condenados en Estados Unidos, abstenerse de aceptar invitaciones a Venezuela para no verse atrapado en la intensa lucha de clases que allí ocurre y estar siempre dispuesto a criticar el país donde vives en las páginas que te puedan abrir los grandes medios. Puede ser hasta un derecho, y muy respetable si no sientes reflejadas tus opiniones en lo que publica nuestra prensa, aunque sería un error reconocer a quien preserva así sus contratos con la industria mediática global autoridad para brindarnos lecciones de ética y periodismo.
Para evitar el triste final del “planeta de los avestruces” no podemos seguir “todos felices con la cabeza en el agujero”, evadiendo problemas que gritan a nuestro alrededor y afectan la vida del pueblo pero el periodismo es investigación, mirada aguda y no la anécdota fútil y quejosa por lo que me puede haber sucedido a mi o a mi vecino.
A raíz del anterior Congreso de la UPEC, Fidel escribió a los participantes: “La verdad en nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de divulgación masiva están en manos de los que amenazan la supervivencia humana con sus inmensos recursos económicos, tecnológicos y militares. ¡Ese es el desafío de los periodistas cubanos!”. A pesar de ello resulta muy peligroso que de tanto malinformar sobre los acontecimientos internacionales fomentemos un rechazo a la política en amplios sectores, especialmente jóvenes, y terminemos alimentando en ellos -al decir de Martí- el “aldeano vanidoso” que cree que “el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos” justo cuando más agresivos son los aparatos ideológicos del imperialismo.
Ni aldeanos, ni avestruces. “Desde el punto de vista revolucionario, no importan las discrepancias; lo que importa es la honestidad con que se opine”, escribió Fidel hace cinco años a los periodistas cubanos y Raúl ha venido reiterando -desde el análisis popular de su discurso el 26 de julio de 2007 en Camagüey- la misma idea porque los retos que Cuba asume requieren movilizar la inteligencia, el esfuerzo y el compromiso de cada cubano y para ello hay pocos instrumentos como el buen periodismo. De transformar métodos de trabajo, estructuras y sistemas de dirección para que la honestidad revolucionaria pueda triunfar sobre la mediocridad y el burocratismo que en otros lugares enterraron el socialismo, se tratará en estos días.

Iroel Sánchez
La pupila insomne

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