viernes, abril 09, 2010

Fenomenal campaña mediática mundial contra Cuba


En febrero murió un delincuente común cubano en huelga de hambre y comenzó una hipócrita campaña contra Cuba pretextando los derechos humanos. La Casa Blanca mueve los piolines del operativo.
Orlando Zapata Tamayo era un preso común reincidente que la campaña internacional contra Cuba vistió de “mártir” cuando murió al cabo de una huelga de hambre. Los medios lo habían presentado como un “preso político o de conciencia”. Cuán poca conciencia política tenía el sujeto que su obstinación suicida se plasmó en un programa muy poco revolucionario: quería cocina, televisor y teléfono celular en su celda, elementos de los que carecen los demás presidiarios.
Los médicos cubanos hicieron todo lo posible para salvarle la vida, como lo reseñó el presidente Raúl Castro, quien lamentó el deceso de Zapata.
Esa muerte no podía ser imputada al Estado cubano pero el grueso de la prensa mundial aseguró que era prueba de que aquél viola los derechos humanos. Así se reinició una campaña que nunca había finalizado, con la dirección política en Avenida Pennsylvania Nº 1600, Washington, Casa Blanca.
La secretaria de Estado Hillary Clinton, que fue Primera Dama mientras su marido ordenaba bombardear a Irak en varias oportunidades, a Sudán y a Yugoslavia, hasta destrozarla, hizo varias declaraciones atacando a Cuba como supuesta violadora de los derechos humanos.
Barack Obama hizo otro tanto el 24 de marzo pasado. En un comunicado oficial pidió “el fin de la represión, la puesta en libertad inmediata e incondicional de todos los presos políticos de Cuba y el respeto a los derechos básicos al pueblo cubano”.
Ya el 11 de marzo el Parlamento europeo había votado por mayoría una moción que exigía a Cuba no sólo cuestiones humanitarias sino directamente un cambio de sistema político. La resolución instaba a “las instituciones europeas a que den apoyo incondicional y alienten sin reservas el inicio de un proceso pacífico de transición política hacia una democracia pluripartidista en Cuba”. ¿Si eso no era injerencia imperial, qué era?
El suicida Zapata Tamayo ya tiene sustituto. Guillermo Fariña Hernández retomó otra huelga de hambre (van 23). Al menos este fue un poco más político que el chorro muerto y dijo que reclamaba la libertad de 20 “presos políticos” que estarían mal de salud.
Ese señalamiento es falso, pues el gobierno cubano ha optado por liberar en el pasado a presos de salud quebrantada, casos del mercenario Raúl Rivero y otros detenidos, juzgados y condenados en marzo de 2003. Ellos se beneficiaron de la benignidad del sistema político y penal. Si Fariña muere, dirán que los médicos cubanos no lo atendieron. Pero el promocionado ayunante declaró el 20 de marzo a un corresponsal de DPA: “aquí tanto el personal médico como el paramédico está dándome un trato de excelencia. Recuérdese que yo he estado ingresado en otras ocasiones aquí en esta sala. Ya me conocen de otras huelgas de hambre”.

Como Goebbels

Las autoridades estadounidenses y sus poderosos medios de comunicación repiten muchas veces por día, todos los días, que en la isla no hay democracia. Que se persigue y encarcela a los “disidentes”. Aplican la máxima de Joseph Goebbels, jefe de la propaganda nazi: “miente, miente, que algo queda”.
La verdad es que en la patria de José Martí se respetan todos los derechos humanos: los de primera generación (civiles y políticos), los de segunda (sociales y económicos) y los de tercera (ecología).
Un dato sobre el primer tópico: en abril habrá elecciones municipales en Cuba y casi el 80 por ciento de la población ha participado de las reuniones de base, de donde han surgido democráticamente los candidatos a las asambleas municipales. Habrá de dos a ocho candidatos para todos los puestos, y quien gane debe contar al menos con el 50 por ciento de los sufragios, depositados en urnas custodiadas por niños pioneros.
En esas campañas austeras no hay gastos millonarios ni fraudes, no votan los muertos y si el electo no cumple su mandato es revocado. No ocurre como en EE UU y tantos otros países donde hay mayoría de millonarios en el Congreso y éstos erigen una plutocracia o gobierno de los ricos.
En La Habana tampoco hay una Corte Suprema de Justicia como la de Washington, que no quiso hacer el recuento de votos cuando el escandaloso triunfo, fraude de por medio en La Florida, de George Bush sobre Albert Gore.
En salud y educación, Cuba marcha a la cabeza del mundo. Pese a sufrir los duros efectos del bloqueo estadounidense, no registra desnutrición infantil; su tasa de mortalidad infantil es de 4,6 por cada mil nacidos vivos, inferior a la de su mal vecino. Con ayuda de especialistas cubanos, Venezuela y Bolivia han podido erradicar el analfabetismo, y a esa meta se acercan Ecuador y Nicaragua.
Respecto al medio ambiente, Cuba está a la vanguardia de políticas específicas y su cumplimiento, desde que en 1992 Fidel Castro plantó esas banderas en la Cumbre Eco-Río. Desde entonces y hasta la reciente de Copenhague, tiene una brillante foja de servicios ecológica.
¿Entonces por qué lo atacan tanto? En el fondo, porque protagonizó una revolución social, que devino en socialista, la única victoriosa en el hemisferio occidental y contra la cual se han estrellado más de 50 años de bloqueo y agresión. Al imperio no le gusta el sistema cubano y le reprocha que hay un solo partido, el comunista. Pero en EE UU hay sólo dos que se alternan en el poder, republicano y demócrata, que son sólo uno, al menos en las grandes cuestiones. En noviembre de 2007 en Argentina había 716 partidos políticos reconocidos. ¿Acaso eso indicaba que la democracia local era superior a la caribeña?

Los Quisling

Históricamente se conoce como “quintacolumnistas” a los nacionales de un país que se coluden con una potencia extranjera para la derrota y ocupación de aquél. Uno de los mayores ejemplos lo proporcionó el militar noruego Vidkun Quisling, que operó a favor de la ocupación alemana de Noruega, en la II Guerra Mundial. Cuando se juzgaba a los jerarcas nazis en Nuremberg, uno de los fiscales leyó documentos relativos al militar y comentó: “(para dar un golpe de Estado) Quisling da cifras del número de tropas alemanas requeridas que concuerdan con los cálculos alemanes”. Y culminó: “puede que el Tribunal piense que no hay palabras suficientemente fuertes en el diccionario de insultos como para describir ese grado de traición”.
Salvando las distancias, ese rol de entregador de su propia nación es el que cumplen los mercenarios cubanos, que complotan en la Sección de Intereses de Norteamérica (Sina) en el Malecón habanero y cobran por eso.
El rol de esos mal llamados “disidentes” está expuesto en numerosos procesos judiciales y documentación del gobierno cubano, de cuyos servicios de inteligencia no se puede decir que no sean eficientes. El libro “Los disidentes” de los periodistas y escritores Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez desnudó con datos, fotos y documentación la labor de los mercenarios detenidos en marzo de 2003.
En esa fecha, coincidente con la invasión a Irak, cabezas calenturientas de la administración Bush pensaban invadir Cuba. Y el gobierno afectado tomó medidas efectivas contra los “Quisling” y le importó un rábano la protesta mundial del imperio, aún cuando había tenido impacto en viejos amigos de la revolución. José Saramago declaró: “hasta aquí llego, Cuba seguirá su camino, yo me quedo”.
Ex profeso, hoy la campaña mediática antisocialista quiere confundir dos términos que no aluden a la misma categoría: disidente y quintacolumnista. Alguien puede disentir con aspectos de la sociedad cubana y entre los 11 millones de cubanos hay muchas críticas a determinadas políticas. Pero otra cosa muy diferente es pactar con los enviados del Departamento de Estado en cuándo y cómo atacar al gobierno de Castro, y cobrar por esa actividad tan poco patriótica.
Los disidentes son respetados al punto que en la isla no hay ningún preso por pensar distinto al presidente. Sí están en gayola los que han cometido delitos comunes, como era el caso de Zapata, o han sido pescados con las manos en la masa de los dólares, celulares y equipos de radios provistos por la CIA para atacar desde adentro a la revolución.
Esa autodefensa no sólo la ejercita Cuba; todos los países lo hacen. El Código Penal de EEUU, dentro del Capítulo 115 titulado “Traición, Sedición y Subversión”, en la Sección 2381 dictamina que “ha cometido el delito de traición cualquiera que debiéndole fidelidad a los Estados Unidos, le hace la guerra o se asocia a sus enemigos, ayudándolos, dentro o fuera de los Estados Unidos”. La persona que traiciona “puede ser sentenciada a muerte o encarcelada por no menos de cinco años, y multada por no menos de 10 mil dólares; y estaría inhabilitada para asumir cargo público alguno en los EE UU”.
¿Por qué se juzga de modo tan opuesto lo que dictaminan coincidentemente las leyes norteamericana y cubana en cuanto al mismo delito? La razón es sencilla: los que traicionan en la isla obedecen al imperio.

Emilio Marín

No hay comentarios.: