domingo, junio 17, 2012

Canto al cuerpo eléctrico




Ayer falleció a los 91 años, en Los Ángeles, Estados Unidos, el famoso escritor Ray Bradbury, quien fuera uno de los íconos de la literatura fantástica y de ciencia ficción.
A lo largo de su vida, a Ray Bradbury le gustaba contar una anécdota con un mago que había visto en una feria en 1932, Mr. Eléctrico. Al final de su actuación Eléctrico se acercó al Bradbury de doce años, tocó al niño con su espada y ordenó: “¡Vive para siempre!”. El escritor dijo más tarde: “Decidí que era la idea más grande que jamás había escuchado. Empecé a escribir todos los días. Nunca he dejado”.
Y es así que Bradbury atravesó sus años (y los de varias generaciones, a través de sus libros) con un desborde de imaginación, de reflexión y de construcción de mundos que nos invitaban a desafiar lo dado, salir de las cuatro paredes de nuestra habitación y disponernos a la aventura en mundos desconocidos, atrapantes y misteriosos.
Sus libros más conocidos son “Fahrenheit 451” y “El hombre ilustrado”. En el primero realiza una crítica a las sociedades de la posguerra, a sus estructuras políticas totalitarias pero también a la apatía de hombres y mujeres. En la sociedad imaginaria en la que transcurre la novela los libros estaban prohibidos y condenados a la hoguera y su nombre se debe a la temperatura a la que arde el papel, según indica el propio autor. “El hombre ilustrado” es una conjunción de relatos atravesados por la idea de que la tecnología afecta (y no necesariamente de modo positivo) a las personas. Pero poco diríamos de Bradbury si nos limitáramos a sus dos obras más renombradas, ya que en su haber tiene la creación de centenares de cuentos, poesías, novelas y ensayos (“Zen en el arte de escribir” es un libro imprescindible para cualquiera que se le anime a la pluma).
Imposible abordar un recorrido completo y exhaustivo por su obra. ¿No se podrían acaso escribir ensayos enteros sobre “Crónicas marcianas”? ¿Ese libro-mundo en el que al conquistar Marte los seres humanos se exponen tanto las miserias terrenales como a las del planeta rojo? ¿Y qué decir del cuento “El maravilloso traje de helado de crema”, incluido en “Remedio para melancólicos”, en el que el único elemento fantástico es la mente de los protagonistas que son completamente delirantes?
El título de esta nota se refiere, por ejemplo, a uno de sus cuentos publicado en el libro “Fantasmas de lo nuevo” (“I sing the body electric” en el inglés original), del año 1969. Allí leemos a un Bradbury tierno, hablando de la vejez, la pérdida y el crecimiento. Claro, todo situado en una abuela robot que tiene que hacerse cargo de sus nietos antes la muerte de su madre.
Dicen algunos que lo que importa en el arte más allá del “qué” es el “cómo”. Y este escritor, sin duda, tuvo creatividad en demasía para construir “qués” originales, en detalle. Pero quizás lo mejor de su obra sean sus “cómos”, esa forma de crear un clima mediante el uso detallista pero no pomposo de la palabra. La fluidez de sus oraciones y lo creíbles de sus diálogos son elementos clave en la composición de sus mundos, nuestros mundos.
Quizás para Ray Bradbury sea la muerte un mundo de fantasía más, donde el gris, lo oscuro y opresivo de esta sociedad que tanto aborrecía, se apaguen. O más bien, tal vez haya una niña que le encienda la noche.

Julia de Titto.

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