sábado, enero 12, 2013

¿Una derecha civilizada? El asunto de la RAH



La Real Academia de la Historia (RAH), creada en 1735, se ha mantenido incólume al paso del tiempo. Atravesó las décadas de la dictadura franquista sin el menor problema, y que actualmente, sigue haciendo los servicios que les son propios.
Ahora, han puesto su real conocimiento en un proyecto de Diccionario enciclopédico auspiciado por la FAES, lo que se puede traducir en la siguiente divisa: “No escatimen ustedes gastos”. La inversión pública inicial data del el 21 de julio de 1999, creció al ampAro del gobierno de José María Aznar. El documento lo firmaron, el presidente de la entidad monárquica, Gonzalo Anes, y del entonces ministro de Educación y Cultura, Mariano Rajoy. Según declaración propia, para Anes todo iba bien, nadie en las altas instancias de la política y de la Historia académica había dicho nada hasta que el diario “Público” reveló sus contenidos. Entonces Anes no pudo disimular su contrariedad, cuando todo iba sobre rueda.
Luego, trece años después, la firma fue renovada sin dificultades a pesar de que la palabra clave era “austeridad”. En abril de 2012, el gobierno de Rajoy desoyó la decisión -aprobada en el Congreso en julio de 2011, con votos en contra del PP- de congelar la subvención nominativa e interrumpir la difusión de la obra hasta que no se rectificasen los errores. De esta manera, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte presidido por en neoliberal José Ignacio Wert, refrendaba el aval de 1999 con un añadido de 163.790 euros más que se sumaban a los 6,4 millones de euros invertidos.
No hay que decir que, siguiendo una metodología muy arraigada en la clase política, en este tiempo se había formado una de esas comisiones institucionales con personajes mediáticos. Su cometido era revisar las entradas vinculadas a la Historia Contemporánea, concretamente el “holocausto” del pueblo trabajador en manos de la barbarie franquista. Sus conclusiones fueron presentadas por el ínclito Wert que aclaró en el Congreso que se revisarían 14 “en profundidad”, una sería “eliminada” y 16 cambiadas “ligeramente”. No dijo cuáles y aclaró que una proporción tan pequeña no ponía en cuestión la obra completa. Evidentemente, este no era un proyecto cualquiera, era una pieza clave en todo el entramado diseñado por la FAES de dejar sentada una historia española a su medida.
Aunque la denuncia desde los profesionales de la Historia, así como desde los medias, se ha centrada en la falta de objetividad de algunas de las interpretaciones, el problema es más bien el siguiente: nuestra derecha no está dispuesta a reconocer los nombres de la barbarie franquista. Eso significaría cuestionar muchas otras cosas. No solamente que los padres y abuelos de muchas de las familias que siguen mandando habían hecho el negocio de su vida acabando con “los moros del Norte”, también implicaría una deslegitimación de las instituciones que fueron pilares del régimen franquista. Del ejército, de la monarquía, y no hay que decirlo, de la propia Academia en la que, por cierto. se sientan unos cuantos militares de alto rango, y en la que el Opus Dei cuenta sin duda con una extensa representación.
Entre los autores destaca el cardenal arzobispo de Madrid Ángel Suquía, historiador ligado obviamente a la COPE cuya contribución a la historia oficialista de la derecha no tiene precio. Entre las entradas figuran unos cuantos de los “mártires” muertos por los “rojos”, debidamente y beatificados por una Iglesia que sigue con su propia Cruzada siguiendo con su premisa al César lo que es del César y a Dios, lo que mande el César. Así lo precisa José Luís Ledesma uno de los analistas que en su informe subraya la asidua presencia del grupo de los asesinados durante la Guerra Civil en la zona republicana: “Lo llamativo es que aparecen no por sus vidas sino por cómo murieron, que suman decenas de ellos, que no hay nada parecido sobre los asesinados al otro lado de las trincheras, y, desde luego, que rezuman un intenso tono hagiográfico-martirial más propio de géneros y formatos de otro tipo”. Del tipo “Vidas ejemplares” o “Mártires de la Iglesia”, pero seguro que en dichas entradas nadie ha tenido el mal gusto de anotar que estaban apoyando un golpe fascista, y que en sus muertes tuvo mucho que ver las atrocidades perpetradas en nombre de dios y de España.
Es de eso de lo que se trata y no de un debate entre profesionales. Se les acusa de no haber sido “respetuosos ni con la profesión ni con el rigor”, de efectuar: “un atentado contra la historia”, de hacer una “historia militante”, de “entradas inadmisibles. El citado José Luís Ledesma, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, que se encerró en la biblioteca de la RAH y le echó una pequeña radiografía a los 25 primeros tomos, de la A a la H, cuenta que hasta en 31 de las 50 biografías se recomendaría la publicación del estado del texto tal cual. Las 19 restantes “requieren modificaciones sustanciales o que no se recomienda su publicación en absoluto”. Entre los más de 40.000 reseñados haya personajes “de dudosa relevancia histórica”, y un buen ejemplo es el del insigne esclavista Díaz Ferrán cuyo retrato se cierra el año…2007. Está claro, es uno de los suyos.
Pero no es solamente por una cuestión de ideología como cree Juan Avilés, profesor de Historia Contemporánea de la UNED, a quien le parece “una obra buena” con entradas que “no son de recibo” porque “no cumplen con la objetividad y distancia”. “Se ha tratado de confundir la libertad de expresión con la ideología para justificar esta obra y su tono partidista y sesgado a la derecha. Un historiador tiene ideología, menos cuando escribe”, denuncia Avilés. En su opinión, el defecto más grave de este trabajo ha sido el rechazo al método de investigación creado por la Ilustración, pero la cuestión es que la RAH no es una entidad de profesionales elegidos por sus conocimientos, es una institución al servicio de la monarquía. Esto explica la coherencia de sus opciones.
Ellos no tienen problema en otorgarle a Juan Luís Cebrián una estatua para Felipe González, tampoco tienen demasiado problema en ser benevolentes con algunos de los líderes republicanos, al menos que puedan ser acusados de veleidades revolucionarias como Largo Caballero, al que se le atribuye encaminarse “abiertamente a la dictadura del proletariado (…) Ante la sublevación militar del 18 de julio exigió el reparto de armas entre las masas obreras”.
Este no es el problema. Ya en la segunda mitad de los años sesenta, la dictadura comenzó a “tolerar” la publicación de obras de autores republicanos, e incluso de una colección de revistas encuadernable en la línea de la “superación” de la “guerra fraticida”, y a lo largo de los años setenta se llegó a publicar todo. Ese no es el problema, el problema es que los herederos del franquismo no pueden aceptar de ninguna manera asumir sus responsabilidades. Por lo tanto, las biografías de Franco, Mola, Millán Astral, y compañía, no son entradas negociables. La RAH hace su trabajo al servicio de la Corona, y esta, como declaró en su día el propio monarca, no permitirá que se hable mal de Franco en su presencia. Es una historia militante, por supuesto, con la salvedad de que no está redactada por propagandistas a sueldo del tipo Pío Moa, César Vidal o de los que escriben biografías “objetivas” de los generales sublevados contra el pueblo del llamado “bando nacional” como las que se publican en La Esfera de los Libros, y en perfecta consonancia con obras de autores académicos reputados.
De hecho, la obra se atiene al pie de la letra del “pacto entre caballeros” del régimen de la Transición según todo acababa con un “abrazo” como el de Vergara. Con este abrazo se “respetaba” por igual a unos y a otros, a los franquistas y a la republicanos, a los que se beneficiaron del régimen y a los que lucharon en la clandestinidad…Ya lo decían los policías que durante sus “faenas” torturando en las comisarías: “Si esto cambia, nosotros nos pondremos al servicio del que gane”. El caso es que esto cambió pero, en lo fundamental, siguieron mandando ellos. Eso explica el exquisito respeto con que –por citar un ejemplo- se trazan los rasgos personales de Dolores Ibárruri y del general Mola ateniéndonos a lo que reproduce una información de “El País”:
Dolores Ibárruri. Al poco tiempo abandonó el catolicismo, pero siempre se mantuvo en una actitud de cerrada fe religiosa, en adelante consagrada al socialismo y, a partir de 1920, al comunismo (…) La combinación de elocuencia y pasión, el tono de una voz rica en matices, su estatura alta, su imagen de mujer siempre vestida de negro…, todo se combinaba para formar una imagen ampliamente difundida por el aparato propagandístico del partido y de la Internacional como la comunista española más conocida de la Guerra Civil y luego la española más famosa del siglo XX (…) En 1956, el XX Congreso del Partido Comunista soviético, en que se denunció el culto a la personalidad de Stalin y los grandes crímenes del dictador fallecido, fue un gran golpe para ella (…) Sus funerales fueron apoteósicos, dominados por un gran culto a la personalidad, tanto dentro como fuera del país, únicos en toda la historia de las izquierdas revolucionarias en España”.
Emilio Mola Vida. “El día 21 se entrevistó con Azaña, ministro de la Guerra, que ordenó su detención. Fue encarcelado en las prisiones militares de San Francisco, inhóspito caserón, antaño albergue de tropa (…) Participó en la sublevación de Sanjurjo el 10 de agosto de 1932, por lo que se le separó del servicio y pasó a la segunda reserva. Por entonces, falto de recursos, fabricó juguetes, escribió cuentos para niños y un tratado de ajedrez sin ser jugador (…) Pronto, al elogiar el aire barojiano de las Memorias, se las juzgaba tan excelentes que ‘por sí solas, le hubieran hecho célebre como escritor político y militar’ (…) El Gobierno, que tenía noticias de los proyectos del Ejército, adquirió armamento en el extranjero y concentró en Madrid y capitales de provincia el material militar y aéreo (…) unos petroleros rusos descargaron en Cádiz y Sevilla armas para las Casas del Pueblo (…) En julio todo estaba ultimado para el alzamiento. Los comunistas, temiendo que se les adelantasen los militares, fijaron su revolución para el 21”.
¿Cómo se puede hacer esto? Pues como se hacen este tipo de cosas, de la misma manera que se hace con Nixon, Kissinger y con muchos otros genocidas protegidos por las instituciones, pues obviando la víctimas. Porque este es un “Diccionario” en la línea de la historia tal como se nos contaba, la historia de los reyes godos y de los grandes hombres, como personajes al margen de los desafueros que causaron, las víctimas es gente anónima, no tienen historia. Es gente de la que no se suele hablar en la RAH.
En casos así, la verdad es un peligro. Es imposible que unos señores que sientan en sus reales al presidente de la entidad protectora (y beneficiadora) del Valle de los Caídos, que ofrezca un retrato de Franco utilizando datos como los que –por citar otro ejemplo- verazmente se ofrecen la película de Jaime Camino Dragon Rapide (1986). Camino nos presenta a dos golpistas hablan de porqué Franco era “Ecce homo” (ese hombre, como Jesús), de la película de Sáenz de Heredia. Uno cuenta a otro una anécdota sobre Franco en la León. Un legionario se había negado a comer las lentejas por las piedras que tenía, y en su rabia había tirado el plato al suelo. Pues bien, Franco lo obligó primero a comérselas en el suelo y luego lo mandó a fusilar. Era un hombre así lo que necesitaban, y la verdad es que el general no les decepcionó.
En realidad, con este Diccionario, la RAH nos ha ofrecido una buena imagen del peso de las instituciones que como decían los empresarios, se “sintieron felices” con el régimen franquista. Para ellos como para la FAES o para el PP, este no es un asunto de la historia sino de su historia. De la que quieren porque es la que necesitan. Su problema no es el rigor, la objetividad, y todo lo demás. Factores por lo demás que los historiadores académicos liberales suelen olvidar a otro nivel, cuando se trata del movimiento obrero y de la revolución.
Esto es así, no es otra cosa y nos vuelve a plantear un viejo debate sobre si la derecha es “civilizada” simplemente porque permite unas ciertas libertades. Es la derecha que ha legitimado la izquierda institucional que al asumir como propio el régimen de la Transición, desarrolló un discurso sobre la “derecha civilizada” que lo era porque respetaba un juego democrático en el que al margen de lo que dijeran las urnas, siempre ganaban los mismos. Era más guapa o más fea, pero era la que teníamos, nos decían plumíferos como Rosa Montero desde “El País” cuando la ocupación de Irak. Lo siguió siendo cuando pusieron en marcha toda aquella campaña sobre el 11-M y ETA, y pusieron decir y hacer sin escrúpulos de ningún tipo porque era lo que les convenía y punto. Ellos eran “el centro derecha”, tenían la patente y nadie les iba a desdecir.
Para la derecha reaccionaria, la historia es un instrumento más que ha de servir a sus propósitos de seguir siendo los ganadores. No estamos insisto, ante un debate de escuelas ni de objetividades académicas. Estamos ante pechos y personajes históricos sobre los que el consenso es imposible, y lo que hace la RAH es tan profesional como lo que hace la monarquía, y la respuesta no es otra que saber quien manda aquí. En cuanto a las víctimas, las cunetas, y todos los horrores, su respuesta podría ser la misma. No está permitido nada que pueda afectar a su hegemonía. Ellos son los que mandan, los que tenían la RAH y la casi totalidad del entramado institucional cultural, y su divisa bien podía ser la que ofreció César González Ruano que los sirvió porque lo tenía muy claro: “Sobre la conciencia todo lo que ustedes quieran, pero sobre la espaldas, ni un solo grano”.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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