viernes, mayo 24, 2013

El SPD celebra su 150º aniversario y divide a la Internacional Socialista



El Partido Socialdemócrata de Alemania celebró ayer su 150 aniversario en presencia del presidente francés, François Hollande, su homólogo alemán Joachim Gauck y la canciller, Angela Merkel. Aprovechó la ocasión para dar la espalda a la Internacional Socialista.
La pregunta de «quién necesita al SPD» formulada por una presentadora de televisión sacó de sus casillas al veterano socialdemócrata Hans-Jochen Vogel, que, irritado, respondió afirmando que «nuestro pueblo necesita al SPD. Europa necesita a los socialdemócratas».
Según las encuestas a cuatro meses de las elecciones generales, la mayoría de los alemanes no comparte la visión del que fuera presidente del SPD porque solo el 24% del electorado le daría el voto, mientras que el 41% optaría por la canciller democratacristiana, Angela Merkel. Con estos datos sobre la mesa, el partido se sitúa solo un punto por encima de lo que ha sido el peor resultado de su historia reciente. Si no ocurre algún milagro, los socialdemócratas han de prepararse para otra debacle como la de 2009, porque si la elección de canciller se realizara de forma directa, Merkel ganaría con el 59% frente al 20% que lograría el candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück.
Entonces, el SPD, presidido por Sigmar Gabriel, sí tendría que reflexionar sobre su papel en el paisaje político de la Alemania del siglo XXI. El hecho de que haya vuelto al lugar de su fundación no significa ni que haya reencontrado sus raíces ni los valores ideológicos sobre los que nació como una representación del movimiento obrero, fruto de la obra «El capital» del alemán Carlos Marx. En aquel entonces, el rey de Prusia pensaba aún que mediante las «leyes socialistas» podía proteger a su monarquía, a la aristocracia burguesa y a los intereses de ambos.
El SPD dejó de ser revolucionaria, y por lo tanto un peligro para el capitalismo alemán, cuando en 1914 votó a favor de los créditos con los que el Gobierno imperial pudo financiar la Primera Guerra Mundial.
En 1918, perdida la contienda, evitó que comunistas como Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht aprovechasen la situación creada por la abdicación del monarca y la revolución de la Armada para cambiar radicalmente el sistema político. Socialdemócratas como el presidente Friedrich Ebert y su ministro de Guerra Gustav Noske fueron quienes utilizaron los restos del Ejército monárquico para eliminar a los revolucionarios, organizados en el recién fundado Partido Comunista de Alemania (KPD).
Una vez garantizados sus intereses y ante un auge del KPD, la gran burguesía optó por el nazismo como la variante alemana del fascismo para expandir su dominio. Miles de socialdemócratas murieron en los campos de concentración.
Derrotado el fascismo germano, el SPD repitió su papel de fuerza controladora de la masa obrera para poner coto al KPD en los tres sectores de ocupación occidentales. En el cuarto, el soviético, se consumió la fusión entre KPD y SPD, creando así el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), que hasta 1990 gobernaría la República Democrática Alemana (RDA).
A cambio, en la capitalista República Federal de Alemania (RFA), el SPD aceptó por completo el modelo económico y la integración en la OTAN.
En la entrevista, Vogel dijo que su partido «nunca ha provocado ninguna guerra». Se trata de una media verdad porque en 1999 su correlegionario Gerhard Schröder, junto con su socio de los Verdes, Joseph Martin «Joschka» Fischer, llevó a Alemania a su primera guerra desde 1939 contra Yugoslavia. Dos años más tarde, este dúo, que encabezó el primero bipartito del SPD y Verdes a nivel nacional, entró en la guerra contra Afganistán. No tuvo, en cambio, participación directa en la agresión contra Irak en 2003 por cuestiones de política interna y por el proyecto de convertir a la Unión Europea, con ayuda francesa, en un polo de poder que haría la competencia a EEUU.
Paralelamente, y hasta perder el poder en 2005, el SPD cumplió el deber de asentar las «reformas sociales», que constituyen uno de los pilares de la actual competitividad de la economía e industria alemanas en plena crisis europea. Los «minijobs» y el severo control de los desempleados, además de la reducción de las prestaciones sociales son obra de Schröder y de su entonces ministro Steinbrück. A ello se suman el control social y la ampliación de las competencias policiales y de los servicios secretos, que el SPD sacó adelante con el beneplácito de los Verdes, hasta entonces defensores de los derechos y libertades civiles.
Sobre esta base, la canciller Merkel formó en 2005 la «gran coalición» con el SPD, que diezmó un tanto más a la socialdemocracia. Ahora, la jefa de Gobierno exige a sus homólogos europeos que copien la política de Schröder pero en un ambiente económico y social mucho más hostil al que hubo en Alemania hace una década.
Mirando atrás, su expresidente y ahora hombre fuerte del partido socialista Linke, Oskar Lafontaine, desea que el SPD vuelva al «estado de bienestar fuerte» y a la «política de paz de Willy Brandt». Entonces podría ser posible «la mayoría a la izquierda del centro». Si en las actuales condiciones, el SPD quiere recuperar el poder en Berlín necesita a los Verdes y al Linke pero esta opción, por ahora, no cabe en su discurso político.
De hecho no hay indicios de que la formación de Gabriel se esté reorientando, más bien actualiza su papel de reformista también a nivel internacional.
En vísperas de su aniversario, el SPD dio la espalda a la Internacional Socialista (IS), creando una estructura paralela, la Progressive Alliance. El nombre en inglés no es casual ni expresión de modernismo, sino que responde al deseo de incluir también a formaciones sin pasado socialista como el partido democrático de EEUU. Gabriel argumentó el hecho de que bajara su cuota anual de 100.000 libras (116.760 euros) a 5.000 libras (5.840 euros) calificando a la IS de «corrupta y poco democrática». El presidente de la IS, el griego Giorgos Papandreu, y su secretario general, el chileno Luis Ayala, acusaron a los alemanes de «difamación» y de «querer dividir al movimiento mundial de fuerzas progresivas». Tal vez es esta la razón por la que necesitan al SPD aún.

Ingo Niebel
Gara

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