viernes, abril 02, 2010

Debacle de la Iglesia


Si se puede hablar de campaña electoral en el Vaticano, la de Ratzinger en 2005 fue que "limpiaría" la Iglesia del descrédito generado porque unos 4.000 curas habían violado a miles de menores estadounidenses. La idea no era limpiarla de paidófilos, claro. Ratzinger, mano derecha del papa Wojtyla y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Inquisición), entre 1982 y 2005 fue el responsable de castigar a los violadores y firmó personalmente -como le recordó Angela Merkel en estos días- la directiva que ordenó a los obispos, so pena de excomunión, encubrir los casos, derivarlos al Vaticano y evitar por cualquier medio, incluida la extorsión, que llegaran a la Justicia. La jerarquía eclesiástica obedeció sin fisuras la omertá.
Si Wojtyla había logrado relegar al olvido, convirtiéndose en una figura central de la restauración capitalista en los Estados obreros, la coyunda de la Iglesia con la mafia y la caída del Banco Ambrosiano (1982), Ratzinger -según el vaticanista Sandro Magíster- debía sofocar los escándalos sexuales y revertir el declive de una Iglesia, menguada por la "crisis de vocaciones" y la pérdida de fieles.
Ratzinger también fue elegido como continuador ideológico de Wojtyla. Sólo que la crisis del capitalismo pasó a retiro a los socios del polaco (Bush) y sus propios socios (Berlusconi, Sarkozy, el Partido Popular español) están en la pendiente. Incapaz de aggiornarse a la era Obama -que alterna la militarización del planeta y el ataque a las masas con la "mano tendida al Islam" y una demagógica liberalización de las costumbres-, Ratzinger aumentó la polarización interna de la Iglesia: restituyó ritos medievales, perdonó a los lefevristas, sancionó a los reformistas, agravió al Islam y reclamó, como salida a la crisis capitalista, un lugar central para la Iglesia, el retorno "al derecho natural" por encima del laicismo y un rígido control "moral" de las masas.
Esta política agudizó la "crisis de vocaciones". El 75% de los religiosos son mujeres. Sin embargo, Ratzinger rechazó los reclamos -sobre todo yanquis y europeos- de otorgarles un papel más importante. En una década, las monjas disminuyeron 25%. La negativa a flexibilizar el celibato se acompañó de un vaciamiento de los seminarios, al punto que hay más iglesias que curas y en el país con más católicos del mundo, Brasil, hay un sacerdote cada 7.800 habitantes. La Iglesia fue relegada por el Islam como fe mayoritaria y los católicos huyen hacia la secularización u otros credos cristianos.
Benedicto acusa a los "traidores dentro de la Iglesia". No se refiere ni a los paidófilos (para quienes este mismo mes pidió indulgencia) ni al New York Times, sino al Episcopado alemán -que le exige "verdad y autocrítica"- y anunció que abrirá sus archivos a la Justicia, como reclama otra "traidora", Merkel. O al National Catholic Reporter de Estados Unidos, que lo exhortó a "aclarar" su papel en la crisis actual y durante los '80 como arzobispo de Munich y jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a sabiendas que el hombre está hundido hasta las verijas.
El "tsunami" de denuncias de abuso sexual y tortura de menores no sólo muestra que la perversión sexual y la violencia contra los débiles son inherentes a la liturgia eclesiástica. Expresan la derrota de Ratzinger, una situación que "se ha desbordado hasta alcanzar una crisis de nivel internacional que evidencia que la autoridad del Papa y la gobernabilidad de la Iglesia están vulneradas" (L'Expresso, 11/2).
Los áspero editoriales del New York Times, del Wall Street Journal o las diatribas de Merkel muestran que no sólo los poderosos cardenales yanquis y del Norte de Europa piensan que el Papa potencia las tendencias a la desintegración de la Iglesia, nada menos que la usina ideológica más importante del capitalismo.
El vaticanista John Allen dice que el papado de Benedicto "indica arteriosclerosis múltiple" y que "se pulverizó el consenso que lo llevó al trono de San Pedro". Esta semana, la prensa internacional se pregunta si renunciará y dice que el Vaticano, en un "clima incandescente", parece "una brigada de bomberos que no da abasto" (Der Spieguel, 25/3). Ya hubo manifestaciones pidiendo su renuncia en la Plaza San Pedro y en Londres. El estilo clerical suele ser más discreto. No implica que no avance en la misma dirección.

Olga Cristóbal

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