viernes, julio 23, 2010

Los amos de las Españas dan su “Bienvenida a Benedicto XVI”


A finales de junio se presentó una recogida de firmas en loor al actual jefe del Estado del Vaticano, y entre los firmantes, toda la derecha del país incluyendo por supuesto, algunos de los nombres más sonados del franquismo
El “Manifiesto” comienza dando las gracias a su Santidad “coincidiendo ahora con difíciles momentos de crisis económica y social, que hunden sus raíces en una profunda crisis moral”, de la que, no hay que decirlo, ellos nos quieren salvar.
Hablan en nombre de “millones de españoles –y de personas que vinieron de otros países buscando una vida mejor”, que estarán contentos, todo un detalle aperturista, no es habitual que tengan en cuenta a estos últimos, y supongo que decir media palabra sobre pateras y leyes de extranjerías sería el colmo, ya que, por lo general, los abajos firmantes se alinean a favor de medidas aún más restrictivas, y ahí están Duran i Lleída y otros señores de CiU y de UD, que han hecho extensible el “espíritu de Vic” a toda las política municipal convergente.
No sabemos muy bien a que se refieren estos señora y señores cuando expresan su “gratitud por su ejemplo, por su extraordinario Magisterio y por su incansable defensa de la dignidad humana y de los valores que necesita el mundo de hoy”. Al escribir esto saben que el jefe del Estado tiene problemas judiciales en algunos países, en los Estados Finidos por ejemplo, un país al que sus señorías, suelen otorgar unas credenciales democráticas de primer orden, sobre todo durante la gobernanza del último Bush, personaje al que Benedicto XVI ofreció toda clase elogios por sus “valores morales”. Ciertamente, Bush es responsable de la guerra más sucia de las últimas décadas –lo que es ya decir-, pero nunca se ha divorciado.
Pero los abajos firmantes no necesitan datos ni pruebas, saben muy bien que “las estadísticas son cosa de comunistas”, como dijo tiempo ha, un ministro de Franco. Les sobra la “fe” para exaltar al pontífice por sus “permanentes enseñanzas al servicio del bien y de la verdad muestran una honda sensibilidad por los problemas a los que se enfrenta la humanidad en los comienzos del siglo XXI”.
También deben creen en la publicidad. Les basta el lema pontifial “Cooperadores de la Verdad”, y a pesar de que todas las demostraciones en contra –comenzando por sus filiación juvenil hitleriana, y siguiendo por su sórdido papel de Inquisidor-, ellos, que están situados en los puestos de mayor riqueza y poder en el país, aseguran que el papa mantiene “un firme compromiso de promover un fecundo diálogo entre razón y fe con el objetivo de una mayor humanización de la sociedad. Un diálogo que, con el concurso de todos, exige la plena protección del ejercicio de la libertad religiosa coherente con una concepción de laicidad positiva del Estado”. No hay que decir que esta última expresión hay que entenderla como un laicismo claudicante delante de los intereses y manejos de la Iglesia.
Pero, sea como sea, ellos les están muy agradecidos. Agradecidos, dicen, por “su clarividencia e insistencia sobre el auge del relativismo”, el papa “advierte a todos los hombres de buena voluntad de un relativismo que pretende prescindir de las categorías del Bien, la Verdad y la Belleza, fomentando un individualismo insolidario, origen principal de la crisis de nuestra sociedad”, bellas palabras, expresadas desde las grandes riquezas amasadas, desde los pasillos del poder y de los grandes dineros, desde los medias más reaccionarios. Entre todos ellos, no tenemos miedo a equivocarnos en afirmar que una mayoría apoyó la invasión de Irak, eso por no hablar de todos esos Calvo Sotelos, Muñoz Grandes, Astray, Fraga Iribarne in persone, Mayores Orejas, que conocieron bajo el franquismo los mejores años de su vida.
Esta gente que ponían cara de perro a los sindicatos, que mandaban la policía contra los manifestantes, que defendieron –contra toda evidencia- la responsabilidad de ETA en el atentado del 11-M, producto directo de la guerra contra el pueblo de Irak, que hacen ostentación de ultracapitalismo en nombre del “marcado”, evocan el papel de la Iglesia La humanidad del Papa también se manifiesta en su permanente estímulo al compromiso social de la Iglesia, a la que le otorgan el papel de ser siempre, “la primera dar a los más necesitados, a los rechazados de la sociedad: enfermos de SIDA, drogodependientes, presos, enfermos mentales y terminales, víctimas de la prostitución, menores abandonados y los millones de personas que viven en la pobreza en los países menos desarrollados...”
Una tarea que, es verdad, hace mucha gente que, por lo general, tiene un pie en la Iglesia y otro fuera, gente que no se encuentra –ni de lejos-, entre los firmantes del “Manifiesto”, y que si además de una sensibilidad social tienen dos dedos de capacidad de reflexión, sabrán que estos señores y señores, siguen amasando granes fortunas, sueldos que multiplican hasta extremos increíbles el de los trabajadores.
El problema es que todo esto, amén de ser un ejercicio de política reaccionaria y de hipocresía elevada al cubo, tiene sus asideros en millares sin millones de personas que todavía creen que el Vaticano tiene algo que ver con el cristianismo, con la imitación a Jesús, aquel personaje que se puso al lado de los últimos, y que echó a los mercaderes del templo a golpes. Esto ocurre por una compleja combinación e tradición, ignorancia y buena fe –cuando la hay-, y también porque la izquierda oficial hace por los de abajo mucho menos de lo que hace Caritas, y si no lo creen, baste con mencionar un hombre y ejemplo: Bono.
Aunque no parece que haya firmado, también Bono es católico, fiel a la premisa santa según la cual al César lo que es del César y a Dios, lo que mande el César.
Hay que dar la “bienvenida” al protector de las cuevas del Vaticano.
Hay que movilizarse, los amos del país ya lo están haciendo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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