martes, octubre 20, 2009

Crisis Global : un respiro en la turbulencia


En este primer texto se analiza la coyuntura de alivio financiero que ha generado el socorro estatal a los banqueros. Los financistas han impuesto la socialización de sus pérdidas, luego de dispersar el riesgo en sofisticadas operaciones. Cómo lograron bloquear el control de su actividad han reiniciado las burbujas y refuerzan la concentración financiera. Aunque la situación de muchos bancos sigue comprometida, lograron traspasar parte de su quebranto al resto de la economía.
Los auxilios estatales atenúan pero no revierten la mayor recesión de las últimas décadas. Estos rescates han provocado un incremento explosivo de la deuda pública, que impondrá gravosos pagos de intereses y debilitará las futuras recuperaciones. En la coyuntura, el freno a la producción es retroalimentado por el desempleo y la caída de los salarios.
Existen fuertes indicios del carácter prolongado de la crisis. Nuevos estallidos en las economías más frágiles coexistirían con la repetición en los países avanzados del estancamiento japonés de los años 90. El establishment vacila entre prorrogar y reducir las subvenciones estatales, mientras se procesa una desvalorización de capitales a través de drásticas reorganizaciones empresarias. El modelo seguido por General Motors ilustra el carácter socialmente regresivo de esta reconversión.
La distensión financiera induce a los neoliberales a retomar el evangelio de la desregulación. En cambio los keynesianos apuestan a enderezar el capitalismo con mecanismos de control. Pero ambas vertientes ignoran que la crisis obedece a contradicciones intrínsecas del sistema.
Las clases dominantes propician nuevos recortes de salarios y de conquistas sociales. Incentivan el temor que suscita el desempleo y pretenden transformar la frustración de los sectores medios en furia antipopular.
El alivio que exhiben los capitalistas también refleja las debilidades de la resistencia social, que perdió fuerza luego de contundentes respuestas iniciales. El impasse político del movimiento alterglobal dificulta la coordinación de una protesta mundial. Los trabajadores enfrentan la crisis actual en condiciones más adversas que la generación precedente, pero habrá muchas oportunidades para recuperar la iniciativa.
Transcurrido un año desde el estallido de la crisis predomina una coyuntura de alivio financiero. Este abrupto cambio de clima ha desconcertado a muchos economistas, que hace pocos meses pronosticaban la repetición de la depresión del 30 y ahora opinan que no ha pasado nada. Todos siguen atentamente la evolución de la economía norteamericana, que parece definir el clima predominante a escala mundial.

Un efecto del socorro

La distensión actual es consecuencia del socorro aportado por los estados a los bancos, que fueron rescatados del abismo con auxilios multimillonarios. Este sostén permitió contener un colapso que puso en jaque a grandes entidades norteamericanas y amenazó la supervivencia de todo el sistema financiero europeo. El salvataje llegó cuándo se avizoraban fugas de depósitos y confiscaciones de ahorros.
Este rescate ilustró cómo funciona la estrecha asociación que mantienen los gobernantes con los banqueros. Los funcionarios convalidaron primero la socialización de las acreencias incobrables que impusieron los financistas, al dispersar su riesgo en paquetes de bonos con baja probabilidad de cobranza. Cuándo salió a flote la imposibilidad de comercializar estos papeles se concretó una socialización de las pérdidas, a través de auxilios que solventa el conjunto de la población.
Este subsidio es presentado como un procedimiento natural para evitar padecimientos mayores, ocultando la dimensión de los beneficios otorgados a los financistas y los duros efectos de las penalidades transferidas a los asalariados. Se argumenta que los bancos “son demasiado grandes para caer”, sin explicar por qué razón esa envergadura obligaría a subsidiar a los dueños de las entidades.
También se repite que entregar dinero a los financistas “es más eficiente que distribuirlo entre el público”, cómo si la crisis no hubiera demostrado el total parasitismo de los banqueros. Es evidente que la retórica neoliberal vuelve a escena, con todos los mitos de la competencia y la sabiduría del mercado. Ya se olvida cómo la fulminante intervención estatal durante el último año refutó en forma categórica esas creencias.
El socorro a los banqueros es monitoreado por la elite de Wall Street que rodea a Obama (Geithner, Sumers, Volcker). Este grupo asegura el otorgamiento de incontables fondos a los banqueros, sin contrapartidas o garantías de devolución al estado. Han prorrogado el auxilio que instrumentó un hombre de Bush (Paulson), para que los bancos limpien sus balances de títulos que llegaron a cotizarse a precios nulos. El estado aporta el dinero que necesitan los financistas para reiniciar la capitalización de sus entidades y recrear un mercado para esos bonos tóxicos.
Obama desechó todas las propuestas de control sobre los bancos. No hubo puniciones, ni intervenciones en la gestión de entidades, que cargan con montañas de acreencias incobrables. Este rojo involucra pagos a las grandes empresas y no sólo a los los pequeños deudores hipotecarios. El presidente norteamericano tampoco aceptó instrumentar el modelo sueco de nacionalización temporaria de los bancos más afectados, para evaluar la real situación de sus carteras. Ni siquiera consideró que a cambio del auxilio oficial, el estado tuviera participación como accionista con poder de decisión, en la gerencia de esas entidades. Con esta actitud ha evitado que se reconozcan las pérdidas y se transparente la insolvencia de los bancos.

Vuelve la fiesta

El alivio financiero ha generado una amnesia total con lo ocurrido hace pocos meses. Al decrecer el temor a un colapso se reinstaló la dinámica especulativa en todos los mercados. Los llamados a reducir la “exuberancia financiera”-mediante la “refundación del capitalismo”- que irrumpieron durante la crisis han pasado al olvido. La voracidad de los banqueros retomó protagonismo, pero esta vez con la impúdica financiación del estado. Este retorno de la fiesta es muy visible en la euforia de las Bolsas.
En este escenario los bancos han reiniciado el pago de bonificaciones millonarias a los ejecutivos. Las entidades norteamericanas que más dinero recibieron del Tesoro (Goldman Sachs, Bank of America, Morgan Stanley, Citigroup) encabezan el otorgamiento de estos escandalosos premios. Mientras que el equipo de Obama se opone explícitamente a limitar estos pagos, el gobierno francés las cuestiona pero convalidando su implementación.
Los banqueros han reabierto el casino, luego de impedir una supervisión efectiva de su actividad. Vuelven a operar con títulos sofisticados, derivados y lucrativas transacciones de corto plazo. Ya preparan la sustitución de los créditos hipotecarios por nuevas burbujas, relacionadas con la financiación de proyectos ambientales (mercado de créditos de emisión) y con operaciones de compra-venta anticipada de patentes.
Este reinicio del festival financiero diluye la presión para enjuiciar a los responsables del crack. El encarcelamiento de los estafadores que engañaron a sus clientes con oscuras transacciones (como Madoff) ha sido excepcional. Los gobiernos continúan encubriendo los fraudes y a lo sumo, negocian algún blanqueo de la evasión fiscal perpetrada por los millonarios estadounidenses en los bancos suizos. Las abrumadoras denuncias de irregularidades cometidas por los bancos norteamericanos contra los pequeños deudores hipotecarios no se investigan, ni penalizan. (1)
También se han enfriado las reformas financieras avizoradas durante el cenit de la crisis. En la coyuntura de alivio, los bancos han recuperado poder para bloquear la regulación de los paraísos financieros o el control de los derivados. También se ha cajoneado la obligación de devolver fondos perdidos por inversiones desacertadas y la exigencia de informar sobre los riesgos involucrados en las operaciones a futuro.
El socorro estatal refuerza también el renovado proceso de concentración del capital. El gobierno de Obama ha dejado que los ganadores (Goldman Sachs, Morgan) absorban las carteras de los perdedores (Lehman Brothers, Bear Stearns) y presionen sobre los activos de las entidades en apuros. Los planes de auxilio iniciaron este curso al digitar a los beneficiarios del subsidio oficial. Sólo 13 bancos recibieron, por ejemplo, las tres cuartas partes del primer paquete de socorro otorgado durante el año pasado (Programa de Alivio de Activos con Problemas).
También en Europa se afianza una nueva oleada de gestación de mega-bancos. En Gran Bretaña el grueso de la subvención fue destinada a tres entidades (Northern Rock, Bank of Scotland, Lloyds), en Francia el estado sostuvo directamente a dos grupos amenazados (Banque Populaire y Caisse d´Epargne) y facilitó la compra de Fortis por el BNP-Paribas. En Alemania se apuntaló a un banco tradicional (Dresdner) y Suiza aportó todas las garantías requeridas para asegurar la continuidad de sus tres principales instituciones. (2)

Un alivio coyuntural

El socorro oficial atenuó el peligro de un estallido bancario, pero no ha resuelto los principales problemas del sistema financiero. Las entidades deben lidiar con deudas millonarias de grandes corporaciones que posponen el pago de sus compromisos.
A principio del 2009 esa morosidad de pagos involucraba en Estados Unidos unos 500.000 millones de dólares. La tasa de incumplimiento promediaba el 13, 9% del total y podría llegar a 18,5%, luego de situarse en 11,9% (2001) y 10,4% (2002). Los pasivos hipotecarios suman 1,2 trillones de dólares, las deudas de consumo suponen 7 trillones y los bonos de las empresas concentran varios trillones adicionales. (3)
Tampoco se ha encarrilado el problema de las deudas subprime que desencadenó la crisis. Se ha dilatado el agrupamiento de estos títulos en algún fondo o banco, que permita comercializarlos en el futuro y no se ha definido la forma de establecer el precio de esos bonos. La fragilidad del alivio actual se verifica, además, en la débil reconstitución del crédito. Los bancos mantienen congelados los préstamos y utilizan el dinero provisto por el estado para restaurar su patrimonio.
La convalidación gubernamental de esta conducta ha desatado fuertes críticas entre los propios economistas que simpatizan con Obama. Resaltan la necesidad de incluir al estado en los directorios de las entidades para obligar a los bancos a prestar. (4)
Esta sequía del crédito podría quedar superada si los bancos norteamericanos y europeos logran una fuerte re-capitalización, mediante la recaudación de fondos privados. Pero el incentivo a esa recolección ha sido socavado por la política de asegurar inmediata protección estatal frente a cualquier temblor.
No es fácil evaluar cuánto ha cambiado realmente la situación de las entidades, que hace pocos meses se encontraban a un paso de la bancarrota. Es llamativa la situación del Citigroup y el Bank of America -que habían sido catalogados de instituciones “zombies” por su irrisoria valuación de mercado- y ahora lucen formalmente recuperados. Este pasaje del derrumbe al florecimiento podría indicar que los bancos lograron traspasar parte de su quebranto al resto de la economía.

Claudio Katz, economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).


Notas:
1) Estos fraudes se multiplicaron por diez desde el 2001, Página 12, 26-2-09
2) Wall Street Journal-La Nación, 26-1-09.
3) Wall Street Journal-La Nación 13-2-09.
4) Krugman Paul, “Consejos del Nobel de Economía a Obama”, Revista Rolling Stone, 19-1-09. Krugman Paul “En el borde justo del abismo”, Clarín, 24-2-09.

No hay comentarios.: