miércoles, septiembre 19, 2012

Santiago Carrillo, arquetipo de toda una “cultura comunista”


Es bastante probable que entre las nuevas generaciones la palabra “comunista” esté asociada a Santiago Carrillo, y no a otros nombres. Fue con mucho, el secretario general del PCE que más tiempo duró en el cargo, y lo ejerció en un tiempo en el que esté era el único partido realmente organizado en este país de países. Su biografía militante es, también con mucho, la más longevo de todos los personajes significado de la historia del movimiento obrero español. Hijo del líder socialista y ugetista Wenceslao Carrillo, sus juegos ya fueron perturbados por las visitas de la policía y por las visitas al padre en la cárcel. Su infancia fue especialmente dura (1). La vida de un líder obrero era entonces así, y Santiago contaba como tuvieron que enterrar a uno de sus hermanos en una caja improvisada porque no tenían ni para un ataúd, y como él mismo, a pesar de su predisposición, no pudo estudiar.
Wenceslao pertenecía al ala más “pablista” (de Pablo Iglesias), y desde 1933 figuró en las corriente radical que –ironías de la historia- sería liderada por Largo Caballero, obrero estuquista que aprendió a leer a los 11 años, y que, con la ayuda inapreciable de Luís Araquistáin que embajador español en el Berlín de la peste parda, se desplazó hacia la izquierda por dos razones que se escamotean: porque en 1933 todavía no se había puesto en pie ninguna de las reformas exigidas por el pueblo, y porque se creaba un nuevo escenario con una CEDA que no ocultaba sus simpatías por dicha peste…Como es sabido, la mano derecha de Caballero fue el joven Santiago, ferviente partidario de la llamada “bolchevización”. En el tiempo que sigue las Juventudes Socialistas (JS) se erigió como el sector socialista más implicado en las Alianzas Obrera que había diseñado Joaquín Maurín. Carrillo fue hasta principios de 1936 el más persistente partidario de que el BOC y los trotskistas ingresaran en el PSOE par reforzar el ala izquierda, propuesta que en Cataluña se habría traducido por un POUJM que se habría llamado PSOE con todos derechos y deberes. Se ha hablado mucho del “trotskismo” de las JS, lo cual fue medio verdad y medio mentira.
Media verdad porque entonces Trotsky seguía siendo para todos el colega de Lenin, se leían sus obras, pero sobre todo, se apreciaban sus potentes trabajos a favor de un frente único obrero socialista-comunista, el único medio que pudo haberle parado los pies a Hitler. Pero era medio mentira, porque no solamente no habían prestado atención a sus elaboradas denuncias de la burocracia estalinista, es que al mismo tiempo seguían creyendo que en la URSS se estaba construyendo el socialismo. Cuando Carrillo tuvo que escoger después del tiempo que pasó en prisión por su activismo en Octubre de 1934, no tuvo dudas. Cuando visitó la URSS que enseñaban a todos los “turistas revolucionarios”, exclamó: "¡Esto es lo que yo quiero!". A finales de 1936 ya intervenía en un mitin de las JSU proclamando que el “trotskismo” formaba parte de la V Columna, y algo tuvo que ver con el hecho de que los ataques directos contra el POUM comenzaron antes que en cualquier parte en Madrid donde este partido fue vetado en la Junta de Defensa. El bueno de Wilebaldo Solano que lo había tratado casi como un amigo, se murió sin entender como se podía hacer algo así. Sin embargo, ahora cuando se escriben sus obituarios, esta parece ser una historia que nunca sucedió.
Es conocida su actuación durante la defensa de Madrid donde ejerció como consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid y, en tal calidad, responsable de las cárceles. Fueron tiempos de resistencia, y Carrillo se sentía orgulloso de su papel Los bombardeos sobre la capital de la gloria fueron inclementes, pero parece que la película queda reducida a los crímenes de Paracuellos. Esto produce la misma sensación que nos causa hoy el “horror” de los romanos ante las crucifixiones efectuadas de patricios romanos por parte de las tropas de Espartaco. No se trata de negar que en este fuera un capítulo que ensucia la república. Viñas y otros apuntan hacia los agentes soviéticos. Está muy bien que se intente dejar claro lo que sucedió, pero me parece aberrante que ese plano oculte todo lo demás. Al final de la guerra, el PCE ya estaba enemistado con todas las fuerzas republicanas, y aquí se sitúa la historia de la Junta de Defensa del coronel Casado contra el gobierno de Negrín, y en la que su padre tuvo un papel relevante. Santiago le escribió a su padre que entre un comunista y un traidor no cabían relaciones de ningún tipo. "No, Wenceslao Carrillo, entre tu y yo no puede haber relaciones porque ya no tenemos nada en común". El padre le respondió llamándole “hijo de Stalin”.
Su trayectoria en el exilio es la de un ascenso en la jerarquía del partido en un tiempo inmisericorde. Esta es una historia descrita al detalle por un comunista como Gregorio Morán que llevó a cabo una exhaustiva investigación vertida en Miseria y grandeza del PCE (1939-1985), y se podría decir generalizando por no demasiado, que las miserias estuvieron por las alturas y las grandezas por abajo. Este contraste resulta bastante claro, de un lado los que se quedan luchando en el interior o regresan clandestinamente, del otro, los que forman el “aparato”. Años negros en los que el propio Carrillo le pudo confesar a uno que quería que intercediera por él, “Bastante tengo con salvarme yo”. Seguramente su capítulo más oscuro es el referido a la retirada del “maquis”, un tema sobre el que se empiezan a encontrar revelaciones espeluznantes sobre las que Santiago se ha negado a hablar hasta el final. Aquí entran apartados tan siniestros como el proceso a Jesús Monzón, que había dirigido la invasión guerrillera por el valle de Arán, y el asesinato, nunca aclarado, del veterano Gabriel León Trilla, uno de los pocos fundadores que nunca se atrevió a discrepar con la línea oficial. No tengo dudas de que esta página negra influyó poderosamente en el apoyo que Carrillo y, claro está, el PCE-PSUC, acabaron dando al “olvido histórico”. Algún día habrá que rescatar uno de aquellos programas de principios de la Transición –quizás ”La víspera de nuestro tiempo”, que se hacía a la medida del comisario ucedeo Javier Tusell-, y en el que diversos personajes tan indignos como Fernando Arrabal y Bernard- Henri Levy ponían al viejo zorro comunista contra las cuerdas.
Me parece evidente que estas páginas negras contribuyeron a que políticos que apenas se habían mojado el culo como Felipe González, pudieran aparecer limpios a lado de secretarios generales que tenían el armario lleno de cadáveres.
Gracias a los soportes que le dieron sus camaradas de la JSU, Carrillo reforzó su papel en la cúpula formando parte de una delegación española al Generalísimo José Stalin en 1948. De aquella reunión se creó la leyenda de un Stalin preocupado por la situación española trazando las líneas por las que acabó discurriendo la “línea general” del PCE desde entonces: de la liquidación drástica de la guerrilla, y el entrismo en los sindicatos oficiales que en realidad, tardaría en llegar. En 1956, la cúpula del PCE trató de contener el “Informe Jruschev” sobre los crímenes de Stalin, pero finalmente lo acabó aceptando. Es más, todos se hicieron jruschevianos. Será bajo este influjo que se redacta la Declaración por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español, y en la misma línea, el texto de 1967 Nuevos enfoques a problemas de hoy, y que prefigura la política que llevará a cabo desde la muerte de Franco. Este documento resultó determinante para sectores de la juventud radicalizada se orientaran hacia el maoísmo que tachaba el documento de representar la culminación del “revisionismo”.
Pero será también en esta fase cuando el PCE logra superar los obstáculos de la clandestinidad, algo que no lograrán ninguna de las demás fuerzas políticas republicanas, y eso que la CNT (y el POUM) lo intentó dejándose la piel. Tuvo a su favor el contexto de la “guerra fría” que situaba a Franco con el llamado “mundo libre”, así como el apoyo del “movimiento comunista internacional”, sobre todo, el ejemplo de Cuba que deslumbró a una generación. También influyeron su capacidad organizativa que no permitió la menor disensión, y su capacidad para adaptar se a la nueva situación. Así por ejemplo, mientras que los demás trataban de reconstruir los antiguos sindicatos, el PCE se apuntó desde el primer día a las Comisiones Obreras, y también supo apreciar lo que significaba la crisis de conciencia de la Iglesia de base.
Carrillo declaró en “La Tuerka” que el momento más importante de su vida fue cuando lo nombraron secretario del PCE, y tuvieron que pasar muchas cosas para que bajara de dicho asiento. Amparado en la consideración de que cualquier discrepancia daba balas al franquismo, el “carrillismo” expresará toda una variación de la “cultura estaliniana”, y aunque la base social estaba cambiando, los preceptos verticales seguirán firmes hasta el final.
Se acepta una concepción según la cual, cualquier disenso es una “traición” –a veces se añadía “objetivamente”, o sea a pesar de la buena voluntad del discrepante-, de tal manera que el partido que era una familia unidad y fraternal, si dabas un paso fuera podía ser el infierno. Conocí algunos casos anónimos muy crudos. También se forjaba una militancia adicta a la cual se le enseñaban las cuatro cosas y a obedecer. El partido no era un lugar de discusión, y la formación era para los que ascendían. Una formación que no permitía más lecturas que la línea oficial. Otro aspecto de esta escuela es el culto a la maniobra. Recuerdo lo que Jesús Albarraicín me contaba de Ángel Pérez, de oficio funcionario comunista. Decía que a este personaje cualquiera que ganará circunstancialmente una mayoría, le podía dejar a cargo de ella con la garantía de que nunca más la iba a perder.
Fue gracias a esta cultura que Carrillo pudo negociar como si se representara as sí mismo, con Suárez y firmar todo lo le vino en ganas. Esto explica que ahora sea exaltado por personajes tan diversos como Martín Villa, Rosa Díez o Jordi Pujol, etc. En el PCE se podían hacer muchas cosas siempre que obedecieras. Soy testigo de gente que estaba en contra de los pactos de la Moncloa o de la Constitución, pero se sentía obligados con el partido, Otra clave de la tradición estaliniana era el estapismo, hoy toca esto, pero mañana avanzaremos hacia el socialismo. Al final de un sonoro debate, dos líderes muy conocidos del PSUC (uno era Joan Saura), que al final, tomando unas “cañas” en un Bar colindante con el local, me querían convencer que nosotros confundíamos el programa máximo y el mínimo. Ahora le toca al programa mínimo, el máximo correspondía a otra etapa. O sea que el programa mínimo aceptaba que el rey estuviera al margen de la ley, que fuese el jefe de los ejércitos, etcétera. La segunda parte del programa se perdió.
Al final el único partido de masas que existió en la época, comenzó a descomponerse precipitadamente abriendo un proceso de divisiones y rupturas. No obstante, Carrillo pudo seguir con su historial de viejo comunista pero bien avenido con la Casa Real.
Cuando en los últimos tiempos, alguien nos interroga sobre la profunda desconfianza con la que las nuevas generaciones observan la vida organizativa en sindicatos y partidos, uno no puede por menos que pensar que tiene mucho que ver con la enorme decepción sufrida por miles y miles de militantes honestos que creyeron en todo, y se sintieron profundamente decepcionados. Toda esta gente puso toda la carne en el asador para que los reformistas del régimen no se salieran con la suya, pero al final, resultó que sí, y no entendían como era que se hubieran firmado todas esas cosas con el pretexto de que luego vendría lo bueno. Luego vino la vía institucional, los cargos
Espero que Carrillo descanse en paz, y que sus esfuerzos militantes le sean reconocidos. Aunque también espero que con él muera un poco más toda aquella cultura que llamaban comunismo pero que no lo era.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

--1) Una mera curiosidad. En una familia de tantos hermanos tuvo que haber sus historias, poca gente sabe que tenía un gemelo, y servidor lo pudo comprobar como recepcionista de la Sanidad pública en Sitges. Sus apellidos eran los mismo, y lo que era más curioso, el tipo lucía en sus solapas emblemas franquistas, aunque también es verdad que más bien parecía un simple.

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