miércoles, marzo 07, 2012

Una obra imprescindible sobre la revolución española: Josep Antoni Pozo González: Poder legal y Poder real en la Cataluña revolucionaria de 1936



Poder legal y Poder real en la Cataluña revolucionaria de 1936. El Gobierno de la Generalidad ante el Comité Central de Milicias Antifascistas y los diversos poderes revolucionarios locales, Ediciones Espuela de Plata
En medio de una revolución social que había estallado como consecuencia del alzamiento militar contra la República y de la respuesta popular que éste generó, en el verano del 1936 Cataluña vivió una situación ciertamente especial. Centenares de comités revolucionarios formados espontáneamente durante los primeros momentos para dar respuesta a la sublevación militar e impedir su extensión, se erigieron en autoridades paralelas, cuando no únicas, en los ámbitos territoriales en los que actuaron. Como sucedió también en otras zonas de la península en las que el golpe militar fracasó, el desarrollo de estos comités acabaría conformando una situación que se caracterizaría por la existencia de dos poderes claramente diferenciados, y que además representaban cosas distintas: por un lado, el poder legal encarnado por el gobierno de la Generalidad, exponente de la legalidad republicana, y a quien los acontecimientos sacudieron profundamente –igual que al gobierno de la República– hasta el punto de perder buena parte de sus atribuciones; y de la otra, el poder real, representado por el Comité Central de Milicias y la multitud de poderes revolucionarios locales que, si bien no dirigieron su actuación en contra de los poderes legales de manera directa, en la práctica acabarían sustituyéndolos total o parcialmente según los casos. Esto sucedió de manera generalizada en los niveles inferiores del aparato político-administrativo del gobierno autónomo –ayuntamientos–, pero también en el escalón inmediatamente superior de la estructura, representada por las Comisarías Delegadas de la Generalidad y de Orden Público, ubicadas en Girona, Tarragona y Lleida.
Ambos poderes, el que encarnaba el gobierno de la Generalidad y el que representaba el Comité Central de Milicias, coexistieron durante algunas semanas, estableciéndose entre ellos un frágil e inestable equilibrio, salpicado de conflictos que amenazaron en algún momento con hacerlo estallar, y que fueron amortiguados por el deseo de la mayoría de sus integrantes de evitar una confrontación que pudiera suponer la eliminación de las autoridades legales. El núcleo “duro” del Comité Central de Milicias representado por García Oliver, Asens, Aurelio Fernández y Marcos Alcón, también acabó amoldándose a la coexistencia con un gobierno de catalanistas “burgueses”, tal y como ellos mismos lo denominaban. Todos estos aspectos son los que se abordan en este libro, que incluye un estudio metodológico de las diferentes formas que adoptó el poder revolucionario en Cataluña, según se dieran una serie de circunstancias que se analizan pormenorizadamente.
De igual manera, el libro aborda específicamente el proceso de disolución del Comité Central de Milicias, así como las claves que facilitaron este final. En efecto, la línea que delimitó el poder legal del poder real, muy apreciable durante los meses de julio y agosto, comenzó a difuminarse en septiembre de 1936, tras la autodisolución del Comité Central de Milicias. Aunque sin relación directa aparente, la disolución de este organismo se inscribía en la lógica política que representó la constitución en Madrid, a principios de septiembre, del gobierno Largo Caballero, y que tendrá continuidad con la formación en Barcelona, a finales de este mismo mes, del primer gobierno Tarradellas, en el que participarían todas las organizaciones obreras, particularmente la CNT. En el caso de esta última, el giro que le llevó a abandonar sus posiciones tradicionales en relación a la participación política y el Estado, tuvo un protagonismo inesperado en la CNT catalana. Ésta, que pasaba por ser la vanguardia del revolucionarismo y que en ocasiones había jugado a ser la “izquierda” de la organización confederal, encabezó sin embargo la disolución del Comité Central de Milicias y cruzó antes que ninguna otra Regional el Rubicón de la participación en un gobierno. Convencidos la mayoría de sus dirigentes de que la colaboración gubernamental era el único medio posible para ganar la guerra, abrazaron firmemente la política que desde otras organizaciones –ERC, PSUC …- reclamaba restituir la autoridad del Gobierno de la Generalidad, contener la revolución social y limitar los objetivos a la lucha contra el fascismo.
El debate que condujo a la CNT por la pendiente fatal –en palabras de Sebastian Faure- que le llevó a la participación en el gobierno revela limitaciones y contradicciones, pero también las presiones que se ejercieron desde la base militante que creyó que había llegado el momento de la acción emancipadora del anarquismo. En aquellos momentos, esta presión no fue lo suficientemente importante, ni tuvo la fuerza suficiente como para impedir que los dirigentes cenetistas dieran el paso de integrarse en el gobierno, pero sentó las bases de la oposición a la política de colaboración antifascista que surgiría meses después, cuando una parta significativa de la militancia confederal percibió claramente que la participación gubernamental de la CNT no sólo no aseguraba la Revolución sino que contribuía a su acorralamiento.
Por último, en el apartado de documentos, se reproducen dos actas del Comité Central de Milicias –inéditas hasta el dia de hoy en castellano, aunque han sido reproducidas recientemente en catalán por la Editorial Dau-, que tienen un indudable interés. La primera, correspondiente a la reunión de este organismo celebrada el dia 12 de septiembre de 1936, en la que se toma el acuerdo de disolver el Comité Central de Milicias, aparentemente sin ninguna oposición por parte de alguno de sus miembros. Y la segunda, en la que se produce una discusión en torno a que tipo de gobierno debe crearse –con que partidos, etc- y cuál es el programa que debe adoptar, en la que puede apreciarse perfectamente la posición de cada una de las organizaciones, por boca de García Oliver, Vidiella, Miravitlles, Gorkin, etc.

Fundació Andreu Nin

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