domingo, marzo 24, 2013

Sentir en lo más hondo cualquier injusticia.



A 25 años de la victoria militar más importante de Cuba fuera de su territorio. Un repaso histórico del apoyo cubano a Angola y los pueblos africanos en su lucha por la independencia, la derrota del ejército sudafricano y la importancia de este hecho en el fin del régimen racista conocido como Apartheid*.

El 23 de marzo de 2013 se cumplen 25 años de la victoria cubana en la batalla de Cuito Cuanavale. Allí, tropas de la isla caribeña derrotaron al poderoso ejército sudafricano y le asestaron el golpe definitivo que los obligó a retirarse de Angola tras una década de atentados e incursiones militares en ese país. Además esa victoria permitió la independencia de Namibia y dio un golpe definitivo al Apartheid, régimen racista que culminaría con la llegada de Nelson Mandela al gobierno de Sudáfrica en 1994.
Cuba, sin pedir nada a cambio, envió a más de 200 mil hombres y mujeres a miles de kilómetros de su patria a defender la soberanía de Angola y dar un apoyo incondicional a los pueblos del África Austral que luchaban por su independencia. Esta es la historia de esa hazaña épica.

Capítulo 1: La invasión sudafricana a Angola y la primera victoria cubana

En enero de 1975 la República de Angola declaró su independencia de Portugal, la cual debía concretarse formalmente el 11 de noviembre. Sin embargo, en ese contexto y antes de la fecha señalada, se desató una guerra civil por el poder entre los tres movimientos que se habían enfrentado al colonialismo portugués: el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) cuyo máximo dirigente era Agostinho Neto, el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) de Holden Roberto y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) de Jonas Savimbi.
El MPLA era una organización de orientación marxista en contraposición al FNLA y la UNITA que eran financiados y apoyados militarmente por Estados Unidos y Sudáfrica. A pesar de su orientación ideológica esto no le valió al MPLA, en el marco de la Guerra Fría, un apoyo de la Unión Soviética como creían muchos y difundía la prensa mundial. El movimiento de Neto, sin embargo, se encontraba en clara superioridad respecto a sus oponentes porque, tal como describía el jefe de la CIA en Angola, sus líderes y partidarios “eran más eficaces, mejor educados, estaban mejor entrenados y más motivados”.
Para impedir la victoria del MPLA, que era muy hostil al régimen racista del Apartheid y apoyaba a los movimientos de liberación del África Austral, el 14 de octubre de 1975 Sudáfrica invadió Angola con el visto bueno de los Estados Unidos. La guerra civil se convirtió en un conflicto internacional.
La resistencia del MPLA poco pudo hacer ante el avance del moderno y bien equipado ejército sudafricano que llegó a las puertas de Luanda, la capital. Pero por pedido expreso del entonces presidente Agostinho Neto, en noviembre de ese año, 36 mil soldados cubanos aterrizaron en Angola. Y, a pesar de su inferioridad numérica y armamentística, hicieron retroceder al ejército “de los blancos”.
El historiador sudafricano F.J. du Toit Spies sostuvo que “los cubanos casi nunca se rendían y, muy simplemente, combatían con alegría hasta morir”. El 27 de marzo de 1976 las últimas tropas sudafricanas abandonaron Angola, aunque volverían más temprano que tarde.

Capítulo 2: El internacionalismo de Cuba desafía a la URSS

Alguien dijo en sus memorias, hablando de la actitud de Fidel Castro respecto a Angola: “No podíamos imaginar que actuaría en forma tan provocadora, tan lejos de su país, a no ser que Moscú lo presionara para pagarle el apoyo militar y económico. Las pruebas hoy disponibles indican que fue lo opuesto”. Esta frase pertenece a Henry Kissinger, ex Secretario de Estado de EE.UU. y uno de los personajes más influyentes en la política internacional durante la Guerra Fría.
En contra del sentido común instalado, Cuba no envío a miles de ciudadanos a combatir en Angola contra un ejército extranjero por orden de los soviéticos. De hecho, en parte, lo hizo contra la voluntad de Moscú quién no envió apoyo logístico (ni hablemos económico o militar) a cubanos y angolanos hasta el 9 de enero de 1976.
Tampoco fue un acto de pragmatismo. Por aquellos años la Organización de Estados Americanos había levantado las sanciones impuestas a Cuba en 1964 y países como Inglaterra, Francia y Alemania Occidental ofrecían préstamos y ayuda para el desarrollo. Ante esta situación, la racionalidad hubiera indicado no involucrarse en un conflicto internacional que tensara las relaciones diplomáticas y comerciales. Sin embargo Cuba actuó por principios. El internacionalismo que caracterizó siempre a la Revolución Cubana fue el que motivó esta decisión que, a la larga, rendiría sus frutos.
La victoria cubana, como explicó el investigador de la Universidad John Hopkins de Washington D.C. Piero Gleijeses, tuvo un importante impacto psicológico no sólo en Angola si no en toda la región de África Austral. El analista militar sudafricano Roger Sargent lo describió de la siguiente manera: “En Angola, soldados negros derrotaron a las tropas blancas en combate (…) vencieron, están venciendo y no son blancos; se está desvaneciendo esa ventaja psicológica (…) el elitismo blanco ha recibido un golpe irreversible en Angola”.
El resultado inmediato de este hecho fue el retiro del apoyo estadounidense a Sudáfrica y el fortalecimiento de los movimientos de liberación nacional en Rhodesia (que a partir de 1980 pasó a llamarse Zimbabwe) y Namibia (país que se encuentra justamente entre Angola y Sudáfrica y estuvo ilegalmente ocupado por éste último).
Luego de la victoria los cubanos le plantearon al gobierno de Neto un plan de retiro gradual de las tropas durante tres años mientras el país africano conformaba las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola (FAPLA). Los angolanos aceptaron pero pidieron a Cuba que sostuviera su ayuda humanitaria ya que el país había quedado devastado por la guerra y porque la mayoría de los técnicos y profesionales habían huido a Portugal.
Para finales de 1976 había más de mil colaboradores cubanos entre médicos, técnicos e instructores militares en Angola. Un año después, el delegado del país africano a la Asamblea Mundial de la Salud declaró que “la contribución más importante en el campo de la salud ha venido de Cuba sin que nos pidieran nada a cambio. Teníamos sólo 14 médicos, ahora tenemos más de 200”.

Capítulo 3: Cuba en toda África y por cuenta propia

El desembarco cubano en Angola no fue un hecho aislado. La relación entre Cuba y los pueblos africanos que luchaban por su independencia comienza en la década de 1960 y llega hasta nuestros días. El apoyo, tanto a través de profesionales de distintas disciplinas (médicos, ingenieros, etc.,) como también soldados y armas a Argelia, la República Democrática del Congo, el Congo, Guinea-Bissau, Mozambique, Benin, entre otros, fue una constante de la política cubana.
De hecho, mientras los soldados cubanos seguían en Angola, en 1977, el gobierno revolucionario de Etiopía (que había derrocado al emperador Haile Selassie en 1974) pidió ayuda a Fidel Castro ante la invasión de Somalía que pretendía tomar control de un amplio territorio etíope. Los somalíes avanzaron rápidamente sobre la zona de Ogaden, la cual reclamaban como propia. Sin embargo, 12 mil soldados cubanos marcharon a Etiopía y lograron repeler el avance de las tropas somalíes que eran apoyadas, como no podía ser de otra forma, por Washington.
Cuba, un pequeño país del Caribe, se encontraba en 1977 manteniendo dos misiones militares importantes en África, además de otras misiones menores de médicos y otros profesionales en el resto del continente.
¿Cuál era la retribución que Cuba obtenía a cambio? Esa pregunta se la hicieron varios medios de comunicación. The Economist tituló “Cuba cobra muy caro por sus mercenarios” y William Safire, un analista de The New York Times aseguró que “la Cuba de Castro necesita desesperadamente seguir alquilando sus soldados”. Nada más alejado de la verdad.
No sólo Cuba corría con los gastos de todas sus misiones militares y humanitarias si no que en 1976, un año después de la llegada de las tropas cubana a Angola, Raúl Castro le escribía al presidente Neto recordándole que “actualmente unos 25 mil combatientes de la FAPLA (fuerzas armadas de Angola) son abastecidos por la misión cubana”. Es decir que los cubanos sostenían también a las propias FF.AA. angolanas ante la incapacidad del Estado africano de afrontar los gastos.
En 1978 ambos países firmaron un convenio en el que Cuba seguiría pagando los sueldos de sus soldados pero Angola se haría cargo de “los demás gastos que se ocasionen con motivo de la estancia del personal militar cubano en territorio angolano”. A su vez el gobierno del MPLA también empezó a pagar ese año por la colaboración civil cubana, la cual había sido gratuita hasta entonces. En 1983, imposibilitada económicamente, Angola dejó de pagar tanto los gastos civiles como militares pero la misión cubana no disminuyó y de hecho aumentó progresivamente hasta 1988 cuando concluyó la guerra.
Fidel Castro se lo dijo al presidente angolano, José Eduardo dos Santos, en 1984: “Los angolanos saben que la colaboración militar siempre ha sido gratuita; no podemos cargar con todos los gastos de la alimentación pero los salarios los pagamos aquí y no se sabe lo que nos ha costado en millones de pesos (…) Nuestros soldados en ninguna parte del mundo han cobrado nada. Son internacionalistas, no mercenarios”.

Capítulo 4: Angola es amenazada por todos los frentes, los cubanos se quedan

Cuando Cuba ya había retirado más de 10 mil soldados de Angola, en 1977, un imprevisto modificó los planes. Con apoyo del MPLA y sin que los cubanos tuvieran conocimiento, un grupo de exiliados zairenses invadieron la provincia de Shaba en el sur de Zaire. El dictador de aquel país, Mobutu, solicitó ayuda a sus aliados y soldados marroquíes en aviones franceses dieron fin a la invasión que obligó a los exiliados a volver a Angola.
La intervención marroquí con apoyo francés hizo que los angolanos pidieran a Cuba que mantuviera su misión militar. Cuba así lo hizo a pesar de no haber tenido conocimiento previamente de la invasión a Shaba y estar en contra de la misma. En 1978 el hecho se repitió y está vez no fueron soldados marroquíes, si no belgas y franceses, los que respondieron el ataque de los exiliados zairenses.
Fue entonces que Fidel envió un memorando al presidente Neto: “En África Austral, Angola es hoy, más que hace un año, el bastión de la lucha contra los racistas y la vanguardia revolucionaria irrefutable. El imperialismo lo sabe” comenzaba. Y luego explicaba que Angola “valientemente, presta apoyo real a los movimientos de Namibia, Zimbabwe y África del Sur” entrenando “20 mil combatientes” en su territorio. “Angola corre peligro” continuaba Fidel, “pero es un peligro que vale la pena correr; es un deber inexcusable de solidaridad e internacionalismo”. Sin embargo advertía que “el imperialismo busca el pretexto, la ´justificación’ política para agredir a Angola. El reinicio de la guerra de Shaba podría ser el pretexto”.
Un par de meses después, aviones de la Fuerza de Defensa Sudafricana (SADF por sus siglas en inglés) bombardearon un campamento de refugiados namibios en Cassinga, 250 km al norte de la frontera con Namibia. Una columna cubana que se encontraba cerca avanzó 16 km a campo traviesa, siendo bombardeada, y obligó a retirarse a la SADF. El historiador sudafricano Willen Steenkamp recuerda aquella jornada: “Los soldados sudafricanos que monitoreaban su avance aquel día, rinden homenaje a la valentía de los cubanos que siguieron avanzando a pesar del peligro de ser aniquilados por la aviación, contra la que no tenían defensa alguna”. Esta fue la incursión más importante de Sudáfrica en territorio angolano desde la invasión de 1975/76.
Ante las nuevas amenazas externas, los soldados cubanos se quedaban en Angola.

Capítulo 5: Ronald Reagan, el Linkaje y la presión sudafricana

Con la victoria de Ronald Reagan en las elecciones presidenciales de EE.UU. de 1980 el panorama mundial cambió. El gobierno conservador estadounidense se convirtió en un importante respaldo para el régimen racista de Sudáfrica y su lucha contra los movimientos de liberación nacional del sur del continente.
Desde el año 1978 el gobierno sudafricano incumplía la resolución 435 de la ONU. La misma exigía que Sudáfrica abandonara la ocupación ilegal de Namibia (frontera por la cual sus tropas llegaban al sur de Angola) ejercida desde la década de 1920 pero con fuerza a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ante esta situación, el gobierno sudafricano se arriesgaba a ser sancionado por distintos organismos internacionales. Reagan ofreció una solución: el Linkaje.
El Linkaje era un artilugio de la diplomacia estadounidense que igualaba la ocupación ilegal de Sudáfrica sobre Namibia con la presencia legal de los cubanos en Angola. De esta forma, Pretoria cumpliría con la resolución 435 sólo si Cuba retiraba su misión militar.
Stephen Lewis, embajador canadiense ante el Consejo de Seguridad de la ONU, declaró entonces: “El Linkaje no tiene justificación en el derecho internacional (…) es incompatible con la resolución 435 y ha sido rechazado por el mismo Consejo de Seguridad (…) Así como el sistema del Apartheid tiene un solo defensor, la independencia de Namibia tiene un solo obstáculo”.
Dando cuenta del carácter positivo que tuvo esta maniobra para Sudáfrica, todavía en 1988 el canciller Pik Botha declaraba ante el parlamento sudafricano que “durante los siete años del gobierno de Reagan, el Linkaje ha sido un escudo que nos ha protegido de las sanciones”.
Alentados por este apoyo estadounidense Sudáfrica comenzó a lanzar importantes ataques sobre el sur de Angola persiguiendo a los guerrilleros namibios, golpeando al gobierno angolano y dando apoyo a la UNITA. Esta presión militar llevó al gobierno del MPLA a firmar un acuerdo con los sudafricanos.
El acuerdo de Lusaka de 1984 se llevó a cabo sin consultar a los cubanos. Implicaba el retiro de las fuerzas de Sudáfrica del territorio ocupado en el sur de Angola y como contrapartida el MPLA no permitiría que cubanos y guerrilleros namibios circularan por esa zona del país. A su vez planteaba el “inicio de conversaciones” sobre la resolución 435 pero no decía nada del apoyo de Pretoria a la UNITA.
Lusaka no llevó a nada (tal como los cubanos habían advertido a los angolanos) ya que el planteo de Sudáfrica era que el retiro de las tropas cubanas se diera en paralelo a la ejecución de la resolución 435. Mientras tanto la UNITA con apoyo del ejército de Sudáfrica seguía atacando puestos del gobierno.
En Mayo de 1985 las negociaciones se dieron por terminadas cuando se encontró una fuerza especial de la SADF preparándose para hacer volar los tanques de petróleo de la Gulf Oil Company en Cabinda, al norte del país.

Capítulo 6: El papel de la UNITA y la obsesión soviética por Mavinga

Luego de derrotar a las tropas del Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) en 1976, las fuerzas del MPLA se concentraron en luchar contra el otro grupo irregular que actuaba en su territorio: la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA).
Esta organización, dirigida por Jonas Savimbi, recibía un abierto apoyo de Sudáfrica y tenía su base de operaciones en el sur de Angola. En esa parte del país el poderío de la fuerza aérea sudafricana le permitía a la UNITA moverse con facilidad sin que las tropas angolanas pudieran actuar. A su vez, para mediados de la década de 1980 la UNITA se había desplegado también en la zona meridional de Angola realizando actos de sabotaje y matanzas contra la población civil.
Los cubanos no participaban de las acciones contra la UNITA salvo con asesores militares y algunos pocos soldados que defendían posiciones estratégicas. Su tarea principal en Angola era defender al país de la amenaza externa. Sin embargo, en la década de 1980 los soviéticos habían desembarcado en Angola apoyando al MPLA en su lucha contra Sudáfrica y las fuerzas irregulares de la UNITA. Aunque nunca enviaron tantos soldados ni ayuda humanitaria como los cubanos su peso era importante porque garantizaban apoyo económico y, sobre todo, las armas y municiones para llevar a cabo la guerra.
Fue así que un debate entrecruzó a cubanos, angolanos y soviéticos durante aquellos años. Los generales soviéticos apoyaban fervientemente un ataque directo al poblado de Mavinga (tomado por las tropas de Savimbi en 1981) que era la cabecera municipal más al sur de la provincia de Cuando Cubango, 250 km al norte de la frontera con Namibia. Era considerado por los soviéticos como la puerta de entrada al sur de Angola y por lo tanto a las bases de la UNITA.
Los cubanos, por el contrario, argumentaban que con la superioridad militar que tenía la fuerza aérea de Sudáfrica, adentrarse en el sur del país podría tener resultados catastróficos. Los caribeños sostenían que era necesario combatir a las bandas de la UNITA que actuaban en el centro y norte del país, contra la línea de ferrocarril más importante y muchas veces cerca de Luanda, la capital.
Los angolanos primero siguieron el consejo cubano, pero en 1985 cedieron ante los soviéticos. Fue así como tropas angolanas y soviéticas (los cubanos se negaron a participar) avanzaron contra Mavinga. Al principio lograron dispersar a las tropas de la UNITA pero entonces Sudáfrica intervino con su aviación y artillería pesada de largo alcance torciendo el rumbo de la batalla.
En 1987 la situación se repitió. Soviéticos y angolanos marcharon contra Mavinga y nuevamente fueron aplastados por la SADF pero esta vez los sudafricanos no solo los repelieron si no que se adentraron a perseguirlos. Para noviembre, las mejores unidades angolanas se encontraban cercadas en Cuito Cuanavale y todo parecía indicar que serían aniquiladas.

Capítulo 7: Cuito Cuanavale, la batalla final

A fines de 1987 las mejores unidades de las Fuerzas Armadas de Ángola se encontraban acorraladas en el poblado de Cuito Cuanavale. Las tropas sudafricanas, luego de repeler el ataque sobre Mavinga y la UNITA, habían avanzado hasta allí adentrándose como nunca antes en territorio angolano.
El 25 de noviembre el Consejo de Seguridad de la ONU voto de manera unánime que Sudáfrica “retirara incondicionalmente sus tropas de territorio angolano”. Sin embargo dicha resolución no planeaba sanciones al gobierno de Pretoria si este incumplía con su mandato. “Esto no es por casualidad, sino el resultado de nuestros esfuerzos para mantener la resolución dentro de determinados límites” le explicó al embajador sudafricano en EE.UU. el secretario de Estado adjunto para África, Chester Crocker.
Diez días antes de la inofensiva resolución de la ONU, Fidel Castro ya había tomado una definición mucho más efectiva. Las mejores unidades del ejército cubano viajaron a liberar Cuito Cuanavale y expulsar definitivamente a los sudafricanos de Angola.
En una entrevista posterior, sin embargo, Fidel no dejó de remarcar que esa no era su idea original y que tuvieron que ir a resolver el error de los soviéticos que habían sugerido atacar en el sur de Angola. “Aceptamos el desafío, pero desde el primer momento nuestra idea fue acumular fuerzas para atacar en otras direcciones que es el ejemplo que yo pongo, el boxeador, con la mano izquierda lo mantiene y con la derecha lo golpea”.
Esto se vio en las discusiones posteriores entre cubanos y soviéticos. Estos últimos, embarcados en conversaciones de distensión con EE.UU. no vieron con buenos ojos el traslado de tropas cubanas e intentaron frenarlo. Sin embargo nuevamente Fidel respondió: “Sudáfrica creó una situación militar peligrosa, lo que obligó a Cuba a reforzar sus tropas en una acción absolutamente defensiva y legítima”. Además agrego: “Sudáfrica está sobrepasando con sus acciones los límites que pueden conducir a un conflicto de serias proporciones con las tropas cubanas”. Y concluía asegurando “al compañero Gorbachov que Cuba hará todo lo que este a su alcance para ayudar a Angola a salir de esta difícil situación”. Y así fue.
Varios meses se combatió en Cuito Cuanavale. Durante enero de 1988 la prensa sudafricana anunciaba la “inminente” rendición de cubanos y angolanos, sin embargo la batalla continuó.
El 23 de marzo de 1988 los sudafricanos avanzaron con la intención de dar el golpe final. Sin embargo, en palabras del oficial Breytenbach de las SADF: “Bajo el experimentado mando del general [cubano] Cintra Frías” el ataque “fue frenado abrupta y definitivamente”.
Luego de detener a los sudafricanos en Cuito Cuanavale, las tropas cubanas avanzaron velozmente hacia la frontera con Namibia. El gobierno de Pretoria hacía declaraciones públicas sobre el carácter “grave” de ese avance y que podría desencadenar una guerra mucho peor. Sin embargo, retrocedieron.
Ante esa ofensiva, los EE.UU. y Sudáfrica no tuvieron otra opción que sentarse a negociar con angolanos y cubanos. Antes, el gobierno de Reagan se había opuesto fervientemente a dialogar con los cubanos, pero el veloz avance de los caribeños no les dejó opción. El mismo Crocker reconoció que no eran los soviéticos si no “Castro quien estaba conduciendo el tren comunista en Angola”.
Por su parte el coronel Dick Lord, de la CIA, declaró: “La manera exitosa con que Cuba ha utilizado su fuerza aérea y la aparente debilidad de las defensas anti-aéreas de Pretoria pone en evidencia el dilema frente al desafío cubano”. Y agregaba que “Cuba lleva la ventaja, especialmente en medios de defensa anti-aérea y en el número de aviones y tropas”. La histórica supremacía aérea con la que había contado Sudáfrica durante los años del conflicto se desvaneció en cuestión de meses.

Capítulo 8: Una epopeya que cambió la historia

Mientras la década de 1980 llegaba a su fin, el neoliberalismo avanzaba a pasos agigantados y el “socialismo real” se desmoronaba, Cuba lograba una de las victorias más importantes de los países del Tercer Mundo sobre el imperialismo estadounidense y el racismo sudafricano.
El 22 de julio de 1988 la mesa de negociaciones entre cubanos, angolanos, sudáfricanos y estadounidenses se realizó en Cabo Verde. Los representantes del gobierno racista cedieron: El 1 de septiembre retirarían sus tropas de Angola a cambio de un cese al fuego inmediato.
En ese entonces Crocker escribió nuevamente: “Descubrir lo que piensan los cubanos es una forma de arte. Están preparados tanto para la guerra como para la paz. Hemos sido testigos de un gran refinamiento táctico y de una verdadera creatividad en la mesa de negociaciones”.
El 22 de diciembre de ese mismo año, en Nueva York, finalmente la guerra llegó a su fin. Sudáfrica aceptó la independencia de Namibia. Los cubanos habían logrado sostener la integridad territorial de Angola y garantizar la independencia de otro país del continente.
2077 cubanos perdieron la vida entre 1975 y 1991, cuando los últimos soldados abandonaron Angola. En el primer año de esta epopeya 36 mil soldados desembarcaron en el país de África Austral y en el momento más álgido de la guerra, en 1988, llegaron a ser 52 mil. Además, 70 mil cooperantes cubanos (médicos, maestros, ingenieros, etc.) pasaron por Angola durante esos años y 40 mil africanos han estudiado en Cuba totalmente becados desde el comienzo de la revolución a nuestros días.
A la luz de estos hechos, el aporte cubano a África es invaluable. Como declaró Nelson Mandela, la victoria cubana de 1988 “destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco y sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica. Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del Apartheid”.
Una demostración de la coherencia entre las palabras y los hechos. Cuba es ese país que supo y sabe sentir en lo más hondo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo.

Santiago Mayor.
Marcha.

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