domingo, diciembre 23, 2012

El legado de las Brigadas internacionales



Durante la Guerra Civil alrededor de 35.000 voluntarios internacionales vinieron al Estado español para defender la República. Muchos de ellos nunca volverían a sus más de 50 países de origen. Su sacrificio y su internacionalismo no tenían precedentes.
En el contexto del auge del fascismo en los años treinta, la Guerra Civil Española dio la oportunidad, sobre todo a los refugiados de regímenes autoritarios, de combatir, armas en la mano, esta terrible amenaza. Desde el principio de la guerra cientos de voluntarios extranjeros, ya presentes en la península o llegando por sus propios medios, se integraron en las milicias obreras.
Pero no fue hasta que se implicó la Unión Soviética en la defensa de la República que hubo una organización masiva de voluntarios internacionales. La política exterior soviética en este momento fue la de buscar una alianza con las democracias contra los países fascistas. La expresión doméstica de esta política fue el Frente Popular de todos los demócratas contra el fascismo.
Cuando empezó la Guerra Civil, las democracias, principalmente Gran Bretaña y Francia propusieron la no-intervención como, supuestamente, la mejor manera para evitar que la guerra se extendiera. La razón real de esta decisión, sin embargo, fue el poco interés por parte de las clases dominantes de estos países de salvar una República vista como “roja”. Esta política cínica significaría que mientras los poderes fascistas enviaban todo lujo de material logístico y humano a Franco, a la República le fue negado todo tipo de apoyo logístico.
Aunque al principio Stalin apoyó la no-intervención, cambió su política cuando vio que la ayuda fascista iba a significar una victoria rápida de los nacionales. No obstante, el envío de armas soviéticas, muy desigual en su calidad y cantidad, siempre estaba condicionado por la necesidad de acabar con la revolución y con el fin de evitar la derrota de la República, más que procurar su victoria.
En Moscú, en septiembre de 1936, y como consecuencia del giro en la política soviética, la Internacional Comunista tomó la decisión de formar las Brigadas Internacionales. Éstas estarían organizadas por los partidos comunistas de cada país con el partido francés asumiendo un papel clave para asegurar su traslado a través de la frontera con el Estado español.
Aunque entre los voluntarios hubo algún aventurero, la gran mayoría fueron antifascistas muy convencidos, muchos con años de experiencia como activistas en los movimientos populares de sus países. Tanto fue el caso que algunos partidos comunistas tuvieron que vetar que tantos valiosos militantes fueran a luchar contra el fascismo por la pérdida que esto representaba para su trabajo político a nivel doméstico.
La presencia en las filas de las Brigadas de algunos escritores y poetas conocidos ha dado un imagen equivocada sobre su composición social. En realidad, la gran mayoría de los brigadistas fueron jóvenes de origen obrero, muchos de ellos parados. Pocos tenían una experiencia militar, aunque bastantes habían participado en las luchas callejeras en sus países contra el fascismo.
El contingente más importante fue el francés. También hubo grupos nutridos de alemanes, polacos, italianos, estadounidenses, británicos, yugoslavos, checos y belgas. Los voluntarios de origen judío fueron bastante numerosos algo que reflejaba su papel central en la lucha antifascista en la Europa de aquel entonces. Además de los combatientes, también fueron como voluntarios un nutrido equipo de personal médico (hombres y mujeres), chóferes y otros técnicos.

Su papel

El impacto de la llegada de las Brigadas fue tan psicológico como militar. Sobre todo su dramática entrada en el Madrid asediado o cuando durante la victoria republicana en Guadalajara los brigadistas italianos se enfrentaron directamente con las tropas fascistas enviadas por Mussolini. Aunque solamente formaban una parte pequeña del ejército republicano, tuvieron un papel destacado en las batallas del Jarama, Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro. Un 30% de los brigadistas murieron. Varios factores contribuyeron a que sufrieran tantas bajas: su papel como tropas de choque, la estrategia republicana de grandes ofensivas, un entrenamiento inadecuado, la incompetencia de algunos de sus comandantes y la falta de armas.
Aunque han sido presentados como el ejemplo máximo del Frente Popular, en realidad, a pesar de la presencia de voluntarios socialistas o no alineados, las Brigadas fueron controladas por los comunistas. Más de la mitad de los voluntarios fueron militantes comunistas y entre los mandos y los oficiales este porcentaje fue más elevado. Además, llegaron a la República casi 600 comunistas extranjeros desde la URSS, muchos de los cuales habían pasado antes por las filas del Ejército Rojo. Estos militantes, sobre todo, ocuparon los puestos de mando más importantes.
Como atestiguan sus memorias y la documentación disponible, la gran mayoría de los brigadistas tuvieron poca idea sobre la naturaleza del proceso político en la zona republicana, más allá de la línea comunista de que la guerra era una guerra en defensa de la democracia contra el fascismo. En general no tuvieron contacto con la población local. Por eso, fue fácil propagar la versión estalinista de los acontecimientos en las filas de las Brigadas.
Dentro de la Brigadas mismas, hubo una paranoia por parte de algunos mandos, sobre su comandante Andre Marty, sobre la presencia de espías y “trotskistas-fascistas”. Aunque la represión en las Brigadas Internacionales no era tan drástica como han insistido los historiadores conservadores y revisionistas, hubo represalias e incluso ejecuciones. La mayoría fueron por casos de indisciplina y deserción, pero también había casos de supuestos “trotskistas” y “provocadores”. En realidad hubo muy pocos trotskistas que lucharon con la Brigadas; los pocos que llegaron al Estado español participaron en las milicias del POUM o, en algún caso, de la CNT. De todas maneras, las intrigas políticas y los nombramientos de mandos por razones políticas contribuyeron al desgaste de las Brigadas.

Impresionar a las democracias

Ya a mediados de 1937, la guerra fue presentada cada vez más como una guerra contra invasores extranjeros, una guerra por la independencia nacional. A nivel de propaganda, la presencia de las Brigadas puso en entredicho esta supuesta lucha patriótica. Por eso, las referencias a las Brigadas como el gran ejemplo para el pueblo casi desparecieron de los medios de comunicación.
En un último, e inútil, intento de impresionar a las democracias sobre la naturaleza nacional y democrático-burguesa de su lucha, en septiembre 1938, el gobierno republicano anunció la retirada de las Brigadas.
Hubo unos miles, sin embargo, que no tuvieron más remedio que quedarse, dado que no pudieron volver a sus países que se encontraban en manos de dictaduras fascistas. A principios de febrero 1939, estos voluntarios volvieron a luchar para proteger el terrible éxodo de cientos de miles de personas desde Catalunya hasta la frontera francesa.
Con el final de la guerra no terminó la epopeya de los voluntarios. Muchos participaron en la resistencia contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en Francia; otros murieron en los campos de exterminio nazis. Entre las víctimas estuvieron comunistas extranjeros que originalmente habían ido al Estado español desde la Unión Soviética, cuyo gobierno ahora se negaba a recibirles de nuevo. Algunos, principalmente alemanes, que sí llegaron a la URSS, fueron entregados a los nazis por las autoridades soviéticas a raíz del pacto de no-agresión entre Hitler y Stalin. Otros padecieron en las purgas estalinistas, como fue el caso de muchos de los asesores soviéticos que habían estado en el Estado español. Su destino tampoco mejoró mucho después de la Guerra Mundial en los nuevos estados estalinistas de Europa oriental: aunque algunos ex Brigadistas llegaron a ser altos funcionarios, otros desaparecieron en una nueva ola de purgas.
En las democracias, los voluntarios, acusados de ser comunistas, sufrieron a menudo la discriminaron de sus gobiernos. Sobre todo este fue el caso en los EEUU donde los ex brigadistas se contaron entre las víctimas de la histeria anticomunista de los años cincuenta. Muchos nunca dejaron de luchar por un mundo mejor y destacaron como activistas de izquierdas para el resto de sus días.
No cabe duda que el ejemplo de las Brigadas Internacionales, su heroísmo y su entrega internacionalista son únicas. Sin embargo, también ha servido para perpetuar el mito de una guerra en defensa de la democracia, en lugar de una guerra en el seno de la cual hubo una gran revolución social que fue aplastada por los comunistas y sus aliados. Los propios ex brigadistas a menudo han contribuido en insistir en esa versión interesada de la guerra. Además, con el tiempo, se ha olvidado que muchos de ellos vinieron aquí, como muestran sus cartas y escritos, como revolucionarios que vieron en la guerra contra el fascismo un paso hacia la victoria, no de la democracia liberal, sino del socialismo.

Andy Durgan

Publicado originalmente en En Lucha 122. Noviembre 2006

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