jueves, noviembre 24, 2011

La Plaza Tahrir mantiene el desafío al Ejército egipcio


El Ejército egipcio está siguiendo la misma táctica que aplicó el ex presidente Hosni Mubarak antes de ser derrocado: realizar concesiones tardías frente a las protestas de la plaza Tahrir cuando la revuelta exige ya el abandono del poder, a la vez que mantiene la represión que ha causado ya más de tres decenas de muertos. Los manifestantes identifican ya al mariscal Tantawi como «la copia calcada» de Mubarak.

«Ya está claro que el que escribía los discursos de Mubarak es el mismo que el que escribe los discursos del mariscal», ironiza el Movimiento de los Jóvenes del 6 de abril. Husein Tantawi sigue los pasos del ex presidente en sus últimos días.
Las cesiones de la Junta Militar que gobierna Egipto han llegado demasiado tarde para los manifestantes de la plaza Tahrir que ya exigen que el Ejército se vaya de inmediato como principal reivindicación, al igual que hicieron con el derrocado Hosni Mubarak. Y el Consejo General de las Fuerzas Armadas responde igual que lo hizo Mubarak.
La reacción de la plaza Tahrir ante el discurso del martes del mariscal Tantawi fue similar: «Fuera, fuera». Ya no es suficiente el compromiso de celebrar elecciones presidenciales antes del 30 de junio, a mantener los comicios legislativos en su fecha, a partir del próximo lunes 28, y a crear un Gobierno de salvación nacional. Ni la dimisión en bloque del Ejecutivo.
Incluso la vaga oferta de convocar un referéndum para abandonar inmediatamente el poder «si la situación así lo requiere» chocó con la desconfianza de los manifestantes, que llevaban nueve meses reclamando esas medidas.
Como Mubarak, el Ejército ha comenzado por la más dura represión, aún peor según Amnistía Internacional, causando ya 33 muertos. La persecución ha servido para que los manifestantes aumenten sus reclamaciones sobre elecciones y libertades, y exijan directamente que el Ejército ceda el poder de inmediato. El líder del Movimiento 6 de Abril, germen de las protestas que acabaron con la Presidencia de Mubarak, Ahmed Maher, consideró, en declaraciones al diario «Al-Masry al-Youm», que «las palabras de Tantawi no responden a las demandas; el discurso es igual a los de Mubarak en sus últimos días».
Antes de soltar las riendas, el «rais» dio tres discursos: en el primero, el 29 de enero, anunció un cambio de Gobierno y nombró al jefe de los servicios secretos, Omar Suleiman, como vicepresidente; el 1 de febrero dijo que no se presentaría a la reelección; y un día antes de renunciar delegó parte de sus poderes en Suleiman. Menos de 24 horas después, con su renuncia forzada por el Ejército, comprobó que ya era demasiado tarde.
Ayer un centenar de diplomáticos y funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, que rechazan la represión de las fuerzas de seguridad y la gestión del CSFA se sumó a la causa de los manifestantes. En cambio, el grupo islamista Hermanos Musulmanes, principal movimiento opositor, mantuvo su postura ambigua y dijo que no participa en las últimas protestas por el temor a que se produzca un caos que impida el traspaso de poder a los civiles.

La represión continúa pese al anuncio de cesiones

La Policía volvió ayer a cargar contra los manifestantes en el entorno del Ministerio del Interior en El Cairo. Los agentes se habían replegado de la zona, lo que se había interpretado como un gesto para calmar las tensiones después de la muerte de más de 30 personas y más de 2.000 heridos en los últimos seis días. Ayer al menos se produjeron tres muertos por balas reales. «Uno de ellos tenía el cráneo aplastado», precisó Chadi al-Naggar, médico en uno de los hospitales de campaña en la plaza. Sin embargo, los agentes volvieron a desplegarse en las inmediaciones del Ministerio y reanudaron las cargas y los disparos, mientras los manifestantes les respondían con el lanzamiento de piedras.
A primeras horas de la noche, los baltaguiya (matones) aparecieron en la calle comercial de Talaat Harb, que desemboca en Tahrir, y se enfrentaron con palos y armas blancas a los manifestantes. Los heridos no paraban de llegar en ambulancia, moto o incluso a pie hasta los improvisados hospitales de campaña de Tahrir, cada vez más llena de tiendas de campaña y de personas dispuestas a resistir los ataques de las fuerzas de seguridad. El ministro de Sanidad, Amro Helmy, reconoció que varios de los fallecidos murieron por heridas de bala, pero negó el uso de gases prohibidos o cancerígenos que han denunciado los manifestantes, aunque admitió que podía estar caducados. Además, manifestantes denunciaron que los policías dispararon deliberadamente a los ojos de los manifestantes. La alta comisaria de la ONU para los derechos humanos, Navi Pillay, exigió una «investigación rápida, imparcial e independiente» sobre las matanzas.

GARA

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