miércoles, enero 19, 2011

Johann Most y la violencia ¿revolucionaria?


En un artículo reciente (Hablando de métodos de lucha: el ejemplo de “Mother Jones), evocaba el historial de una mujer que quedará en la historia social como una de las mayores exponentes de unos métodos de lucha de masas, de argumento y no violentos…Se trataba de un trabajo que había sido precedido por otro, El debate (necesario) sobre la violencia, donde trataba de situar la cuestión que, no tendría que decirlo, no pasa por el rechazo de la (contra)violencia en cualquier circunstancias. En este se ofrece el retrato de un personaje bastante diferente, quizás la “otra cara” del obrerismo norteamericano clásico. Estoy hablando del muy controvertido Johann Most….
Most fue un conocido anarquista alemán (Augsburg, Alemania, 1846-Cincinnatti, USA, 1909) procedente del marxismo y que extendió sus actividades por su propio país, Austria, Inglaterra y Estados Unidos. Su figura atrajo la imaginación de Henry James que lo inmortalizó como el misterioso Hoffdahl de su obra La princesa Casamissima. Rudolf Rocker escribió una biografía suya, Joham Most. La vida de un rebelde (La Protesta, Buenos Aires, 1927).
Algunos historiadores lo equiparan como profeta a Bakunin y Kropotkin, aunque la mayoría lo ven como un turbio representante del terrorismo. Richard Drinon lo describe como un personaje que «llegó a convertirse en una figura verdaderamente trágica, en una “criatura de (Leonidas) Andreiev, a quien todos abofeteaban: no querían aceptarlo en ningún trabajo por temor a que su rostro ahuyentara a los clientes; las muchachas y las mujeres rechazaban con repugnancia sus intenciones y, finalmente, la prensa, en especial la norteamericana, utilizaba la cara barbuda de Most, coronada por una mata de pelo, como modelo para la caricatura del anarquista que lleva la bomba bajo el brazo». Hijo de una familia pobre, Most tuvo una enfermedad que duró cinco años, y después de una intervención quirúrgica le deformó para siempre el rostro. Lo maltrataron una madrastra cruel y el no menos cruel patrón que lo tenía como aprendiz. Se educó con su propio esfuerzo y se hizo zapatero. Como «compagnon» viajó por toda Alemania, Austria. Italia y Suiza. Fue en este último país donde se adhirió a la AIT.
En el verano de 1869, fue encarcelado en Viena, debido a una soflama revolucionaria. Un año después de haber participado en la organización de una manifestación pública en demanda de la libertad de palabra y de reunión, fue sentenciado a cinco años acusado de «alta traición». Después de algunos meses de prisión, fue indultado y expulsado de Austria. En Alemania tomó parte en el partido socialdemócrata. Fue elegido en 1874 diputado socialista en el Reichstag. En 1880, cuando la Ley contra los socialistas, se refugió en Inglaterra (algunos de sus adversarios anarquistas achacan a esta frustración de su carrera parlamentaria su inclinación bakuninista). Bastante radicalizado, funda Freiheit (Libertad), en abierta polémica con el órgano oficial del SPD, Sozialdemokratic. Most fue expulsado por “indisciplina”, y con la ruptura evoluciona hacia el anarquismo. Most ayuda a crear algunos núcleos minoritarios en Alemania, y contribuye a que los «jóvenes socialistas» y la facción de izquierda del socialismo austriaco, evolucione hacia el anarquismo.
En 1881 pasó seis meses de cárcel debido a un artículo en el que se mostraba un entusiasta de la táctica nihilista que acababa de ejecutar al zar Alejandro II. Esta confianza en la violencia le llevó a escribirá menudo cosas como la siguiente: «¡La dinamita! El mejor de los inventos. Introdúzcanse varios kilos de esta preciosa sustancia en un tubo, obtúrense ambos extremos, métase un dedal provisto de mecha, colóquese junto a un grupo de los ricos parásitos que viven del sudor de otras frentes y préndase fuego a la mecha. El resultado es de los más maravilloso y reconfortante… Medio kilo de esta excelente sustancia basta para hacer saltar por los aires a unos cuantos explotadores; ¡no lo olvidéis!».
No era Inglaterra entonces precisamente un terreno propicio para la vehemencia de Most y entonces emigró a los Estados Unidos. Su entrada en la escena norteamericana no pudo ser más apoteósica. Fue recibido con un mitin multitudinario y en poco tiempo, se puso a la cabeza de las dispersas huestes libertarias —compuestas primordialmente por emigrantes europeos y consiguió arrancar una importante fracción de las filas socialistas a través de varios debates públicos donde impuso su talla como polemista y orador. El medio primordial de la influencia de Most en Norteamérica fue la emigración que hablaba en alemán. Con la colaboración de Albert Parsons y de August Spies, Most redactó el famoso Manifiesto de Pittsburg, en el que se limita a reproducir esquemáticamente algunas de las ideas motrices de Bakunin. En primer lugar —y no es casualidad— el Manifiesto dice que «debía de destruirse por cualquier medio el orden social existente»; en segundo término postula la necesidad de organizar la producción siguiendo el esquema colectivista de su maestro y, en tercer lugar, exigía el «libre intercambio de productos equivalentes por y entre organizaciones productoras no lucrativas, sin mediación del comercio». Su ideario incluía además el federalismo, las cooperativas de producción, pero sobre todo insistía en la rebeldía permanente y por cualquier medio. Most se mostró largamente reacio a los planteamientos comunistas de Kropotkin.
Johann siguió publicando Freiheit, así como algunos folletos como La peste religiosa (1883), La bestia propietaria, La sociedad libre, donde desarrolla su concepción más personal del anarquismo y en 1899 muestra de su conversión al comunismo publicando El comunismo libertario. Ya 1891 había publicado en alemán el libro de Bakunin Dios y el Estado, En 1897, Most se hizo cargo de otro periódico, el Diario de los Trabajadores. En 1886, después de los sucesos de Haymarket, una de sus editoriales incendiarias le llevaron de nuevo a la cárcel, esta vez a la penitenciaria de Blakwell, Nueva York. Poco después lo descubrió Emma Goldman, y durante un tiempo comulgó con la teoría de la «propaganda por el hecho" o sea de la acción terrorista contra la injusticia y sus representantes llegando a escribir un tratado sobre diversas maneras de emplear esta clase de violencia minoritaria.
Su persona­lidad atrajo fuertemente a Emma durante cierto tiempo y pasó a ser además de su discípula, su amante. Esto no duró mucho y Emma empezó a cuestionar ambos roles. Los métodos dominantes de Johann la rebelaron y su ac­tuación le pareció sectaria ya que se restringía a los me­dios germanos y carecía de perspectiva de futuro ya que no iba en función de las exigencias de las luchas de ma­sas. Emma no estaba persuadida de la bondad de un movimiento organizado (aunque cooperó con entusiasmo al lado de los sindicalistas revolucionarios), pero pensaba que la violencia podía aparecer como gratuita y no como una acción justiciera clara, al servicio de los trabajadores.
La ruptura entre Johann y Emma fue al mismo tiempo una crisis de un sector importante del anarquismo norteame­ricano y la parte que siguió el ejemplo de ella se abrió al movimiento real y rehúso el ghetto de los diversos secto­res de inmigrantes.
Most por su parte se sintió idolatrado y quiso tenerla a su servicio. Lo «único que le importa, dice, es tener cerca a su mujercita». Cuando demuestra su independencia, Most se siento traicionado. En 1891 Emma se aproximó a los adversarios de Most dentro del movimiento, al grupo «Autonomy», en el que Joseph Peukert tenía el papel más activo. Este grupo criticaba a Most por su tendencia conspiradora y autoritaria. En tanto que Emma Goldman se insertó en un movimiento crítico y radical muy amplio, Most siguió aferrado a su ámbito germano y fiel a los métodos violentos y conspirativos. Nunca llegó a ejercer una influencia social organizada. Siguió luchando con su periódico, hasta que la muerte le sorprendió durante una gira de agitación.
Su legado no ha sería lo que se dice, constructivo. De hecho, todos los analistas que han tratado de establecer una idea del anarquismo como inevitablemente violento, han echado mano a sus libros y actuaciones. Libros y actuaciones propias de una revolucionario que quiere “precipitar” la revolución con una violencia vengadora según la cual, no hay inocentes. Olvidaba que los ideales socialistas y libertarios obligan a una coherencia con los medios, y que debe de asumir la violencia como una última razón, y siempre de una manera crítica.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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