miércoles, abril 24, 2013

Italia: ingobernables y empantanados



En Italia la elección del nuevo presidente de la república marcó “la muerte del centroizquierda” como alternativa política. Y luego de dos meses sin gobierno, la crisis se agudiza.

El pasado fin de semana se consumió el enésimo capítulo de la crisis política que atraviesa Italia desde las elecciones de febrero. Luego de dos meses sin gobierno, los partidos, y en especial el Partido Democrático de centroizquierda, cayeron en uno de los déficit de credibilidad más profundos de la historia republicana italiana.
El motivo de la debacle, esta vez, fue la elección del presidente de la república. Según el sistema parlamentario italiano, su designación es indirecta y recae sobre el Parlamento que cada siete años define con mayoría ampliada quien recubrirá el cargo. Si bien no ejerce ninguno de los poderes que pertenecen al Ejecutivo, el Presidente de la república es una figura extremadamente importante en la situación actual. En su rol de garante de la Constitución y las instituciones, tiene la capacidad de disolver el Parlamento y convocar a nuevas elecciones en caso de crisis o ingobernabilidad -exactamente la situación actual- y es asimismo quien encarga la formación de un nuevo gobierno al líder de la coalición mayoritaria en el Parlamento.
Los resultados de los comicios de febrero no arrojaron ninguna mayoría capaz de hacerse cargo del Ejecutivo y, luego de varios intentos fallidos, se procedió a la remoción de Giorgio Napolitano de la presidencia -quien cumplió con su mandato de 7 años- para dar paso a su sucesor, quien deberá lidiar con el difícil drama político italiano. La designación del nuevo jefe de estado -diferente al Jefe de gobierno o Primer ministro, cuyo mandato dura 4 años-, es una ocasión en que el lobby de los partidos se hace patente en la búsqueda de un árbitro lo más cercano posible a los intereses de tal o cual bando.
El resultado de la elección fue catastrófico para el PD. Buscando asegurarse una elección tranquila, consensuó con el centroderecha de Berlusconi el voto para el ex presidente del senado Franco Marini, una designación que indignó las bases de su partido y hasta sus propios legisladores. A tal punto que la propuesta de Marini fue rechazada en la votación por los mismos parlamentarios del PD. Buscando una alternativa, se avanzó sobre el nombre de Romano Prodi, ex primer ministro y uno de los líderes más reconocidos del centroizquierda italiano. Sin embargo, a la hora de votar los mismos legisladores progresistas dieron la espalda a la decisión partidaria, protagonizando un papelón que terminó con la renuncia de la secretaría general del PD, incluido el ex candidato a presidente Pier Luigi Bersani.
“El Partido Democrático murió”, era el titular de la mayoría de los diarios italianos el sábado pasado, una afirmación que no parece para nada apocalíptica vista la situación del partido. Los militantes ocuparon por la fuerza varias de las sedes partidarias en todo el país, y sus dirigentes comenzaron a lanzarse acusaciones cruzadas en todos los medios. “Uno sobre cuatro me traicionó”, aseguró Bersani tras la fallida votación de Prodi como nuevo presidente de la república. Un clima tenso, que a todas las luces demuestra el fin de la unidad de los herederos moderados del Partido Comunista Italiano, que habían logrado llegar primeros, aunque por escaso margen, en las elecciones de febrero.
Recién el sábado se logró llegar a una votación consensuada entre lo que queda del centroizquierda y el centroderecha de Berlusconi. Giorgio Napolitano fue ratificado en el cargo a los 87 años. Una decisión que indignó a más de uno. Esa misma noche, centenares de personas rodearon el Parlamento en protesta ante la nueva designación. A llamarlos fue el cómico y líder de Movimiento 5 Estrellas (M5S), Beppe Grillo, que calificó de “golpecito” al arreglo entre los dos partidos tradicionales de la política italiana que confirmó a Napolitano.
Pero lo que más indigna a los italianos es la traición al compromiso de cambio surgido de las urnas. Todos los frentes políticos acuerdan en la necesidad de renovar las instituciones con nuevos cuadros y líderes pero hasta ahora sólo se ha perpetrado la continuidad de los mismos protagonistas de los últimos veinte años. A tal punto que entre los nombres que Napolitano baraja para dar el encargo de formar un nuevo gobierno, aparecen los de los ex premier de centroizquierda Massimo D'Alema y Giuliano Amato y el del ex ministro Enrico Letta. Todos pertenecientes a la “casta” furiosamente cuestionada por gran parte de la población.
En el caso en que, el Primer ministro propuesto por el Presidente de la república no lograra obtener la aprobación del Parlamento (llamado voto de confianza), se deberá recurrir a nuevas elecciones. Un panorama que ninguna fuerza política parece apoyar, aunque las consultoras ya están midiendo el escenario ante esta posibilidad. En concreto, la gran mayoría de las mediciones dan una ventaja de entre 4 y 7 puntos para el líder del centroderecha, Silvio Berlusconi. Una perspectiva que los demás gobiernos europeos, y buena parte de la ciudadanía, quisieran evitar a toda costa.

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