sábado, febrero 25, 2012

El cierre de “Público”: notas sobre una conversación



La experiencia de "Público" demuestra que otros diarios son posibles. Su cierre es una derrota, pero los tiempos están cambiando aceleradamente, y las puertas a otras opciones iapareceran. Empieza una batalla, y la información libre es neecsaria.
Me acercó al kiosco-librería donde suelo adquirir la prensa (y los DVD), la única que queda por las proximidades de casa. No hace mucho cerró una cercana, demasiado trabajo y muchos problemas para tan pocos beneficios. En esta, los dueños me han contado cosas parecidas. Al entrar escuchó un anciano bien vestido que se queja amargamente de no sé que “retallada”. Se queja de los partidos “que no se enteran”…
Salgo con el último número de “Público” na las manos, y me encuentro un conocido en el camino. Es una pena, me dice. ¿Y ahora qué? Pues –respondo-, algo habrá que hacer. No me conformo con los demás diarios, no porque no crea que haya que ignorarlo, en mi escuela hay que leer la prensa aunque especialmente sea para saber como piensa y se justifica el enemigo. También porque en algunos de ellos se percibe la tensión. En “El País” o en “La vanguardia” hay colaboradores, partes que reflejan las propias contradicciones del medio. Aunque sea porque quieren recuperarnos como lectores.
Mi amigo me lo recuerda, hay otros como “El Mundo”, a los que le va peor. La respuesta es sencilla: estos responden a otros intereses, y se mantienen porque se consideran necesarios para hacernos tragar la píldora. Bueno “Público” no era un periódico de “los tuyos”, o sea alternativo. Ni lo podía ser, no existe una comunidad de lectores como los que durante la República permitían que en Madrid y Barcelona tuvieran varios diarios ligados al movimiento obrero. Era otra cosa, pero era lo más próximo posible a un diario alternativo. Lo fue mucho más de lo que pudimos esperar en su día.
Pienso que todo esto merece un buen debate, el “frente” es capital, sin embargo el único debate digno de tal nombre que he visto fue el que organizó “La Tuerka”. Magnífico por la claridad y amplitud de miras, por su rechazo a la estupidez sectaria cuya huella podemos encontrar en algunos artículos aparecido en Kaosenlared.
Mientras tomamos un café, la conversación retrocede a una época que podemos analizar con cierta perspectiva. Nunca las condiciones materiales habían sido tan avanzadas como permitir, no solamente la emancipación, sino algo más llano como que la gente coma, tenga un trabajo, pueda aspirar a una cierta felicidad. Lo tenemos claro: la ofensiva reaccionaria del “Gran Dinero” carece de antecedentes. ¿Cómo se entiende?, pues por las derrotas sufridas por las grandes formaciones de la izquierda que han tratado de jugar en el campo del sistema, y que han creado unos aparatos políticos y burocráticos que temen antes que nada con perder sus prebendas. Mi amigo me comenta las declaraciones en TV3 de José Mª Álvarez, el jerarca de la UGT catalana. Arremetía contra la “radicalidad” al hablar de la huelga de los autobuses. Hacer una huelga es radical cuando nos están cortando la hierba bajo los pies.
Le digo que los pactos de la Moncloa no solamente fueron el finiquito de las conquistas sociales, fueron igualmente una victoria de la burocracia contra la izquierda sindical. Esta burocracia se mostraría mucho más radical contra cualquier sector crítico y combativo que contra empresarios que huelen a esclavistas. Esta quiebra del movimiento obrero tuvo numerosos correlatos. Recuerdo como a continuación se deshizo el movimiento de los discapacitados que el 11 de septiembre de 1977 disputaron a las “patums” de los partidos la cabecera de aquella manifestación que reunió alrededor de un millón de personas en Barcelona.
Lo tuvo en la lucha que se había dado en la prensa arrebatando día a día espacios de libertad. Nunca ha habido mayor libertad de prensa que en la fase final del franquismo. Hasta algunos de los diarios que habían pertenecido al “Movimiento” fueron atravesados por el combate de una generación de periodistas que marchaban codo con codo con el sindicalismo de los talleres y con la calle. Luego vino el declive acelerado, y un sector de estos periodistas se integraron en los grandes diarios, y se hicieron aventajados legitimadores del curso de la Transición. Que yo recuerde, la mayoría pertenecía al área comunista oficial. La lucha por una prensa distinta, se olvidó. Después, solamente en casos puntuales, en aquellos en los que la plantilla tuvo la voz por quiebra del empresario, volvió a escucharse otro periodismo. Por ejemplo, a principios de los años ochenta en “El Brusi”, sobrenombre de “El Diario de Barcelona”. Valga un ejemplo, la redacción de “Economía” estaba ocupada por sindicalistas combativos que informaban desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, o sea justo al revés de lo que hacen hasta los diarios más liberales.
En este mismo contexto se sitúa “Liberación”, estrechamente ligado al devenir de la campaña antiOTAN. No hay que decir que la izquierda institucional jugó en este campo un papel de freno, una derrota que permitió a “El País” a postularse como el único diario de izquierdas “viable”. Algo así como “la casa común” que teorizaba el PSOE. Tanto fue así que hasta trató de ocupar incluso el espacio de las revistas como “Claves de la razón práctica”, animada por un “arrepentido” tan emblemático como Fernando Savater. Durante casi dos décadas, “El País” llegó a parecer el mal menor, el único diario que era tratado con hostilidad en la “zona nacional”, pero llegó un momento en el que, como escribiría Jorge Riechmann, dejamos de leer “El País”, sobre todo cuando podíamos encontrar sus voces críticas en Internet.
Cierto, responde mi amigo. Ahora el tiempo ha cambiado, como proclama la señora Soraya, ellos quieren llegar hasta el final con todas las consecuencias, y nosotros ya no vamos detrás de los Toxo y los Méndez. Estos no dan mayores pasos porque temen al desbordamiento más que al pecado, pero esta claro que con su lógica no van a conseguir más que algún hueso. Están apareciendo grietas por todas partes, la pasividad ya no es la pauta dominante. Se están planteando las cuestiones propias de una respuesta cuyo alcance todavía no vislumbramos. En esta tesitura, la batalla de la información se hará más evidente. La experiencia de “Público” ha demostrado que otro diario es posible, nada más y nada menos. Se abrirán nuevas vías, en Grecia ya hay una que está sobre la mesa, los trabajadores se hacen los dueños de su diario. Y cuando un diario no tiene patrón, los que tienen la voz con los marineros.
Pues adelante, le digo. Pero con paciencia, me responde mi amigo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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