lunes, febrero 21, 2011

Posada Carriles en la mirilla fílmica


En la historia de la Revolución Cubana, han sido ejecutados centenares de actos terroristas por grupos contrarrevolucionarios que bajo el apoyo logístico y financiero de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), han pretendido desestabilizar la obra social, política y cultural, liderada por el Comandante Fidel Castro.
En esta meditación en torno al ejercicio del terror, un terrorífico hecho estremeció la vida de millones de cubanos: La voladura de un avión comercial de la línea Cubana de Aviación con 73 personas bordo, caído frente a las costas de Barbados en octubre de 1976, -entre los pasajeros-, el equipo juvenil de esgrima de la Isla que regresaba victorioso, luego de una brillante actuación en Caracas. La nación cubana, se vestía de dolor ante un acto bárbaro y criminal. Se inició un acelerado proceso de investigación que identificó a los responsables: la Agencia Central de Inteligencia (CIA), con la autoría y ejecutoria de cuatro de sus “alumnos más aventajados”, los terroristas cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, con la complicidad de los venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, todos bajo el cobijo de la embajada del gobierno de los Estados Unidos en Caracas.
De estos cuatro asesinos a sueldo se impone algunos apuntes sobre Posada Carriles. Nació el 15 de febrero de 1928, en la ciudad de Cienfuegos. En 1954, se traslada a La Habana y establece relaciones con políticos afines al dictador Fulgencio Batista, es colaborador secreto de la policía de la dictadura batistiana. En 1959, se vincula a grupos contrarrevolucionarios que protagonizan diversos sabotajes en la Isla. Bajo el pretexto de ser un perseguido político, se asila en la embajada de Argentina y sale del país. En el año 1961, ingresa en la CIA para formar parte de los mercenarios que incursionaron en Playa de Girón, invasión desarticulada en 72 horas en la que Posada Carriles no llegó a participar.
Conocida es su labor como asesor y torturador de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) de Venezuela, reprimiendo a los movimientos progresistas venezolanos, bajo el seudónimo de: "Comisario Basilio". Bajo el manto de la “Operación Cóndor” -patrocinada la CIA-, extendió sus servicios a las dictaduras latinoamericanas de Argentina, Chile, El Salvador, Guatemala.
La colocación de artefactos explosivos en oficinas diplomáticas cubanas en América Latina, así como de la Embajada de Cuba en Portugal, o el asesinato de Orlando Letelier, quien fuera embajador del presidente Salvador Allende en los Estados Unidos, en este magnicidio también murió su secretaria Ronni Moffit.
En la base aérea de Ilopango, organizó los suministros a la contrarrevolución nicaragüense e integró la red de tráfico de armas coordinada por el ex teniente coronel del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, Oliver North, quien era el asesor para la seguridad del entonces presidente Ronald Reagan, hecho conocido como: el escándalo Irán-Contra o Irangate.
El grupo armado de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) radicado en Miami, autodenominado: Frente Nacional Cubano, -bajo la coordinación de Posada Carriles-, se dedicó a reclutar mercenarios centroamericanos para ejecutar atentados terroristas contra diversos objetivos en Cuba, especialmente en el sector turístico. En esta nueva escalada de terror, desarrollada en La Habana muere el ciudadano italiano Fabio Di Celmo, acto ejecutado por el mercenario salvadoreño Ernesto Cruz León.
En su abultada labor criminal, se incluye varios planes para atentar contra el presidente Fidel Castro en naciones como Colombia y Panamá, en este último país, aprovechó el escenario de la X Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, donde pretendía poner bombas en el Paraninfo de la Universidad Nacional, y en el que podrían haber muerto más de dos mil estudiantes invitados al encuentro. Este acto criminal fue neutralizado, Posada Carriles y los tres terroristas que le acompañaban, fueron apresados de inmediato. Tras una breve estancia en cárceles panameñas, -en el 2004- la presidenta de aquel entonces, -Mireya Moscoso-, le concede un indulto y son liberados.
A día de hoy Posada Carriles reside en Miami, bajo un dilatado y amañado juicio, cuya causa nada tiene que ver con su historial criminal. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, le ha solicitado al gobierno de los Estados Unidos la extradición por sus actos criminales organizados en territorio venezolano, negadas en reiteradas ocasiones.
Los hilos que unen al cine documental con la historia son pasto de permanente reconocimiento. Dos sustantivos argumentos abrigan esta inequívoca relación: la objetividad de la obra y la veracidad de los hechos que el género asume como “propios”. Partiendo de esta premisa ¿Bajo que presupuestos estéticos y de realización documental se ha “fotografiado” al terrorista Luis Posada Carriles? Para este análisis, tomo nota del trabajo del venezolano Ángel Palacios autor del filme; Posada Carriles: terrorismo Made in USA (2007).
La dramaturgia molar de esta obra fílmica es de vestidura versátil; tienen la virtud de aportarnos datos, vivencias, testimonios y conjugaciones icónicas que descansan, en todo su recorrido desde la puerta de los argumentos.
Recuerdo hace muchos años, cuando estudiaba el bachillerato, que el profesor de Historia nos había presentado una pieza fílmica que forma parte de los clásicos del cine documental y que construye de manera orgánica el proceso de ideologización de la Alemania nazi y el papel protagónico de Adolf Hitller y sus más cercanos colaboradores, me refiero al documental El fascismo corriente, del realizador soviético Mijail Room. Esta pieza simboliza el concepto del filme como documento histórico, no solo porque sus ciento treinta y ocho minutos transcurren por un abundante material de archivo, sino por el hecho -para mí el más relevante- de “construir una realidad” que forma parte del pasado y nos acerca a un “presente manifiesto”.
Robert Rosenstone destapa una singular idea en su libro: El pasado en imágenes, donde subraya, “las películas no muestran el pasado tal como fue. Lo que muestra la pantalla es solo una aproximación que apunta hacia los acontecimientos; pero no los describe. Por eso hay que conocer los códigos que la inventiva emplea en el cine para resumir muchos datos y relaciones enormemente complejas. La narración cinematográfica emplea imágenes que son –a un tiempo- inventadas y verídicas. Inventadas por que trasmiten un significado global que se puede verificar, documentar y argumentar de manera razonable. La comprobación de la veracidad tiene la misma exigencia que cualquier relato histórico escrito”.
El cine ha de ser una herramienta –como otras tantas- que permita contrastar la información obtenida mediante una suma de documentos. Cuantas más diversas fuentes se utilicen, mejor será el conocimiento del hecho histórico que se estudie, y mayor legitimidad argumental tomará su vertical cuerpo.
El terrorismo como temática, ha contado con los apuntes cinematográficos del cine documental, que constituyen esa suma de documentos de la que hacía mención en el anterior párrafo. La reconstrucción de los hechos amparados en múltiples recursos que son propios del género: los testimonios de víctimas y personas vinculadas al tema, la foto fija, que busca congelar la realidad ajenaa los recursos tergiversadores de las nuevas tecnologías, sin que esta deferencia signifique desconocer los valores artísticos y expresivos de los nuevos modos de realización.
Las oportunas incorporaciones de imágenes de archivo, la voz en off que jerarquiza las esencias de la obra y el punto de vista del autor, son constantes de este trabajo documental y de esa clara pretensión de denunciar o dar a la luz un hecho, que por su abominable naturaleza, es pretexto de inspiración cinematográfica para un documento fílmico. Este prisma está presente en el trabajo del realizador Palacios, conjugando rigor y fuerza creativa para tocar al espectador ante los hechos, ante la realidad pasada, construida en un presente fílmico.
El realizador hurga en los pormenores de su personaje, legitimado por un exhaustivo trabajo de investigación. Visionar el documental, aún desconociendo poco o nada del tema, se ve compensado por la trayectoria construida en cada eje de investigación. Este apéndice temático, cabe con total legitimidad en esta obra fílmica. Los apellidos de este criminal asalariado que presume de defender la libertad y la democracia en Cuba, no está reflejado con exactitud periodística en el escenario global de los grandes medios de comunicación, por esa práctica de censurar el historial criminal de la CIA y sus más fervientes colaboradores. Seguramente esa fue la premisa y pretexto del realizador y su equipo, que despliega una orgánica cronología de uno de los terroristas -convicto y confeso-, más deplorables de la sociedad contemporánea.
Introducir esta obra con una narración en tono de noticia, secundada por música de clima duro y acompasado, constituye el principal vértice de una puesta medular que acierta en avisparnos ante la práctica de banalidades propias de las parrillas de programación televisiva. Para Documentos TV, -programa de la televisión pública de España, este documental es una excelente oportunidad de aportar conocimiento que entronca con su declarada intención: “Documentos TV nacía con vocación de ir más allá de la simple actualidad, de analizar la realidad con un tratamiento serio y riguroso, trascendiendo de los hechos tal y como parecen para buscar ese trasfondo que, muy a menudo, permanece oculto. Y todo esto a través de documentales sobre hechos reales de carácter monográfico y con una gran calidad”.
Como parada final para este texto cabe la reflexión de Bill Nichols en su antológico libro La representación de la realidad, cuando afirma: “Lo que el documentalista no puede controlar plenamente es su tema básico: la historia. Los verdaderos actores de esta pieza son los hechos, que esperan por un final”.

Octavio Fraga Guerra

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