sábado, noviembre 17, 2012

14N en Europa: Primera huelga internacional del siglo XXI



Convocada por la Confederación Europea de Sindicatos, la “Jornada Europea de Acción y Solidaridad por el empleo y contra las políticas de austeridad” del 14 de noviembre coordinó -en una escala inédita en la Unión Europea- la lucha de los trabajadores contra los resultados de la crisis capitalista. En España y Portugal se vivió la primera huelga ibérica de la historia; Chipre y Malta también tuvieron su huelga general; Grecia, que ya venía de hacer huelga el 5 y 6 de noviembre, paró por tres horas; en Italia se hizo una huelga general de cuatro horas acompañada por movilizaciones. Hubo también acciones de protesta en Francia, Bélgica, Alemania, Austria, Polonia, Rumania, Finlandia, Dinamarca, Reino Unido y Austria. República Checa y Eslovenia se movilizarán el 17 de noviembre.
Desde que comenzó la crisis, las políticas de rescate a la banca y la austeridad provocaron un hundimiento de la economía y un retroceso en las condiciones de vida del pueblo. Hagamos un somero resumen. Los trabajadores griegos sufrieron un ataque que incluyó recortes de entre un 30 y un 40 por ciento de sus salarios y pensiones, la supresión del 15% de los empleos públicos, la elevación de la edad jubilatoria en cuatro años y el cierre de cientos de colegios y hospitales; el desempleo en masa hambrea al pueblo, pero el primer ministro Samaras ha pedido más “sacrificios de los ciudadanos”. En Portugal se eliminaron los pagos extra a los trabajadores estatales y jubilados, se suprimieron cien mil puestos de empleados públicos y una reforma laboral redujo las indemnizaciones por despido, las vacaciones, los subsidios de desempleo y la remuneración de las horas extraordinarias; la tasa de desempleo alcanzó el 16% (35% entre los jóvenes de hasta 24 años). El gobierno ‘técnico’ italiano subió el IVA del 21 al 23 por ciento, elevó la edad jubilatoria a 66 años, congeló las pensiones y privatizó numerosas entidades públicas. En España, los trabajadores sufrieron recortes salariales y despidos, se amplió la edad de jubilación, una reforma laboral facilitó y abarató el despido, se atacó la negociación colectiva y hubo amplios recortes en sanidad y enseñanza; el desempleo alcanza al 25 por ciento de desempleo, mientras millones son desalojados de sus hogares. Este agravamiento de la situación social en los países del sur europeo que realizaron la huelga es el espejo en el que se miran los demás países, que también aplican planes de ajuste.
La jornada obrera del 14 es el punto de llegada de una amplia movilización popular que se ha ido desarrollando durante estos años. Grecia tuvo, en dos años, ¡21! huelgas generales. España cumplió su tercera huelga general desde 2010 (dos en 2012). Este año hubo, además, paros y movilizaciones de decenas de miles de personas en Portugal, Gran Bretaña, Francia, Italia, República Checa, Rumania, Eslovenia, Croacia y Alemania. La huelga general internacional forma parte, entonces, de una tendencia -sin precedentes y en ascenso- a la movilización popular en la Unión Europea.
En muchos casos -el más notorio, el de los ‘indignados’ españoles-, las movilizaciones se desenvolvieron en forma independiente de las direcciones sindicales tradicionales. La predisposición de las masas al combate contra el capital no es lo que falta, pero la política de la burocracia sindical europea frente a la crisis fue la de responder con huelgas o manifestaciones aisladas, con el objetivo de ejercer una presión sobre los gobiernos y llevarlos a que ‘moderen’ los planes de ajuste. La jornada del 14 no forma parte de un plan de lucha, a pesar del abrumador acatamiento que tuvo en España y Portugal, y el muy importante en los países donde se hizo un “semiparo”. Cogestora del régimen explotador de la Unión Europea, la burocracia sindical no fue -ni es- capaz de preparar una lucha de conjunto frente a la crisis y, mucho menos, cuestionar a la propia UE.
Pero se trata de una política inviable. La gestión de la crisis capitalista no puede sino ser ‘salvaje’. Con Francia y Alemania sumándose al lote de los países en recesión, la perspectiva es la de una agudización de la bancarrota continental. El Banco Central Europeo (hegemonizado por Alemania) ha puesto como condición para los paquetes de ayuda -que necesitan los Estados quebrados y con abultadas deudas- la aplicación de estos planes de ajuste y un derecho de inspección de las cuentas públicas -incluida la posibilidad de vetar sus presupuestos. Alemania (también Francia) trata de superar las tendencias al fraccionamiento nacional provocadas por la bancarrota por medio de una anexión política de los Estados más débiles por parte de los más fuertes -que, a su vez, pelearán entre sí. Es decir, una reestructuración completa de las relaciones sociales. Sin embargo, son los propios bancos alemanes quienes se vienen resistiendo en avanzar en esta dirección. No quieren quedar sometidos a la injerencia y fiscalización de un organismo supranacional ni cargar sobre sus hombros con la cuota mayor de aportes que debería asumir Alemania, en relación con los otros países miembros de la Unión Europea, para sostener este nuevo mecanismo de rescate. O sea que el salvataje está atravesado por una multiplicidad de contradicciones y está amenazado de naufragar antes de haber arrancado.
Se trata de apagar con nafta el incendio. Fue aplicando esos planes de ajuste cómo los diferentes regímenes políticos entraron en una crisis que se expresa -pero no sólo- en el desprestigio de los partidos responsables del ajuste, sean socialdemócratas (como el Pasok griego, el PSOE en España y ahora el PS francés) o conservadores. También está presente en la oleada de luchas populares y el surgimiento de un activismo que está procesando una experiencia en la lucha contra el capital, la emergencia de la juventud, los “indignados” del Estado español y Grecia, el movimiento “Occupy” en Londres, el movimiento estudiantil en Italia, España y otros países. La perspectiva, inevitable, de renovadas crisis políticas y una agudización extraordinaria de la lucha de clases plantea un extraordinario campo de intervención para la izquierda revolucionaria.

Pablo Ramasco

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