lunes, agosto 15, 2011

Ken Loach return


Como no podía ser menos, estos días se ha vuelto a hablar de Loach, y el motivo tiene su peso. Se trata de la “jacquerie” urbana británica, lo que ha motivado que algunos comentaristas hayan señalado sus películas como una pista. Lo son, lo que significa que el “profeta” no andaba para desencaminado, y que otros días vendrán. Lo obvio de todo esto, es que no hace tanto tiempo que en los medios se trataba al cineasta británico como “el último romántico”, no hay más que ver los comentarios perpetrado desde “El País” sobre sus últimas películas. Venían a decir, ya está otra vez aquí el "tío Loach" con sus cuentos sobre la lucha de clases.
Hay otro motivo, y lo he encontrado en las revistas de cine, en concreto en “Fotogramas” donde ofrecen la noticia de la redición en DVD de cuatro de sus películas más pegadas a la tierra: Mi nombre es Joe (1998), Pan y rosa (2000), La cuadrilla (2001), y Swet Sixteen (2002)…Esperemos que la reedición se extienda pronto a otras obras mayores suyas: Riff-Raff (1990), tan actual, Lloviendo piedras (1993) o Lady Bird Lady Bird (1994), por lo demás, todavía está por estrenar Route Irish (2010), y cabe esperar que llegue para el final de este verano.
Naturalmente, en mi caso la memoria ha sido extensiva a Tierra y Libertad (1995), que si bien no es de las mejores, si que es de las más importantes. No es en vano que fuese multipremiada, reconocida un poco en todas partes. Fue paseada por las fiestas de los partidos comunistas de Francia e Italia, en Catalunya por el PCC, y debatida en todas las universidades, y un poco en todas partes. En mi localidad actual, Sant Pere de Ribes, fue proyectada por el cine-club “La Cova Negra” que un servidor presidía, se pasó por los colegios, y en la sesión del cine Casino se llenó la sala, algo que solamente había sucedido en tiempos recientes con Titanic. Al final de proyección, se hizo un gran silenció, y en la puerta me esperaban algunas personas. Eran familiares de algunos de aquellos poumistas que abrieron un local propia en la plaza mayor, y que, según el historiador local Josep-Luis Palacio, en su mayoría murieron en la batalla del Ebro, o se habían exiliado. El grupo presente venía a testimoniar algo de lo que nunca habían vuelto a hablar, de sus familiares desaparecidos, y me querían agradecer “de debó”, las palabras que explícitamente les había dedicado en la presentación.
Hay que decir que Tierra y Libertad no es una película “sobre la guerra”, como muy bien aclaró el propio Loach. Era una película sobre un capítulo de la guerra, seguramente el más simbólico del campo republicano. De aquel que registra el fin de la fase revolucionaria, de las conquistas sociales logradas sobre todo en Catalunya y en Aragón, de un tiempo que culminaba con la derrota el que se había iniciado con la revolución del octubre ruso. La historia del movimiento obrero acaba de dar un vuelco, y desde entonces, todo será diferente. No será hasta los años sesenta que regresará viva la memoria de los tiempos en que la revolución se hacía desde abajo, y era “libertaria” en el sentido que lo fueron la “Comuna”, Octubre o los procesos revolucionarios de los años veinte. El interés sucintado por la película no radicaba en que fuese de las mejores de Loach –que no lo era-, radicaba en el hecho de que ofrecía una clave para explicar cómo y porqué el llamado “comunismo” representado por el modelo estaliniano, se había desplomado en el mayor de los descréditos.
La película fue rechazada por el “establishment” académico –algunos como Antonio Elorza o Santiago Carrillo la sintieron como una espina en la garganta-, pero lo cierto es que, como hemos dicho, se paseó por el mundo, se debatió allí donde todavía había un hálito de vida social y militante, permaneció durante meses en los cines de Barcelona –donde el que escribe iba a ver a los espectadores, o sea a la cantidad de jóvenes presentes-, y después conoció una enorme distribución en el formato DVD. Era también un homenaje a aquellos comunistas y anarquistas que no se habían sometido a los designios de la “razón de Estado” de la URSS, que habían denunciado la farsa trágica de los “procesos de Moscú”, haciendo imposible su repetición en Barcelona.
Loach ya no es más uno de aquellos “últimos románticos”. Alguien que no se había enterado que el muro de Berlín había caído, y que bajo sus piedras habían quedado “finiquitados” no solamente el comunismo, sino también la socialdemocracia reformista que -apoyándose en el miedo a la revolución o sea en el “comunismo”- había sido el "alma mater" del "Estado del Bienestar", esto sin olvidar los "populismos" del Tercer Mundo. Llegados aquí o sea a la ausencia de alternativas, incluso se podrían efectuar toda clase de lamentos como con los dantescos informes de la ONU sobre el hambre, el deterioro ecológico, o el empobrecimiento de los antiguos países (mal) llamados socialistas. El neoliberalismo lo tenía todo tan atado y bien atado, pero está siendo cada vez más combatido. Se podría decir uno de los primeros y principales lugares donde comenzó este combate, fue en el cine, y desde este terreno, nadie llegó tan lejos como Ken Loach.
Es por eso que ahora los comentaristas tienen que recordarlo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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