sábado, septiembre 25, 2010

Venezuela: para avanzar en Revolución


Profundizar la Revolución

Muchas veces se plantea este propósito de profundizar la revolución. También se dice radicalizar la revolución. Con esta expresión se deduce que no se ha realizado la revolución porque el planteamiento y desarrollo de un cambio revolucionario significa que el cambio es profundo, tan profundo que llega a la raíz y por ello es radical. Muchos proclaman la profundización de la revolución blandiendo un lenguaje y un tono amenazador, como una especie de castigo.
No como una necesidad que implica alcanzar metas y objetivos de corto y mediano plazo en una estrategia para el desarrollo de un proyecto socio-político, sino más bien como una medida punitiva o de conveniencia que depende de la buena o mala voluntad de quien detenta el poder. Lo hacen como una amenaza para causar mal, saciar la ira o una sed de venganza. Hemos visto al Presidente Chávez utilizar esta concepción errónea de abordar la consolidación de los cambios que se han iniciado y creemos que debe rectificar.

La política de las Tres R

En varias oportunidades he insistido en lo acertado de la política de las tres R: Revisión, rectificación y reimpulso. Es una formulación metodológica y política con seriedad científica que haría mucho bien para reorientar y fortalecer este proceso de cambios. Sin embargo, no se aplica. No se quiere aplicar y no se permite aplicar. Los intereses constituidos en este proceso; en imitación, identidad y evolución con muchos intereses constituidos en el período previo (la llamada cuarta república); impiden que desde el gobierno y las instituciones se haga lo debido para una evaluación seria y severa de lo que se ha hecho, de cómo y con quién y de los resultados y tendencias de tales actuaciones. En eso consiste la revisión: Hacer una evaluación sistemática, con el método de las ciencias sociales y políticas, aplicado sistemática y coherentemente, sobre lo que existía, lo que se propuso, los recursos y medios aplicados, lo que se hizo y su resultado. Tal revisión debe hacerse en colectivo con la participación de los distintos sectores involucrados. Debe hacerse sin temores ni falsificaciones para que se pueda reformular la política, el programa y el plan, surgiendo las rectificaciones necesarias, capaces de acercarnos efectivamente al objetivo, con el más racional uso de los recursos y, sobre todo, con el menor costo social, que es la manera de llamar al sufrimiento humano. Es una ecuación difícil de poner en práctica, pero justamente de eso se trata cuando se ejerce la dirección política del Estado, cuando se administran los recursos públicos, cuando se orienta culturalmente a la sociedad. De esa rectificación surge el reimpulso de la revolución, mientras que cuando se omite la revisión o esta se hace falsamente, por ineptitud o para salvaguardar intereses particulares constituidos, y en consecuencia no se propone la rectificación adecuada ni con los cambios de métodos, acciones y personas apropiadas; lo que se produce es un estancamiento del proceso e inmediatamente un retroceso. He allí la clave de interpretación de lo que ocurre actualmente.

Jinetes del apocalipsis

Es por ello que las medidas presentadas como profundización de la revolución no la hacen avanzar, más bien parecen medidas dirigidas a satisfacer un capricho, un odio, una venganza, conduciendo a la creación de un caos. La improvisación, la corrupción y la concentración excesiva de las decisiones, como tres de los jinetes del apocalipsis, parecen responsables de la desarticulación del aparato productivo sin que este se vea sustituido por una creciente industrialización alternativa. Del empobrecimiento general de la sociedad en términos reales, aunque se gaste mucho en programas sociales basados principalmente en la importación y en una relación de consumo clientelar. De la disminución de la productividad y de la producción. Del aumento de la inseguridad, la inflación, el desempleo y la corrupción. Con ello se dispara también el descontento, la desconfianza, la confusión y la desesperanza, y sobre estos se monta la contrarrevolución. Es una dinámica que se basa en el voluntarismo, la concentración de las decisiones, los intereses particulares de los grupos que detentan el control de los mecanismos de gobierno y especialmente el control de la ejecución del presupuesto.

La corrupción fuente principal de acumulación.

En Venezuela tenemos un altísimo ingreso en divisas que va directamente al erario público, porque el petróleo es de la nación y esto hace que, sin actividad productiva distinta, desde el control del Estado pueda controlarse una masa de dólares que alimenta las vertientes de la acumulación para la formación de oligarquías umbilicalmente asociadas al gobierno. Esa oligarquía que se forma en cada gobierno, no obstante sus diferencias y situación de competencia, se asocia inmediatamente entre sí por las leyes de funcionamiento del capitalismo y por su necesaria dependencia del capital transnacional. La acumulación capitalista no puede disociarse del capitalismo que es su caldo de cultivo, así se autodenomine socialista o comunista. No es un problema de autodenominación, sino de origen y destino común, de estirpe, de su vínculo con el sistema de apropiación de la riqueza. De allí la importancia del combate implacable a la corrupción, es un problema de sobrevivencia de la revolución y si no hay decisión de combatirla, sencillamente, quienes gobiernan dejan de ser revolucionarios. Desde hace mucho sabemos que los deseos no bastan; nunca han bastado, sólo los fanáticos y los ignorantes creen que los deseos son suficientes. Tienen que tomarse medidas que respondan a las realidades y que aseguren de modo preciso y directo la solución del problema en una dimensión de tanto bienestar como el que se ha tenido y como el que se espera por las expectativas generadas. De lo contrario es un fracaso y el proyecto de cambio de sociedad, la propuesta del socialismo, sufre un revés histórico, práctico y lo que es peor, también teórico.

Nota: El martes 28/09/2010 es la Audiencia de Apelación en el juicio por las utilidades líquidas no pagadas a los trabajadores de SIDOR, allí se demostrará una vez más que los trabajadores tienen razón. Esperamos que el Tribunal no se haga cómplice del fraude y ordene que se devuelva a los trabajadores lo que se les quitó.

Edwin Sambrano Vidal (especial para ARGENPRESS.info)

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