miércoles, febrero 06, 2013

París bosqueja el nuevo Mali



El sueño independentista tuareg se hace añicos ante la promoción de la “unidad nacional” por parte de Francia en Mali. Y mientras siguen los combates, las autoridades malíes califican a víctimas y desplazados como “daños colaterales”.

“Tomé esa decisión en el marco del derecho internacional. No había tiempo que perder, si hubiéramos dejado pasar el tiempo, en este momento el terrorismo habría conquistado todo Malí.” Así defendió su decisión de bombardear el norte de Mali el presidente francés François Hollande, ante el pleno del Parlamento europeo convocado ayer en Estrasburgo. A poco menos de un mes del comienzo de la intervención militar del ejército galo en el país africano, Francia puede considerarse satisfecha con los resultados obtenidos en el campo de batalla. Y aún más, por las posibilidades políticas y comerciales que le abre su protagonismo en la contienda.
Mientras ayer continuaban los bombardeos de los aviones franceses de fabricación estadounidense sobre el norte de Mali, las fuerzas terrestres de Mali y Chad lograban controlar la ciudad de Kidal, prácticamente el último bastión rebelde en la zona. Aún quedan grupos yihadistas en las zonas lindantes con Argelia y Niger, principal objetivo de las bombas europeas. Ahora, hay que discutir el posguerra.
Efectos colaterales
“El principio del fin”, es el título del análisis publicado por el intelectual tuareg, Akli Chaka, en la página oficial del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), poco antes del comienzo de los bombardeos franceses en el norte de Mali. Los indígenas tuareg reivindican la independencia del Azawad, justamente la zona que hasta hace poco estaba bajo el control de las organizaciones islamistas Ansar ed-Dine, el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO) y al Qaida en el Magreb Islámico (AQIM). Según Chaka, la intervención occidental obstruye la posibilidad de victoria para el MNLA, que desde los años 60 protagonizó violentas rebeliones contra el gobierno central de Bamako (capital de Mali). Según él, “el único, el verdadero perdedor no será AQMI sino el sueño de independencia de Azawad, enterrado para siempre”.
Y los discursos de las grandes potencias involucradas en el conflicto, y del gobierno malí, parecen darle la razón. El ejecutivo de Bamako rechazó de llano la propuesta del MNLA de avanzar hacia la construcción de un estado federal y descartó toda posibilidad de incluir a los tuareg en el plan de reconciliación nacional debatido la semana pasada en el Legislativo. Envalentonadas por el apoyo francés, las autoridades malíes avanzan en la anulación de toda negociación con los tuareg y los líderes indígenas se demostraron preocupados ante la posibilidad de un ensañamiento de las fuerzas armadas regulares en el Azawad. El ejército malí, humillado hace poco menos de un año por el MNLA, podría cobrar venganza violenta y ya circulan denuncias de violaciones a los derechos humanos contra los pueblos tuareg y árabe en las zonas reconquistadas.
Pero el dilema más grande hoy pasa por el proyecto político del nuevo Mali posguerra que planean los políticos en Bamako junto con Francia y sus aliados de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO por sus siglas en francés). En todos los discursos, resoluciones y declaraciones públicas se repite sin parar la necesidad de la “unidad territorial de Mali”, un proyecto que favorece a primera vista la continuidad de los intereses franceses (y argelinos) en la explotación y comercialización de los recursos energéticos de la zona.
“Mali tendrá su integridad territorial; está cercano el tiempo de la reconciliación, de la estabilidad de ese país, está también el tiempo del desarrollo”, enfatizó Hollande frente a la élite de la política europea. También llamó a la Unión Europea a actuar “con una sola voz” en el proceso de reconstrucción institucional que París y Bamako promueven en el país africano. Para ello, se celebró ayer una reunión del Grupo de Apoyo y Seguimiento de Mali, de la cual participan la UE, la CEDEAO, la ONU y la Unión Africana (UA) para evaluar los pasos a seguir en las próximas semanas. El presidente interino de Mali, Dioncounda Traoré, anunció la semana pasada la celebración de nuevas elecciones en julio de 2013. Un “calendario ambicioso” según la jefa de la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, quien presidió la reunión.
Mientras tanto, el drama humanitario parece hacerse cada vez más fuerte. Según la ONU, ya son 300.000 los desplazados por el conflicto en el norte del país y la cifra continuará ascendiendo aún cuando el conflicto armado haya acabado. El ministro de Asuntos Exteriores de Malí, Tieman Coulibaly, aseguró durante la reunión del grupo de seguimiento que “evidentemente, reconocemos las dificultades de toda nuestra población, a aquellos que pierden la vida”, pero “los daños colaterales forman parte de este tipo de situación”.

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