lunes, julio 27, 2009

Honduras: a los bifes


Después de una intencionada demora, el mediador Arias, presidente de Costa Rica, dio su fallo: Zelaya vuelve, sólo que no podrá nombrar a sus ministros, hacer consultas populares o convocar a una Constituyente. O sea que debería presidir su propio éxodo político.
Perfecto, Zelaya dijo sí, a pesar del rechazo que suscitó la propuesta en todas las organizaciones populares del país, pero la junta golpista dijo no. El mundo invertido de María Elena Walsh. Pero no tanto, cuando se tienen en cuenta los cálculos políticos. Zelaya debe pensar que su solo retorno es capaz de suscitar de inmediato un 17 de Octubre a la centroamericana, y los golpistas deben pensar lo mismo. Llegado a este punto, los contendientes confiesan que la diplomacia ya no tiene cabida y que hay que pasar a los hechos.
Para echar un poco de leña más a la hornalla, un comité del Senado de Estados Unidos decide que Venezuela se ha convertido en un narco-Estado, sin importarle un rábano las matanzas descomunales que se producen en ese monumento al estado de derecho que es México. En realidad, los yanquis han tomado nota de que los secuestros de drogas son más eficaces ahora en Venezuela que en el pasado, pero dicen que no pueden admitirlo porque no está verificado por la DEA.
Es decir que quieren volver a infiltrar a sus agentes, a despecho de que cuando éstos ‘colaboraban’ en Venezuela, el país caribeño era un queso gruyère para el narcotráfico. Por otro lado, para consolar al Pentágono por la pérdida de la base de Manta, en Ecuador, Obama consiguió que Uribe autorizara la instalación, no de una sino de tres bases norteamericanas en Colombia, para monitorear toda la región Caribe. Así es como se desenvuelve la política aterciopelada de Obama con sus vecinos. En una palabra, lo que ocurre en Honduras no tiene que ver con una cruzada de la OEA por la democracia, sino con una dura pelea para realinear el proceso latinoamericano, que se desmadró con los levantamientos venezolanos de 2002 y 2003, el boliviano de 2003, los acontecimientos mexicanos de 2006, y sus antecedentes ecuatorianos y argentino, y los que van juntando fuerza en Perú.
Hay que pasar a los bifes. Si Zelaya y los gobiernos que lo apoyan no quieren pasar a la historia como bufones, hay que largar el regreso del terrateniente venido a amigo del pueblo. Zelaya debe ingresar a Honduras ya y los gobiernos bolivarianos deben apoyarlo con los medios materiales adecuados. Hay una pelea que no se puede rehusar. Los pueblos de América Latina debemos salir a la calle en masa, y esto cabe por sobre todo a las organizaciones que reúnen un apoyo de masas. La Honduras de los contras y de sus asesores argentinos podría convertirse en el detonante de una nueva etapa de combates para toda América Latina.

Jorge Altamira

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