domingo, febrero 21, 2010

Orwell y los internacionales en el frente de Aragón


Estos libros son: Brigadas internacionales y el frente de Aragón, obra de Salvador Trallero y Orwell en tierras de Aragón, de Manuel Benito…Ambos libros ya han sido presentados extensamente en tierras de Aragón, y en Madrid lo sería el de Salvador en la Universidad complutense en un acto presentado por Ángel Rojo, presidente de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales.
Además de Salvador Trallero, estaremos el acto, Miquel Berga i Bagés, doctor en Filología Inglesa y profesor de humanidades en la universidad Pompeu Fabra, y autor de una obra importante sobre Orwell, Entre la ploma i el fusell (Curial, Barcelona, 1981), y el que escribe, que hablará en nombre de la Fundació Andreu Nin (FAN) amén de autor de La cuestión Orwell (Sepha, Málaga, 20008)
Este acto servirá ante todo para recodar a Manuel Benito, recientemente fallecido a los 51 años y después de una penosa enfermedad. Conocía a Manuel de amistades mutuas y de una correspondencia vía electrónica, aunque también tuve ocasión de habla de su Orwell y de cierta filmografía sobre la guerra española, todo ocasión de los Encuentros organazos por la FAN en Huesca, jornadas en la que tanto Manuel como los amigos republicanos aragoneses contribuyeron a su alto nivel de aportaciones y debates. Pero sobre su persona vale la pena citar las palabras de Antonio Adel que lo conoció muy bien: “Es una de las mentes más lúcidas que conozco y una de las personas a las que todavía no se le ha reconocido su ingente labor; sé que, en su modestia, no quiere reconocimientos pero debo decir que en mi amigo Manuel valoro principalmente su capacidad de trabajo y su formación científica y humanística que lo lleva a tratar sus trabajos literarios y periodísticos documentándolos con rigor en fuentes diversas."
De haber podido estar presente, Manuel nos habría evocado (como hizo en su momento, y cito párrafos extraídos de informaciones aparecidas en la prensa maña) la personalidad de Eric Arthur Blair, nacido en los albores el siglo pasado en la India colonizada y educado en la universidad británica de Eton; relata su incorporación la Policía Imperial y su servicio en Birmania, fruto del cual rompe con su presente como funcionario represor del imperio británico y llega a cambiarse, cual serpiente que muda, su nombre. "Nace así el George Orwell que conocemos", asegura Benito tras el cual se proyecta una primera foto en la que se ve a Orwell recostado en el suelo junto a un compañero de la policía, ambos ataviados con una especia de salacot y rodeados de nativos birmanos.
Manuel subrayó igualmente su sensibilidad social tras el conocimiento de las condiciones de vida de los mineros y sus familias: "Tuvo acceso a muchas viviendas obreras y experimentó la realidad cotidiana de la mismas, tomó nota de los ingresos salariales por hogar, y pasó días enteros consultando en la biblioteca registros de salud pública e informes laborales en las minas. Su adscripción al Partido Laborista Independiente como voluntario para luchar en España lo planta al poco en plena contienda y acepta de buen grado combatir en un frente menos espectacular que el de Madrid. De hecho, tras Barcelona, es Barbastro su parada primera, una ciudad que describe fría y desangelada."
Pero lo que más dominaba, Manuel Benito era la ubicación concreta de los lugares por donde discurre la “guerra” de este escritor que a pesar de gozar ya de un cierto prestigio, y de poderse haber acogido a la tarea de corresponsal, lejos del campo de batalla, intervino como un soldado anónimo que se presenta voluntario sin pensarlo dos veces. Manuel describe como los combates y los cigarros se intercalan en la vida de Orwell en tierras aragonesas. Incluso hay indicios de que la granja que inspiró su libro Rebelión en la granja sea una de Monflorite que describe a la perfección en su obra Homenaje a Cataluña, base fundamental para la redacción de su libro en el que podemos lee fragmentos como los siguientes:
"Las ruinas de la Sierra de Alcubierre o las posiciones, ya olvidadas, desde donde se intentó tomar Huesca, constituyen el objeto de este opúsculo. La contienda aquí es lo de menos. En las guerras siempre vencen los mismos, da igual a que facción pertenezcan. Los cobardes, los mentirosos y los rufianes acaban por entenderse y contribuir a la farsa política que surge tras los intentos de un mundo mejor, con la tierra agujereada de bombas y regada de sangre. La lucha heroica equipara a los valientes de distinto bando que quieren cambiar las cosas." (Orwell en las tierras de Aragón, página 13)
"Sobre esas fortificaciones puso un empeño más que sospechoso el coronel Villaba que, complotado con los fascistas, se quedó aislado en el acuartelamiento barbastrense por los soldados y obreros anarquistas y socialistas, mientras la zona militar a la que pertenecía quedaba en manos de la República. Villalba hizo de tripas corazón y se puso un mono de mecánico para marchar al frente donde prestó un gran servicio a los fascistas, distrayendo sus propia fuerzas y las mejores columnas que llegaban de Barcelona, en atacar Siétamo a muchos kilómetros de Huesca, cuando podía haber penetrado por cualquier otro punto." (pags. 19 y 20):
Conviene no olvidar que la experiencia que vive Orwell en ese momento tiene un valor fundamental en su vida. Y lo dice, con palabras que no vacilamos en transcribir en toda su extensión:
“Allí, en Aragón —nos dice Orwell— se vivía entre decenas de millares de personas, la mayoría de origen obrero, aunque no todas pertenecían a esta clase, que vivían del mismo modo y que se trataban como iguales. En teoría, la igualdad era perfecta, e incluso en la práctica no estaba muy lejos de serlo. En cierto sentido no sería exagerado afirmar que aquello era como un anticipo del socialismo, con lo cual quiero decir que el clima mental predominante era el del socialismo. Muchas de las motivaciones normales de la vida civilizada —la vanidad, el afán de lucro, el miedo a los amos, etc.— simplemente habían dejado de existir. Las habituales diferencias de clase que hay en la sociedad habían desaparecido hasta un punto que casi resulta inconcebible en una atmósfera tan impregnada de intereses económicos como la de Inglaterra; allí no había nadie más que los campesinos y nosotros, y nadie era el amo de nadie”.
El escritor entiende que esta situación no podía durar mucho. “Pero duró lo bastante como para dejar huella en todos los que vivimos la experiencia. Por mucho que entonces maldijéramos, luego uno comprendía que había estado en contacto con algo distinto y muy serio. Que había vivido en una comunidad en la que la esperanza era algo más normal que la apatía o el cinismo, en la que la palabra "camarada" significaba camaradería, y no, como en la mayor parte de los países, una pura farsa. Que se había respirado el aire de igualdad. Ya sé que ahora está de moda negar que el socialismo tenga algo que ver con la igualdad. En todos los países del mundo hay una inmensa pandilla de escritorzuelos a sueldo de los partidos y de sutiles profesores que se dedican a "demostrar" que el socialismo no significa otra cosa que un estado capitalista planificado, que deja intactas las motivaciones del lucro. Pero por fortuna, también existe una visión del socialismo completamente distinta a ésta. Lo que atrae a la mayor parte de los hombres al socialismo y les mueve a arriesgar la vida por él, la "mística" del socialismo, es la idea de la igualdad; para la inmensa mayoría de la gente, el socialismo significa una sociedad sin clases o no significa nada. Porque las milicias españolas, mientras duraron, fueron una especie de microcosmos de una sociedad sin clases. En aquella comunidad, en la que ningún interés guiaba a nadie, en la que había escasez de todo, pero ningún privilegio ni ninguna adulación, quizás se tenía un pálido atisbo de lo que serían las fases iniciales del socialismo. Y, en definitiva, en vez de desilusionarme, me atrajo profundamente. La consecuencia fue hacerme desear el ver implantado el socialismo de un modo más efectivo de lo que había sido hasta entonces. Quizás en parte ello se debió a la buena suerte de estar entre españoles, quienes, con su innato sentido de la dignidad humana y su omnipresente instinto anarquista, serían capaces de hacer tolerables las fases iniciales…”
No es por casualidad que, por más que haya tenido adversarios que han tratado descalificar el Homenaje a Cataluña, o que le han buscado sus puntos más débiles, siga siendo valorada como la mejor que la literatura haya producido sobre un evento de tantas resonancias literarias como la guerra española…No obstante, según las crónicas de la presentación del libro en Sariñena, “un asistente denigra la figura de Orwell al que trata de traidor, a sueldo de la CIA y mal escritor aupado tan sólo al éxito literario por los afanes de la Central de Inteligencia…Pero estas crónica también cuentan que la respuesta de Manuel fue inmediata: sin esconder los momentos más polémicos de su vida, su paso por Aragón y su posicionamiento en la guerra civil son conocidos, de su altura como escritor habla su obra. Y se añade: “El acto termina entre los aplausos de los asistentes y la invitación de Salvador a seguir debatiendo frente a un picoteo servido en un edificio cercano”.
Habría quizás que añadir también lo infame y lo estéril que llega a ser la calumnia. El calumniador es alguien obcecado por una narración aprendida de fuentes desacreditadas sobe la cual no quiere atender ninguna reflexión, ninguna información veraz, ninguna luz. No le importa tan siquiera el daño que pueda hacer a la causa que dice o cree defender.
Una actitud que contrasta con la del propio Orwell, quien creía sinceramente —y lo expresa en esos momentos con honda y explicable amargura— que los comunistas se estaban esforzando no por aplazar la revolución hasta que se dieran circunstancias más oportunas, «sino por conseguir que nunca se produjera». Y su lealtad le obliga a aclarar:
“Quisiera hacer notar que no tengo nada que decir de los simples militantes comunistas, y aún mucho menos de los millares de comunistas que murieron heroicamente defendiendo Madrid. Pero no eran éstos los hombres que dirigían la política del Partido. En cuanto a los que ocupaban puestos más altos, es inconcebible que no obraran a sabiendas de lo que estaban haciendo” Así, después de manifestar su opinión de que la consigna de los anarquistas y el POUM —“la guerra y la revolución son inseparables”— era tal vez menos visionaria de lo que parecía, expresa Orwell —en páginas escritas mientras la guerra civil prosigue en toda su trágica barbarie— su interrogante porque puede estar equivocado. En cuanto a la influencia de la política contrarrevolucionaria del estalinismo en el curso de la guerra, animado por su vehemente deseo de que la guerra se gane, cualquiera sea el método que se emplee, y nos dice: “Me limito a expresar mis opiniones, y el tiempo dirá hasta qué punto tenía o no razón”.
El libro de Salvador Trallero Brigadas internacionales y el frente de Aragón, significan un esfuerzo por recuperar la historia de los Internacionales en Aragón, y se desarrolla sobre una base documental amplia así como con el apoyo de una extraordinaria ilustración fotográfica.
En resumen: un acto más con un nivel de aportaciones y discusión alto libre que viene a reafirmar algo que venimos señalando hace tiempo, en la existencia de un momento espléndido e recuperación de una memoria histórica centrada en la revolución y en el papel que en esta revolución jugó el POUM.

Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red

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