domingo, enero 06, 2013

El “Noi de Sucre” y el derecho a decidir



El derecho a decidir es un principio democrático básico cuya defensa no implica votar en un sentido o en otro. Sobre esta cuestión Salvador Seguí, tuvo algunas cosas claras y las dijo en Madrid.
Vivimos en un mundo de naciones, unas dominantes y otras dominadas. El marxismo hizo muchas aportaciones sobre esta cuestión, para bakunin la cosa era más simple, él se decía patriota…de todas las naciones oprimidas. Cierto que la mundialización ha complicado aún más el asunto, por eso es importante por lo menos saber de donde venimos, sobre todo para tomar posiciones claras.
Ellos lo podrán confirman, pero la verdad es que mis amistades que tratan de combinar la opción por la independencia catalana con su militancia sindicalista (en su mayor parte en la CGT), no están lo que se dice sobrados de referencias. De páginas de debates y posicionamiento sobre la cuestión, y está claro que la referencia “federal” podría ser apasionante en los tiempos de la Primera república –de hecho, ya fue claramente insuficiente-, pero no para después.
A Pi i Margall se le tenía en mucha estima en el movimiento obrero, no en vano Engels lo había considerado “el único socialista” entre los próceres de la Primera República. Este hombre, al parecer el único catalán que llegó a ser presidente de un gobierno en el Reino de las Españas. Pi murió el 29 de noviembre de 1901, un evento que podía compararse –exagerando un poco- a la muerte de Verdi con el que Bertolucci comienza Novecento. También su entierro resultó especialmente sonado. De entrada había riesgo porque los miserables que gobernaban prohibieron el recorrido por el viejo Madrid. Todo por el miedo a las turbas proletarias que lo habían adoptado. Cuentan las crónicas que un enérgico grupo anarquista alzó en pavés su humilde féretro, y lo paseó a hombros hasta el cementerio civil entre continuos vítores. Eran los tiempos de la primera Restauración monárquica y conservadora (la segunda comenzó en 1977), pero por lo general se mostró respeto, todavía la prensa no estaba tan totalmente en manos de los letratenientes, Pi i Margall por lo tanto fue elogiado aunque no hubo ningún debate sobre la federación, un ideal que tuvo su mayor vigor con la II República. Nunca en la historia española, un político, que jamás había abandonado su trinchera de radical de izquierdas, alcanzaba un reconocimiento tan unánime.
Antes, el único personaje de la historia anarcosindicalista que había abordado con criterio el tema de la libertad nacional de Cataluña fue el Salvador Seguí, también conocido como el “Noi de Sucre”, asesinado por los pistoleros de la patronal catalana que de esto sabía un rato. Las mismas pistolas acabaron también con Frances Layret que en el momento de ser acribillado a balazos era el líder del Partit Republicá Catalá que acababa de votar su adhesión a la Internacional comunista, sin duda atraído por la defensa incondicional que Lenin había hecho del derecho de autodeterminación. Algunos podrían haber dicho que había que parar aquellos cerebros, porque desde luego, las cosas ya no fueron iguales.
En la CNT que sucedió el tiempo de Seguí acabó pesando más la báscula anarquista para la que el ideal ya estaba proclamado, y que pensaba que no era necesario discutir sobre el problema –nada menor- de cómo ponerle el cascabel al gato. La revolución parecía una mera cuestión de principios establecidos y de paciencia, pero la verdad es que todo acabaría resultando endiabladamente más complejo y sobre todo, más difícil.
No fue por casualidad que Salvador Seguí estuviera por medio en la única ocasión que la CNT y la UGT fueron codo con codo, algo que sucedió en todo el Estado en agosto de 1917, y que no volvería a suceder hasta octubre de 1934, aunque entonces fue solo en Asturias. Seguí jamás habría transigido con el desvarío de la “gimnasia revolucionaria”, ni habría aceptado una guerra contra los “marxistas”. En 1918, Seguí fue el artífice del determinante Congreso de Sants abogando por los sindicatos únicos, y su prestigio sobrepasa ampliamente el cuadro anarcosindicalista. Hombre bohemio, capaz de pasar desapercibido delante de un grupo de sabuesos con su elegancia “burguesa”, en 1919 actuó como el “cerebro” de la mítica huelga de “La Canadiense”, en la que la lucha de empresa y la lucha en los barrios se hicieron una única lucha. Puig no lo habría permitido, y habría tratado que la calle tuviera miedo al sistema, más miedo todavía.
En octubre de 1919, Salvador Seguí se realizó en el Ateneo de Madrid en octubre del 1919, o sea lejos de Cataluña, un discurso en el que trató de precisar su posición en relación a las exigencias nacionalistas por parte de la burguesía catalana, y cuál debía de ser la actitud de los trabajadores. Sus palabras han sido muy citadas, por lo que me ha permitido subrayar sus apartados más “independentistas”:
“En Cataluña, los elementos reaccionarios del catalanismo, a menudo levantan la bandera de las reivindicaciones catalanas, en un sentido nacionalista. Y cuando más ruido hacen es en los momentos en los que se produce un hecho social de resonancia, talmente como si buscaran la intervención de las autoridades del Estado español para combatir a los trabajadores catalanes. Nosotros, lo digo aquí en Madrid, y si conviene también en Barcelona, somos y seremos contrarios a estos señores que pretenden monopolizar la política catalana, no para lograr la libertad de Cataluña, sino para poder defender mejor sus intereses de clase y siempre atentas a malograr las reivindicaciones del proletariado catalán. Y yo os puedo asegurar que estos reaccionarios que se autodenominan catalanistas lo que más temen es el recrudecimiento nacionalista de Cataluña, en el supuesto de que Cataluña no lo fuera sometida. Y cómo que saben que Cataluña no es un pueblo insensible, ni siquiera intentan desatar la política catalana de la española. En cambio, nosotros, los trabajadores, como sea que con una Cataluña independiente no perderíamos nada, más bien el contrario, ganaríamos mucho, la independencia de nuestra tierra no nos da miedo.
Estad seguros, amigos madrileños que me escucháis, que si algún día se habla seriamente de independizar Cataluña del Estado español, los primeros y quizás los únicos que se opondrían a la libertad nacional de Cataluña, serían los capitalistas de la Liga Regionalista y del Fomento del Trabajo Nacional. Aun así hay muchas pruebas que confirman mi razonamiento. Que proclamen su catalanismo en discursos y artículos periodísticos cuando están en Barcelona. Si piensan que se encuentran en peligro los intereses particulares de bienestar de su clase, enloquecidos y deprisa y corriendo van hacia Madrid, para ofrecer sus servicios a la Monarquía centralista, y más de una vez los habréis podido ver vistiendo el sayo de ministro. ¿Es, acaso, con la colaboración ministerial cómo es pueden afianzar las aspiraciones de libertad nacional de Cataluña, sometida a una monarquía centralista y enemiga de la emancipación del pueblos hispánicos? Por suerte la Cataluña vejada e injuriada, privada de su libertad nacional, conoce bien sus detractores y sabe de qué lado están sus verdaderos amigos y defensores. Una Cataluña, liberada del Estado español os aseguro, amigos madrileños, que sería una Cataluña amiga de todos los pueblos de la Península Hispánica y sospecho que quienes ahora pretenden presentarse como los adalides del catalanismo, temen una entente fraternal y duradera con las otras nacionalidades peninsulares. Por lo tanto es falsa la catalanidad de quienes dirigen la Liga Regionalista. Y es que esta gente antepone sus intereses de clase, es decir los intereses del capitalismo, a todo interés o ideología. Estoy tan cierto del que digo, que sin pecar de exagerado, puedo aseguraros que si algún día Cataluña conquista su libertad nacional, los primeros, si no los únicos, que le pondrán trabas, serán los hombres de la Liga Regionalista, porque en Cataluña cómo por todas partes, el capitalismo está carecido de ideología”
No se equivocaba en el punto de la “conciencia de clase” de la patronal catalana. Esta no tuvo la menor duda a la hora de llamar a la Guardia Civil y a personajes tan siniestros como Martínez Anido, a la hora de reprimir las luchas obreras. Durante la revolución y la guerra, el grueso de la burguesía catalana se puso al lado de los militares alzados contra el pueblo. Durante el franquismo, dicha burguesía fue realmente “feliz”, y en 1977, uno de sus portavoces más conocido e inquietantes (así lo describió Vázquez Montalbán) Carles Ferret i Salat, proclamó en un mitin de los suyos que con tantas huelgas se estaba provocando un nuevo golpe militar. Eso está claro, lo que no está tanto es las connivencia y diferencias que existían en ERC por arriba y por abajo, un tema sobre el que la CNT osciló entre el posibilismo y la guerra…
Parte de esta párrafo aparece citado en el libro de David Fernández y Juliá de Jódar, Cop de CUP, que comentábamos días atrás, por lo que estamos citando unas palabras que siguen vivas.
Quizás el problema se interpretarla lo más correctamente posible. En política no se puede matizar solamente cuando nos conviene, es importante hacerlo en todos los sentidos. Habría que ver mucha gente que ha votado CiU pero que también está padeciendo las “retalladas”, también son importantes las diferencias con ERC, mirar a ERC por arriba y por abajo, diferenciar entre las corrientes que abogan por la independencia. Parece obvio que desde una opción libertaria, algo como el “derecho a decidir” tendría que resultar incuestionable. Cierto es que tal derecho también es aplicable a otras cuestiones, como lo es que los grandes señores de las privatizaciones (si para Proudhon la propiedad era el robo, ¿qué no será el robo de la propiedad pública?), tratan de envolverse con la “senyera”, y hablan de la independencia como los que conocía el “Noi de Sucre”. Eso es tan evidente como lo es que la defensa del derecho a decidir hay que hacerlo siempre luchando por los de abajo…
Teniendo esto claro, quizás no sea tan difícil establecer una base de acuerdos primordiales. Unos acuerdos sobre este y otros puntos mínimos, que son posibles y necesarios para no repetir la trágica historia de tantos desencuentros entre la izquierda que lucha.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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