jueves, marzo 17, 2011

Bolivia: por una salida revolucionaria a la crisis y el desabastecimiento


En una difusión militante que realizamos a las puertas de una fabrica del país un trabajador que adquirió esta revista leyendo el titular de la última portada (“Mandar obedeciendo a las bases, avanzar al socialismo con la Agenda de Octubre”) y mirándonos con una expresión entre desconsuelo e ira nos decía; “díganselo a Evo”. Decírselo a Evo, que Evo sepa que sus datos se han alejado de la realidad de los bolivianos, que el proyecto emancipador al cual las masas apostaron masivamente en diciembre de 2009 resulta ahora oscuro. Es un sentimiento difuso que combina la lealtad a este hombre surgido de la lucha popular con la decepción por la situación en el país y el desencanto hacia el entorno de Evo. Decírselo a Evo, cierto, pero ¿Quién? ¿Qué cosa? y ¿Cómo?
La crisis en el país es evidente. Escasean alimentos que deben importarse en cantidades siempre mayores. Los precios siguen disparándose y a pesar de todos los maquillajes del ministro Arce al sistema de cálculo de la inflación, el índice de precios al consumidor se ha incrementado del 10% en los últimos 12 meses acumulando tan solo en enero y febrero de este año un aumento de precios igual a la mitad de lo que el gobierno tenía proyectado para todo el 2011. Faltan fuentes de empleo y por ende la crisis comienza a desencadenar una lucha entre pobres, como en el caso de EMAPA.
Como tratamos de mostrar desde el primer número de esta revista cuando todavía los datos macroeconómicos del Ministro Arce parecían generar confianza, esta crisis es la demonstración más clara del fracaso de cualquier intento de compatibilización con el capitalismo. El control cambiario sobre el dólar, las prohibiciones a las exportaciones, las inversiones públicas concentradas en infraestructuras para reactivar el aparato productivo no solo no han frenado la especulación sino que han evidenciado y agravado el sabotaje productivo de las multinacionales y del empresariado privado, innegable en todos los sectores de la producción.
Para citar solo dos casos recientes: los datos demuestran como, por ejemplo, la escasez de azúcar es ficticia porque la producción de caña azúcar fue de 5 millones de toneladas en 2005 y se incrementó a casi 8 millones en 2009, pero el 60% de la caña es utilizado por los empresarios azucareros para producir alcohol y bioetanol, un carburante con mercados internacionales. Las multinacionales en nuestro país han parado inversiones y producción obligándonos a gastar un tercio de todos los ingresos fiscales por concepto de hidrocarburos en la importación de carburantes. Como se leía en una revista especializada “en el primer trimestre del año [2010], las inversiones extranjeras en Bolivia, sólo llegaron a $us 45 millones, vale decir, $us 148 millones menos que en 2009”.
Los capitalistas, es decir los dueños de latifundios, fábricas, minas, bancos etc., hacen su trabajo que es maximizar los lucros, minimizando los costos. Las medidas del gobierno para desarrollar, incentivar y orientar la producción chocan con la sagrada ley del lucro que es la savia del capitalismo. Ante cualquier limitación empresarios y multinacionales reaccionan reconvirtiendo la producción, con el paro y el saboteo productivo e intentando realizar sus ganancias a través del contrabando, el acaparamiento, la especulación, la corrupción.
Los sociólogos pueden especular sobre el carácter peculiar de las relaciones económicas en el país, pero la realidad es que la tierra, los bancos, las minas, los recursos naturales siguen en manos privadas y de ellos dependen la producción, el abastecimiento alimentario, la creación de fuentes de empleos etc. Por esto el gobierno se ve obligado a hacer concesiones a multinacionales y al empresariado nacional, como el proponerles la compra de toda su producción agrícola a un precio del 110% del mercado mundial, violar la consulta previa indígena para explorar y explotar recursos en Tierras Comunitarias, levantar las subvenciones a los carburantes etc.
El empresariado obviamente tiene su receta para salir de la crisis; contención salarial, dispensa temporal de los cargos sociales (Agenda de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia), recortes a los gastos públicos para evitar la inflación y apoyo a los “sectores productivos” es decir al empresariado privado y las multinacionales. Evidentemente se trata de volver el reloj atrás hasta antes de Octubre de 2003 capitulando frente a aquel sistema contra el cual luchamos.
La receta del gobierno es en cambio un hibrido que tiene el muy poco envidiable mérito de descontentar a todos. El aumento salarial del 10% decretado en beneficio de 4 sectores y como base de negociación para todo el sector privado es justamente considerado insuficiente y discriminatorio por los trabajadores mientras los empresarios lo satanizan. Entre estas exigencias no es posible mediar, la frazada es corta, taparse los ojos es destaparse los pies.
Exponentes del gobierno y de cierta izquierda propensa al compromiso con el nacionalismo burgués (como el PCB) consideran que este aumento responda a las “reales posibilidades económicas del país” e invitan los trabajadores a la racionalidad. Preguntamos; los 2500 millones de dólares que una sola empresa – San Cristóbal – saca del país dejándonos una migaja del 4% en impuestos y regalías ¿son o no parte de las “reales posibilidades económicas del país”? ¿Y el 150% más de ganancia de los bancos privados especulando sobre la inflación?
Lo que los trabajadores tienen frente a sus propios ojos son empresarios y multinacionales, quienes especulando y saboteando han lucrado como nunca antes, mientras la corrupción llegaba a todos los niveles del aparato administrativo del Estado. Entienden entonces perfectamente que pedirle ahora “racionalidad” es simplemente obligarlos a seguir soportando la carga de la economía nacional, en beneficio de multinacionales, empresarios privados y burocracia estatal, asistiendo pasivos al descarrilamiento del proceso.
Los (as) trabajadores (as) del campo y la ciudad no se movilizaron ni apoyaron masivamente a Evo y al MAS en nombre de abstractos “derechos democráticos” sino para la realización concreta de los mismos que solo es posible solucionando los problemas urgentes del pueblo, como ser trabajo, vivienda, salud, educación etc. Ni lo hicieron para escuchar a su Vicepresidente afirmar que empresariado nacional y las multinacionales contra los cuales lucharon son “necesarios”, una mentira que el sabotaje productivo hace evidente. Desatender las demandas sociales, postergarlas en nombre de una transición que en cambio va consolidando la presencia de las multinacionales y el poder del Estado (y su corrupción) sobre el movimiento de masas es la forma mejor para preparar la derrota final.
La única salida real a esta crisis, que fortalezca el movimiento de masas, su unidad y combatividad, e impida que en nombre de una abstracta “consciencia revolucionaria” se descarguen sobre los hombros del pueblo trabajador los efectos de la crisis misma, es utilizar la experiencia de estos años para sacar la única conclusión posible; no habrá desarrollo, ni trabajo, ni salud, ni educación, ni vivienda, ni tierra, ni soberanía alimentaria, ni verdadera lucha contra la corrupción, ni transición al socialismo sin previamente expulsar a las multinacionales, expropiar tierras, minas, fábricas y bancos privados concentrando recursos y administrándolos en base a un plan económico dirigido por los propios trabajadores y trabajadoras de la ciudad y del campo.
Las condiciones están dadas para aquello. Si mañana Evo saliera nacionalizando San Cristóbal (como pide la FSTMB) y los ingenios azucareros poniéndolos bajo control obrero-campesino, recuperaría de un solo golpe toda la aprobación popular que estuvo perdiendo en los últimos meses. Si en cambio el gobierno elije el camino de una imposible mediación entre intereses opuestos iría solo profundizando la fisura con su bloque social referente, que ninguna caza de bruja podrá recuperar.
Volvemos a la pregunta inicial ¿Cómo hacer que el gobierno escuche? En los últimos años los trabajadores, con gran instinto de clase, hemos evitado que nuestra movilización pueda confundirse con la derecha, más bien nos hemos movilizado – en las calles y las urnas – para barrer a la derecha. Mientras tanto, sobre nuestras cabezas florecían todo tipo de insulsas teorías sobre la desintegración del movimiento obrero, su debilidad etc. Los trabajadores aprenden de la experiencia y la mejor palestra de experiencia es la lucha. La lucha salarial estigmatizada por muchos supuestos “teóricos” como la demostración de que los trabajadores piensan con el estomago y están desideologizados es en cambio en este momento de crisis una lucha política para establecer quién paga la crisis, si los capitalistas que la provocaron o el pueblo que la sufre.
La experiencia del gasolinazo fue para todo trabajador una demostración de su fuerza y enseñó un camino. En un país donde el 40% de las exportaciones son de la minería, si un puñado de mineros cruza los brazos como los compañeros de Huanuni, es una fuerza real, no una reminiscencia de un pasado que no volverá. El gobierno retrocedió frente a esa fuerza. De la crisis del gasolinazo aprendimos que sí es posible reconducir el accionar del gobierno pero solo sobre la base de la organización, la unidad, la movilización y un programa general de radicalización del proceso que aúne a todo el pueblo alrededor del movimiento obrero y de sus vanguardias, por numéricamente pequeñas que sean. Este es el camino. Organizarse, conformar Comités de Lucha, Asambleas Populares, en cada sindicato de base, abiertas a todos los sectores del pueblo, para definir una nueva Agenda de Octubre. Frente a la crisis y la corrupción la única defensa real de este proceso es la lucha por su profundización.

Periódico El Militante - Bolivia

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