miércoles, julio 13, 2011

Sobre Trotsky y Maurín (con una entrevista del segundo al primero)


El POUM sigue siendo noticia. Aparte de la magna Exposición del Museo de Historia de Catalunya, se siguen publicando más y más libros. En su día hablaremos del que Viento Sur publica de Juan Andrade, hoy lo haremos de una antología de textos del mejor Joaquín Maurín. Se trata de ¿Socialismo o fascismo?, obra preparada e introducida por un buen conocedor del autor y que tiene como subtítulo Joaquín Maurín y la revolución española 1934-1936 (gobierno de Aragón, Departamento de Educación, Cultura y Deporte,Zaragoza, ISBN: 978-84-8380-276-2). Originariamente, esta edición partió de una propuesta de la Fundación Andrés Nin de Aragón que ya había contribuido al objetivo de difundir a Maurín, principal animador del comunismo disidente en el Estado Español, arquitecto de la Alianza Obrera, y líder indiscutible del POUM antes de la guerra civil. La edición pues, cumple un propósito de difusión, y lo hace de una manera exhaustiva. Los textos incluidos son, por lo general, de difícil acceso ya que las diversas tentativas por reeditar a Maurín siempre se encontraron con mayores dificultades que las que tuvo Andreu Nin, su alter ego, su vida paralela, y con el que trató de crear un equipo de dirección que finalmente no pudo ser al ser Maurín arrastrado por la ola de horror y muerte que siguió el julio de 1936 en Galicia donde se encontraba para dar la señal de salida al POUM gallego…
Como no podía ser menos, uno de los temas tratados por andy en su prólogo es el sempiterno de los conceptos sobre bujarinismo y trotskismo, ya que para los amigos de Trotsky, Maurín representó en España la corriente relacionada con la de Bujarin a finales de los años veinte (aunque sus representantes más veraces fueron los de la Agrupación Comunista madrileña que acabaron ingresando en el BOC con otros comunistas disidentes como los nacionalistas catalanes), mientras que para el PCE, Maurín era un “trotskista camuflado”. Si nos atenemos a los conceptos el debate se torna más bien absurdo, y Durgan tiene muy buen cuidado de ligar las palabras con las posiciones concretas. Y es que en realidad, desde 1933, Maurín había radicalizado sus posiciones en relación a la URSS, y a la Internacional Comunista….
Sobre este punto, habría que empezar diciendo que las relaciones de Maurín con Trotsky fueron en un principio bastante positivas. Según Ivonne Riottot, a Maurín le causaron un gran impresión las grandes líneas del discurso de Trotsky en el IV Congreso de la IC, el último en que éste y Lenin tuvieron un peso central y en el que se desarrolló con mayor claridad la línea política del frente único, muy diferente a las que se habían dado en los dos primeros congresos, cuyos contenidos primordiales fueron expresados en las famosas “21 condiciones”, escritos y no por casualidad por el izquierdista italiano Amadeo Bordiga.
Luego, en diversos artículos de la época, Maurín mostró que había estudiado cuidadosamente esta línea que será la clave de bóveda del Maurín de la Alianza Obrera. Para el leninismo, la “táctica del frente único suponía la propuesta y obtención de acuerdos con las direcciones de las organizaciones socialdemócratas, políticas y sindicales, tras objetivos económicos y políticos en una coyuntura en la que se consideraba que el movimiento obrero estaba en una posición defensiva. Se trataba, sobre todo, de una redefinición coyuntural de las relaciones entre las organizaciones comunistas y socialdemócratas que partía del reconocimiento de la hegemonía socialdemócrata en el movimiento obrero y que buscaba justamente acabar con dicha hegemonía (…) de hecho, con la orientación del frente único se abandonaba la vía del “asalto”, experimentada sin resultados en 1919-1920, y se sustituía por la de “asedio”, aunque en la óptica del CE de la IC este último tenía por objeto únicamente crear las condiciones para el asalto”.
Maurín conoció a Trotsky en 1924. Conversó con él extensamente sobre la situación rusa, internacional y también sobre la española. No hay duda que las opiniones de Trotsky sobre la situación española tuvieron una resonancia favorable en Maurín. Según su testimonio, Trotsky consideraba muy importante la revolución española. Ésta podía “ser el punto de apoyo para maniobrar dentro del continente como contra el imperialismo yanqui” y se declaraba “en absoluto por la independencia de Cataluña”. En cuanto a la cuestión de Marruecos, estimaba que había “que ser abiertamente abandonista”. Dicho encuentro será evocado en La Batallaen agosto de 1924, y tendrá una continuación en una entrevista titulada explícitamente El amigo de León Trotsky, que provocará la creencia de una pertenencia de Maurín a la Oposición que nunca llegaría a materializarse. Hay que registrar la conexión con Gabriel León Trilla, que tuvo también sus oscilaciones, y que estaba casado con Thérèse Lemasson, pariente de Boris Souvarine; por entonces uno de los animadores de la oposición en el PCF. Existe una carta de Trilla a la entonces novia de Maurín, Jeanne Souvarine, de la que se desprende que si bien Maurín no se encontraba explícitamente en la Oposición, estaba relativamente cercano a ella.
Sin embargo esta afinidad no duró mucho tiempo, ya que un mes más tarde Maurín escribirá un artículo titulado Leninismo y trotskismo, con la pretensión de ser una “verdadera profesión de fe ortodoxa”. Maurín no niega su admiración por Trotsky en calidad de “figura representativa que era de la Revolución”, pero rechaza la publicación de El nuevo curso y Lecciones de Octubre,que establecen una línea de demarcación más rotunda con la línea oficial. Al igual que Nin entonces, y presumiblemente por los mismos motivos, Maurín consideraba estos trabajos como errores “al sembrar la discordia”, los cuales contribuían al “debilitamiento de las fuerzas comunistas”; de la unidad, que será su principal preocupación durante estos años, separando siempre sus críticas al PCE de la Internacional. Maurín mostró un cuidado especial para mantenerse al margen de la polémica que enfrentaba a estalinistas y trotskistas, presentándose como una tercera vía; un discurso que todavía repetirán Portela y Gorkin ya en plena guerra civil.
Esta concepción comprende una cuidadosa diferenciación entre Trotsky y el trotskismo, y se manifiesta por el mantenimiento de un profundo respeto e incluso una cierta veneración hacia el personaje. Una actitud que se mantendrá sin interrupción, defendiendo al líder derrotado contra las calumnias estalinistas cuando éstas comenzaron a resultar más amenazantes. De ahí la presencia de numerosos escritos de Trotsky en la prensa del BOC, que en 1934 hará pública su petición para que España le conceda el ansiado asilo político. Pero de otro lado, los maurinistas definen al trotskismo como secta internacional constituida por “unas cuantas docenas de adoradores fanáticos del gran hombre de la Revolución Rusa”, por lo demás, muy dados al enfrentamiento; “Allí donde la organización existe y el trotskismo se introduce, nace inmediatamente la guerra civil”, caracterización que aplicarán al grupo liderado por Nin para satisfacción –según Francesc de Cabo- de la corriente más estalinista del BOC, la misma que en 1935 no ingresará en el POUM sino en el PSUC.
La relación con la corriente maurinista se presentará como un problema desde que Nin regresa. Un tanto ingenuamente se hizo ilusiones en ganar a Maurín, con el que había mantenido una intensa correspondencia y con el que nunca había dejado de tener una estrecha amistad, revalidada por una estancia reciente en la cárcel durante la cual ambos pudieron discutir.Por su parte, a Maurín le importaba ante todo su fracción al tiempo que trataba de ganar a Nin. En enero de 1931, Nin escribirá a Trotsky; “…debo entrar en la Federación. Andrade y Lacroix (...) comparten mi opinión. Ya he hecho negociaciones y sería admitido sin renunciar, naturalmente, en nada a mi posición... Es necesario actuar con gran tacto (…) Maurín, que es el más inteligente y está en realidad con nosotros”. En esta apreciación se adivina que Maurín le ofrecía su cara más “trotskista”, alentando una predisposición por parte de Nin para creer que, como el personaje de Moliere con la prosa, Maurín hacía trotskismo sin saberlo. Pero Maurín, reacio a las disputas internas, rechazó de plano la posibilidad de actuar abiertamente como fracción. El argumento fue que la adhesión de Nin “podría agravar” las ya difícilesrelaciones de Maurín con la Oposición. Entonces aceptó otra fórmula que pasaba por participar en los mítines y en escribir todas las semanas (con seudónimo) en La Batalla. Para Nin, atacar al BOC tendría unos resultados deplorables, ya que dificultaría su trabajo.
El revolucionario ruso opinaba, por el contrario, que antes de entrar en organizaciones más amplias, lo fundamental era organizar la Oposición de Izquierdas. Visiblemente inquieto,interrogaba a Nin marzo de 1931; ¿Cómo será definida, cómo se explicará políticamente su participación en el Bloque? ¿Como la de un representante de una fracción comunista o como la de un conocido revolucionario aislado? (...) Quedar sin pasaporte político sobre todo durante la revolución, es muy peligroso”. Y en abril de ese año le escribe de nuevo: “Me desorienta su entrada a los puestos dirigentes de la Federación al cabo de algunas semanas. ¿Qué pasa en la Federación? ¿Sus dirigentes han cambiado de opinión? ¿Han cambiado su disposición de espíritu bajo la influencia del desorden republicano y del repentino ablandamiento de los corazones? ¿Han perdido la confianza de reconciliarse con la burocracia de la IC? ¿En qué condiciones ha entrado usted en la Federación? Espero impacientemente vuestra respuesta a todas estas cuestiones. Usted escribió que estaba dispuesto a aprovechar su gira para organizar la fracción de izquierda. Desgraciadamente no hace mención a esto en su carta”.
Trotsky consideraba que los comunistas españoles en general, y Nin en particular, “tienen una gigantesca responsabilidad histórica. La Federación Catalana no es más que el terreno para adquirir influencia, no es una palanca segura. La Federación Catalana no tiene una base seria ni una línea estratégica clara, se encuentra inmovilizada por numerosos prejuicios; sería incapaz de salir airosa de la prueba de la revolución, sufriendo una derrota al primer revés. Un núcleo marxista pequeño pero firme, con una idea clara de lo que quiere, puede salvar no sólo a la Federación Catalana, sino a la revolución española. Una sola condición: este pequeño grupo debe marchar con su propio programa; un programa claro y bajo su propia bandera”. Esto sucede al mismo tiempo que Maurín llevaba negociaciones secretas con Jules Humbert-Droz, emisario de la Internacional, quien intentaba recuperarle. En la “Conferencia de Pamplona” de las organizaciones comunistas disidentes, en marzo de 1930, Arlandis acordó que “para disipar las acusaciones de trotskismo, Maurín escribiría unos artículos contra el trotskismo y firmaría una declaración para demostrar su acuerdo con la línea de la Internacional Comunista”.
Por otro lado, un sector de la Oposición, comenzó a criticar a Nin sobre este punto. Lacroix no dudó en afirmar que Maurín “no vacilaría en someterse incondicionalmente a la voluntad de Stalin a fin de apoderarse de la dirección del Partido. Trotsky desconfía de la posible unificación de la Federación con el PC catalán, donde ve la influencia de la corriente “catalanista” pequeño-burguesa que se manifiesta en el programa del BOC, que decía que “somos partidarios ardientes de la independencia de Catalunya, Vizcaya, Galicia, Andalucía, etc. (...) España debe ser disgregada”. Trotsky entendía que esto significaba una confusión sobre el papel del proletariado en la revolución y su relación con el campesinado y la pequeña burguesía a través de la constitución del Bloque Obrero y Campesino que, en su opinión, buscaba sin éxito ganar a la organización de los pequeños propietarios catalanes de la Unió de Rabassaires. Trotsky estaba convencido que Maurín estaba desarrollando unos puntos de vista muy próximos a los oficialistas. Definirá la orientación del BOC como “puro kuomintanguismo”, en comparación con la política que había teorizado Bujarin para China en 1927, y que había sido unpunto central en las críticas de la Oposición.Conviene recordar que las críticas de Trotsky eran coincidentes con otras que se desarrollaban desde la revista Comunismo…
Empero, todo comenzará a cambiar en diciembre del 1933, cuando se constituye la Alianza Obrera que trataba, nada menos, de ofrecer una alternativa de hegemonía obrera a la apuesta de pacto con los republicanos y de llevar a cabo una contraofensiva contra las propuestas fascistas que se perfilaban en un negro horizonte europeo que en España había estado ya precedido por la “sanjurjada”.
En justicia, el arquitecto de esta aplicación de la política de frente único sería, por encima de cualquier otro, un Joaquín Maurín en su momento más pletórico. Este Maurín ya había comenzado a denunciar la política alemana de Stalin, al igual que la burocratización del PCUS, subrayando su aceleración con la muerte de Lenin. O sea: tomaba sus distancias con la época en que Bujarin caminó junto con Stalin y hacía propia las tesis del Nin oposicionista. Era también alguien con una capacidad organizativa más que notable, capaz de diseñar una propuesta de frente único y deintegrar en ella a socialistas de izquierdas, trentistas, rabassaires, y hacerla viable para sectores de los nacionalistas, dada su concepción de la cuestión nacional. Dicho de otra manera; en no poca medida, Maurín será en España el principal ejecutor de la principal propuesta elaborada, que Trotsky había estado preconizando en Alemania.
Ni Trotsky ni algunos de sus amigos españoles como Munis, tomaran nota de una evolución hecha, obviamente, desde los propios criterios de Maurín y de su equipo. Esta actitud de intransigencia contra el “centésimo” pesará como una loza en las relaciones ulteriores entre “trotskistas” y “maurinistas” o “bloquistas” (Víctor alba gestaba hablar de "nosotros los bloquistas del POUM”), sobre todo desde que un sector de estos (Gorkin, Alba, y el propio Maurín), comenzó a evolucionar hacia la socialdemocracia atlantista.

Anexo: Joaquín Maurín: Entrevista con Trotsky (*)

La delegación de la minoría de la oposición en el seno de la CNT juzgó provechoso encontrar a Trotsky, el organizador genial del ejército rojo, el revolucionario más estimado del proletariado ruso después de la desaparición de Lenin.
El nombre de Trotsky está ligado a los preparativos de la revolución y a los momentos más difíciles y más heroicos que atravesó la gran epopeya de la clase obrera rusa.
El proletariado ruso se da cuenta de la dimensión de un hombre como Trotsky. A su retorno de la casa de descanso del Cáucaso, hace algunas semanas, la clase trabajadora de Moscú, espontáneamente de conjunto, organizó una manifestación de simpatía por León Davidovich. Los obreros irradiaban de satisfacción. Sabían que Trotsky volvía fuerte y valiente, su salud casi restablecida, dispuesto a trabajar infatigablemente para la causa revolucionaria.
Trotsky, es el luchador heroico, el brazo de hierro que la revolución necesita para vencer. Ahora que la revolución ha entrado en una nueva fase, el nombre de Trotsky es unido a todas las esperanzas y a todas las inquietudes del pueblo ruso. Desde que volvió de la casa de descanso, Trotsky es continuamente llamado por los obreros de Moscú que le piden consejo, que quieren escuchar sus orientaciones. Cuando Trotsky habla en un sindicato, en una academia militar, la asistencia es tan grande que se podría volver a llenar la sala diez veces más. El día de la apertura del Congreso Internacional comunista, en el gran teatro de la Opera, todos los oradores han sido aclamados. Trotsky no estaba aún allí. En el momento en el que apareció en la sala, la ovación fue delirante. Es imposible imaginar un espectáculo en el cual pueda haber allí tal unanimidad entre los cinco mil espectadores. Trotsky era la encarnación más perfecta de la revolución después de la muerte de Lenin. Su figura ha sido el símbolo de las luchas de ayer y de los combates de mañana... Hablar con Trotsky es escuchar a la revolución, es compartir durante algunos instantes de la presencia de uno de esos hombres excepcionales que la humanidad fabrica y haciendo un esfuerzo llega a producir el número de tres o cuatro por cada época histórica. Para la delegación sindicalista española, esto tenía una gran significación.
Trotsky nos había citado en el Consejo Militar Revolucionario. Un soldado rojo nos condujo hasta la puerta de la oficina del Comisario de guerra. El camarada apareció sonriendo frente a nosotros. Después de algunos momentos de conversación sobre las cosas de España y de nuestro movimiento obrero comenzaron nuestras preguntas.
“-¿Verdaderamente los anarquistas han sido perseguidos durante la revolución?
- LT: No hubo represión específica contra los anarquistas como tales. Sin embargo, hubo varios de ellos que lucharon contra nosotros. Naturalmente, en pleno período revolucionario, el sentimentalismo es un mal consejero. Nosotros no nos hemos dejado guiar por él; hemos sido duros, implacables, incluso con nosotros mismos. Mientras que el enemigo nos atacaba por delante, algunos anarquistas pretendían apuñalarnos por la espada. ¿Qué hacer? Los anarquistas que nos combatían eran contrarrevolucionarios. Si de un lado su bandera era negra, del otro era la bandera blanca de Yudenitch, de Kolchak, de Denikin. Felizmente, no todos los anarquistas han sido enemigos de la revolución. Los mejores vinieron a nuestro partido y son hoy día los mejores combatientes. Frente a la revolución, el anarquismo se fraccionó en tres corrientes, aquellos que se han unido a ella, los dubitativos y los que se han pasado al otro lado de la barricada. En el curso de la revolución, no es posible perder el tiempo en convencer con razonamientos a aquellos que tomaron el fusil y lucharon contra nosotros. Pero se puede esperar convencer a los mejores de ellos que vienen a nuestro lado en España. Hay anarquistas de gran valor capaces de todos los sacrificios, de todos los heroísmos. Allí estos estarían necesariamente de vuestro lado y se volverían soldados de la revolución dispuestos a todos los combates. Otro sector como se los puede ver con Pestaña se colocaría del otro lado de la barricada. Estas gentes comenzarán con campañas humanitarias defendiendo la unión con la izquierda y terminarán por ponerse totalmente del lado de la burguesía. Con estos elementos, con esos contrarrevolucionarios, como durante la revolución, es necesario ser inflexible. Hay que considerar a estas personas como enemigos.
-¿Cómo ve usted las posibilidades revolucionarias en Europa?
-LT: La revolución estaba madura en Alemania en la segunda mitad del año pasado. La lucha revolucionaria era fatal. Situaciones como aquellas que hemos visto el último año no se presentan a cada instante. El movimiento revolucionario no sigue una línea recta, tiene altas y bajas, progresos y retrocesos. El valor del revolucionario consiste en saber beneficiar al movimiento de ascenso para dar un impulso definitivo. Nosotros tuvimos la revolución de 1905. Hasta doce años más tarde, no hubo otro ascenso. En Alemania, la revolución comenzó en 1918. Los socialdemócratas se interpusieron entre el proletariado y la burguesía y la han paralizado. El último año, se presentó una situación favorable. Pero, el movimiento revolucionario no lo supo utilizar y se conoció una nueva retirada, ahora, vivimos la época del reflujo. El Partido Comunista alemán obtuvo en las últimas elecciones, alrededor de cuatro millones de votos. Si se compara esta cifra con los resultados anteriores, se percibe que el Partido progresó enormemente. Pero, si el Partido ganó terreno en relación a 1919, si se lo compara con el último año, lo perdió. Si las elecciones, en lugar de darse en mayo de 1924, se hubieran realizado durante la segunda mitad de 1923, el Partido no hubiera obtenido cuatro millones sino, sin duda, más de diez millones. Entonces hubo una pérdida. El año pasado, todo el mundo esperaba la revolución. La clase obrera entera tenía confianza y pensaba que se iba a dar el golpe final. El Partido Comunista alemán sin embargo dejó perder y pasar esta ocasión. Si nosotros hubiéramos dicho en octubre de 1917: “esperemos algún tiempo para ganar un poco más de fuerza, para tener más influencia sobre las masas”, habríamos cometido la estupidez más grande que se pueda imaginar, habríamos cometido un crimen imperdonable. La masa no es inmóvil, es como una ola: sube y se va. Cuando las masas acuden hacia el Partido, sólo si éste último es tímido puede anhelar conservarlas y aumentar aún más su número. Si el Partido es fuerte, valiente, verdaderamente revolucionario, utiliza el aflujo de las masas para atacar con fuerza. Si en octubre no hubiéramos lanzado el asalto esperando tener aún un poco más de influencia, hoy Rusia no sería nada más que otra colonia del capitalismo franco-británico. La concepción revolucionaria que cree que la revolución sólo puede vencer cuando en las estadísticas tiene la gran mayoría de la clase obrera, es una concepción socialdemócrata, menchevique, fatalista. Después de los errores cometidos por el Partido Comunista alemán, la gran masa obrera alemana está dispuesta al reflujo y poco a poco los obreros vuelven a las filas reformistas. Esto se explica fácilmente por el hecho de que el trabajador se dice: “el Partido Comunista es el Partido de la revolución pero como hoy la situación no es revolucionaria, mejor entrar en las filas reformistas ya que es el partido de una época que no es revolucionaria”. Tenemos tres ejemplos de revolución que deberían ser escritos para que los obreros de todos los países se los graven en la memoria con caracteres indelebles. Octubre de 1917, la victoria de la revolución rusa; septiembre de 1920, la revolución saboteada en Italia por los reformistas. La segunda mitad de 1923 o la revolución abortada en Alemania por falta de decisiones. Con estos tres hechos, se debería hacer algo como el alfabeto revolucionario de todos los obreros.
-Camarada Trotsky, en julio de 1921, hace casi tres años, en una entrevista que tuvo lugar con la delegación sindical española, usted nos anunció ya los ministerios Herriot y Mac Donald, es decir la situación actual de dirección reformista que Europa comienza a vivir. ¿Esta fase de reformismo será de larga duración?
-LT: Cuando el capitalismo europeo estableció el régimen de dictadura, no era difícil de prever el desarrollo de esta situación política. El fascismo es para la burguesía el contrario del proletariado, del otro lado de la barricada. El Estado, son bandas armadas que en tiempos de tranquilidad, permanecen ocultas, disimuladas, pero que aparecen feroces apenas es necesario luchar contra el proletariado. Esta lucha se termina con la victoria final del proletariado o la victoria pasajera de la burguesía sobre el proletariado. Si la burguesía llega a salvarse del momento difícil pasado, ella misma va a ordenar estas cuestiones. En el caso actual de Mussolini, la burguesía italiana ya no tiene más necesidad de la dictadura fascista. Momentáneamente, el peligro rojo desapareció en Italia. La burguesía quiere gobernar según sus propias necesidades. La dictadura se vuelve no necesaria. Es por lo que Mussolini intenta ahora disminuir su virulencia y ampliar su esfera de influencia centrándose en las verdaderas preocupaciones burguesas. Bien, pero las posibilidades del reformismo son muy estrechas. En Inglaterra, que es el lugar donde tiene más fuerza, se observa ya la mezquindad de la política de Mac Donald. La extensión que pueden tomar las reformas es muy restringida. Y, globalmente, la situación de Europa excluye reformas sociales. Bajo el régimen capitalista actual, el desarme es imposible. El obrero no puede entonces esperar un mejoramiento de su condición. La clase obrera se desembarazará, a causa de su decepción de la influencia reformista. La época del reformismo no puede ser de larga duración. Su fin coincidirá con un ascenso de la marea revolucionaria pero no es posible decir en qué momento. Lo que es seguro, sin embargo, es que hoy las perspectivas revolucionarias son menos precisas que lo que han sido durante la segunda mitad del año pasado.
-¿El reconocimiento definitivo de Rusia por las potencias capitalistas favorecerá el desarrollo económico de la Unión de Repúblicas Soviéticas?
-LT: De ninguna manera. Rusia sólo puede contar con ella misma. No podemos esperar, no esperamos crédito del capital extranjero aunque Rusia hoy sea el país que puede ofrecer para el crédito la seguridad más grande. Esto que puede parecer una paradoja, es una gran verdad. Si firmamos un contrato con el capital extranjero, la validez de este contrato permanecerá hasta que la revolución sea hecha en otros países. Por otro lado, los capitalistas se arriesgan más a ser expropiados conservando sus capitales en sus países respectivos que prestándonoslos. La burguesía antes economizaba e invertía grandes cantidades en los negocios porque tenía confianza en el futuro. Sabía que sus hijos recibirían estos beneficios. Hoy, esta confianza está perdida. Ven como la revolución progresa en todas partes. La burguesía se volvió tímida en las grandes operaciones de crédito y en los proyectos industriales. Es por esto que estamos persuadidos que el capitalismo no se aventurará de ninguna manera a prestarnos algunos millones de libras esterlinas. Es evidente que si se de
-¿Qué importancia considera usted que tendrá una revolución en España?
-LT: La mayor importancia, tanto para España como para América. La revolución española repercutirá en el continente entero. El desarrollo económico de España fue lento a causa de la incapacidad absoluta de la burguesía nacional. En el momento en que la clase obrera se apodere del poder, España adquirirá un gran desarrollo. De suerte que desde un punto de vista nacional, la revolución en España es necesaria. Es necesario también, como lo veremos, ver las cosas desde un punto de vista internacional. Hasta hace tres años, el imperialismo yanqui permanecía tranquilo; parecía que se contentaba con el radio de acción con el que gozaba al interior de sus fronteras. Pero las necesidades económicas lo empujaron a una expansión que se amplía todos los días. Quiere colonizar a Europa y al conjunto del continente americano. Lo que la república de los Soviets es para Oriente, es decir, la antorcha que transmite el fuego de la revolución, España puede serlo con el imperialismo yanqui en América latina. El plan de la sociedad de las industrias y tracciones eléctricas que hoy interesa a España es una preocupación del imperialismo norteamericano que busca tener en España una influencia total exactamente como en Europa. Y, son únicamente los Estados unidos soviéticos de Europa en su lucha contra los Estados Unidos imperialistas de Norteamérica que podrán asegurar la salvación de Europa. La guerra por venir será una guerra entre la Europa socialista y la América del Norte capitalista. En este asunto, España puede ser de una enorme importancia. Puede ser el punto de apoyo para maniobrar al interior del continente americano contra el imperialismo yanqui.
-¿Qué piensa usted del problema de Marruecos?
-LT: Es necesario ser abiertamente, brutalmente partidario del abandono. El miedo a favorecer a la burguesía francesa no debe retener un segundo al proletariado español. La burguesía, en la medida en que aumenta su dominación sobre las colonias oprime más a la clase trabajadora. Allí encima, nos es necesario ser intransigentes. Los marroquíes tienen un derecho absoluto de proclamarse una República independiente.
-¿Y sobre la cuestión de Cataluña?
-LT: Yo estoy totalmente por la independencia de Cataluña. Cuando el proletariado catalán comprenda que los otros obreros del resto de España que componen el Partido comunista no están por la opresión, los trabajadores catalanes tendrán más conciencia. Entre los obreros no puede haber ni opresores ni oprimidos. Es necesario sin embargo comprender que la independencia de Cataluña sólo se podrá obtener abatiendo a la burguesía. Una vez hecha la revolución, se creará una federación libre siempre más estrecha, como nosotros lo hemos hecho en Rusia. El Partido obrero en España, debe ser eminentemente liberador, debe ser más que cualquiera y por encima de todo el campeón de las luchas por la independencia. Es por esto que la cuestión de la independencia de Cataluña debe figurar entre los temas de su agitación. Esto sería, por otro lado, un arma excelente para contribuir al estallido del Estado burgués”
Llegado este punto, nuestra conversación toma un giro distinto. Trotsky nos había hablado con elocuencia de una infinidad de cosas. En el curso de su exposición, haciendo referencia a la acción revolucionaria, hacía gestos imponentes, sus brazos se levantaban y retumbaban golpeando como espadas. El hombre que se expresaba era enérgico y audaz; por otro lado, era nuestro camarada y reía con nosotros.
Nin le contaba la historia publicada en la prensa, según la cual él se había enamorado de una bailarina española al punto tal que la Cheka se había visto obligada a transportarlo al Cáucaso para curarlo de su pasión amorosa. Trotsky luego de reír mucho dijo: “Esto parece un vaudeville en un acto que he visto en Madrid cuando pasé por España”.
Otro camarada le dijo que según la prensa burguesa, había muerto un número infinito de veces. “Lamentablemente para la burguesía, respondió Trotsky, me siento fuerte y completamente convencido que la revolución va a triunfar en todas partes”.
Hemos hablado aún por mucho tiempo de las cosas de España. En el momento de separarnos de él, teníamos en el corazón más energía. Aquel que nos había comunicado este fuego, era el genial revolucionario, la espada y la cabeza de la revolución: León Trotsky.

Moscú, 7 de julio

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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