viernes, febrero 19, 2010

La revolución rusa de 1905 vista por Beily


Considerada por Nabokov como una de las cuatro obras maestras del siglo XX, vertida al castellano por una lejana traducción de Andreu Nin, Petersburgo aparece ahora en una nueva traducción de Rafael Cañete. Con una narrativa que lo coloca con los grandes renovadores de la literatura a principios del siglo, Biela evoca apasionadamente la revolución de 1905 que señala un antes y un después en el lento declive del zarismo que no había dejado de tener agudos problemas con los escritores desde los tiempos de Alexander Puskhin…
Recordemos que su verdadero nombre era Boris Bugaev (Moscú, 1880-1934) y que antes de Octubre de 1917, formó parte de la brillante corriente que integraban Esenin, Gorki, Maiakovski, Pasternak, Ajmatova, Mandelstam entre otros..., protagonistas de corrientes literarias tan activas como el futurismo, acmeímo y simbolismo y que se sentían continuadores de los grandes poetas y escritores del brillante siglo XIX ruso.
Los lectores de Literatura y revolución, de León Trotsky, recordarán que en su primer capítulo se refiere a Biely en los siguientes términos:
“La literatura del período entre las dos revoluciones (1905-1917), decadente en su humor y en su alcance, superrefinado en su técnica, literatura de individualismo, de simbolismo y de misticismo, encontró en Biely (Blanco) su expresión más alta y también la más abiertamente perjudicada por Octubre. Biely cree en la magia de las palabras. Puede decirse por ello que su seudónimo literario testimonia su oposición a la revolución, porque el período mayor de lucha revolucionario ocurrió en combates entre rojos y blancos.
Los recuerdos de Biely sobre Blok, sorprendentes por sus detalles insignificantes y por su mosaico psicológico arbitrario, permiten darse cuenta ampliamente de la situación en que se encuentran gentes de otra época, de otro mundo, de una época pasada, de un mundo que no volverá ya más. Y no es un asunto de generaciones, porque estas gentes pertenecen a nuestra generación, sino de diferencias de naturaleza social, de tipo intelectual, de raíces históricas. Para Biely “Rusia es un vasto prado, verde como el dominio de Yasnaïa-Poliana o el de Chajmatovo”. En esta imagen de la Rusia prerrevolucionaria y revolucionaria representada como un prado verde, más todavía, como un prado de Yasnaïa-Poliana o de Chajmatovo, vemos cuán profundamente se halla enterrada la vieja Rusia, la Rusia del terrateniente y del funcionario, o mejor, la Rusia de Turguéniev y de Goncharov. ¡Qué distancia astronómica entre ella y nosotros, y qué bien que esté tan lejos! ¡Qué salto a través de los tiempos entre esa vieja Rusia y Octubre!”
Considerada como la mejor crónica de la revolución de 1905, Petersburgo resulta -al margen de su vibrante reconstrucción histórica-, una obra de vanguardia que ha sido comparada nada menos que con el Ulises (1922) de Joyce y con Berlín Alexanderplatz (1929) de Alfred Döblin. Igualmente es citada como una de las obras más recomendables para conocer 'Petersburgo, la vieja San Petersburgo, también conocida como Petrogrado, y luego Leningrado, en este caso, siguiendo la bochornoso costumbre hagiográfica de la burocracia. De ella se ha dicho que es una novela “2ue parece que el mundo termine con la perspectiva del Nevski y la frontera del Neva. La novela de Biely es, pues, el mejor antídoto contra la belleza tormentosa de esta ciudad”.
Exiliado durante el zarismo, Biela regresó a Rusia con la revolución de 1917, emigró de nuevo al final de la guerra civil desolado por la situación, para retornar definitivamente en 1923. Decepcionado con las democracias occidentales con la “Gran Guerra”, Beily vio la revolución de Octubre como un baluarte contra la decadencia burguesa reabonaría. No obstante, después de Petersburgo (1913-1916), biela nunca llegó a hacer nada comparable.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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